Barrancos, riscos, veredas.
El viento en los pinos,
y el rumor del agua
a un lado del camino
Me arraigué a este paisaje
como los árboles a la tierra.
Virginia González Dorta
El viento en los pinos,
y el rumor del agua
a un lado del camino
Me arraigué a este paisaje
como los árboles a la tierra.
Virginia González Dorta
En un lugar de montañas peladas llamado Altos de la Zarza, de la isla canaria de Tenerife, un día de marzo de 1985, una maestra, en el silencio y el anonimato que toda buena educadora busca para mejor desarrollar su labor, llevó a sus alumnas y alumnos a plantar árboles para mostrarles cómo se logra aquello que nos arraiga a la vida, haciendo perecederas las obras que nos construyen y que han de acompañar a las generaciones futuras en nuevas andaduras y empeños.
Ella logró su afá, las niñas y los niños de entonces crecieron (igual que los árboles), se convirtieron en adultos y se volvieron a reunir el 3 de diciembre de 2011, en el mismo lugar de entonces, junto a sus árboles y a su maestra, para recordar aquel importante acontecimiento vivido y renovar, de esta manera, el impulso que hace que los humanos colaboremos con la vida propiciando más vida.