La figura del contador de cuentos es hoy en nuestra sociedad algo excepcional, que se utiliza de cuando en vez, y con el que se cuenta en la celebración de algún evento o acto cultural. Este acontecimiento de transmisión oral se realiza como algo un tanto novedoso, intentando rescatar modos y formas de comunicación de otros tiempos. Tiempos esos que hoy nos parecen muy lejanos, y son considerados como cosa de antiguos, que han pasado de moda, de época, y que hoy carecen de significado fuera de lo que es el recuerdo y rescate folclórico y el recuerdo de tradiciones.
De tal modo es así que nos encontramos con recreaciones “cuentiles” de todo tipo y forma, siempre con cierto aire pintoresco como recurso de espectáculo que hay que proporcionar al espectador en una representación de divertimento y distracción . Con este tratamiento nos podemos encontrar que las claves y las representaciones simbólicas fundamentales del cuento son obviadas o tergiversadas. (Caso altamente llamativo es lo ocurrido en España que desde su ministerio de igualdad propone el cambio de los personajes que según ellos tienen connotaciones “machistas” …)
Jose Bergamín, en su defensa de la única libertad posible : la del lenguaje creador humano, la del pensar imaginativo del hombre, allá por el año 1930, hablaba de la importancia de toda transmisión oral como acto comunicativo que está más abierto en su aspecto creativo, y que porta mayor riqueza que el académico modelo escrito sujeto a moldes, modos y estructuras gramaticales, que en cierto modo encarrilan la forma de expresión. En la trasmisión oral los variados matices de la voz sugieren imágenes más espontáneas, y se hallan modos de formalizar un pensamiento más de “disparate”, decía él, dando un particular sentido a esta palabra : “disparo de arte”.
La figura del contador de cuentos en la cultura Bereber (aquellos que se dicen a sí mismos dos veces íberos, o eber-eber) está representada por aquel que es capaz de hacerse depositario de las tradiciones. El legado le es trasmitida por un maestro, como en acto de responsabilidad iniciática, y con él la autorización y autoría para ejercer de contador. Es, diríamos, el nombramiento del Bardo del pueblo Bereber. Esto responde a que, contrariamente a lo que en occidente se piensa, ellos mantienen que la trasmisión oral de las cosas, realmente importantes de la tradición, es más fidedigna y veraz que aquella que se hace de manera escrita. Y lo consideran así porque cambiar ritmos, palabras rimadas, versos y estrofas, entonación de voz, sentido mántrico de la palabra, de un texto que oralmente se ha construido exproceso para ello, es bastante difícil, y si a demás quien lo cuenta no es un cualquiera y sabe lo que se está trasmitiendo, es harto improbable que, incurriendo en irresponsabilidad, modifique el contenido de esa trasmisión oral.
Matices inimaginables
En este caso el acto de contar un cuento adquiere matices que en occidente no podemos imaginar, siendo una función destinada no solamente a niños sino también hacia todo tipo de público , sacando cada quien sus impresiones y conclusiones, sea niño o adulto. De este modo el cuento no es un hecho de divertimento y distracción que busque rellenar un espectáculo, animar un ocio, o satisfacer una afición, porque en su base existe la intención de provocar un acto de reverberación del misterio del hombre.
Cada lugar, época y cultura proporciona al cuento sus particulares trazos de imágenes y modos expresivos. Pero en todos está presente el acto heroico, y la valentía como único modo de afrontar el reto del miedo a la muerte, madre de todos los miedos. Lobos, ogros, brujas o gigantes… se dan cita representando aquello a lo que temes porque puede llegar a destruirte, a ocasionar tu muerte antes de que alcances el “fin”, cumplas con tu destino, adquieras tu particular sentido de la vida. El miedo anida en todos los hombres como seres que persiguen un misterioso destino, sin el cual se sienten incompletos, y que temen fallecer antes de alcanzarlo.
