Los cuentos en la educación

Reflexión en torno a los cuentos tradicionales

Redactado por Sylvia Sánchez Richter el Miércoles, 23 de Junio 2010 a las 18:26

Por Sylvia Sánchez Richter


Querid@s compañer@s:
Me da mucha alegría iniciar esta reflexión en torno a los cuentos tradicionales. Al igual que Alicia no concebiría mi vida sin este tipo de relatos.

Durante la conferencia de Víctor, me llamaba mucho la atención como los físicos, matemáticos interpretan la realidad. Me preguntaba y me pregunto cómo esta manera de mirar la vida, les influía en su filosofía de vida, en su manera de interpretar y comprender la vida. Una mirada tan distinta a la mía, pero quizá más cercana de lo puedo imaginar y que me gustaría descubrir.

En esta primera reflexión, me gustaría rescatar, en primer lugar, el valor de la oralidad de los cuentos tradicionales. Una de las riquezas de estos cuentos es la tradición oral que ha habido de generación en generación. Contar cuentos tradicionales es recordar la memoria de todos los abuelos, las abuelas, madres, padres… que con sus voces han ido generando una memoria colectiva que, aún sin saberlo, nos está alimentando. La oratoria es un arte poco valorado, poco desarrollado.

Transmitir oralmente requiere capacidad de convocación, capacidad de vibrar con lo que relatas y hacer vibrar a un público. Es un acto revolucionario, transformador. Escuchar cuentos tradicionales es sentir el calor de hogar, de la hoguera, de la transformación… y ello es posible por la enorme riqueza simbólica que esconden tras de sí. Por ello, me pregunto: ¿por qué desechar o menospreciar algo que desconocemos? ¿por qué no ahondar en sus significados y sentidos más profundos?
(sobre la oratoria podríamos profundizar mucho más pues, creo que en la formación del profesorado debería trabajarse este aspecto; sobre el valor simbólico de los cuentos también podemos profundizar mucho más).

Dos anécdotas

En segundo lugar, me gustaría contaros dos anécdotas con el cuento de la Caperucita Roja. Una, lejana en el tiempo pero aún muy presente y otra, reciente (este año)

La primera experiencia que tuve con el cuento de Caperucita Roja fue hace 9 años. Era mi segundo año en una Escuela Infantil. Era la educadora de apoyo de un grupo de niños de 2-3 años y me encargaba del momento del cuento. Todos los días me preparaba las sesiones: tipo de cuentos, objetos mágicos… Llegó el turno a los cuentos tradicionales: sentía la obligación de contarlos. ¿Cómo no iban a conocer aquellos niños el cuento de la Caperucita Roja o de Los tres cerditos? Me preparaba los cuentos antes de contarlos. Leía el texto, buscaba los momentos más destacados… y llegó el momento del encuentro del lobo con la abuelita… ¿CÓMO IBA A CONTAR A NIÑOS DE 2-3 AÑOS QUE EL LOBO SE COMÍA A LA ABUELA? No, no sería yo quien contara aquello y es que… YO TENÍA MIEDO AL MIEDO. Así que busqué una versión más light donde la abuela se escondía en el armario. Ya estaba preparada para contar el cuento.

A la mañana siguiente, los niños sentaditos en la alfombra escuchaban en un interesante silencio atento el relato de la Caperucita Roja. Y, por fin… el momento del lobo y la abuela … Y, entonces la abuela se escondió en el armario…!NO!- dijo Ignacio- EL LOBO SE COME A LA ABUELA. Aún recuerdo perfectamente, como si fuera ayer, aquel instante en el Ignacio me miraba seriamente con sus enormes ojos marrones con largas pestañas. Esa versión light no era válida para Ignacio… no le permitía ser un HÉROE.

Aquel instante fue un auténtico aprendizaje y estaré eternamente agradecida a Ignacio.

Su seria y fija mirada, me dijo muchas cosas.

