Tendencias 21
   




Entre el alma animal y el alma humana existe una continuidad evolutiva

Las actitudes actuales sobre el mundo animal proceden de la tradición judeocristiana y de las opiniones de Descartes


En las últimas décadas, un asunto que ha causado desconcierto entre los filósofos es el aumento de la sensibilización hacia los animales en un gran porcentaje de la población. Se trata de un hecho sociológico que concierne a la práctica totalidad de las sociedades occidentales, incluida la española. ¿De dónde vienen estas ideas y actitudes sobre el mundo animal, esas mismas que hoy están en vías de superación? Sin duda, de la tradición judeocristiana y de las opiniones de René Descartes. Por José Luis San Miguel de Pablos.


José Luis San Miguel de Pablos
15/09/2016

Imagen: WolfBlur. Fuente: Pixabay.
Imagen: WolfBlur. Fuente: Pixabay.
Durante muchos siglos, se infravaloró la riqueza y naturaleza de la vida psíquica interior de los animales, en especial obviamente de los animales superiores. Sin duda, a ello contribuyó el dualismo propio de los sistemas escolásticos, celosos de preservar lo específicamente superior del hombre, recapitulado en el concepto de alma.

Sin embargo, las corrientes modernas de la biología, neurología, de la psicología, de la filosofía, e incluso de las teologías, insisten en revalorizar la riqueza psíquica de los animales, muy cercanos al hombre emocional y cognitivamente. Sin negar, claro está, lo específico del hombre frente al mundo animal, no es posible hoy negar la armonía del psiquismo animal con el psiquismo humano.

Cabe recordar que el Papa Juan Pablo II quiso incluso mencionar explícitamente que los animales tenían “alma” (es decir, el “alma animal”). La recuperación cristiana de la riqueza del mundo animal será un elemento más de convergencia con las religiones orientales. 

El humanismo excluyente que comparten Descartes y la referida tradición, de la que por lo demás el filósofo francés era deudor confeso, ha tenido durante siglos por lema “los animales no tienen alma“,  sobreentendiéndose que solo la tiene el hombre. Y surge la pregunta de qué se entiende por “alma”, siendo así que es del reconocimiento, o no, de su presencia de lo que se derivaría el que un ser mereciese, o no, consideración y respeto.

Claro que otro criterio es que si solo lo merecen los humanos es porque solo ellos son nuestros semejantes, lo cual a mí me suena un poco a moral mafiosa, por lo que ni siquiera entraré a considerarlo.

Titulé “No tienen alma” (entre comillas en el libro) el capítulo que trata sobre los animales en un ensayo publicado hace un par de años [1],   y lo hice porque esas tres palabras se han repetido hasta la saciedad para negar todo derecho -o simple esbozo de derecho- de los animales superiores, y para desculpabilizar las atrocidades y  crueldades de que pudieran ser -y son efectivamente- víctimas.

No creo que la Iglesia Católica defendiera oficialmente la doctrina de la ausencia total de alma en unos seres cuya denominación genérica de animales se refiere precisamente a ella [2], antes de que Descartes proclamara que los animales son autómatas, desde luego Francisco de Asís, que fue canonizado, pensaba otra cosa…, pero de lo que no cabe duda es de que la Iglesia asumió rápidamente la negación cartesiana del alma de los animales, y que insistió luego en ella, como bien recordamos los españoles mayores de 60 años.

No obstante, hay matices importantes que señalar. Descartes identificó lo que entendía por alma a partir del ejercicio de introspección que se halla en el origen del cogito: “pienso luego existo” implica identificar la interioridad, es decir, la consciencia, con el pensar, y de ahí la definición cartesiana del alma como res cogitans, la cosa pensante. Los animales, seres no pensantes [3], no tienen alma y son solo cosas mecánicas. Dicho en otros términos, al “no pensar” los animales no poseen subjetividad o consciencia de ninguna clase, ya que para Descartes la consciencia es idéntica al pensamiento.

El cristianismo se había pronunciado muy poco anteriormente sobre el alma vivenciada en primera persona, si exceptuamos a los místicos, un tipo de “creyentes” (¿les cuadra verdaderamente el término?) que siempre levantaron sospechas en la institución religiosa. Por mucho que De anima fuese una parte de la teología, el alma entendida como realidad psíquica inmediata, eso que estudian las escuelas psicoanalíticas, era (y me atrevería a decir que sigue siendo) una desconocida para los cristianos que viven encerrados únicamente en su tradición.

