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Genealogía de “Carol”, novela de amor de Patricia Highsmith

El próximo mes de noviembre se estrena en EEUU una película basada en esta obra y dirigida por Todd Hynes


El próximo mes de noviembre se estrenará en EEUU, ‘Carol’, película sobre la historia de amor entre dos mujeres basada en el libro homónimo de la escritora norteamericana Patricia Highsmith. Hay mucha expectativa sobre este estreno, pues la película fue aclamada en el pasado Festival de Cannes. La historia del libro, por su parte, comienza en el año 1948, en unos grandes almacenes de Manhattan. Fue en ellos donde Highsmith vio un día a una mujer que ‘irradiaba luz’, y que se convertiría en el germen de su novela. Por Carmen Anisa.




En un prólogo a la edición de Carol de 1989, la escritora Patricia Highsmith (EEUU, 1921-Suiza, 1995) relataba las vicisitudes que rodearon la publicación de esta novela a principios de los años 50.
 
El germen de la historia surge en 1948, cuando la escritora vivía en Nueva York. Aún no se había publicado Extraños en un tren (que aparecería a finales de 1949) y, para ganar algo de dinero, Highsmith trabajaba como dependienta en la campaña de Navidad en unos grandes almacenes de Manhattan. Estaba a punto de cumplir veintiocho años y se sentía algo deprimida. La vida estaba llena de posibilidades, solo de posibilidades.
 
Pero desde su puesto en el ajetreado mostrador de las muñecas de la sección de juguetes, Patricia Higsmith experimentó un día uno de esos momentos especiales en los que reconocía una idea para un futuro relato:

Una mañana, en aquel caos de ruido y compras apareció una mujer rubia con un abrigo de piel. Se acercó al mostrador de muñecas con una mirada de incertidumbre -¿debía comprar una muñeca u otra cosa?- y creo recordar que se golpeaba la mano con un par de guantes, con aire ausente. Quizá me fijé en ella porque iba sola, o porque un abrigo de visón no era algo habitual, porque era rubia y parecía irradiar luz. Con el mismo aire pensativo compró una muñeca, una de las dos o tres que le enseñé y yo apunté su nombre y dirección en el impreso porque la muñeca debía entregarse en una localidad cercana. Era una transacción rutinaria, la mujer pagó y se marchó. Pero yo me sentí extraña y mareada, casi a punto de desmayarme, y al mismo tiempo exaltada, como si hubiera tenido una visión.
 
De aquella revelación surge la trama de Carol, publicada en 1952 con el título The Price of Salt  (El precio de la sal). Para entonces, Highsmith ya había triunfado con Extraños en un tren, que Alfred Hitchcock llevara al cine en 1951, y comenzaba a ser encasillada como autora de género de suspense; de modo que a sus editores les pareció una locura que la escritora se empeñara en publicar una historia de amor entre dos lesbianas cuando podía ganar bastante dinero con las novelas de intriga.
 
Pero a Patricia Highsmith no le gustaban las etiquetas. Para ella Extraños en un tren no pertenecía al género de suspense; era simplemente una buena historia. A nadie se le ocurría llamar a Dostoievski un autor de suspense porque hubiera escrito Crimen y castigo. Highsmith quería publicar The Price of Salt, por encima de razones comerciales, así que, tras el rechazo de su editor, buscó a otro. Además, para que no la encasillasen como autora de “libros de lesbianismo”, decidió utilizar el seudónimo de Claire Morgan. 
 
Derecho a ser felices
 
La novela recibió “algunas críticas serias y respetables” cuando fue publicada en tapa dura, pero alcanzó verdadero éxito en su edición de bolsillo, de la que se vendió casi un millón de ejemplares. A la editorial llegaban numerosas cartas dirigidas a Claire Morgan: “Recuerdo que, durante meses y meses, un par de veces por semana me entregaban un sobre con diez o quince cartas”.
 
El éxito de The Price of Salt se debió a que el lesbianismo se reflejaba de una manera distinta. Carol y Therese eran dos personajes que tenían derecho a ser felices, a que quedase una puerta abierta para un futuro en común. Nadie sabía lo que podía venir después, lo mismo que sucede en una pareja heterosexual. Pero en las novelas estadounidenses, por primera vez, los hombres y las mujeres homosexuales no tenían “que pagar por su desviación cortándose las venas, ahogándose en una piscina, abandonando su homosexualidad (al menos, así lo afirmaban) o cayendo en una depresión infernal”.
 
