CONO SUR: J. R. Elizondo

Libros de J.R. Elizondo

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MI ULTIMO LIBRO José Rodríguez Elizondo

Había olvidado presentar en este blog mi último libro, Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile. Apareció después del fallo de la Corte de la Haya del 27 de enero y fue presentado en la sede de El Mercurio -coeditor, con Aguilar-, por el ex canciller Alfredo Moreno y el escritor Carlos Franz. Este, concienzudo y prolijo como es, llevaba un texto escrito, el mismo que con su permiso transcribo ahora para mis lectores. Por cierto, esto me ahorra cualquier otro tipo de explicación.


MI ULTIMO LIBRO
Fronteras y limitaciones
Carlos Franz
              
“A media mañana del 23 de mayo de 1986, el canciller chileno Jaime del Valle, recibió al embajador [peruano] Juan Miguel Bákula, con quien mantuvo ‘una tersa conversación de casi una hora’. Durante ese lapso, escuchó un discurso que le complicaría la vida. […] ese señor sesentón, calvito y elocuente le planteaba un tema sobre el cual algo le había advertido el general Pinochet: la supuesta inexistencia de una frontera marítima chileno–peruana.”

La escena anterior es uno de los ejes narrativos del libro de José Rodríguez Elizondo, que estamos presentando. Y digo que se trata de un eje “narrativo”, porque este libro tiene tanto de recuento histórico y análisis político, como de relato de no ficción. Empleando los recursos de la buena literatura ensayística y periodística, el autor logra no sólo reseñar y explicar el problema; también consigue hacer entretenido y por momentos apasionante, el complejo embrollo diplomático que, por más de cien años, ha enfrentado a Perú, Bolivia y Chile.

Para lograr lo anterior Rodríguez Elizondo escribe un libro que no se rinde a la secuencia cronológica de un compendio histórico, ni tampoco cae en el rígido ordenamiento temático propio de una tesis. En lugar de ambos, el autor usa una técnica más cercana al estilo libre del ensayo y también a la novela, donde los episodios descriptivos o de acción se alternan con otros de reflexión.

A ese recurso narrativo, Rodríguez Elizondo añade la técnica del suspenso y el difícil arte del perfil literario. Con mano segura y pocas pinceladas, nuestro autor traza las personalidades de algunos de los protagonistas políticos y diplomáticos envueltos. Mostrando así que el carácter de las personas –y sus limitaciones– tienen, a veces, tanta importancia como los incisos de los tratados; e influyen, más de lo que queremos reconocer, en estos asuntos de Estado.

Por ejemplo, en el libro vemos que tanto como las estrategias diplomáticas, fueron la simpatía “camaleónica” de Alan García, enfrentada a la simpatía desconfiada de Michelle Bachelet, lo que explica que en Abril de 2006, dejáramos pasar la oportunidad cantada para haber abortado la demanda peruana, negociando antes que pleiteando.

Esos recursos literarios del libro de Rodríguez Elizondo, que he apuntado sumariamente, no son sólo formales. Tienen que ver con el contenido y hasta me atrevería a decir que con el mensaje, de su obra. Esta mirada multidisciplinaria sobre la política internacional, que es a la vez jurídica, histórica, diplomática, periodística y también, por qué no decirlo,  literaria –es decir, imaginativa– implica toda una propuesta sobre cómo revisar creativamente nuestra relación con los vecinos del norte.

Pero volvamos a la entrevista entre el canciller del Valle y el embajador especial peruano. En ella, el canciller de Pinochet cometió un error grave. En lugar de descartar cortésmente, pero de plano, la sorprendente idea de la inexistencia de una frontera marítima, le pidió al enviado que le mandara un “memito” –así lo llama, con bienvenida ironía, Rodríguez Elizondo. En la diplomacia tradicional los gestos son casi tan importantes como en el teatro. Al proceder así, el canciller de la dictadura abría la puerta para que Perú oficializara esa tesis. El embajador especial peruano no se hizo de rogar. Bákula se fue a su embajada y tecleó él mismo un oficio que sería pieza importante de la futura demanda peruana. Nuestra cancillería de la época agravó el error evitando responder directamente. En cambio, emitió un comunicado asegurando que: “oportunamente se harán estudios sobre el particular”. Con esa frasecita dilatoria Chile parecía indicar que no estaba seguro de la existencia de una frontera marítima. Así se fue construyendo –algunos dirán: prefabricando–, el caso que llegó a La Haya.

