POLVO DE ESTRELLAS: Eduardo Costas y Victoria López Rodas



Blog de Tendencias21 para explicar el universo elegante en el que vivimos



Eduardo Costas/Victoria López Rodas

Aunque ser zurdo es algo que pueda sumir en la duda a muchos padres preocupados durante la larga fase de crecimiento de sus retoños y los chavales con zurdera incipiente sean obligados a comenzar un proceso de adiestramiento, ser diestro o zurdo está en los genes.


Utilizamos la palabra “diestro” como sinónimo de hábil y mañoso. Por el contrario el vocablo “siniestro” está lleno de connotaciones peyorativas.
 
Históricamente la zurdera se ha considerado un estigma social. Muchas culturas consideran a los zurdos “defectuosos” (hasta el punto que en varios países se permite repudiar a una mujer si el marido descubre que es zurda). Y sin ir más lejos, quienes ya tenemos la edad suficiente como para haber ido “al cole” en época de Franco, recordamos como en nuestra niñez se reprimía, a menudo con crueldad, a los niños zurdos.
 
Ser zurdo es raro; pero no tanto: aproximadamente el 15% de los niños de 10 años son zurdos. Sorprendentemente la cifra baja hasta cerca del 5% en adultos de 50 años. Y todavía cae mucho más en la vejez: apenas el 1% de los mayores de 80 años son zurdos.
 
Indudablemente se podría pensar que, a medida que crecen, los niños zurdos “se van adaptando” al mundo de los diestros. Pero no resulta muy convincente pensar que después de la jubilación la mayoría de los zurdos se transformen en diestros.
 
Lo que realmente ocurre es, en verdad, terrible: los zurdos se mueren antes que los diestros.
 
Los análisis comparados sobre la esperanza de vida de zurdos y diestros indican que la probabilidad de morir de un zurdo es casi un 2% mayor que la de un diestro a lo largo de toda su vida.
 
Analizando el Registro Civil norteamericano, se comprueba que la esperanza de vida de un zurdo es nueve años menor que la de un diestro. Y separados por sexos, los hombres zurdos fallecen de media once años antes que los diestros, y las zurdas lo hacen cinco años antes que las diestras.
 
De los completos registros estadísticos a los que los norteamericanos son tan aficionados, el zurdo más longevo estudiado llegó a los 91 años, frente a los 109 que vivió el diestro más anciano. Casi 18 años de diferencia.
 
En una obvia explicación ambientalista, la mayor mortalidad de los zurdos puede ser debida a que el mundo industrial que nos rodea está pensado para diestros. Eso hace que los zurdos tengan mayor probabilidad de morir en un accidente. Esta tendencia fue escandalosamente alta durante la Revolución Industrial, cuando era un 89% mas probable que un zurdo muriese en un accidente de trabajo en comparación con un diestro.
 
La biología también ayuda
 
Estadísticamente los zurdos muestran un ligero incremento en problemas de salud cuando se comparan con los diestros, ya desde el nacimiento. Los zurdos tiene una probabilidad algo mayor de padecer una amplia variedad de problemas médicos (desde bajo peso al nacer hasta esquizofrenia) que los diestros. En compensación parece que la proporción de zurdos entre los considerados “grades hombres” de la humanidad es ligeramente superior a la de los diestros. (Pero ojo, hay que entender, que la estadística hace predicciones sobre grandes números: si usted es zurdo, en su caso concreto, nadie puede decirle que padecerá mas problemas de salud que un diestro –ni tampoco que vaya a ser un “gran hombre” o “gran mujer”-).
 
Pero… ¿Por qué hay zurdos y diestros?
 
Debido a nuestra simetría bilateral, parece que lo normal sería ser ambidiestros. ¿Por qué una mano debería ser más hábil que la otra?
 
Indudablemente ser diestros o zurdos no es cosa de la educación humana. Nuestros primos chimpancés, bonobos y gorilas también son diestros y zurdos cuando usan herramientas: por ejemplo un chimpancé zurdo casi siempre usa su mano izquierda cuando hurga con un palito en un termitero para capturar hormigas (y un diestro casi siempre lo hace con la mano derecha). Y, como en los seres humanos, la mayoría de los chimpancés son diestros.
 
La destreza y la zurdera –con el predominio de los diestros- ya existía hace 5 millones de años en las poblaciones de los primates que fueron ancestros comunes de chimpancés y humanos.
 
Y la genética está aportando interesantes hallazgos para entender este fenómeno. A partir de ahora llamaremos “lateralidad“ a la destreza y zurdera. La lateralidad es lo que los genéticos llamamos un carácter poligénico. A diferencia del color y la textura de los guisantes de Mendel -o de los distintos grupos sanguíneos de los seres humanos- que están controlados por un solo gen con distintos alelos, los caracteres poligénicos como la lateralidad se deben al efecto combinado de muchos genes, que interactúan de modo complejo entre si y con el medio ambiente.
 