1. Me liberó. Me hizo desprenderme de mi miedo al miedo. Mi miedo a dar miedo.

2. Me hizo ver claramente que el niño quiere SER VALIENTE, SER HÉROE DE SU VIDA. Y sólo es valiente quien es capaz de sentir el miedo.

3. Me dio la llave para introducirle en el miedo porque me entregó su confianza para que yo también le sacará del miedo. Y ojo. Siempre que se introduce al niño al miedo hay que liberarlo. No se puede dejar una historia a medio contar pues, el niño puede no tener los recursos o herramientas suficientes para salir por sí mismo. Por eso, es muy importante, primero conocer al niño, mantener lazos de confianza con él y elegir un momento adecuado para que el cuento sea iniciado y finalizado en una sola contada.

Una segunda experiencia que me llamó la atención con el cuento de Caperucita Roja fue este año como maestra de un grupo de 3-4 años. Todas las tardes, después de la siesta, cuento un cuento a los niños. En muchas ocasiones, les gusta dramatizarlo mientras lo relato. Excepto una niña, la mayoría aún no son capaces de memorizar los distintos momentos y diálogos, por ello, el que yo lo vaya narrando mientras ellos representan. Ellos eligen los personajes y si hay coincidencias en la elección se negocia quien lo representará y se ofrecen alternativas u otro momento para representarlo. El cuento de Caperucita fue dramatizado de esta manera por los niños.

Me llamó la atención el niño que eligió el personaje del lobo. Un niño muy líder en el grupo, comunicativo. A la hora de representar se mostró profundamente inhibido y bloqueado hasta el punto que, muy delicadamente, le ofrecí la posibilidad de cambiar de personaje. Pero él quiso seguir. Llegó el momento de salvar a la Caperucita. Y se presentaron dos cazadores frente al lobo. En ese momento, el niño se abalanza contra uno de ellos lanzando un terrible gruñido. Tuve que intervenir separando al lobo del cazador. A mí y a mi compañera nos llamó mucho la atención esta reacción.

Cómo en aquél momento el niño-lobo se defendió saliendo bruscamente de su inhibición anterior.

Esta reacción me sorprendió y no me sorprendió al mismo tiempo. El niño está atravesando por un momento emocional duro. Es el mediano de dos hermanas. La mayor es una niña con N.E.E. que requiere mucha atención y la pequeña apenas de un año, requiere la atención de un bebé, mucha. La madre se encuentra desbordada pues, el padre llega tarde durante la semana. Por ello, la madre siempre se dirige a su hijo como si él fuera el grande y fuerte de la familia (físicamente es además un niño grande pero es… un niño de 4 años) . Y necesita también…. mucha atención.

Por último, me gustaría que también reflexionáramos sobre la necesidad del niño de identificar claramente los personajes como buenos o malos. He tenido varias experiencias en las que los niños me preguntaban: ¿Pero es bueno o es malo? Me sorprendía al principio esta pregunta, la manera de preguntarla. Los niños mostraban una gran inquietud si los personajes no estaban bien definidos, tranquilizándose cuando podían categorizarlos en buenos y malos. Hablando con una directora de teatro sobre esta necesidad de los niños me contestó: Pero… deja que los niños sean héroes. Y ante esta respuesta, me di cuenta que hay un momento evolutivo en el que tal dualidad del bien y del mal es importante para que el niño sea capaz de transcenderla convirtiéndose en un héroe. El buen orador de cuentos tradicionales es aquel que es capaz de introducir al niño en las claves simbólicas de los diferentes cuentos, ayudándole a superar un pensamiento dual que le recuerda la heroicidad de su propio nacimiento.

Por este motivo, no deberíamos mal interpretar una tradición cultural que está impresa en nuestra propia genética. Y, por ello, nos transforma con la vibración de un latido universal.

“Nacer es un acto heróico y el niño no quiere olvidar su capacidad heróica de transformar el mundo”



| Sylvia Sánchez Richter


| Miércoles, 23 de Junio 2010
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