CONO SUR: J. R. Elizondo

Bitácora

3votos

El terrorismo no tiene ideología compleja sino objetivos simples. Su gran ventaja es que los gobernantes democráticos demoran demasiado en diagnosticarlo y dejan el espacio necesario para que se esparza. Sobre eso trata este texto


 
Publicado en La República 14.3.2021

En el caso del terrorismo la información de que se dispone

es escasa, pues el adversario es anónimo, sus motivos son cambiantes
y sus capacidades desconocidas.
JESSICA STERN
 
 
A fines de enero, el presidente de Chile Sebastián Piñera se apartó del tema Covid-19, para condenar “los graves hechos de violencia y de terrorismo que han ocurrido desde hace ya algún tiempo en las regiones del Sur”. Así desglosó de la violencia la palabra “terrorismo”, la más difícil de pronunciar para cualquier gobernante democrático.

Algunos recordaron contactos electrónicos entre jefes de las FARC colombianas y militantes comunistas chilenos. Otros aludieron a agentes venezolanos de Nicolás Maduro. Los más memoriosos -es decir, los más antiguos- descubrimos semejanzas entre lo que está sucediendo en la Araucanía y lo que sucedió en Ayacucho en los años de Sendero Luminoso (SL). Uno de estos me consultó y yo dije “bingo”.

Sí, ya sé que ni en la sociedad ni en la naturaleza funciona el copy and paste. Pero tampoco está de más comparar fenómenos como el terrorismo, en países contiguos y con sistemas democráticos. Hacerlo, sin pretensión pontifical, permite entender mejor a quienes inician o avivan el fuego purificador.

COINCIDENCIAS ESTRUCTURALES

Como testigo de la emergencia del terrorismo senderista y del que está activándose en Chile, anoto las siguientes coincidencias estructurales.

La primera es una prehistoria común. En el origen remoto del tema están las polémicas intramarxistas de la Guerra Fría, que llegaron a su clímax en los años 60. SL fue fruto de escisiones en cadena del Partido Comunista prosoviético, en el contexto del conflicto China-URSS y, luego, de la Revolución Cultural china. La retórica de quienes realizan acciones terroristas en Chile revela una genealogía similar. Es la que empleaban las minorías trotskistas, anarquistas, castristas y maoístas, dentro y fuera de los partidos de la Unidad Popular (lo más seguro es que sólo los ancianos de esas tribus estén enterados).

La segunda dice que, en ambos países, las acciones prototerroristas comenzaron a gestarse lejos de las capitales respectivas y bajo dictaduras militares. Esto las abrigó con la indiferencia centralista y les dio una especie de pasaporte político. Para disidentes poco ilustrados podían ser una “vía corta” para derribar a los dictadores… y después se vería.

Tercera, en cuanto contraélites minoritarias, los terroristas buscan una plataforma social amplia. En el Perú fue el campesinado, con base en las tesis neomaoístas de Abimael Guzmán y con epicentro en Ayacucho. En Chile, es el pueblo mapuche de la Araucanía, en función de tesis sin firma conocida, que antagonizan a los nacionales con los “pueblos originarios”.

Cuarta, el mutuo recelo bloqueó el traspaso a los gobiernos de la transición democrática de la información de inteligencia -sesgada o no- acumulada por las dictaduras. Como efecto inmediato, los gobiernos peruano y chileno no contaron, de inicio, con ese instrumento indispensable.

Quinta, por añadidura, hubo retardo en el diagnóstico. Antes de hacer visible la realidad terrorista, el presidente Fernando Belaunde optó por atribuirla a la violencia sin apellidos, la delincuencia común, la delincuencia rural o la delincuencia narco. Fue un escapismo con causa que, en el mediano plazo, conduciría a un punto de no retorno. Es posible que, también en el mediano plazo, el reconocimiento del presidente Piñera se haya producido con retardo. 

Sexta, con esos antecedentes, los terrorismos que se comparan parten con una ventaja importante: sus estrategias insurreccionales, propias de minorías coherentes, se ejecutan contra gobiernos que representan mayorías electorales, pero sin estrategias idóneas para concitar una unidad nacional consistente.

Séptima, con base en la ventaja anotada, los terroristas tienden a profundizar las divisiones internas, provocando a las fuerzas constitucionales. Suponen que el desborde de las policías, en cuanto encargadas del orden y seguridad, expandirá el pánico social y conducirá a la intervención castrense. Esto es, a la aplicación de una fuerza sin entrenamiento policial, que evoca las polarizantes dictaduras del pasado reciente.

