Tercera sesión del ciclo

La consciencia del movimiento permanente

Redactado por Comité de Educación para una Sociedad Compleja el Sábado, 14 de Junio 2008 a las 18:43

Intervención de Alicia Montesdeoca en la tercera sesión del I Ciclo Complejidad y Modelo Pedagógico


En la medida que las sesiones se suceden se van desplegando las realidades que se ocultan detrás de la fenomenología que tan bien sabemos describir. La reflexión que me surge, al hilo de las exposiciones que se han ido haciendo, es la de que el origen de la confusión que hoy predomina en la institución educativa, en general, está fundamentado en la falta de claridad frente cual es el objeto y quién es el sujeto de la educación.

En el momento actual, el objeto de la enseñanza está instrumentalizado por la política, la economía y la tecnología, y el objetivo de la educación por las necesidades de producción y los principios de competencia y competitividad del mercado. En ese marco, el sujeto y su educación están abandonados a la suerte.

Por otro lado, nuestra capacidad de reflexión y de análisis están mediatizados por la inercia de un pensamiento lineal, reactivo, que nos secuestra en la descripción de los problemas, en las dificultades que encontramos en la tarea de educar, en la rutina de las aulas, en las obligaciones que emanan de las normas, de las leyes, de los programas, de los currículos. Toda esa casuística nos complica estérilmente, nos aliena hasta el extremo de conducirnos a un no saber quiénes somos, cuál es nuestro cometido y hacia dónde está orientada nuestra función de educadores.


Las intervenciones en la 2º Mesa de Debate pusieron de manifiesto que nos estamos dando de cabeza contra los problemas porque ni el objeto de la enseñanza ni el sujeto de la educación están en el lugar que debieran, presidiendo nuestra labor de cada día.

Compromiso con el magisterio

Nuestro compromiso con el magisterio, con la educación, es el que nos impulsa. El contacto con su realidad cotidiana, con los alumnos, con los padres es lo que nos da la razón de ser de nuestro compromiso. Esa realidad para nosotros tiene rostro, nombres y apellidos, circunstancias.

La educación es un sistema que intercambia energía con el entorno. En ese intercambio recibe y genera tal cantidad de información, tal cantidad de ruido, que el sistema educativo no puede procesar, asimilar y armonizar cada experiencia porque no está centrado en sí mismo. Él sistema, ante la actividad que ha de desplegar buscando el equilibrio, olvida quién es, para qué se constituye, hacia dónde se dirige, cuál es, en definitiva, su identidad. El sistema educativo parece estar dando tumbos al capricho de un viento del que se desconoce su naturaleza. Toda esa realidad es la que nos tiene en estado de alerta permanente, pero, también, desconcertados.

Pues bien, yo les invito a elevarse sobre todas esas circunstancias que tanto conocen y a la que tantos esfuerzos dedican, para comprender lo que en realidad está en juego.

Es preciso sobrevolar la cotidianidad para ver los procesos que están en marcha o que se están gestando. Esto no implica despegarse de esa realidad, sino comprenderla, dimensionarla y amarla tal como es y en el momento en que está. Ese movimiento de colocación, en relación a lo cotidiano, posibilita la comprensión y la magnitud de lo que vivimos y nos acerca más al sentido y al significado de nuestro compromiso. De esa comprensión está dependiendo el que se nombre verdaderamente el objeto y el sujeto de la educación.

Yo les invito a que los síntomas los miremos, les pongamos nombre, los consideremos integrantes de la realidad social, pero no determinantes.

Yo les invito a reconocer el protagonismo que como educadores tienen para colocar a la educación como el objeto de nuestra actividad y a los sujetos como los protagonistas únicos de ella.

Perspectiva compleja

¿Cómo empezar a hacerlo? Cambiando de perspectiva, pasando de la perspectiva lineal que nos lleva a un discurso narrativo, lleno de anécdotas, a una perspectiva compleja que nos permite descubrir lo sistémico de todos los síntomas de nuestra realidad educativa y social.

Pero ¿hacia dónde hemos de dirigir nuestras reflexiones?, lo que nos tiene que ocupar es el proceso al que pertenecen esas manifestaciones y con qué otros procesos confluye. Determinar dentro de qué sistema está inmersa la realidad en la que actúo, o en la que trato de influir, y cuáles son las interacciones que producen mis acciones.

Para andar con esta perspectiva se hace necesario que tomemos conciencia de cuáles son los mecanismos que condicionan la mirada con que analizo e interpreto los acontecimientos.

Desde esa posición, pienso que todos estamos condicionados por una creencia de previsibilidad que nos lleva a suponer que poseemos la capacidad ilimitada para establecer el orden y el control, en un universo que se descubre imprevisible, en el que todo está en movimiento, en cambio y en mutación permanente.

Así, mientras todo se mueve, la tendencia intelectual del sujeto de nuestra cultura es al orden y la linealidad; a la estructuración; a la institucionalización; a la permanencia en formas previsibles, y a perpetuar y perpetuarse en esas formas.