Pequeños o grandes miedos, todos son miedos que surgen del miedo a la muerte, miedo a no ser capaz de cumplir con el destino. Y porque hay miedo hay valentía. La vida requiere del acto heroico con el que enfrentar gigantes, con el que afrontar gigantescas estupideces dogmatizadas, …la valentía del héroe sirve de referente para sacar fuerzas de valor de donde sólo parece que hay resignación y desfallecimiento. Porque el héroe, en el cuento, no se detendrá nunca ante lo aparentemente imposible. La valentía, que no temeridad, hace que se afronte la suerte de la vida por muy difícil que venga. “Valor y al toro”, dicen los taurinos, al enfrentar ese rito de vida y muerte, profundo juego de experiencias al que estamos avocados, a pesar de que la mayoría de las veces “manseemos”.
Héroe caballero, héroe príncipe,… El hombre héroe, heredero de un legado que no conoce, ha de ponerse en marcha, y arriesgar si quiere llegar a conocer la Dama Eterna de sus sueños, atravesando las últimas fronteras violetas del campo sensitivo, y en los confines del ultra violeta, donde parece terminar la realidad más cotidiana y conocida se encontrará lanzado a la estancia del misterio donde su dama espera. La heroicidad supone atravesar la puerta del “Almario” sin saber qué se encontrará, pero con la confianza de que su acto de valor le conduce en la correcta dirección.
…. Es así como, por ejemplo, en “ La Flor del Cantueso” hallamos a un príncipe que encuentra a su dama. …Aquella dama un día modeló una maceta con fina arcilla, la llenó de tierra de vega, y abonó con estiércol de viejo muladar. Luego sembró en ella semillas de cantueso. Crecieron las plantas y su olor perfumó el aire. Brotaron flores, y su color violeta anunció el encuentro.
Todos los días, cuando la noche llagaba, la Dama de la Flor del Cantueso se engalanaba en espera de su amor más cierto, y convocaba a su amado diciendo:
-Hijo de rey, ven ya,
que la planta del cantueso
florida está.
El eco de sus palabras alcanzaba los sueños de quien, si saberlo, la amaba. Y al poco, un hermoso gavilán, decidido y veloz, acudía. Se posaba en la maceta, con anhelo respiraba el aroma de la planta, y con decisión se sumergía entre las flores malvas de cantueso. Atravesando el color violeta, llegaba allá donde la dama estaba esperando, y con un profundo suspiro se convertía en el príncipe de sus sueños.
Todas las noches, cuando el sueño ronda, acudía el gavilán a la llamada. Hasta que en una ocasión, al atravesar las plantas de cantueso, una trampa de cuchillas afiladas cortó los tendones de sus patas. ….Y el hijo de rey quedó herido en su corazón, pues perdió la fe que le conducía hasta la dama. Tornose desconfiado y taciturno, y yació en un estado de sombría tristeza pensando en qué razón habría llevado a su dama a tenderle tal trampa de cuchillas afiladas.
La desolación y la apatía teníanle tan alejado que, por más que oyera el eco de la llamada, no salía de él respuesta. En su indecisión había perdido el brío y la rapidez de vuelo del gavilán, y no volvió a volar al encuentro de la Dama de la Flor del Cantueso.
Sumido en tal estado de enfermedad, ningún médico del reino pudo sanarle. Hasta que un día la Dama se disfrazó de médico , y a plena luz de día, irrumpió en palacio, se acercó con decisión al príncipe, y le dio su jarabe mágico, al tiempo que le decía : “ recuerda quién te curó “ …”recuerda quién te curó “….
Fue todo tan rápido que nadie se percató, pero el príncipe sanó. Recobró el vigor, se renovaron las fuerzas, y le alentó una nueva esperanza: la de la venganza.
Aquella noche, él respondió al eco de la llamada, y convertido otra vez en veloz gavilán, atravesó las plantas sin oler su perfume, sin envolverse en el color de sus flores, y le faltó tiempo para desenvainar su espada, pero ya antes la voz de su amada resonaba :
“ Recuerda quién te curó ”. ….” Recuerda quién te curó “. …
Jamás se produjo venganza, la presencia de la Dama de la Flor del Cantueso devolvió a su amado la fe en el amor.