El cristianismo es una religión eminentemente social, en sentido positivo (el cristianismo primitivo y el que representan hoy los cristianos de base) y también negativo, pero en cuanto al alma, entendida experiencialmente como el ser subjetivo individual, ha tenido siempre poco que decir, más allá de la moral normativa que propone.

En llamativo contraste, las religiones orientales (hinduismo, budismo y algunas otras) son ante todo interioristas, lo que implica la práctica, que promueven ampliamente, de ejercicios introspectivos de variado grado de sofisticación y profundidad, de lo cual se deriva una alta valoración del conocimiento experiencial de la dimensión subjetiva, de la consciencia en sus diferentes modos y niveles.

Estas dos formas antropológicas de religiosidad, la occidental (no solo cristiana sino más generalmente abrahámica), de orientación más social, y la oriental, menos social y muy enfocada hacia la interioridad, poseen aspectos complementarios que últimamente se ponen sobre la mesa con frecuencia en los espacios y diálogos interreligiosos.

La comunicación con los animales

Todo esto es relevante en relación a lo que nos ocupa, pues en las religiones orientales y las filosofías a ellas vinculadas no se da, ni se ha dado nunca, la identificación entre consciencia y pensamiento -con la consecuencia de la exclusión los animales de la consideración de seres conscientes- sino que la consciencia se entiende como la luz interior básica y constitutiva del ser, y el pensamiento (junto con la emocionalidad, etc.) como uno de los “instrumentos” de que dispone esa luz básica.

Este punto de vista no es teoricista, sino que proviene de numerosísimas experiencias introspectivas, que no por su falta de “objetividad” (y de cientificidad en el sentido actual, por tanto) dejan de ser coincidentes y abrumadoramente nítidas.

Como con numerosos animales superiores es posible una comunicación, incluso intensa, en el registro emocional-afectivo de la consciencia, la filosofía-espiritualidad de esas religiones ha asumido “desde siempre” que esos animales la poseen, tanto si piensan como si no.

Ese debía ser también el sentir de Francisco de Asís, rara avis del santoral católico que a punto estuvo de ser declarado hereje, y al que la teologización de Descartes redujo de nuevo -y por largo tiempo- a la marginalidad doctrinal. El intelectualismo antiemocional de la tradición ilustrada típica [4] ha hecho que esa comunicación interespecífica se haya dado menos entre los filósofos e ideólogos que entre la gente corriente.

Además, el occidentocentrismo de la inmensa mayoría de esos intelectuales, y su enraizamiento en las tradiciones judeocristiana y cartesiana, han funcionado como pantallas con respecto a unas tradiciones espirituales de Oriente “animalistas” [5] miradas por ellos con suspicacia.

Pero hete aquí que ha sucedido algo inesperado: muchísima gente común y corriente de Occidente ha pasado por encima del ingente número de científicos, filósofos y tecnócratas que afirmaban que preocuparse por unos entes que no eran más que robots biológicos era una tontería, y ha dicho sí clamorosamente al alma de los animales y a las consecuencias éticas que entraña.

 Se podrá decir lo que se quiera, incluido que hay muchas exageraciones y extravagancias, lo que puede ser verdad, y también que hay gente que quiere a los animales pero detesta a los humanos, lo cual, sin negar que pueda ocurrir en algún caso, dista mucho de ser un principio o una regla, y más bien creo que a menudo quienes no aman a los unos tampoco aman a los otros, pero me parece que lo esencial es que la convivencia cotidiana y estrecha de muchas personas con determinados animales superiores, perros y gatos fundamentalmente, las ha hecho vivir una profunda comunión y comunicación afectiva con sus mascotas, revelándoles la dimensión psíquica de las mismas de forma prácticamente inmediata.

Imagen: schneeknirschen. Fuente: Pixabay.
Imagen: schneeknirschen. Fuente: Pixabay.
La gente es consciente de la conciencia animal

Aclaremos que el consenso social que cada vez está más cerca de ser alcanzado no es que los animales tengan un alma que va al cielo cuando mueren, que se reencarna o le pasa cualquier otra cosa.

