CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

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La curiosidad que suscita el origen de la menorá invita a examinar alguna pieza perdida entre las vitrinas de los museos. Un hallazgo de Tel-Aviv resulta muy interesante.
Hoy escribe Eugenio Gómez Segura


016. Menorá (y 2)
Vasija para ritual para plantas de Tel Qasile (Tel-Aviv, 1100 a. C)

Entre los muy abundantes hallazgos que muestran las vitrinas de la sección de cerámica del Eretz Israel Museum de Tel-Aviv dedicada al yacimiento arqueológico de Tel Qasile, en una visita que realicé al mismo en 2015 pude detenerme en una pieza que inmediatamente me obligó a pensar.

Lo que me llamó la atención al instante fue que en su cuello se habían dibujado varios árboles esquematizados como los representados en la jarra de Lachisch comentada en mi último post. Aunque hay dos diferencias entre la pieza de Lachish y la de Tel Qasile: a) no aparecían los íbices; b) entre uno y otro árbol estilizado como una futura menorá, aparecen cipreses.

La pieza, con todo, presenta una extraordinaria cualidad: no es demasiado grande, unos 60 cm, no tiene hombro marcado y el cuello está compartimentado, de manera que, además del labio de la pieza, aparecen cuatro bocas que surgen del cuello y flanquean la boca principal.

La pieza, además, es muy relevante por otros aspectos. Apareció entre el ajuar de culto del templo principal de Tel Qasile, en el estrato X de la ciudad, considerado como filisteo. En cuanto al uso de este curioso vaso de cultura no israelí (los filisteos parecen provenir de Grecia) A. Mazar lo describe como posible “flower pot”, macetero, identificación que sigue A. Ben-Tor y amplía indicando que serviría para plantar árboles sagrados.

El uso de macetas en los templos o asociado al culto de las divinidades está perfectamente documentado en la arqueología mesopotámica. Algunas muestras son las siguientes:
 
a) En esta placa de la diosa Ninhursag, procedente de la antigua Girsu, aparece un fiel regando un macetero del que surge ya una planta, todo ante la diosa. La composición ensalza el macetero, situado en el centro de la imagen. Se da la circunstancia de que esta diosa es considerada la “Madre”. Fechada en el 2500 a. C. La imagen en este enlace
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Relief_libation_Louvre_AO276.jpg

b) Este ejemplo es un relieve mesopotámico muy conocido, la estela del rey Ur-Namnu, pieza que, entre otros motivos, representa a éste venerando al dios Enki (señor del agua) y a la diosa Nammah (otro nombre para Ninhursag) en el friso más completo. En ambas escenas, una a la izquierda con ella, otra para él a la derecha, aparecen sendos maceteros con árboles o arbustos mientras Ur-Namnu los riega. En los dos casos la abundancia del riego, símbolo de prosperidad asociada al beneplácito divino, se refleja en el sobrante de agua por los bordes de los maceteros. Fechado en el 2100 a. C. La imagen en este enlace:
https://www.artehistoria.com/es/obra/estela-de-ur-namu
 
El ejemplo de Tel Qasile sería un caso real de lo representado en estas imágenes: aunque Mazar indica que la pieza tendría las cuatro bocas laterales para riego, parece más apropiado pensar que se trata de un vaso de culto preparado para que de su boca central surgiera un tallo de planta y para que, en sus bocas laterales, aparecieran brotes de otras semillas, plantones o incluso rodrigones del mismo tronco central. En todo caso, que aparezca el ciprés junto a un árbol esquemático en el friso parece apuntar a dos plantas diferentes o ¿dos divinidades diferentes, como indica la estela de Ur-Namnu?

Es lógico, a la vista de estos y otros ejemplos, pensar que la menorá podría tener su origen en estos objetos de culto ligados a las plantas como ejemplo del milagro de la vida, como asociados al culto divino o incluso como representación de alguna divinidad. Y también es lógico retrotraer su origen a épocas muy antiguas de la historia humana.

Saludos cordiales.

Domingo, 24 de Mayo 2020

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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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