De tal modo es así que nos encontramos con recreaciones “cuentiles” de todo tipo y forma, siempre con cierto aire pintoresco como recurso de espectáculo que hay que proporcionar al espectador en una representación de divertimento y distracción . Con este tratamiento nos podemos encontrar que las claves y las representaciones simbólicas fundamentales del cuento son obviadas o tergiversadas. (Caso altamente llamativo es lo ocurrido en España que desde su ministerio de igualdad propone el cambio de los personajes que según ellos tienen connotaciones “machistas” …)
Jose Bergamín, en su defensa de la única libertad posible : la del lenguaje creador humano, la del pensar imaginativo del hombre, allá por el año 1930, hablaba de la importancia de toda transmisión oral como acto comunicativo que está más abierto en su aspecto creativo, y que porta mayor riqueza que el académico modelo escrito sujeto a moldes, modos y estructuras gramaticales, que en cierto modo encarrilan la forma de expresión. En la trasmisión oral los variados matices de la voz sugieren imágenes más espontáneas, y se hallan modos de formalizar un pensamiento más de “disparate”, decía él, dando un particular sentido a esta palabra : “disparo de arte”.
La figura del contador de cuentos en la cultura Bereber (aquellos que se dicen a sí mismos dos veces íberos, o eber-eber) está representada por aquel que es capaz de hacerse depositario de las tradiciones. El legado le es trasmitida por un maestro, como en acto de responsabilidad iniciática, y con él la autorización y autoría para ejercer de contador. Es, diríamos, el nombramiento del Bardo del pueblo Bereber. Esto responde a que, contrariamente a lo que en occidente se piensa, ellos mantienen que la trasmisión oral de las cosas, realmente importantes de la tradición, es más fidedigna y veraz que aquella que se hace de manera escrita. Y lo consideran así porque cambiar ritmos, palabras rimadas, versos y estrofas, entonación de voz, sentido mántrico de la palabra, de un texto que oralmente se ha construido exproceso para ello, es bastante difícil, y si a demás quien lo cuenta no es un cualquiera y sabe lo que se está trasmitiendo, es harto improbable que, incurriendo en irresponsabilidad, modifique el contenido de esa trasmisión oral.
Matices inimaginables
En este caso el acto de contar un cuento adquiere matices que en occidente no podemos imaginar, siendo una función destinada no solamente a niños sino también hacia todo tipo de público , sacando cada quien sus impresiones y conclusiones, sea niño o adulto. De este modo el cuento no es un hecho de divertimento y distracción que busque rellenar un espectáculo, animar un ocio, o satisfacer una afición, porque en su base existe la intención de provocar un acto de reverberación del misterio del hombre.
Cada lugar, época y cultura proporciona al cuento sus particulares trazos de imágenes y modos expresivos. Pero en todos está presente el acto heroico, y la valentía como único modo de afrontar el reto del miedo a la muerte, madre de todos los miedos. Lobos, ogros, brujas o gigantes… se dan cita representando aquello a lo que temes porque puede llegar a destruirte, a ocasionar tu muerte antes de que alcances el “fin”, cumplas con tu destino, adquieras tu particular sentido de la vida. El miedo anida en todos los hombres como seres que persiguen un misterioso destino, sin el cual se sienten incompletos, y que temen fallecer antes de alcanzarlo.
Pequeños o grandes miedos, todos son miedos que surgen del miedo a la muerte, miedo a no ser capaz de cumplir con el destino. Y porque hay miedo hay valentía. La vida requiere del acto heroico con el que enfrentar gigantes, con el que afrontar gigantescas estupideces dogmatizadas, …la valentía del héroe sirve de referente para sacar fuerzas de valor de donde sólo parece que hay resignación y desfallecimiento. Porque el héroe, en el cuento, no se detendrá nunca ante lo aparentemente imposible. La valentía, que no temeridad, hace que se afronte la suerte de la vida por muy difícil que venga. “Valor y al toro”, dicen los taurinos, al enfrentar ese rito de vida y muerte, profundo juego de experiencias al que estamos avocados, a pesar de que la mayoría de las veces “manseemos”.