Octava, en su crecimiento, el terrorismo concita el apoyo de antisociales varios y jefes del crimen organizado, entre los cuales destacan los narcos. Es un sistema de seguridad mutua, con alto poder corruptor, que impone peajes extorsivos a la población. Esto aún se percibe en el VRAE peruano y hay indicios de que el fenómeno se estaría manifestando en la Araucanía chilena.

Novena, entre 1980 y 1992, el terrorismo de SL instaló en la opinión pública la idea de que su desarrollo se debía a la debilidad de los gobiernos democráticos. Lo propio estaría sucediendo en la opinión pública chilena, en el marco de una clase política desprestigiada, un gobierno de bajo rendimiento en las encuestas, heridas no cerradas tras la represión y una prolija desinformación periodística.

Décima, la plataforma de todas las semejanzas es el subdesarrollo democrático -mayor o menor- de nuestros países. Su paradigma está en los políticos sistémicos que no se asumen como defensores del Estado democrático de derecho, que tanto costó recuperar y que tanto los privilegia. Soslayando la violencia terrorista o estimándola como un atajo para sustituir a un gobierno débil, elevan los costos de combatirla dentro de la ley y con respeto a los derechos humanos.

EPÍLOGO PARA PERUANOS

Tras la dictadura militar bicéfala, Fernando Belaunde es reconocido como el único mandatario peruano, democráticamente elegido, que se retiró con dignidad.

Hoy parece claro que no podía levantar una estrategia antiterrorista en tiempo oportuno, pues SL se hizo visible justo cuando volvía a Palacio Pizarro. A partir de ahí, llamar “abigeos” a los terroristas no fue simple debilidad suya. Fue conciencia de que el problema, aparentemente intempestivo, no tenía solución en el marco de la democracia recién recuperada.

El APRA, la gran fuerza política de ideología revolucionaria, ya no estaba bajo la influencia sabia y moderadora de Víctor Raúl Haya de la Torre. Los indicadores económicos del país apuntaban hacia el sótano. La policía no era competente para mantener la seguridad en la sierra. En cuando a los militares -que lo habían golpeado en 1968-, algunos pretendían supeditarlo y otros protagonizaban pleitos internos muy serios. Además, condicionados por su éxito contra una guerrilla de tipo castrista, ignoraban las complejidades de una insurgencia de tipo maoísta.

Mi hipótesis es que Belaunde se percibió, nuevamente, ante una opción perversa. En 1968 fue la de disolver el Congreso para convertirse en dictador. En 1980, la de delegar en las Fuerzas Armadas la lucha contra SL. La primera le pareció inaceptable. “Preferí llevar una cruz democrática que un símbolo totalitario”, dijo en 1987. La segunda lo indujo a postergar decisiones y a emitir un ultimátum escapista: “otorgué a los terroristas un plazo de 72 horas, durante los cuales no debían cometer ningún acto subversivo”. 

Fue su tácita confesión de que no tenía opción ganadora y la gestión de sus sucesores lo confirmó. El terrorismo mutó en guerra interna, los militares admitieron una situación de “empate”, ese equilibrio socavó la institucionalidad y SL sólo fue derrotado cuando su líder carismático cayó detenido.

Por un sarcasmo del destino, la detención de Guzmán fue obra de la inteligencia policial, pero ya en el marco de una dictadura. La experiencia sufrida costó entre 50 y 70 mil vidas y dejó una herida en el sistema político que hasta hoy sigue sangrando.
.  
 
 
 

 

José Rodríguez Elizondo
Domingo, 14 de Marzo 2021



Facebook Twitter LinkedIn Digg Google Meneame Viadeo Pinterest

Bitácora

4votos
Terrorismo comparado. Entrevista José Rodríguez Elizondo

El periodista Pedro Schwarze, del medio online Ex-Ante, me sometió a un interesante interrogatorio sobre mi experiencia peruana con el terrorismo de Sendero Luminoso, a propósito del reconocimiento de que en el sur de Chile hay síntomas de terrorismo en desarrollo


 
José Rodríguez Elizondo. Crédito: IES Chile.


