Título: “Hijos de la libertad: contra las lamentaciones por el derrumbe de los valores”
Autor: Ulrich Beck (Coord.)
Edita: Fondo de Cultura Económica
Año de publicación: 1999
País: México
Idioma: Español
El texto plantea si somos una sociedad de egoístas, pues algunas voces claman falta de solidaridad, pérdida de valores, consumismo narcisista, búsqueda del placer por encima de todo, poco compromiso afiliativo con las instituciones, etc. Sin embargo lo que podría estar sucediendo es que una nueva modernidad está surgiendo, y que su modo de operar no coincide con el que se considera normal, tradicional. De esa forma se nos está diciendo que no es que se hundan los valores, sino que unos nuevos, más dinámicos y acordes a la cultura democrática de libertad individual, comienzan a tomar fuerza.
Aquellos que se mueven desde estos nuevos parámetros son los que Ulrich llama “Hijos de la libertad”, pues son el resultado de la libertad que ha pasado de ser defendida conceptualmente a hacerse realidad en muchos jóvenes de hoy. Así pues se concluye que no “sufrimos” de crisis sino de libertad.
Esta nueva situación deja a la vista que en el discurso del “derrumbe de los valores” existe un cierto miedo a esa libertad interna, pues ¿cómo pueden ir de la mano individualismo y comunidad? ¿Libertad y asimilación a un grupo? ¿Diversidad de opinión y posiciones políticas que permitan acciones eficaces y duraderas? Por otra parte las inquietudes de los jóvenes, lo que los conmueve y de verdad preocupa (destrucción del medio ambiente, amenaza del desempleo, los peligros del sida…) son cosas que escapan al control de las grandes organizaciones políticas. Por ello odian a las asociaciones con todos sus formalismos e impersonal compromiso grandilocuente que detectan. A decir de Ulrich, votan con los pies, es decir, se mantienen apartados de ese tipo de organizaciones.
Estamos ante la generación-del-qué-me-aporta-a-mí-esto
Una generación que es capaz de participar en manifestaciones y recolección de firmas pero a quien le aburre integrarse en una organización política. Y es que la juventud sí ha encontrado algo para sí misma, se trata de la diversión en todas las facetas posibles de la vida: deporte, música, consumo, amigos. Por ello pueden ser tildados de apolíticos, y sin embargo encabezan una rebelión que tiene mucho de política, la rebelión contra el embrutecimiento y las obligaciones que les son impuestas sin darles la oportunidad de identificarse con ellas.
Arrebatan vida a las instituciones, que suelen ser endogámicas, al hacerse reales en actos de autopoiesis, pues buscan, experimentan, vinculan lo que parece excluirse: “realización personal y asistencia a los otros, realización personal como asistencia a los otros”. Arrebatan de este modo a las instituciones el monopolio de la definición del “bien común”, como en otras épocas el estado moderno se lo arrebataba a la iglesia.
Este párrafo del texto expresa muy bien la fuerza de esta nueva actitud: "Aquí aparece la verdadera sorpresa: la autoafirmación, el goce de sí y la preocupación por los otros no se excluyen, sino que se incluyen, van juntos, se refuerzan y se enriquecen mutuamente".
Queda claro que, más que derrumbe de valores, lo que tenemos enfrente es una nueva orientación de valores hacia la realización personal que es acorde con el ideal de democracia. El viejo esquema del crecimiento económico continuo, más dinero, más títulos, mayor nivel de vida y consumo, comienza a venirse abajo. Aparece un nuevo criterio, a veces difuso, donde prima lo inmaterial de la calidad de vida, donde se prefiere tiempo libre para uno mismo a mayores sueldos o grandes carreras profesionales, pues es el tiempo lo necesario para tener una vida propia donde quepa el diálogo, la amistad, ser uno mismo, la simpatía, la diversión, la tranquilidad, el auto-compromiso, el deseo de aventuras, la interacción con los otros… Cosas que se ven amenazadas en el estilo de vida civilizado occidental.
En este nuevo contexto nos encontramos ante un individualismo altruista, donde pensar en sí mismo no excluye asistir a los demás, al contrario, se convierte en una lucidez interior que orienta hacia los demás y los valora: quien vive para sí, tiene que vivir socialmente, con la peculiaridad de que, este individualismo, es más sólido que los contratos, más sobrio que el amor, supera el sentimiento clasista de caridad desembocando, durante un tiempo, en la reciprocidad de asistencia, en la igualdad entre el que da y el que recibe pese a las diferencias entre ellos. Esto hace alusión a que todos los seres humanos, por el hecho de existir, compartimos un cierto desamparo, y todos necesitamos ayuda de una u otra forma, compartir ese desamparo puede ser una experiencia muy enriquecedora.
La juventud no es ajena a todo este estado de cosas, aunque no participe del todo de la nueva orientación que los valores parecen tomar, no puede evitar vivir y participar en esta confusión de pensamientos. Conocer esta evolución de los valores nos acerca a su vez al conocimiento de los problemas que la juventud tiene, y nos ayuda a comprender y mejor trabajar con ellos en futuros proyectos de intervención.