Es mucho más sencillo: la gente siente y “ve” que son conscientes, que tienen consciencia o interioridad. Eso es el alma. El filósofo Hans Jonas estableció una relación entre este giro de la sensibilidad contemporánea y el asentamiento del paradigma evolucionario:

El evolucionismo ha minado la construcción intelectual de Descartes mucho más eficazmente de lo que lo ha hecho ninguna crítica metafísica. La indignación estrepitosa que se alzó inicialmente en contra del atentado a la dignidad del hombre que suponía una doctrina que defendía que su origen estaba en el reino animal, fue incapaz de ver que en virtud de ese mismo principio la totalidad del reino animal recibía algo que hasta entonces se consideraba ligado exclusivamente a la dignidad del hombre.

Porque si el hombre está emparentado con los animales, estos están a su vez emparentados con el hombre, y ellos también -siguiendo una cierta gradación- son portadores de esa interioridad o subjetividad de la que el hombre, evolutivamente más avanzado, llega a tener plena conciencia [6].

El descrédito, primero entre la “gente normal” y a partir de ella también entre los “sabios”, de la peregrina teoría de que los animales son máquinas (o de que “no tienen alma”, que en el fondo tanto da) puede parecerles a algunos un tema menor, pero no lo es en absoluto. Se trata de la primera gran derrota del pensamiento mecanicista, cuya falsedad en un punto para él emblemático ha captado con toda claridad la sociedad civil, desde la que además se denuncian ya las aberraciones que amparaba.  Creo que viene aquí a cuento decir una palabra sobre el animismo.

No es solo cosa que comparten los pueblos “primitivos”, de norte a sur y de este a oeste, como es el caso de muchos de los de la vieja América, que han conseguido que su concepción tenga eco en algunas de las nuevas constituciones latinoamericanas a través de las referencias a la Pachamama, sino que está presente también en la filosofía occidental, de Tales, Anaximandro y Anaxágoras a Bergson, pasando por Plotino y Leibniz. Teilhard de Chardin, cuya lectura prohibió  Pio XII y que hoy inspira al papa Francisco, fue otro ilustre animista como demuestra su convicción, ampliamente reiterada, de que un protopsiquismo está presente ya en la materia elemental.

En realidad el animismo no consiste en creer que “espíritus animales” entran y salen de ciertas piedras, de ciertos árboles y de los animales mismos; el “todo está lleno de dioses” de Tales significaba, en mi opinión, que para el filósofo milesio alguna forma de consciencia, por elemental e inimaginable que sea, “está por todas partes”, lo que viene a ser lo mismo que dos mil  años después defendió Leibniz con su doctrina de las mónadas.

Si bien se mira, asumir que los animales poseen vida psíquica implica ser, hasta cierto punto, animista, y quizás por eso, porque quería romper de la manera más radical con la tradición animista y enterrarla definitivamente, fue por lo que Descartes afirmó que los animales son máquinas. Empezamos a entender… Pero es un principio irrefutable que finalmente la realidad se impone.

Y también, desde luego, entre los científicos. La consciencia animal se ha convertido en el tema estrella de varias ramas de la ciencia, de la etología y la zoopsicología en primer lugar, disciplinas en las que es protagonista, pero también en antropología evolutiva, en la medida que el estudio comparativo de la psicología de los primates actuales es relevante para indagar el proceso que desembocó en el psiquismo del Homo sapiens; sin olvidarse de las neurociencias, pues recordemos que ha sido en el encuentro internacional de neurología celebrado en Cambridge (Reino Unido) en julio de 2012 (Francis Crick Memorial Conference) donde se dio a la luz el documento On Consciousness in Human and non-Human Animals  que reconoce y proclama, por primera vez desde el ámbito científico, que los animales superiores poseen consciencia o vida subjetiva, y que esto debe ser tenido en cuenta para todos los efectos.

No obstante lo cual, me reafirmo en mi opinión de que la prioridad en cuanto al reconocimiento de la consciencia animal la tiene la sociedad civil, que ha influido de múltiples formas (también con sus críticas, por ejemplo a la vivisección) en los científicos, que a fin de cuentas forman parte de ella.