Para el periodista y escritor José Rodríguez Elizondo, los políticos tienen una “tremenda responsabilidad” cuando se demoran en asumir que los fenómenos de violencia incontrolada son temas de Estado, como es el caso de la Arucanía. En su exilio de la dictadura de Pinochet trabajó como periodista en importantes medios de Perú (1976 y 1986), y  presenció el surgimiento de Sendero Luminoso y la escalada terrorista y represiva que duró más de una década y dejó casi 70.000 muertos.

 

¿Es posible tomar algo de la experiencia peruana para buscar salidas o soluciones a la situación de violencia que se está viviendo en la Araucanía?

No sólo es posible. Es obligatorio. La historia de Sendero Luminoso es un paradigma en cualquier país democrático en que se perciban síntomas de una escalada violencia-terrorismo. Me explico: Sendero Luminoso germinó, silencioso, durante la segunda fase de la revolución militar peruana, explosionó durante los gobiernos democráticos sucesivos de Fernando Belaúnde y Alan García. Entonces llegó a una especie de empate estratégico con el Estado y sólo fue derrotado por el autogolpista Alberto Fujimori. Es decir, con la democracia abolida y los derechos humanos desconsiderados.

Desde la primera acción de Sendero Luminoso, la quema de unas urnas de votos en 1980, hasta que Belaúnde Terry declaró el estado de emergencia y puso a las fuerzas armadas a luchar contra Sendero, pasaron dos años. ¿Fue una decisión tardía? ¿Fue la decisión correcta?

Nunca hay respuestas simples para problemas complejos. Si fue una decisión tardía no fue una decisión correcta y discutirlo puede ser escapista. Como testigo-periodista de las primeras fases, creo que el centralismo limeño llevó a subestimar los hechos de carácter violento que sucedían en Ayacucho. La primera acción senderista en la capital, en 1982, fue considerada un happening macabro: ¡¿perros colgados de las luminarias callejeras con letreros alusivos a Deng Xiaoping y otros “revisionistas” chinos!?… Cosa de maoístas locos.

¿La demora en lanzar la lucha más directa se debió a que se ignoraba qué era Sendero y qué alcance podían tener? ¿Faltó inteligencia?

Hubo una mezcla de ignorancia de la historia política comparada, en los políticos; de falta de inteligencia estratégica en el terreno, por parte de las fuerzas de seguridad, y de normalización de las polémicas entre las izquierdas extremas en el sistema. Esto hizo que nadie entendiera las complejidades del impacto de la Revolución Cultural china en esas izquierdas. Sendero parecía, entonces, un fenómeno entre pasajero y exótico. No podía tomarse en serio a su líder, Abimael Guzmán, cuando se autoproclamaba “cuarta espada de la revolución mundial”. Es decir, legatario directo de Marx, Lenin y el propio Mao.

¿No bastaba con la policía para reducir a Sendero Luminoso?

Cinco violentistas pueden ser una pandilla de abigeos, pero mil militantes ideologizados, armados y con estrategia clara son un ejército. Eso pasó con Sendero. Ante una autoridad perpleja, sus efectivos aumentaron en números y sus acciones terroristas en ubicuidad e intensidad. Incluso llegaron hasta Lima y fue entonces cuando se asumió que la policía estaba desbordada. La opción gubernamental fue la intervención militar progresiva. Primero como apoyo logístico a la policía y luego, con la policía detrás. Ayacucho, de teatro de operaciones único y lejano, se convirtió en escenario matriz de la insurrección.

¿Esa inacción inicial del gobierno de Belaúnde Terry posibilitó la aparición de otros grupos como el MRTA en 1982?

Así como el guerrillerismo castrista de los años 60 —dictadura militar de Juan Velasco Alvarado— fue una alternativa a otras organizaciones de izquierda revolucionaria, Sendero produjo una alternativa revolucionaria de otro signo ideológico: el MRTA que, a mi juicio, oscilaba entre el aprismo primigenio y el guevarismo.

¿Los militares, por su formación en una guerra convencional contra otro Ejército, están preparados para la lucha contrainsurgente? ¿Lo estaban entonces los militares peruanos?

Yo creo que entonces no lo estaban, por la especificidad de una guerra interna con base campesina, inspirada en los textos de Mao y con un líder creativo. La mejor prueba es que esos mismos militares habían derrotado, en cuestión de meses, la guerrilla castrista de los 60. Por eso, trataron de enfrentar la nueva complejidad con métodos equivalentes a los de una guerra convencional… y eso era impensable en un Estado democrático. De ahí que durante los gobiernos de Belaúnde y García se llegara a un empate estratégico. Sendero solo fue derrotado por la dictadura de Alberto Fujimori, que permitió a los militares operar con libertad casi total.