En las cartas que Highsmith recibía, los lectores le daban las gracias por haber escrito la novela. Eran hombres y mujeres que se veían reflejados en la historia de las protagonistas; personas que llevaban una vida normal con sus parejas o jóvenes que, gracias a la lectura del libro, se sentían menos solos.
 
The Price of Salt (Carol) cuenta la historia de Therese, una joven escenógrafa de 21 años que intenta abrirse camino profesional en Nueva York; del mismo modo que Patricia Highsmith trabajaba en unos grandes almacenes para conseguir dinero. Huérfana de padre y sin el afecto de su madre, que la dejó en un colegio de monjas, a Therese le asaltan las dudas sobre su futuro: “Y la desesperanza que había en la propia Therese de no llegar a ser nunca la persona que quería ser ni hacer las cosas que quería hacer”.
 
La opción normal era, por supuesto, el matrimonio. Therese sale con un chico, Richard, con el que ya ha mantenido relaciones sexuales; había sentido de todo menos placer, y en medio de la situación había preguntado: “¿Así es como tiene que ser? ¿Cómo podía ser así, tan desagradable?”. El encuentro con Carol en los grandes almacenes desencadena una historia amorosa que al principio la propia Therese no sabe cómo nombrar:
 
¿Era amor o no era amor lo que sentía por Carol? Y que absurdo era que ella misma no lo supiese. Había oído hablar de chicas que se enamoraban unas de las otras y sabía qué tipo de gente eran y el aspecto que tenían. Ni Carol ni ella eran así. Pero sus sentimientos hacía Carol coincidían con todas las descripciones.
 
Carol, una mujer en la treintena, está separándose de su marido. Se había casado demasiado joven llevada por las circunstancias, y por lo que la familia y la sociedad esperaban de ella. Piensa que Harge, su marido, la había elegido “como se elige una alfombra para el salón”. Todo había sido un error desde el principio.
 
Los personajes masculinos que rodean a Carol y Therese no pueden aceptar que exista amor entre ellas. Richard se empeña en convencer a Therese de que está enferma, de que la relación en sí es enfermiza y que con el tiempo acabará curándose. Para Carol, su marido es un hipócrita que maneja los hilos del divorcio, utilizando a Rindy, la hija de ambos, como chantaje emocional. Therese reflexiona acerca de lo que Carol le cuenta sobre sus años de matrimonio:
 
¿Así era la vida? ¿Eran así siempre las relaciones humanas?, se preguntó Therese. Nada sólido bajo los pies. Siempre como gravilla, un terreno levemente blando, ruidoso, para que todo el mundo se enterara y para que uno pudiera oír siempre los fuertes y bruscos pasos del intruso.

Huyendo del erotismo barato
 
Patricia Highsmith debía describir una relación amorosa y erótica entre dos mujeres en una época en la que las películas acababan con un casto beso. Las insinuaciones, las miradas, los silencios formaban parte de los códigos eróticos en la imaginería de las novelas y el cine americanos. Si esto era así en una relación heterosexual, aún resultaba más complejo si se quería mostrar a dos mujeres “rendidas por la pasión”, sin dar pie a que las escenas se considerasen como erotismo barato para mayor disfrute de voyeurs.
 
De ahí que la autora recurriese, a veces, a giros y expresiones que rozan la cursilería. En algunas escenas de la novela leemos frases como “Therese se volvió y la belleza de Carol la impresionó como si vislumbrara la alada Victoria de Samotracia”, o “La visión de Carol la atravesó como una espada”. Cuando Theresa y Carol mantienen por primera vez relaciones sexuales, la joven Patricia Highsmith resuelve la situación de este modo:
 
Entonces Carol le deslizó el brazo alrededor del cuello y sus cuerpos se encontraron como si todo estuviera preparado. La felicidad era como una hiedra verde que se extendía por su piel, alargando delicados zarcillos, llevando flores a través de su cuerpo. Therese tuvo una visión de una flor blanca, brillando como si la contemplara en la oscuridad o a través del agua. Se preguntó por qué la gente hablaría del cielo.
 
Carol era una novela de su época y su autora utilizaba a los mismos recursos que aparecían en las novelas amorosas protagonizadas por heterosexuales. Sin embargo, lo que en ellos era aceptado como algo natural para estas dos mujeres suponía vencer múltiples obstáculos. Su amor debía permanecer oculto ante la sociedad. “Nunca me mires así en público”, le dice Carol a Therese.
 
Las dos eran atractivas e inteligentes y no respondían al estereotipo de mujer hombruna con el que la sociedad identificaba a una lesbiana. Si la homosexualidad era considerada como una enfermedad y una desviación, el lesbianismo despertaba la sonrisa irónica y la malicia. ¿Qué hacían dos mujeres entre ellas habiendo hombres en el mundo? “En el fondo tienen una especie de resentimiento por el hecho de que una mujer atractiva sea presumiblemente inaccesible para los hombres”, escribe Carol en una carta.
 
Carol y Therese emprenden un viaje en coche y recorren varias ciudades de Estados Unidos. Un detective, contratado por el marido de Carol, espiará cada uno de sus movimientos, hasta que Carol decide enfrentarse a él. Therese se da cuenta de esa malicia con la que la sociedad ve su relación.
 
Recordó la cara del detective y la expresión apenas perceptible que ahora comprendía: era malicia. Malicia lo que había en su sonrisa, por mucho que el dijera que no estaba de ningún lado, y ella percibía en él un deseo personal de separarlas, porque él sabía que estaban juntas. Ahora acababa de ver lo que antes sólo intuía, que el mundo entero estaba dispuesto a convertirse en su enemigo, y de pronto lo que Carol y ella habían encontrado juntas ya no parecía amor ni una cosa feliz, sino un monstruo que se situaba entre las dos y las encerraba en un puño.
 
El mundo no acepta que ellas busquen la felicidad. Su relación es depravada e indigna, y así se lo demuestra Richard a Therese en una carta. Ya no intenta que Therese cambie, ya no va a luchar para que se cure. Ahora solo la desprecia.  
 
En su larga carta final Carol le relata a Therese las humillaciones que ha sufrido durante las negociaciones con los abogados de su marido:
 
Pero el punto más importante no lo mencioné y ninguno de ellos lo pensó, y es que la relación entre dos hombres o dos mujeres puede ser absoluta y perfecta, como nunca podría serlo entre hombre y mujer, y quizá alguna gente quiere simplemente eso, como otros prefieren esa relación (…) que se produce entre hombres y mujeres. Ayer se dijo, o se dejó entender, que el camino que he escogido me llevaría a hundirme en las profundidades del vicio y la degeneración humanas. Sí, me he hundido bastante desde que me apartaron de ti. Es verdad, si tuviera que seguir así y me siguieran espiando, atacando, y nunca pudiera poseer a una persona el tiempo suficiente para llegar a conocerla, eso sí sería degeneración. O vivir contra mi propia naturaleza, eso es degeneración por definición.
 
Diferencias entre Carol y Ripley
 
Aún faltaba mucho para que relaciones como la de Carol y Therese se normalizasen. Tres años después de que apareciera The Price of Salt  (Carol), Patricia Highsmith publica El talento de Mr. Ripley, que inaugura la serie conocida como la Ripliada, protagonizada por Tom Ripley, ese personaje inquietante y ambiguo, del que siempre quedan sospechas acerca su sexualidad. A Tom le gusta la camaradería entre hombres, pero no llega a definirse, sencillamente porque él nunca se entrega; es un personaje acostumbrado a vivir entre el disfraz y la máscara. Y se siente a gusto.
 
Pero Carol y Therese no son Tom Ripley; para ellas el amor sí es importante y están dispuestas a luchar por él y por su dignidad como personas. En una escena de la novela Therese escucha una canción que Carol había puesto en el tocadiscos; las dos saben que la vida es complicada, sin embargo, como dice la canción “… it's easy to live… when you are in love… (… es fácil vivir… cuando estás enamorado…)” o, al menos, es más fácil.

Carol, la película
 
Ahora se vuelve a hablar de Carol gracias a la fama que, incluso antes de su estreno, ha ido tomando una película basada en el libro, que se estrenará en noviembre de 2015 en EEUU y posteriormente en Europa.
 
Con guión de Phyllis Nagy y dirigida por Todd Haynes, la película está protagonizada por las actrices norteamericanas Cate Blanchett y Rooney Mara . Su estreno mundial se realizó en el Festival de Cannes de 2015, dónde recibió críticas excelentes, y en el que Mara ganó el premio a la mejor actriz.
 


Viernes, 9 de Octubre 2015
Carmen Anisa
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