Creencias

¿Qué otras creencias sostienen y refuerzan esos mecanismos de actuación? Desde mi punto de vista, las fundamentales serían:

- Identificar que yo soy un cuerpo, que sus límites son mis límites y que mi esencia corresponde a esa forma tridimensional, sin preguntarme quién o qué lo habita, qué o quién provoca los impulsos vitales

- Creer que existe el pasado, el presente y el futuro a causa de la percepción secuencial que del tiempo tiene nuestro cerebro y que los modos o las herramientas para medirlo es un consenso universal que nunca se cuestiona

- Creer en las fronteras del espacio y pensar que todo lo que hay es lo que abarco. Pero estas fronteras las ponemos nosotros, las fija el ángulo de visión que poseemos y que nos da una perspectiva espacial individualizada

- Creer que lo que percibes es lo real, sin tener en cuenta los condicionantes biológicos, psicológicos, culturales, etc. que nos poseen y que limitan nuestra percepción. Así terminamos llamando, a nuestra incapacidad de abarcar lo inabarcable, realidad

- Creer que todo es orden o que tiende al orden. Sin caer en la cuenta que tenemos historia porque hay que narrar los cambios de la sociedad humana a lo largo de tantas y tantas generaciones a través de grandes convulsiones

- Creer que la tendencia de todo acontecimiento es a la concreción a la materialización de algo permanente, duradero, eterno en la intención, los objetivos y las formas de expresión,

Sólo el ser humano, limitado por sus percepciones, por sus creencias, trata de que la realidad que percibe y cree conocer permanezca, aunque al quererla atrapar se le escurra entre los dedos de sus manos. Por eso configura un orden, lucha contra la permanente incertidumbre, creyendo que de esta manera puede controlar el devenir.

Persigue consolidar objetivos, pretendiendo con ellos alcanzar estadios definitivos y, en su defensa, termina siendo esclavo de sus formas. Moldea a su imagen y semejanza todas sus proyecciones, creyendo que esas son las definitivas.

Lucha contra los elementos persiguiendo que los efectos no deseado desaparezcan y aún se sorprende al comprobar que los riesgos que creyó dominados surgen con más furia. Al ser humano cuando más trata de controlar, más imprevisible se le hace la vida.

Y, con las creencias a cuestas, nos enfrentamos a la paradoja de que ellas van por un lado y los nuevos conocimientos y los acontecimientos naturales y sociales nos hablan con otros lenguajes y nos obligan a enfrentar retos cada vez más complejos.

Gran confusión

Vivimos en un momento de gran confusión que no está exento de riesgos, pero también de nuevas oportunidades: el gran reto que hay que alcanzar, en medio de esa confusión en la que vivimos, es el de la aceptación de que la humanidad es una, la planetaria, que la naturaleza es una, en la que está integrada la especie humana, que este pequeño planeta de este sistema solar, pertenece, a su vez, a un universo que, probablemente, no es el único.

Ante esta visión, es preciso renovar nuestras creencias, abriéndonos, en nuestro pequeño mundo de vivencias y experiencias, al conocimiento de las interacciones, los vínculos, las dependencias que explican mejor el sentido que tiene la problemática que vivimos, posibilitándose de esta manera otras acciones que dinamicen las probabilidades y las posibilidades en nuestra actividad como educadores.

En la Segunda Mesa de Debate, Mari Ángeles Murga destacaba la diferencia existente entre realidades complicadas y realidades complejas, para hacer notar la carencia de urdimbre en las primeras que impide la creación de una realidad, teniendo presente la complejidad de la misma.

La realidad complicada nos habla de nudos en las comunicaciones, compartimentos estancos, egos personales, poderes incompatibles, confusión y manipulación en los discursos, en los que se tratan de defender posiciones irreconciliables.

Para analizar esas realidades complicadas habría que preguntarse por los caminos cortados, por las cuestiones que no se miran, que no se reconocen, que se ocultan a veces porque hay otras concepciones, otras intenciones que no se quieren destapar, por miedo a los rechazos, argumentandose “con discursos políticamente correctos”, que utilizan las mismas palabras pero que encierran contenidos e intenciones enfrentados.

La vida es movimiento es proceso

La vida me la imagino como una especie de cinta transportadora en permanente movimiento. En ella todo lo que existe, todo lo que forma parte de su naturaleza, goza de esa cualidad de movimiento, es decir, todo lo que forma parte de la vida es vida incluido el movimiento. La vida es movimiento, expansión, tendencia a la complejidad, a la transformación, al cambio.

El ser humano está sobre esa cinta transportadora, ajeno a ese movimiento. Pretendiendo estar sostenido y en pié por sus creencias, sus hábitos, sus rutinas, sus patrones. En realidad es su miedo a convertirse en cinta transportadora (en vida), lo que le fuerza u obliga a aferrarse a aquella idea que le origina el espejismo de que puede crear la eternidad a partir del orden, la estabilidad, y la permanencia o inmutabilidad, pretendiendo manipular a su capricho, apetencias o deseos, el curso de los acontecimientos.