Por todo lo dicho, está claro que para mí la cuestión de la interioridad, de esa dimensión que por su mera presencia hace capaz de gozar, de sufrir, de sentir…, es necesariamente lo central a la hora de establecer la teoría ética nueva que nuestro mundo está exigiendo y de la que los primeros beneficiarios serían los animales. El bien y el mal tienen sentido, y no son solo palabras, porque existe la consciencia.

Uno y otro forman parte de la experiencia de cualquier ser, que se siente bien o mal con independencia de que pronuncie o ni tan siquiera conozca esas dos palabras. Esto implica de paso una objeción fuerte al verbalismo absolutizado de la práctica totalidad de la filosofía de Occidente, pues el solo sentir y el silencio mental son también caminos cognitivos y no precisamente menores, como Wittgenstein acabó entendiendo.
 
Añadiré para terminar que ningún movimiento social o socio-político cuyo horizonte utópico máximo sea la liberación de la humanidad puede renunciar a pensar en profundidad las bases paradigmáticas de la idea misma de liberación.

¿Debe esta ser (y acaso es posible que sea) solo externa, solo social y política, o hay que reconocer también la importancia de la liberación interior, psicoespiritual, de los individuos, y favorecerla? ¿Tiene la compasión algo o mucho que ver con la liberación?  ¿los beneficiarios de un proceso liberador colectivo habrán de ser los humanos únicamente? Por lo demás, parece obvio que si las condiciones materiales son importantes (y lo son mucho), el sujeto (subjectum) de liberación lo es más todavía. De ahí que tal vez el materialismo metafísico -otra herencia del pasado a revisar- no sea la mejor guía filosófica para explicar y potenciar un impulso emancipador que nace de la conciencia (sin s) y de lo más profundo de la consciencia (con s), apuntando al carácter fundamental e irrenunciable del amor, y al bien de cuantos seres pueblan la Tierra.

Notas:
 
[1] La rebelión de la consciencia, Kairós, 2014.
[2] En realidad la Iglesia apoyaba la teoría aristotélica de las tres almas: vegetativa, animal e intelectiva.
[3] Lo cual es una presunción excesiva, si se consideran los grandes simios y otros animales superiores.
[4] Pues la tradición ilustrada cuenta con una segunda rama: la romántico-naturalista que inició Rousseau.
[5] Por utilizar un término actual.
[6] Hans Jonas, Évolution et liberté, pp. 33-34. La traducción del francés y las cursivas son mías.

 
Artículo elaborado por José Luis San Miguel de Pablos, doctor en Geología y licenciado en Filosofía, Universidad Comillas y colaborador de Tendencias21 de las Religiones.
 



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1.Publicado por Beatriz BASENJI el 15/09/2016 15:36
Un artículo que agradecemos muy especialmente.Aquellos que compartimos nuestra existencia con criaturas animales no podemos dejar de reconocer las percepciones que ellos tienen de nosotros. Es muy difícil expresar en unas pocas líneas tanto Amor como hemos recibido de animales que ni siquiera compartían nuestra vida. Ellos son capaces de percibir un peligro que puede acecharnos, tanto como una dolencia física que estamos cursando.
Sucede que al no haber aprendido los humanos a detener - como los orientales - la labor de nuestra mente, muchos de nosotros vivimos enajenados de la realidad en que estamos insertados.No observamos muchas de las actitudes del reino animal al cual pertenecemos. Ellos están más conectados con las ondas magnéticas que fluctúan sobre la faz de la Tierra. En ocasiones ellos obran como auténticos ángeles guardianes. Son un permanente foco de irradiación de Amor porque al ser seres puros, sus cerebros permanecen ajenos a lo negativo que sí aflige nuestros pensamientos y nuestros miedos.Ellos también están en procesos evolutivos y en ese sentido hay que señalar que están a nivel espiritual infinitamente mejor que la mayoría de los humanos. Ellos nos están brindando un Amor incondicional. ¿Y nosotros? ¿Brindamos Amor, un Amor que nos nazca de modo espontáneo y natural hacia cuanto nos rodea?