Héroe caballero, héroe príncipe,… El hombre héroe, heredero de un legado que no conoce, ha de ponerse en marcha, y arriesgar si quiere llegar a conocer la Dama Eterna de sus sueños, atravesando las últimas fronteras violetas del campo sensitivo, y en los confines del ultra violeta, donde parece terminar la realidad más cotidiana y conocida se encontrará lanzado a la estancia del misterio donde su dama espera. La heroicidad supone atravesar la puerta del “Almario” sin saber qué se encontrará, pero con la confianza de que su acto de valor le conduce en la correcta dirección.
…. Es así como, por ejemplo, en “ La Flor del Cantueso” hallamos a un príncipe que encuentra a su dama. …Aquella dama un día modeló una maceta con fina arcilla, la llenó de tierra de vega, y abonó con estiércol de viejo muladar. Luego sembró en ella semillas de cantueso. Crecieron las plantas y su olor perfumó el aire. Brotaron flores, y su color violeta anunció el encuentro.
Todos los días, cuando la noche llagaba, la Dama de la Flor del Cantueso se engalanaba en espera de su amor más cierto, y convocaba a su amado diciendo:
-Hijo de rey, ven ya,
que la planta del cantueso
florida está.
El eco de sus palabras alcanzaba los sueños de quien, si saberlo, la amaba. Y al poco, un hermoso gavilán, decidido y veloz, acudía. Se posaba en la maceta, con anhelo respiraba el aroma de la planta, y con decisión se sumergía entre las flores malvas de cantueso. Atravesando el color violeta, llegaba allá donde la dama estaba esperando, y con un profundo suspiro se convertía en el príncipe de sus sueños.
Todas las noches, cuando el sueño ronda, acudía el gavilán a la llamada. Hasta que en una ocasión, al atravesar las plantas de cantueso, una trampa de cuchillas afiladas cortó los tendones de sus patas. ….Y el hijo de rey quedó herido en su corazón, pues perdió la fe que le conducía hasta la dama. Tornose desconfiado y taciturno, y yació en un estado de sombría tristeza pensando en qué razón habría llevado a su dama a tenderle tal trampa de cuchillas afiladas.
La desolación y la apatía teníanle tan alejado que, por más que oyera el eco de la llamada, no salía de él respuesta. En su indecisión había perdido el brío y la rapidez de vuelo del gavilán, y no volvió a volar al encuentro de la Dama de la Flor del Cantueso.
Sumido en tal estado de enfermedad, ningún médico del reino pudo sanarle. Hasta que un día la Dama se disfrazó de médico , y a plena luz de día, irrumpió en palacio, se acercó con decisión al príncipe, y le dio su jarabe mágico, al tiempo que le decía : “ recuerda quién te curó “ …”recuerda quién te curó “….
Fue todo tan rápido que nadie se percató, pero el príncipe sanó. Recobró el vigor, se renovaron las fuerzas, y le alentó una nueva esperanza: la de la venganza.
Aquella noche, él respondió al eco de la llamada, y convertido otra vez en veloz gavilán, atravesó las plantas sin oler su perfume, sin envolverse en el color de sus flores, y le faltó tiempo para desenvainar su espada, pero ya antes la voz de su amada resonaba :
“ Recuerda quién te curó ”. ….” Recuerda quién te curó “. …
Jamás se produjo venganza, la presencia de la Dama de la Flor del Cantueso devolvió a su amado la fe en el amor.
Circunstancias del día a día
Circunstancias miles, algunas como contrariedades, nos envuelven cada día. Cuando a éstas las revestimos de importancia personal, probablemente estemos haciendo también un vestido con sábanas de razón que justifiquen nuestra participación inocente. Es entonces cuando al poner nombre a la contrariedad perdemos fe en la Dama y alentamos la desconfianza.
Las hermanastras también aparecen en el cuento, y son eso, hermanastras. Pero si no se logra desenmascararlas se confundirán fácilmente con la Bella Dama de la Flor del Cantueso.