Sin embargo, ese movimiento que negamos nos construye, y determina el lugar en el que nos situamos, junto a otros elementos en movimiento que nos son afines o no. Este movimiento se manifiesta en la naturaleza a través de las estaciones, los ciclos, las repeticiones. En las edades del hombre, en su desarrollo físico, psíquico, mental, espiritual, en sus intenciones, objetivos, estrategias económicas, sociales y políticas diversas, divergentes y hasta contrarias.

La estrategia, si es que hay posibilidad de una, no está en luchar contra lo diferente, contra lo opuesto, porque nos destruimos. Sin embargo, si aprovechamos las dinámicas que provocan las distintas posiciones, crecemos y nos expansionamos como humanidad, porque todas las manifestaciones del movimiento se sostienen las unas a las otras.

La complejidad tiene en cuenta esos hilos paralelos a través de los cuales se entreteje el tejido social. La complejidad analiza los vínculos y posibilita el diseño de unas acciones para llegar a unos objetivos abarcadores. La complejidad es una manera de mirar la realidad y una forma de entender lo que está implicado, lo que está mallado

Entonces, ¿qué hacer?

Aprender a jugar y hacerlo según el movimiento, compaginando lo aprendido con lo que está por aprenderse, observando los procesos que confluyen y se sincronizan, mientras también te haces conscientes de tus cambios. Interactuar con todo lo que te rodea, mientras percibes que las notas de la melodía que se compone, con los movimientos de cada uno de los elementos que te envuelven, tiene un patrón, una ley, un director oculto que no es definible, aunque su definición es perseguida en la historia humana a través de la filosofía, las religiones, las ideologías, las ciencias o, más recientemente, el mercado.

Entiendo que el primer paso estratégico de cualquier programa de actuación metodológica o pedagógica que hayamos de diseñar es el de colocarnos en este Universo en el que todo se mueve, en el que todo y todos interactúan, en el que lo individual define las diferencias y lo colectivo no expresa la suma de nada sino la manifestación del todo.

En este escenario lo que prima es la apertura, el estado esponja, la forma del viento, la consolidación de las nubes, la flexibilidad de la humilde hierba, la capacidad de adaptación de las aves migratorias. Y, todo ello, mientras colaboramos con la vida, con la reproducción de la especie, con la elaboración de formas. Haciendo y deshaciendo como nuevos y nuevas “Penélopes”, mientras esperamos la llegada del barco que nos trae la consciencia para alumbrar mejor el camino de esta aventura humana.

Para ello, es preciso fijar la conciencia en el movimiento y en el lugar donde se entrecruzan los factores de los acontecimientos, no en las inercias que se arrastran. El impulso que nos ha de mover es el del “solitón, aquella ola que se sostiene en medio de un estrecho canal, siguiendo su curso solitario a través del movimiento del agua, de cuya naturaleza forma parte, pero sin cambiar de forma ni reduciendo su velocidad.

El reto del ser humano hoy es el de permitir que la corriente de la vida le meza. Ese dejarse llevar, por el contrario, sí que le permitirá heredar, sin poseer, en solidaridad con el resto de los herederos que somos todos los vivientes y los existentes

El ser humano crea un mundo de tres dimensiones, con una consciencia que abarca las estrellas, luego su obra le aliena y le hace olvidar que su origen es el infinito, confundiéndose, en la temporalidad de su obra y de su existencia humana, y olvidando que aquella, la obra, es la huella que en la eternidad se deja para que otros humanos, en su sueño temporal, no olviden el camino que conduce a la creación de realidades espirituales en el mundo material: la danza, la música, el color, la luz, los ciclos de la vida que se muestra en todo lo existente, son los instrumentos para no perder del todo la consciencia de que mientras estemos en esta existencia nos mantenemos dormidos para un destino que nos supera, esa es la incógnita que arrastramos desde el comienzo de los tiempos.

No buscar recetas, aceptar el proceso de asimilación que requiere que nos transformemos, que miremos con naturalidad, que nuestra perspectiva surja sin proponérnoslo y, entonces, nuestras acciones saldrán de nosotros mismos, sin diagnósticos externos a nuestra realidad, sin formas de actuación recetadas por expertos ajenos a nosotros y a nuestra experiencia.

Cuando somos conscientes de ese movimiento permanente del Universo y cuando el error y la ilusión no nublan nuestra capacidad de discernimiento, alineamos nuestra acción sincrónicamente a la de los procesos que fecundan los ciclos, de tal manera que quedamos sorprendidos por el desenvolvimiento sin esfuerzo ni violencia de los acontecimientos. Es entonces cuando todo parece marchar y cuando se produce ese sentimiento de serenidad y de confianza en que la vida nos protege y que todo está bien como está, sin conformismo.

Remontemos el vuelo de lo concreto y dejemos de golpearnos contra el muro que el modelo educativo vigente nos pone delante con sus inercias. Subamos a la colina que nos posibilita el pensamiento complejo para ver el panorama que desde allí se extiende.

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