CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

(12-11-2020.- 1147)


¿Hay en verdad una “cristología angélica” detrás de Filipenses 2, 9-11?
Escribe Antonio Piñero
 
Foto: Pablo de Tarso escribiendo Filipenses según El Greco (Wikipedia commons)
 
Sigo mi debate, espero que cortés y educado, con Richard Carrier sobre su afirmación “La descripción más precisa y exacta del pensamiento de los cristianos primitivos era que Jesús era una entidad angélica extraterrestre” (pp. 8–9 de su “Prefacio” a  su obra “Jesus from the outer space”).  
 
He aquí el texto de Filipenses 2,5-11 –uno de los puntos de apoyo de Carrier, en su contexto (no solo los versículos 9-11):
 
5 Tened entre vosotros los mismos pensamientos que los del Mesías, Jesús.
6 El cual, existiendo en forma de Dios,
no consideró rapiña
ser igual a Dios.
7 Sino que se anonadó a sí mismo
tomando forma de esclavo,
llegando a ser semejante a los hombres;
y al encontrarse en condición de hombre,
8 se humilló a sí mismo,
hecho obediente hasta la muerte
y muerte de cruz.
9 Por ello Dios lo exaltó
y le concedió graciosamente el nombre
que está sobre todo nombre.
10 Para que en el nombre de Jesús
toda rodilla se doble
en los cielos, en la tierra y en los abismos,
11 y toda lengua confiese que
Jesús, el Mesías, es señor
para gloria de Dios Padre.
 
Tomo notas ahora, para intentar aclarar este difícil pasaje, de mi libro “Guía para entender a Pablo. Una interpretación del pensamiento paulino”, Trotta, Madrid, 2ª edición de 2018:
 
Se trata sin duda de un himno litúrgico, muy comentado y discutido. No se sabe a ciencia cierta si estos versículos  son una creación de Pablo –según Hch 16,25, Pablo y Silas están en la cárcel y pasan la noche cantando himnos a Dios– o una herencia de judeocristianos que el Apóstol transmite a sus lectores. Sea como fuere, el texto es una composición inspirada en temas judíos de la Sabiduría divina que mora en la tierra (Eclesiástico 24,6-8.10-12), un ser divino, y del Siervo sufriente de Yahvé (Isaías 53), un ser humano, que finalmente triunfa. Pablo quizás exprese una herencia recibida redondeándola con sus propias palabras. Para entender el significado –aunque discutido— de este pasaje da igual una autoría total o parcial paulina.
 
Lo que importa es comprender que el Apóstol, en favor de que la comunidad de seguidores de Jesús tenga una unidad perfecta como grupo, presenta el ejemplo del Mesías como personaje que sabe renunciar a sus prerrogativas en favor de la existencia amorosa, sin fricciones, del conjunto de sus adeptos. Igualmente, los sabios, “fuertes”, o los ricos de la comunidad han de renunciar a sus posibles ínfulas de superioridad, e imitar o tener los mismos pensamientos del Mesías, que se autohumilló renunciando a sus derechos de mostrarse como un ser superior. Ejemplos paulinos de autohumillación del Mesías son, entre otros, Gálatas 3,13-14: “No siendo maldito/se hizo maldito”; 2 Corintios 5,21: “No conocía pecado/se hizo pecado” = Romanos 8,3-4; “Siendo rico/se hizo pobre”: Romanos 8,9.. Esa renuncia es recompensada espléndidamente por la divinidad tras su resurrección y exaltación. Un ángel no resucita, solo un ser humano.
 
Por tanto, el pensamiento del himno parece corresponder a este esquema: un ser superior, el Mesías, padece una notable humillación, sufre la muerte, pero luego –precisamente por esa humillación-- recibe su recompensa: es exaltado notablemente por la divinidad suprema (que Dios “conceda un nombre” significa otorgar a alguien un estado especial).
 
Es discutidísimo entre los estudiosos cuál es la naturaleza del personaje que se humilla, y de ello depende si Pablo pensaba que el Mesías era una entidad divina preexistente –lo que más tarde quedaría formulado en el Prólogo del Evangelio de Juan y alcanzaría su plenitud de definición en el Concilio de Calcedonia del 451–, o bien si, para el Apóstol, el Mesías era humano-divino ciertamente, pero no preexistente.
 