2.Publicado por Pedro Rubal Pardeiro el 16/09/2016 16:55
Me parece oportuno el post del Dr. San Miguel de Pablos y acertada la percepción que tiene del trato que se suele dar a los animales en los países europeos, aunque, en mi opinión, quedan todavía espacios sin cubrir. También comparto plenamente el contenido del comentario de Beatriz, en el que evidencia una admirable sensibilidad a la hora de observar el comportamiento de los animales, a los que, al menos implícitamente, hace referencia.
Ya se abordaron en este foro, si no me equivoco, lo relativo a los derechos de los animales. Es una cuestión compleja, con interesantes matizaciones en el Proyecto Gran Simio, del que los filósofos Paola Cavalieri y Peter Singer se hicieron eco en un libro del mismo título, en el que incorporan aportaciones de otros autores, si bien centrado en en la racionalidad y autoconsciencia (con S) de los grandes simios. Sus razonamientos les han llevado a un igualitarismo moral que se extienda a todos los estos simios, e incluso a reconocerles derechos humanos, respecto a lo que se pronuncia el sacerdote Dr. Prieto López en los siguientes términos: "Una cosa es RESPETAR a los animales y otra reconocer DERECHOS humanos a quien non se le puede exigir RESPONSABILIDADES", a lo que se objeta que tampoco se les puede exigir a personas con retrasos mentales graves, y, sin embargo, deben tener derechos. Aquí pienso que habría que introducir una distinción, no apoyada en una mera DIFERENCIA, sino en una DIVERSIDAD, porque la VERSIÓN filogenética de los individuos puede considerarse, seguramente, como de otro nivel ontológico.
La fundamentación evolucionista y de orientación teilhardiana del autor me parece, modestamente, muy pertinente, e incluso Xavier Zubiri pienso que aporta algo a todo esto cuando, refiriéndose a la génesis, humana, escribe: "Psique y cuerpo, por tanto, no sólo no son sustancias sino que tampoco son sustantividades UNIDAS, porque ni la psique ni el cuerpo tienen sustantividad sino que son tan sólo momentos de una única sustantividad. No hay UNIÓN sino UNIDAD sistemática". Y unos renglones más abajo, escribe: "En su virtud tiodo lo psíqjuico es corpóreo; y lo corpóreo es psíquico. Esta unidad es justo la unidad de la realidad humana", pág. 456, "Sobre el Hombre".
Tal vez se pueda extrapolar esta concepción zubiriana, evitando un humanismo excluyente cartesiano; pero, por otra parte, la inevitabilidad de situar al hombre en la cúspide rompe el proceso evolutivo y deja sin explicar el sentido de la vida humana, una exigencia que se presenta EN y emana DE su superioridad cosmo-ontológica.
Me gustaría que los lectores con preparación específica, formalizaran sus opiniones.
Gracias y saludios.

3.Publicado por clean el 16/09/2016 19:05
el alma animal y el alma humana :El alma animal es la constancia natural de vida y la del hombre se puede observar en los cuatro puntos cardinales ...?

4.Publicado por José Luis San Miguel de Pablos el 17/09/2016 11:03
Este artículo se presta especialmente al diálogo, cuya conveniencia siempre he defendido, entre el autor y los lectores y estos entre sí. Gracias, Beatriz, estamos en ondas muy similares. Y solo quisiera hacer una pequeña observación a lo que dices, Pedro, hacia el final de su comentario: la superioridad onto-cosmológica del Hombre no puede venir dada; es algo, creo, que TODAVÍA necesita demostrarse empíricamente. Lo que quiero decir es que cuando "empíricamente" estamos viendo que la civilización actual está causando perturbaciones gravísimas al planeta, que ponen en grave peligro la supervivencia de la humanidad misma y afectan muy negativamente al conjunto de la vida terrestre (caída a plomo de la biodiversidad, Sexta Extinción masiva...), esa superioridad queda seriamente en entredicho. Sé que afirmarla es una gran tradición de la filosofía, incluida la de mi admirado Teilhard, pero... ahora hay que ser prudentes y exigirle al Homo ¿sapiens? pruebas de esa superioridad, porque muchos pensamos que no las está dando suficientemente y que "está por ver".

