ESTRATEGAR: Rafael Alberto Pérez


¿Quién es?
Rafael Alberto Pérez
Rafael Alberto Pérez
Autor de referencia en comunicación estratégica, conferenciante y consultor. Es consejero de The Blueroom Project - TBP Consulting para temas de turismo y ocio

Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.

En la actualidad divide su actividad entre impartir Seminarios- invitado por más de 170 Universidades y empresas de 14 países- y ejercer como consultor estratégico.


Tendencias Estratégicas






El covid-19 representa un prolongado y desconcertante paréntesis en el tránsito a un nuevo periodo histórico: la cuarta revolución industrial (4RI)


Un nuevo periodo histórico: la cuarta revolución industrial
El término cuarta revolución industrial fue introducido en 2016 por Klaus Schwab, fundador del World Economic Forum (WEF) y, permite designar a una nueva etapa en el desarrollo de la economía mundial, en la cual el papel de tecnologías inteligentes será determinante.
 
El imaginario tecnológico de la 4RI comprende la integración de la biotecnología, cadenas de bloques, computación cuántica, impresoras 3-D, inteligencia artificial, internet de las cosas (IoT), nanotecnologías, robótica, vehículos autónomos, etc.,
 
La 4RI confirma la pertinencia del pensamiento complejo y de la teoría general de sistemas, al afirmar la posibilidad de relacionar e integrar todo aquello que antes se suponía particular y disperso.
 
Sin incurrir en un determinismo tecnológico absoluto, podemos anticipar que las tecnologías de frontera -como las designa Naciones Unidas-, afectarán profundamente todo el complejo psíquico y social de las personas y las sociedades.

El desarrollo de una economía de elevadísima productividad vendrá acompañado de una significativa reducción en la necesidad de la intervención humana en forma de mano de obra, incluso, la altamente calificada.
 
En principio, los robots realizarán trabajos elementales y rutinarios. La tecnología finalmente podría determinar la obsolescencia del proletariado y, finiquitar la utopía relativa a una gran revolución mundial que nos instalaría en la plenitud de un mundo feliz, gracias a la abolición de la propiedad privada y la lucha de clases.
 
Por supuesto, tendremos que cuestionarnos cuál será el destino laboral que tendrán millones de trabajadores, quienes serán desplazados por las máquinas y, más importante aún, anticipar posibles soluciones al grave dilema que representará el desempleo tecnológico masivo.
 
Debemos tener presente que los robots son capaces de efectuar operaciones complejas con absoluta precisión, como las que realizan los cirujanos más calificados. En no pocas salas de operaciones de modernos hospitales, hoy intervienen robots en complicadas intervenciones quirúrgicas.  
 
En una etapa más avanzada de la 4RI, incluso podríamos estar rodeados de máquinas inteligentes, capaces de hacer prácticamente todo mejor que nosotros mismos.
 
El covid-19 exhibió cuan delicada resulta la biopeligrosidad de la especie humana. A pesar de millones de años de evolución, el ser humano sigue siendo sumamente vulnerable.
 
La impresionante aceleración histórica que acompañará el desarrollo de la 4RI generará profundas crisis, las cuales pondrán en evidencia las limitaciones de algunas instituciones históricas en su capacidad para asimilar complejidad e incertidumbre.
 
Ante el nuevo shock que nos depara el futuro, no pocos gobiernos e instituciones parecen entumecidos.
 
Definitivamente, merecemos gobiernos más inteligentes. Además, los gobiernos inteligentes son posibles. Sin embargo, en nuestros días padecemos los caprichos y ocurrencias de no pocos políticos idiotas.
 
En el complejo imaginario de la 4RI, la inteligencia artificial (IA) es medular.
La Unión Internacional de Telecomunicaciones y la Unesco (2018) afirman que la IA permite sacar todo el provecho de Big Data para diseñar programas de desarrollo que permiten aprovechar toda la información que es generada en tiempo real.
 
El análisis predictivo -una de las bondades de Big Data- permite detectar riesgos emergentes y adoptar medidas correctivas en el momento oportuno.
 
Todo ello debería transformar el imaginario de las políticas públicas. Sin embargo, mientras el principal argumento de la planeación de políticas públicas sea político, lo inercial prevalecerá sobre lo efectivamente indispensable, necesario e inteligente.
 
El tránsito a la 4RI está sucediendo más rápido de lo que muchos suponen. En el libro Próxima estación futuro, Yogeshwar señala que, en materia de Internet de las cosas (IOT), en 2012 estaban conectados a Internet 8,700 millones de objetos. Solo un año después (2013) había diez mil millones, y para finales de esta década podríamos tener más de ciento cincuenta mil millones.
 
Las implicaciones de la IA son complejas, particularmente al considerar el aprendizaje automático, el cual supone la posibilidad de que las máquinas y algoritmos aprendan de sus propias experiencias, aún sin haber sido programados para ello.  
 