En escenas como esa y varias otras, evocadas en el libro de Rodríguez Elizondo, queda patente que en estas materias Chile no sólo tiene un problema de fronteras nacionales, sino también uno de limitaciones culturales. Las fronteras políticas son, en el fondo, más fáciles de superar que las limitaciones humanas. Y a estas últimas se deben, en cierta medida, las dificultades que hemos tenido en hallar una salida a esos viejos líos con nuestros vecinos del norte.

La tesis más atrevida de este ensayo narrativo es su crítica a la cultura legalista chilena. Virtuoso, cuando se aplica al estado de derecho, nuestro legalismo se transforma en un “jus-nacionalismo” (expresión de Rodríguez Elizondo) cuando se aplica a la diplomacia y a la política internacional. En nombre de ese fetichismo legalista caímos en la paradoja de enfrentar este problema, negándolo. Postulábamos –y muchos aún lo hacen– que no hay conflicto con Perú y Bolivia, porque nuestros tratados dicen que no lo hay. Aunque la realidad nos diga persistente y dañinamente, otra cosa. Esa visión puramente jurídica de un problema político y diplomático complejo, aparentaba ser nuestra mejor defensa. Hasta que Perú y luego Bolivia decidieron atacarnos en nuestro propio terreno legalista y llevarnos a La Haya. Por algo los juristas romanos –tan prácticos y poco fetichistas– decían que un exceso de ley puede producir un daño (Summum Jus, Summa Injuria).

Leyendo el libro de José Rodríguez Elizondo –y aunque él no lo plantee así–, uno sospecha que en este problema nuestros políticos y diplomáticos han mostrado, en general, demasiada obsecuencia jurídica y poca imaginación creativa. Hemos recitado mucho el dogma de que los tratados deben cumplirse (Pacta Sum Servanda, para seguir con los latinazgos). Pero eso sólo ha cerrado más nuestras “duras cabezas castellano-vascas” –como las llamó Encina, también citado en este libro– evitando abrirlas a perspectivas nuevas. En parte es por eso que nos ha costado tanto, en palabras de Rodríguez Elizondo: “mutar la paz en amistad”. Es por ello, también, que un enfoque global, complejo e imaginativo, como el que aporta este libro, resulta tan iluminador.
Quisiera terminar con una anécdota personal. En 1981 hice ese viaje iniciático al Perú, por tierra y con mochila, que los jóvenes de entonces, a los veinte años, debíamos hacer. Para mi asombro, luego de cruzar la frontera entre Arica y Tacna y tras recorrer decenas de kilómetros por el desierto peruano, me encontré con otra frontera más. Y más adelante incluso hallé una tercera. Los tres controles fronterizos estaban militarizados. Esos soldados esperando en medio de la nada, en vano, una invasión inminente, me recordaron la novela “El desierto de los tártaros”, de Dino Buzzati. Cuando regresé a Chile se lo conté a mi padre. Éste, que había sido diplomático profesional, me dijo, con innegable melancolía: “Esa es una prueba, mijito, de que no sólo ganamos una guerra; también nos ganamos un siglo de rencor.”

Por suerte, esos cien años de rencor y desconfianza con el Perú ya van quedando atrás. Esas tres fronteras que vi hace treinta años se han reducido. Nos hemos integrado mucho. Para que alguna vez ocurra lo mismo con Bolivia será imprescindible que revisemos las fronteras que nos separan. Pero también y más importante, deberemos superar esas limitaciones culturales, mutuas, que nos impiden imaginar otra salida.

Este libro de Pepe Rodríguez Elizondo puede ser una buena guía en ese complejo camino.
 

José Rodríguez Elizondo
Jueves, 22 de Mayo 2014



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Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





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