Si a un cuento le quitamos la voz y le dejamos solamente con su texto escrito es como si únicamente estuviéramos contemplando el esqueleto. La transmisión oral es su vestido más propio, con el que se engalana como dama bien nacida y mejor portada. Escuchar un cuento de viva voz es entrar en parajes sugeridos por el contador, siguiendo imágenes y acontecimientos que van y vienen sin tiempo, y que se hallan ubicados en cualquier espacio, al que de uno, de dos o de tres saltos se puede acceder.
A ritmo lento, o a velocidad de vértigo te lleva su voz como en hipnótico paseo, acompañado por los múltiples tonos de vibración de voz, sorprendido por los requiebros importados en la imitación de los diferentes personajes, acunado por pausas, silencios y melodiosos y suaves tonos, y también de pronto asustado por el vozarrón de cualquier ogro... Es entonces cuando la voz del contador, la palabra bien llevada y mejor traía, vale más que cien imágenes, pues fascina, encanta y sugiere lo inimaginable al romper el lineal seguimiento de la lógica de la razón, y aproximar al espectador a una autoría de pensamiento que nunca imaginó, por darse cita en él vibración de sonido e imagen de símbolo, en encuentro sensitivo que, libre de condición, no persigue preocupación ni fijación de utilidad.
El cuento, con su juego de analogías, porta arquetipos, y modos de afrontar aventuras y resolver desventuras que no debieran sernos ajenos, ni limitar su contexto sólo a cosa de niños. Debiéramos entender que los cuentos llamados “tradicionales” más de una clave encierran, y que su aspecto simbólico nos invita a reflexionar .
Pero en una sociedad en la que en gran medida se ha perdido el rastro de muchos símbolos, que apuesta por lenguajes funcionales, lenguajes de elemental utilidad y alta distracción, amparándolo y justificándolo por el “todo poderoso imperio de la razón”, no parece que un tipo de pensamiento que participa de lo analógico, de la divergencia, de la sensitividad más femenina, tenga mucha credibilidad.
El “fomento a la lectura “ es plan de acción lectora que está presente en todos los colegios … pero me he encontrado muy pocos en los que se cuenten “cuentos de los de siempre”, de los de viva voz. Eso sí, hay más aparato “cuentil” que nunca . Hallas cuentos de todos los colores y para todas las edades, cuentos ilustrados y cuentos desilustrados, los hay de formato grande, muy grande y muy pequeño, los hay para nombrar lo mucho y lo poco, … todos, o casi todos, maravillosos cuentos didácticos. Sí, digo bien, “didácticos”. Pero ¿ acaso un cuento puede ser didáctico ?
En el concepto “cuento” se ha ido metiendo todo y de todo, y hoy casi todo vale. Todos tienen sus razones de cumplir “objetivos” , presentadas a veces con historietas auténticamente infumables, que se avalan con pretensiones de utilidad didáctica para que, por ejemplo, el niño aprenda a leer con la princesa de la “A” . No es de este tipo de cuento del que yo hablo. No puede ser que confundamos “cuento” con historietas, concebidas desde la ocurrencia para justificar supuestos objetivos de diseño de entelequia carentes en su inmensa mayoría de sentido de juego dramático, de trama de misterio, de recorrido de pensamiento analógico, de sensitividad femenina, de significación de valentía, y que dan miedo tonto. Ese tipo de cuentos está lleno de personajes vulgares, con monótonos y lineales discursos tolerantes, igualitarismos uniformista, y éticas del “buenismo” para que escolarmente funcionen.
Llegados a este punto, ¿ hay alguien que no se extrañe cuando una ministra de un gobierno de un lugar antes llamado Lygistike, hoy España, propone como ocurrencia cambiar el sentido “machista” del cuento ?
Circunstancias miles, algunas como contrariedades, nos envuelven cada día. Cuando a éstas las revestimos de importancia personal, probablemente estemos haciendo también un vestido con sábanas de razón que justifiquen nuestra participación inocente. Es entonces cuando al poner nombre a la contrariedad perdemos fe en la Dama y alentamos la desconfianza.