La primera interpretación, tradicional, argumenta que el Mesías, según el himno, es humano pero preexistente. Al existir desde siempre teniendo una forma cercana a la de Dios (recordemos que los judíos de la época el Mesías actuaba como la mano derecha humana de la divinidad en la tierra), tiene que descender del cielo. Se encarna entonces en un ser humano, es decir, adopta la forma de un esclavo y sufre obedientemente hasta la muerte en cruz. Por ello Dios lo exalta de nuevo hasta la plenitud de la divinidad, de modo que recibe la adoración del universo entero. Si el que se autohumilla es preexistente, el Apóstol presentaría a sus lectores un caso formidable y ejemplar de autohumillación que de humano es exaltado por la divinidad al ámbito divino.
 
La segunda interpretación acepta igualmente la intención didáctica de Pablo, pero se opina que para el ejemplo de autohumillación el Apóstol piensa en un mesías también humano pero no preexistente. Al ser el mesías, podría haber tenido en esta tierra una vida digna de un rey o de un héroe con mucho poder, pero se abajó a ser un hombre como los demás, o peor: fue como un esclavo y acabó en la cruz como tal esclavo.
 
El transfondo, de modo obscuro y casi implícito, al tratarse de una composición semipoética, de esta comparación sería doble. Por un lado, a) el relato de la creación según el libro del Génesis en el que se dice que el hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios es semejante a éste (Gn 1,27: “tendría la forma de Dios”). El mesías sería el paradigma del ser humano perfecto, y podría haber vivido una vida excelente.
 
Por otro lado b), la concepción de un mesías humano se apoyaría en otro paradigma: la contraposición entre el primer Adán y Jesús como segundo Adán, que son ambos seres humanos. Tal esquema se halla en textos como Romanos 5,14-15:  “Pero reinó la muerte desde Adán… Pues si por el delito de uno (solo) murieron todos ¡cuánto más la gracia de Dios y el don (otorgado) por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, se ha desbordado sobre todos!”, o 1 Corintios 15,20.45: 20: “Como, pues, en Adán mueren todos, así también en Cristo serán vivificados… Y así está escrito: Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que da vida”).
 
Perdonadme que sea un pesadito: insisto en que, en esta interpretación, el himno sería una reflexión sobre la vida de Jesús, que no fue la existencia gloriosa, como mesías que era, de los señores o héroes con grandes poderes, que eran aclamados como tales en los reinos de la época, sino que se abajó a una vida y muerte de esclavo. Pablo –sostienen algunos estudiosos-- estaría quizás contraponiendo mentalmente las actitudes y la actuación política y humana de un gobernante malvado, Nerón en esa época, a la del Mesías que obró radicalmente al revés.
 
Esta segunda exégesis hace hincapié en la dificultad enorme de aceptar la preexistencia de un ser a quien Dios luego resucita (la exaltación a los cielos es también una forma antigua del judeocristianismo para expresar la resurrección de un ser humano: insisto ¡un ángel no resucita!) para ser situado por Dios  en una posición privilegiada. Entonces sería claro que en la segunda parte del himno se hablaría de una divinidad suprema y de una entidad inferior que es exaltada posteriormente al rango divino; de ningún modo se expresa la igualdad, por así decirlo, de sustancia divina entre el Mesías /ángel y Dios.
 
De cualquier modo, en las dos interpretaciones, el premio a la humillación es deslumbrante: o bien se recobra externamente el estatus divino que nunca se perdió, o bien la divinidad exalta al Mesías humano hasta un rango divino tras su resurrección: hay, pues, una apoteosis. Esta segunda interpretación es minoritaria y menos conocida, pero va ganando terreno.
 
Personalmente me inclino por esta segunda opción, que veo en conjunto más congruente con el pensamiento global de un Pablo judío y practicante, aunque debe confesarse que el v. 6 es difícil. No es lo mismo en griego ser un eikôn, una “imagen” de Dios, que “existir en forma de” (griego en morphéi theoû hypárchein) de Dios, que apunta hacia la unidad de forma y sustancia. Estaríamos en uno de los casos difíciles de imprecisión retórica en los que Pablo, que está pensando siempre en el Cristo celestial, retroproyecta poéticamente al Jesús humano cualidades divinas, como en 1 Corintios 10,4 y 15,45-49.
 
Y ahora la aplicación a la tesis de Carrier:
¿Era esta posible interpretación paulina una muestra de lo que pensaba “la mayoría de los cristianos”? No lo sé. Pero desde luego no parece que Pablo esté pensando solo en alguien que viene del exterior puramente. E igualmente me parece que no veo que haya aquí una “cristología angélica”.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
 
NOTA:
Brenda Baluarte de Perú me hizo la siguiente entrevista:
https://youtu.be/yNawhcmgank

Jueves, 12 de Noviembre 2020

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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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