CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

El título de esta postal corresponde a una pregunta que se me ha formulado recientemente (1251.- 18-07-2022)


Escribe Antonio Piñero
 
RESPUESTA:
 
En ninguna. Desde el punto de vista la crítica meramente histórica parece imposible que Jesús fuera enterrado en un sepulcro aparte de sus dos correligionarios (muy probablemente), crucificados junto con él (crucifixión colectiva, en una fecha clave de la vida judía, en un lugar con muchísimo público para general escarmiento.
 
Como he dicho y escrito un buen montón de veces, la descripción del entierro de Jesús era básico para la fe cristiana en la resurrección de Jesús, pues pronto comenzaron a correr noticias entre amigos y enemigos de los seguidores de Jesús de que este no había muerto de verdad o que los discípulos habían robado su cuerpo ya semivivo o muerto del todo. Es plausible, pues, que el relato premarcano de la pasión tuviera también noticias del enterramiento y de la tumba vacía. Es en verdad muy improbable históricamente que los romanos dejaran escapar vivos a tres sediciosos y menos en Judea. Pero la mera noticia histórica de la muerte de Jesús fue aparentemente aumentada y embellecida por cada uno de los evangelistas. Para juzgar la historicidad del descendimiento hay que tener en cuenta que existe una tradición paralela en Hch 13,27-29, que es muy diversa a la evangélica.
 
La descripción del entierro de Jesús está íntima e indisolublemente unida a la cuestión “¿Quién bajó a Jesús de la cruz?”. En los Evangelios Sinópticos José actúa solo; en el evangelio de Juan, ayudado de Nicodemo. Esto último tiene todos los visos de ampliación secundaria, no histórica. Aquí entra en juego la tradición recogida por Hch 13,27-29, ya mencionada: «Los habitantes de Jerusalén y sus jefes… 2 8 aunque no encontraron ninguna causa de muerte, pidieron a Pilato que lo eliminara. 2 9 Y cuando cumplieron todo lo que estaba escrito acerca de él, lo bajaron del madero y lo pusieron en el sepulcro». En este pasaje no es un simpatizante de Jesús, sino el Sanedrín, el que ordena el descenso del cuerpo de Jesús (y se supone que de los otros dos condenados) por temor a una impureza ritual en la pascua, para cumplir el precepto de Dt 21,23 (como testifica en general Flavio Josefo, Guerra V 317), y para quitar de en medio el cadáver de un sedicioso antirromano que podría suscitar en realidad el respeto de las turbas. Algunos estudiosos combinan las dos tradiciones asegurando que José de Arimatea era en realidad un representante del Sanedrín, enemigo personal de Jesús, e intentan demostrar que el relato evangélico es aquí, frente a Hechos, sesgado y apologético. De cualquier modo, si se acepta el testimonio de los Hechos, su texto tiene otras consecuencias respecto al enterramiento.
 
Marcos, que no dice que el sepulcro fuera de José, y Lucas / Hechos emplean la misma palabra griega mneméion, que supone una sepultura honorífica. Pero, si los que descendieron el cuerpo fueron «los jefes de los judíos», hay que descartar cualquier honor. Entonces el mencionado mneméion podría estar influido por Isaías 53,9 (“) , ya que el siervo de Yahvé tuvo una sepultura entre los ricos (la primera parte de este oráculo favorece la tradición de Hechos: la tumba del Siervo estuvo entre los malvados). Sabemos por Flavio Josefo que había un lugar fuera de las murallas de Jerusalén para enterrar a los presos comunes; era, por tanto, una fosa común (corroborado por la Misná e indirectamente por Mt 27,7). Y esto es lo más verosímil si se acepta la tradición más difícil que es la de Hechos, aunque algunos la interpreten como antijudía y, por tanto, sospechosa.
 
Sobre la pregunta en general creo que es pertinente el siguiente comentario: sea cual fuere la opción interpretativa, el análisis de los cuatro evangelios lleva al historiador a constatar en el texto de Marcos –y posteriormente en los otros evangelios– un impulso de engrandecimiento y magnificación secundario de todo lo relacionado con la sepultura de Jesús. Respecto a la tumba, algunos estudiosos consideran que, si José era de Arimatea, situada en los montes de Efraín, es poco probable que tuviera su cenotafio familiar en Jerusalén. Juan sostiene que era un huerto, propiedad de alguno de los dos participantes en el entierro, José o Nicodemo.
 
Así que, en síntesis, no hubo un “santo sepulcro”, que es una invención cristiana contraria a la tradición recogida en los Hechos de Apóstoles. Como no tenemos testimonios fiables la respuesta es: probabilísimamente Jesús fue enterrado, junto con sus colegas en una fosa común y jamás pudo encontrarse su cadáver.
 
El no hallazgo del cadáver, deja vía libre al surgimiento de la creencia en la resurrección de Jesús y en las apariciones posteriores.
 
Fuente para esta respuesta: “Los Libros del Nuevo Testamento”, Trotta, Madrid (está ya prevista la aparición de la tercera edición en septiembre o, a más tardar, en octubre 2022), pp. 594. 596.
 
 Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
NOTA:
Entrevista sobre el pensamiento general de Pablo de Tarso:
“Pablo, el incomprendido”:
 
https://youtu.be/FE0tRkszPZE
 
 
 

Lunes, 18 de Julio 2022

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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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