El aprendizaje automático comprende tres niveles: el aprendizaje basado en tareas (aprendizaje supervisado), el basado en datos (aprendizaje no supervisado), el de refuerzo (aprendizaje que permite reaccionar a su entorno).
 
Además, existe el aprendizaje profundo, el cual permite resolver problemas muy complejos que incluyen grandes cantidades de datos. Este se produce mediante redes neuronales artificiales que se organizan en capas para reconocer relaciones y patrones complejos de datos.
 
En el imaginario del aprendizaje automático, las máquinas podrán fabricar todo. Incluso autómatas que serían capaces de construir mejores autómatas sin la participación humana.
 
Si bien el coeficiente de inteligencia promedio en la especie humana ha venido progresando de forma constante de generación en generación, el desarrollo de la IA permite suponer que futuras generaciones de máquinas y algoritmos serán cada vez más inteligentes.
 
 Inevitablemente se llegaría a un punto en el cual la IA podrá superar a la inteligencia humana (Superinteligencia artificial). Los autómatas podrían evolucionar a agentes autónomos.
 
Las nuevas tecnologías seguirán su ciclo de desarrollo, extenderán y amplificarán nuevas funciones y capacidades, y, en un momento determinado, evolucionarán a una forma más sofisticada que, podría impactar en la reconfiguración del ser humano como especie.
 
Frente a la superinteligencia artifical, el hombre tendría necesariemente que evolucionar. El ser humano -ya lo había anticipado Federico Nietzsche- no debe ser considerado como la culminación perfecta en el complejo proceso de la evolución.  
 
Hasta ahora, la evolución ha sido un proceso orgánico. Sin embargo, el destacado historiador israelí Yuval Noah Harari señala que la nueva evolución posible sería inorgánica y tecnológica.
 
Además, fundamentalmente se daría a través de la ingeniería biológica, la ingeniería ciborg y, la ingeniería de seres no orgánicos.
 
Harari indica que la inteligencia artificial y la biotecnología ofrecen a la humanidad la posibilidad de remodelar y diseñar la vida.
 
Si la especie humana no consigue incrementar significativamente sus capacidades, el futuro podría ser mucho más complicado de lo que imaginamos.
 
La gran disyuntiva posible supone aceptar la presencia de la tecnología en nuestra biología, transformándonos en una especie de ciborgs de orden superior.
 
La simbiosis entre el cerebro humano y la (IA), anticipada por la ciencia ficción, parecía muy remota. Sin embargo, a finales del mes de julio de 2019, Elon Musk, presentó un prototipo que desmuestra su viabilidad.
 
La visión transhumanista responde a la posibilidad de que el ser humano pudiera ser sustituido por un ente superior, que funcione mejor en un ambiente tan complejo, gracias a la manipulación tecnológica de su estructura.
 
Por otra parte, la fusión entre la infotecnología y la biotecnología promete humanizar a las máquinas. Los deseos y las emociones podrían ser interpretados como complejos algoritmos bioquímicos.
 
Los algoritmos informáticos podrían aconsejarnos mejor que los propios sentimientos humanos. Para ello, afirma Harari, resulta clave el desarrollo del sensor biométrico.
 
En los próximos años, la evolución científica y tecnológica entrará a una fase de mayor aceleración. La Cuarta Revolución Industrial podría provocará que el ser humano efectivamente evolucione en una forma que impactará en su constitución como especie.
 
Por tal motivo, resulta necesario cuestionarse nuevamente el rol de la tecnología, la ciencia y la humanidad en un entorno tan dinámico y complejo como en el que nos encontramos actualmente, para tratar de comprender cuáles son nuestras efectivas posibilidades de adaptación, cambio y supervivencia.
 
Octavio Islas (México).
Director general de la Cátedra Itinerante de la Nueva Teoría Estratégica (CINTE).
Doctor en ciencias sociales. Autor y coordinador de 17 libros, más de 55 capítulos en libros, más de 700 textos periodísticos. Fundador de la revista científica Razón y Palabra. Se desempeña como catedrático e investigador en la Universidad Central de El Ecuador. Director de la maestría en Comunicación y Cultura, Universidad Central de El Ecuador. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, México, nivel 2. Su cuenta de correo electrónico es ORCID  https://orcid.org  joseoctavio.islas@gmail.com  [0000-0002-6562-3925 ] 
Director de la Maestría en Comunicación y Cultura
FACSO, Universidad Central del Ecuador.
Director general y fundador de la revista cientìfica Razón y Palabra http://www.revistarazonypalabra.org/index.php/ryp
Miembro del comité científico de la revista Comunicar
Miembro del comité científico de la revista Explorations in Media Ecology.
Miembro del comité científico de la revista Latina
Miembro de la Media Ecology Association
Miembro de GICOM (Grupo Hacia una Ingeniería en Comunicación Social)
Director general de la Cátedra Itinerante de la Nueva Teoría Estratégica (CINTE).
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, SNI, nivel 2.
 
 


Lunes, 18 de Mayo 2020