5.Publicado por Pedro Rubal el 18/09/2016 22:36
Ciertamente, D. José Luis, el hombre más bien está dando pruebas de que la evolución no puede detenerse en él. Y no es nada difícil probar empíricamente su peligrosidad para la supervivencia de la misma humanidad, y el mismo hecho de situarlo en un pináculo no concuerda con la continuación del proceso evolutivo, porque esa situación dificulta que sea un peldaño más en ese proceso. Sólo se me ocurren dos salidas: O bien que cuanto nosotros somos capaces de conocer desde nuestro planeta habría que articularlo a nivel cósmico para medir el alcance de esas conductas antiecológicas, o bien que, limitándonos a la Tierra, procede mantener la esperanza en una posible reversión mediante los recursos de la técnica. Ya sé que todo esto no cuenta con fundamentos científicos y desconozco que conclusiones se pueden obtener de los estudios geológicos.Tal vez los especiaslistas, como es su caso, cuenten con elementos de juicio más fundamentados. Agradezco la sustitución de mi término compuesto "cosmo-ontológico" por el que es más correcto "onto-cosmológico": Son deslices inevitables cuando se comenta sobre la marcha y con escasa reflexión.
En todo caso, estos diálogos me parecen enriquecedores . Yo siempre los defendí. Por tanto, no puedo menos que manifestarsle mi sincero agradecimiento.
Saludos. Pedro.

6.Publicado por Carlos M. Palacios Maldonado el 19/09/2016 01:38
No tengo preparación específica en el tema pero me voy a permitir opinar (“no me invitaron a la fiesta pero nadie me prohibió que viniera”).

Bueno, nuestra experiencia de vida nos muestra, más allá de cualquier duda, que los animales tienen vivencias interiores. A éstas las podemos llamar almas, vidas subjetivas, consciencias, o de cualesquiera otras maneras, mas su interioridad seguirá siendo una realidad. Pero lo fundamental a discutir, me parece, no es eso, sino aquello que afirma el título del post, esto es, que “Entre el alma animal y el alma humana existe una CONTINUIDAD evolutiva”.

¿Qué debemos entender por CONTINUIDAD? En mi modesta opinión, significa “sin interrupción” (o: “sin solución de continuidad”, como confusamente solía decirse antes). ¿Sin interrupción de qué? ¿De la naturaleza del alma, o de alguna otra cosa? ¿”Continuidad evolutiva” significa que el alma animal y el alma humana continúan siendo de igual NATURALEZA, es decir, que nunca se produjo diferenciación alguna en cuanto a la índole del alma del animal y del humano, y que la diferenciación que ahora se observa es solo producto de GRADOS de desarrollo? ¿Fue suficiente la diferenciación de grados para que la interioridad de un mono haya avanzado solo hasta poder valerse de un palo para romper una nuez y comérsela, en tanto que la del hombre lo haya hecho hasta el punto que Beethoven pudo componer su quinta sinfonía, para deleite de sus prójimos? Solo preguntas difíciles de responder es lo que uno encuentra cuando no se queda en la superficie de las cosas, y va a su logos profundo.

Saludos.



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7.Publicado por clean el 19/09/2016 22:08
Beethoven pudo componer su quinta sinfonía, para deleite de sus prójimos:Porque Dios nuestro Padre Creador percusor de la evolución biológica fuera de su Amor, es destrucción.Ap 1:19-20 El mensaje de Cristo a las siete Iglesias...?

8.Publicado por José Luis San Miguel de Pablos el 21/09/2016 00:19
6000 visitas en menos de una semana es casi un record, pero sobre todo prueba que el tema del alma de los animales -junto con la evolución ética que su reconocimiento implica- interesa a muchísimas personas. Cada vez más.
Gracias por ellos y por mí.

9.Publicado por Resu García el 19/06/2019 18:53
He leído su artículo y hay un error muy grande al afirmar que la tradición judeocristiana no reconoce el alma a los animales. En los textos bíblicos no se dice que los animales no tienen alma, sólo que, si la tienen, no han de preocuparse por salvarla ante Dios, ya que no tienen en su finalidad natural el acercamiento espiritual con Dios del modo que lo tiene el hombre tal y como lo eligió Dios para esa misión pero por supuesto, todos los seres vivos tienen alma para Dios. Un saludo.

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