Los niños de cuatro años tienen ya un pensamiento científico

Actúan como si los acontecimientos fueran causales y no aleatorios


Un niño de cuatro años infiere de manera natural que un efecto determinado debe tener una causa, aunque ésta no aparezca ante sus ojos. Más proclives a creer que debe haber una explicación para lo que observan que a pensar que los sucesos son aleatorios, estos niños tan pequeños han demostrado, mediante una del MIT, que la capacidad de deducción es parte de la naturaleza humana. Además, existe en ellos un interés por conocer qué razones ocultas hacen que las cosas sucedan. Por Marta Morales.


Marta Morales
06/04/2006

OCL
El pensamiento científico forma parte del pensamiento humano desde la infancia, señala un estudio realizado por investigadores del cerebro del Instituto Tecnológico de Massachussets. Al parecer, incluso los niños en edad preescolar esperan que el mundo funcione según las leyes de causa/efecto y, si estas leyes fallan, suponen de manera espontánea que debe haber una razón para ello, aunque la desconozcan.

El estudio ha sido publicado por la revista Child Development con el sugerente título de Dios no juega a los dados: determinismo causal y deducciones causales en preescolares. El MIT ha explicado a su vez el descubrimiento en un comunicado.

Búsqueda de sentido

Para los niños, los sucesos impredecibles y sorprendentes deben tener alguna explicación. Su forma de jugar y de explorar el mundo que los rodea muestra que creen que existen las relaciones de causa-efecto, así como leyes fundamentales que gobiernan la realidad. Y, como asumen que dichas leyes funcionan, éstas afectan a sus propias acciones, así como a su comprensión.

Además, sus suposiciones les ayudan a seguir aprendiendo. Al igual que los científicos, los niños tienen un sistema teórico que les hace comprender de una forma determinada su entorno, e ir ampliando su conocimiento de él.

La pregunta que se hacían los investigadores antes de iniciar el estudio era “¿pueden los niños pequeños aceptar la idea de que las causas de los fenómenos físicos funcionen sólo a veces?”

La profesora de ciencia cognoscitiva del MIT, Laura E. Schulz, y su colega Jessica Sommerville, de la Universidad de Washington, examinaron a 144 niños de cuatro años para determinar si creían que las causas siempre producían efectos.

En uno de los análisis, Schulz y Sommerville enseñaron a los niños que un interruptor podía hacer que un juguete con un anillo metálico se iluminara. A la mitad de los niños se les enseñó un interruptor que funcionaba bien todo el tiempo, a la otra mitad, uno que encendía el anillo metálico del juguete sólo a veces.

Asimismo, también se les enseñó que quitando el anillo, el juguete dejaba de brillar. Las investigadoras mantuvieron el interruptor en funcionamiento, y les dieron el juguete a los niños y les pidieron que hicieran que el juguete dejase de brillar.

Capacidad deductiva

En el caso del interruptor que funcionaba todo el tiempo, lo que hicieron los niños fue quitar el anillo para conseguir que el juguete dejara de estar iluminado. Si el interruptor funcionaba sólo algunas veces, los niños también podrían haber quitado el anillo pero, en lugar de hacerlo, supusieron que las investigadoras tenían alguna “fórmula secreta” adicional para conseguir que el efecto luminoso desapareciera.

E hicieron algo inesperado: cogieron un objeto que había permanecido escondido en las manos de las investigadoras y lo usaron para intentar apagar la luz. De esta reacción, las científicas infirieron que los niños no aceptaban que el interruptor sólo funcionara algunas veces: buscaban una explicación.

Como conclusión, Schulz y Sommerville señalan que los niños son proclives a pensar que existen causas “ocultas” para los efectos que observan, y que los acontecimientos no son aleatorios. Creen que debe haber una causa oculta que explique lo que sucede. Por lo tanto, tienen una capacidad de razonamiento más sofisticada de lo que los adultos pueden pensar.



Marta Morales
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