Blas Cubells Villalba
Educador Social y
Diplomado en Transformación Educativa
Autor: Ulrich Beck (Coord.)
Edita: Fondo de Cultura Económica
Año de publicación: 1999
País: México
Idioma: Español
El texto plantea si somos una sociedad de egoístas, pues algunas voces claman falta de solidaridad, pérdida de valores, consumismo narcisista, búsqueda del placer por encima de todo, poco compromiso afiliativo con las instituciones, etc. Sin embargo lo que podría estar sucediendo es que una nueva modernidad está surgiendo, y que su modo de operar no coincide con el que se considera normal, tradicional. De esa forma se nos está diciendo que no es que se hundan los valores, sino que unos nuevos, más dinámicos y acordes a la cultura democrática de libertad individual, comienzan a tomar fuerza.
Aquellos que se mueven desde estos nuevos parámetros son los que Ulrich llama “Hijos de la libertad”, pues son el resultado de la libertad que ha pasado de ser defendida conceptualmente a hacerse realidad en muchos jóvenes de hoy. Así pues se concluye que no “sufrimos” de crisis sino de libertad.
Esta nueva situación deja a la vista que en el discurso del “derrumbe de los valores” existe un cierto miedo a esa libertad interna, pues ¿cómo pueden ir de la mano individualismo y comunidad? ¿Libertad y asimilación a un grupo? ¿Diversidad de opinión y posiciones políticas que permitan acciones eficaces y duraderas? Por otra parte las inquietudes de los jóvenes, lo que los conmueve y de verdad preocupa (destrucción del medio ambiente, amenaza del desempleo, los peligros del sida…) son cosas que escapan al control de las grandes organizaciones políticas. Por ello odian a las asociaciones con todos sus formalismos e impersonal compromiso grandilocuente que detectan. A decir de Ulrich, votan con los pies, es decir, se mantienen apartados de ese tipo de organizaciones.
Estamos ante la generación-del-qué-me-aporta-a-mí-esto
Una generación que es capaz de participar en manifestaciones y recolección de firmas pero a quien le aburre integrarse en una organización política. Y es que la juventud sí ha encontrado algo para sí misma, se trata de la diversión en todas las facetas posibles de la vida: deporte, música, consumo, amigos. Por ello pueden ser tildados de apolíticos, y sin embargo encabezan una rebelión que tiene mucho de política, la rebelión contra el embrutecimiento y las obligaciones que les son impuestas sin darles la oportunidad de identificarse con ellas.
Arrebatan vida a las instituciones, que suelen ser endogámicas, al hacerse reales en actos de autopoiesis, pues buscan, experimentan, vinculan lo que parece excluirse: “realización personal y asistencia a los otros, realización personal como asistencia a los otros”. Arrebatan de este modo a las instituciones el monopolio de la definición del “bien común”, como en otras épocas el estado moderno se lo arrebataba a la iglesia.
Este párrafo del texto expresa muy bien la fuerza de esta nueva actitud: "Aquí aparece la verdadera sorpresa: la autoafirmación, el goce de sí y la preocupación por los otros no se excluyen, sino que se incluyen, van juntos, se refuerzan y se enriquecen mutuamente".
Queda claro que, más que derrumbe de valores, lo que tenemos enfrente es una nueva orientación de valores hacia la realización personal que es acorde con el ideal de democracia. El viejo esquema del crecimiento económico continuo, más dinero, más títulos, mayor nivel de vida y consumo, comienza a venirse abajo. Aparece un nuevo criterio, a veces difuso, donde prima lo inmaterial de la calidad de vida, donde se prefiere tiempo libre para uno mismo a mayores sueldos o grandes carreras profesionales, pues es el tiempo lo necesario para tener una vida propia donde quepa el diálogo, la amistad, ser uno mismo, la simpatía, la diversión, la tranquilidad, el auto-compromiso, el deseo de aventuras, la interacción con los otros… Cosas que se ven amenazadas en el estilo de vida civilizado occidental.
En este nuevo contexto nos encontramos ante un individualismo altruista, donde pensar en sí mismo no excluye asistir a los demás, al contrario, se convierte en una lucidez interior que orienta hacia los demás y los valora: quien vive para sí, tiene que vivir socialmente, con la peculiaridad de que, este individualismo, es más sólido que los contratos, más sobrio que el amor, supera el sentimiento clasista de caridad desembocando, durante un tiempo, en la reciprocidad de asistencia, en la igualdad entre el que da y el que recibe pese a las diferencias entre ellos. Esto hace alusión a que todos los seres humanos, por el hecho de existir, compartimos un cierto desamparo, y todos necesitamos ayuda de una u otra forma, compartir ese desamparo puede ser una experiencia muy enriquecedora.
La juventud no es ajena a todo este estado de cosas, aunque no participe del todo de la nueva orientación que los valores parecen tomar, no puede evitar vivir y participar en esta confusión de pensamientos. Conocer esta evolución de los valores nos acerca a su vez al conocimiento de los problemas que la juventud tiene, y nos ayuda a comprender y mejor trabajar con ellos en futuros proyectos de intervención.
Blas Cubells Villalba
Educador Social y
Diplomado en Transformación Educativa