Las hermanastras también aparecen en el cuento, y son eso, hermanastras. Pero si no se logra desenmascararlas se confundirán fácilmente con la Bella Dama de la Flor del Cantueso.
Si a un cuento le quitamos la voz y le dejamos solamente con su texto escrito es como si únicamente estuviéramos contemplando el esqueleto. La transmisión oral es su vestido más propio, con el que se engalana como dama bien nacida y mejor portada. Escuchar un cuento de viva voz es entrar en parajes sugeridos por el contador, siguiendo imágenes y acontecimientos que van y vienen sin tiempo, y que se hallan ubicados en cualquier espacio, al que de uno, de dos o de tres saltos se puede acceder.
A ritmo lento, o a velocidad de vértigo te lleva su voz como en hipnótico paseo, acompañado por los múltiples tonos de vibración de voz, sorprendido por los requiebros importados en la imitación de los diferentes personajes, acunado por pausas, silencios y melodiosos y suaves tonos, y también de pronto asustado por el vozarrón de cualquier ogro... Es entonces cuando la voz del contador, la palabra bien llevada y mejor traía, vale más que cien imágenes, pues fascina, encanta y sugiere lo inimaginable al romper el lineal seguimiento de la lógica de la razón, y aproximar al espectador a una autoría de pensamiento que nunca imaginó, por darse cita en él vibración de sonido e imagen de símbolo, en encuentro sensitivo que, libre de condición, no persigue preocupación ni fijación de utilidad.
El cuento, con su juego de analogías, porta arquetipos, y modos de afrontar aventuras y resolver desventuras que no debieran sernos ajenos, ni limitar su contexto sólo a cosa de niños. Debiéramos entender que los cuentos llamados “tradicionales” más de una clave encierran, y que su aspecto simbólico nos invita a reflexionar .
Pero en una sociedad en la que en gran medida se ha perdido el rastro de muchos símbolos, que apuesta por lenguajes funcionales, lenguajes de elemental utilidad y alta distracción, amparándolo y justificándolo por el “todo poderoso imperio de la razón”, no parece que un tipo de pensamiento que participa de lo analógico, de la divergencia, de la sensitividad más femenina, tenga mucha credibilidad.
El “fomento a la lectura “ es plan de acción lectora que está presente en todos los colegios … pero me he encontrado muy pocos en los que se cuenten “cuentos de los de siempre”, de los de viva voz. Eso sí, hay más aparato “cuentil” que nunca . Hallas cuentos de todos los colores y para todas las edades, cuentos ilustrados y cuentos desilustrados, los hay de formato grande, muy grande y muy pequeño, los hay para nombrar lo mucho y lo poco, … todos, o casi todos, maravillosos cuentos didácticos. Sí, digo bien, “didácticos”. Pero ¿ acaso un cuento puede ser didáctico ?
En el concepto “cuento” se ha ido metiendo todo y de todo, y hoy casi todo vale. Todos tienen sus razones de cumplir “objetivos” , presentadas a veces con historietas auténticamente infumables, que se avalan con pretensiones de utilidad didáctica para que, por ejemplo, el niño aprenda a leer con la princesa de la “A” . No es de este tipo de cuento del que yo hablo. No puede ser que confundamos “cuento” con historietas, concebidas desde la ocurrencia para justificar supuestos objetivos de diseño de entelequia carentes en su inmensa mayoría de sentido de juego dramático, de trama de misterio, de recorrido de pensamiento analógico, de sensitividad femenina, de significación de valentía, y que dan miedo tonto. Ese tipo de cuentos está lleno de personajes vulgares, con monótonos y lineales discursos tolerantes, igualitarismos uniformista, y éticas del “buenismo” para que escolarmente funcionen.
Llegados a este punto, ¿ hay alguien que no se extrañe cuando una ministra de un gobierno de un lugar antes llamado Lygistike, hoy España, propone como ocurrencia cambiar el sentido “machista” del cuento ?