Así la lateralidad está controlada por mecanismos moleculares poligénicos que establecen que seamos diestro o zurdos muy temprano en nuestro desarrollo embrionario. La familia de los genes PCSK6 está implicada en esta regulación. Combinaciones de variantes en estos genes –y otros similares- decidirán si vamos a ser diestros o zurdos. Y no solo eso: Algunas mutaciones del gen PCSK6 pueden conseguir incluso que algunos órganos se formen en el lado equivocado del cuerpo. No es de extrañar que ser diestros o zurdos influya en nuestra esperanza de vida.
 
Estamos genéticamente programados para que el hemisferio izquierdo del cerebro (que manda sobre la parte derecha del cuerpo) controle el lenguaje. Así las habilidades asociadas al lenguaje (como escribir) se controlan con el hemisferio izquierdo y por eso, cuando empezamos a escribir, a la mayoría de nosotros nos resulta más sencillo hacerlo con la mano derecha, salvo que el destino nos haya dado alguna combinación de genes que nos haga ser zurdos.
 
No es de extrañar que las variantes genéticas de PCSK6 afecten a otros muchos caracteres, como la capacidad lectora: ciertas mutaciones de PCSK6 generan problemas que incapacitan para la lectura.
 
Aunque ser zurdo es algo que pueda sumir en la duda a muchos padres preocupados durante la larga fase de crecimiento de sus retoños y los chavales con zurdera incipiente sean obligados a comenzar un proceso de adiestramiento, ser diestro o zurdo está en los genes.
 
Que un zurdo acabe escribiendo con la derecha por obligación no va a incrementar su esperanza de vida, ni su calidad.
 

Martes, 11 de Octubre 2016 | Comentarios


Eduardo Costas/Victoria López Rodas

Mientras se van acumulando evidencias del papel destacado que los genes desempeñan en la amistad, el reto está en desvelar cómo actúan estos genes. Todavía falta un largo camino.


Cuando nos preguntamos sobre cuáles son las características esenciales que nos hacen humanos, indudablemente la capacidad para establecer relaciones de amistad aparece en un lugar destacado de nuestra lista.
 
Nos parece evidente que las relaciones de amistad -vitales en nuestra vida social- se establecen exclusivamente por razones culturales, sociales, históricas, o incluso estocásticas, en las que la biología poco tiene que ver.
 
Sin embargo, la investigación del Dr. James Fowler y su equipo de la división de Genética Médica de la Universidad de California, aporta una insólita explicación a la amistad, demostrando que una de las causas principales por la que se establecen amigos es genética.
 
Tras estudiar relaciones de amistad-enemistad en grupos de adolescentes, secuenciaron en cada uno de ellos seis genes implicados en el metabolismo de la dopamina y la serotonina, encontrando un resultado espectacular: quienes disponen del mismo alelo del gen DRD2 (un receptor de dopamina) casi siempre son amigos, mientras que los que disponen de distinto alelo para el gen CYP2A6 casi siempre son enemigos.
 
Evidentemente este estudio no demuestra la existencia de un determinismo biológico irreversible para la amistad (de manera que quienes no tengan el mismo alelo DRD2 jamás puedan llegar a ser amigos, ni tampoco que la enemistad se base solo en poseer diferentes alelos CYP2A6).
 
Los seres humanos disponemos de genes que permiten construir nuestros complejísimos cerebros que nos permiten tomar decisiones muy alejadas de los condicionamientos biológicos inmediatos.
 
Por supuesto tengo muy buenos amigos que tienen alelos DRD2 y CYP2A6 distintos a los míos. Pero si hacemos una lista de nuestros amigos, la mayoría van a tener nuestro mismo alelo DRD2, mientras que la mayoría de nuestros enemigos tendrán un alelo CYP2A6 diferente del nuestro.
 
Mientras se van acumulando evidencias del papel destacado que los genes desempeñan en la amistad, el reto está en desvelar cómo actúan estos genes. Todavía falta un largo, camino.
 
Mientras tanto, la ciencia nos va permitiendo entender mejor quiénes somos.
 

Martes, 4 de Octubre 2016 | Comentarios

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Eduardo Costas/Victoria López Rodas
Eduardo Martínez de la Fe
Eduardo Costas y Victoria López Rodas son Catedráticos de Genética en la Universidad Complutense de Madrid, donde llevan casi 30 años investigando juntos en genética evolutiva y biotecnología. Han publicado mas de 200 artículos científicos, diversos libros, y dirigido mas de 100 proyectos de investigación básica y aplicada, transfiriendo tecnología a diversas empresas (Iberdrola, Acciona…), desarrollando patentes, aplicaciones industriales y promoviendo empresas de base tecnológica. Han dirigido 25 tesis doctorales –varios de sus discípulos hoy son profesores en universidades Norteamericanas-. Convencidos de que la ciencia y la educación son claves para mejorar la vida cotidiana, intentan hacer una divulgación científica divertida.

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