¿Están preparados ahora los militares chilenos?

En cuanto militares modernos no solo están preparados para su función histórica de defender al país propio, en una guerra convencional. También lo están para actuar en otros y muy variados tipos de guerra. Además, tienen el precedente de las guerras campesinas asiáticas y la muy especial de Sendero Luminoso. Pero, permítame decir que, en todas las hipótesis de contrainsurgencia, el problema es el costo en potencial disuasivo.

¿En qué consiste ese costo?

Combatir contra enemigos extranjeros suele tener una lectura épica. Produce un momentum de unidad nacional. Combatir contra connacionales que se pretenden representativos de una parte del país, confirma una división interna de carácter dramático. Además, si el proceso es de larga duración, puede darse un costo adicional: desmoralización y/o división en las propias fuerzas armadas y policiales. En todos los casos, se reduce el potencial nacional de disuasión. Un literal circulo vicioso.

Entonces, ¿tampoco hay solución militar?

En rigor, cuando se deja madurar la violencia más allá de lo prudente, no hay solución político-militar-policial que mantenga incólume el Estado democrático de derecho e intangibles los derechos humanos. Entonces, intervenir o no intervenir tiene costos negativos y los chilenos lo sabemos por experiencia. Por lo dicho, no cabe soslayar la tremenda responsabilidad de los políticos que “se atrasan” en asumir que los fenómenos de violencia incontrolada son temas de Estado. Y, peor, todavía, si estiman que son una buena oportunidad para desestabilizar al gobierno.

¿Se puede afirmar que todos saben cuándo entran las fuerzas armadas en la lucha contrainsurgente pero nadie sabe cuándo es el momento apropiado para retirarlas? ¿Es difícil hacer volver a los militares a los cuarteles?

Estamos en otro momento histórico-político. En síntesis taquigráfica, creo que después de la Guerra Fría y ante la experiencia venezolana, hoy lo difícil es sacarlos de sus cuarteles.

¿Qué lecciones del caso Sendero Luminoso se pueden rescatar para Chile?

Podrían esbozarse las siguientes:

  1. La violencia tiene una dinámica propia, marginal a los sistemas políticos, y no asumirlo tiene costos incrementales.
  2. El déficit de los liderazgos civiles tiende a inducir o mantener una relación defectuosa con las fuerzas legítimas del Estado, militares y policiales. Esto dificulta o impide una planificación estratégica oportuna respecto a los focos de violencia.
  3. Los servicios de inteligencia son estratégicamente imprescindibles y deben tener un nivel de profesionalidad que les permita transferir su masa informativa a los gobiernos sucesivos.
  4. Establecer una divisoria estática entre una masa social con carencias históricas diferenciadas y grupos políticos extremistas que dicen representarla, es una actitud escapista por parte de la autoridad legítima.
  5. La crisis de las ideologías totales, más la falta de vocación democrática de los políticos extremistas y la ignorancia de otras realidades por parte de los políticos sistémicos, favorece la polarización y ésta contribuye a mutar la violencia en terrorismo.
  6. En el caso de la lección anterior puede llegarse a un punto de no retorno, con estallidos recurrentes y desborde total del Estado democrático de derecho.

¿Qué opina sobre rechazo de la presidenta del Senado, Adriana Muñoz, a la incorporación de los militares a combatir la violencia en la Araucanía?

Me parece un poco simplista. Una visión estática. La eventual militarización, como fue el caso peruano, es el efecto de la polarización o del bloqueo político previos, con responsabilidad de los actores políticos variopintos. Me habría gustado escucharla sobre lo que podría hacer ella, como líder del senado, para impedir que se llegue a esa última ratio del conflicto.


José Rodríguez Elizondo
Lunes, 1 de Marzo 2021



Facebook Twitter LinkedIn Digg Google Meneame Viadeo Pinterest



Editado por
José Rodríguez Elizondo
Ardiel Martinez
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.





Archivo
L M M J V S D
1 2 3 4 5 6 7
8 9 10 11 12 13 14
15 16 17 18 19 20 21
22 23 24 25 26 27 28
29 30          



RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile