CONO SUR: J. R. Elizondo

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LOS BARBAROS… ¿LLEGARON YA? José Rodríguez Elizondo

La pandemia en curso ya no se reduce a un tema sanitario. Como otras calamidades globales, está potenciando calamidades previas. Entre estas se encuentra la guerra comercial de las superpotencias; la intolerancia de los políticos oportunistas, que ven en el covid-19 una buena oportunidad para derrotar a sus adversarios, y la ignorancia de sus seguidores de poco alcance intelectual. Como resultado, no hay enemigo común que una y el astuto virus que nos acosa sigue su marcha triunfal.


Publicado en El Mercurio, 8.7.2020
 
Como espectador del planeta, propongo actualizar con un like el viejo aforismo del marqués de Santillana: los pueblos que ignoran su historia están condenados a destruir sus estatuas.

El tema estaba en el aire pero, como buenos y astutos occidentales, queríamos reducirlo a los espacios talibánicos. Esos donde una minoría de odiadores resuelve todas las contradicciones vigentes, polarizando a sus sociedades, destruyendo los hitos del pasado y autoerigiéndose como únicos constructores del futuro.

Vía conteo de muertes, el coronavirus ha recuperado para Occidente ese talante barbárico. Lo está haciendo a partir de una extraña paradoja: nadie sabe cómo enfrentarlo sanitariamente, pero muchísimos saben que quienes mandan lo están enfrentando mal. Por esa vía, la pandemia está profundizando los conflictos vigentes, en busca de su victoria más insidiosa: erosionar nuestro esqueleto cultural para destruir el hueso duro de nuestras democracias.

De ahí que hoy asistamos a episodios donde el pasado es juzgado con las pautas de “lo políticamente correcto” actual… y no con buenas maneras. En los EE.UU, con un Presidente funcional a la incultura, no sólo se han decapitado los monumentos a Cristóbal Colón y vandalizado los de líderes del sur esclavista durante la Guerra de Secesión.  También se están protegiendo los monumentos, ya atacados, de Thomas Jefferson, George Washington y Abraham Lincoln, padres fundadores de su democracia. En el Reino Unido la autoridad está protegiendo, como puede, las estatuas de Winston Churchill, líder decisivo para derrotar a los más poderosos racistas del último milenio.

A semejanza de lo anticipado por George Orwell en su distópico 1984, esto ha permeado otras manifestaciones artísticas, como se ha visto con la censura al clásico filme Lo que el viento se llevó. A 80 años de su estreno, los combatientes de la ortodoxia descubrieron que no promovía la igualdad racial y los distribuidores se rindieron: los nuevos espectadores tendrán que verlo con un letrerito que les advierta sobre ese inadvertido pecado original.

Desgraciadamente, en Chile no somos la excepción. Más bien fuimos los adelantados de esa perversión orwelliana. Esto se reflejó, entre otros casos, en el cuestionamiento contrafactual de Pablo Neruda y en los ataques a las estatuas y bustos de Pedro de Valdivia, Manuel Baquedano Bernardo O’Higgins y Arturo Prat. Ni siquiera salvó de esa furia iconoclasta el Museo de la entrañable Violeta Parra ¡por tres veces incendiado!

El catalizador de tal síndrome ha sido el impacto acumulativo de la pandemia con el previo “estallido social”. Esa mezcla indistinguible de inequidades socioeconómicas, decadencia de las instituciones, corrupción a ritmo acelerado, privilegios espurios de los políticos, debilidad docente del humanismo y proyecto insurreccional oculto. Todo ello en el marco de un presidencialismo jurídicamente fuerte, pero demasiado proclive al error no forzado.

Como indeseable producto tenemos una desestabilización de la democracia, en pleno desarrollo y con un carácter histórico regresivo. En lo principal, porque es tributaria de aquellos que aplacaban la ira de sus dioses ofrendándoles sangre fresca de la tribu o aplicando todo tipo de tormentos a quienes pensaban con cabeza propia. “Nadie debe degradarse mostrando tolerancia con los herejes de cualquier clase”, rezaba una norma fundamental de la Santa Inquisición.

Por eso, hoy es decisivo sostener el respeto a la diversidad, recuperando las formas del debate culto. Y hacerlo en todas partes. En las universidades, academias castrenses, medios de información, webinars, centros culturales, clubes deportivos y hasta en las tertulias ciudadanas.

Antes de que sea demasiado tarde debemos impedir que la pandemia catalice un futuro oscurantista. Uno donde, en lugar del “hombre nuevo” de las escatologías, suframos la resurrección de los bárbaros de ayer.

José Rodríguez Elizondo
Miércoles, 8 de Julio 2020



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Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





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