CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Jesús y el infierno eterno (y II) (18-07-2018) (1013)

 Hoy escribe Antonio Piñero
 
Foto: el infierno en “La Divina Comedia” de Dante (tomado de Internet)
 
Prometí el día pasado que como fin a esta pequeña serie sobre la ética de Jesús de la mano de R. Armengol y su libro del 2018 de Editorial Carena, “La moral, el mal y la conciencia. El poder de las ideologías en la formación de la conciencia moral”, discutiría brevemente si los argumentos ofrecidos Armengol en contra de que Jesús sostuviera un castigo eterno para los malvados son o no válidos.
 
Mi argumento general es que no son válidos ya que a) la tradición, en este punto, parece firme sobre Jesús y, además, b) está de acuerdo con otros pensadores apocalípticos judíos de la época en torno a Jesús.
 
A. Creo que la tradición sobre el castigo eterno para los malvados preconizado por Jesús está fundado en una tradición que en su núcleo debe considerarse auténtica, por más que nos pese, ya que cumple con el criterio de historicidad de la múltiple atestiguación (en fuentes distintas o en géneros literarios distintos).
 
Es cierto que la combinación fuego eterno + gehena/hades/infierno aparece sobre todo en el Evangelio de Mateo, unas diez veces (englobo la doctrina al respecto del maestro de Jesús, Juan Bautista), y que es más escaso en los otros evangelistas, Lucas (3 veces: 8,9.17; 12,5) y en su fuente principal, Marcos otras tres (9,43.45.47); Mateo tiene, pues, 1. otras fuentes distintas;  y 2. géneros literarios distintos (por ejemplo, parábolas, apotegmas, diálogos polémicos), tenemos en Mateo (tradición sobre Juan Bautista 3,10.12/apotegma o similar: 5,22/parábola: Mt 13,42.50).
 
B. Ese pensamiento es concorde (criterio de coherencia) con otro pensamiento de Jesús como la condena a poblaciones casi enteras (de Corazín, Betsaida y Cafarnaún) a un castigo eterno como aparece en la Fuente Q = Lc 10,13-15/ Mt 11,21-24. No es destrucción sin más, sino castigo por siempre jamás.
 
C. Este es el pensamiento común de la apocalíptica de la época tanto fuera del Nuevo Testamento como dentro (criterio de plausibilidad histórica):
 
1. Fuera del Nuevo Testamento. Ejemplos:

· del fuego eterno y su naturaleza, que destroza a los impíos: Profecía de  Histaspes, frag. VII 3-7; Antigüedades Bíblicas del Pseudo Filón: 18,10; 63,2; Testamento de los XII Patriarcas, Testamento de Zabulón 10,2; 3 Baruc 4,1; I Henoc 91,9-10 = IV 124; Oráculos Sibilinos  IV, 171-178;

· de la gehena como castigo eterno:  2 Baruc 85,13; I Henoc 26,4; 27,2s ; IV Esdras 7,36.38; Oráculos Sibilinos  II, 291
Todos estos textos están en traducción castellana en la colección Apócrifos del Antiguo Testamento de Ediciones Cristiandad.
 
2. Dentro del Nuevo Testamento. Ejemplo del Apocalipsis. Al igual que el autor de esta obra esel que refleja con más claridad que habrá una primera fase del reino de Dios sobre esta tierra (no celeste) =  20,4-7 y también en Mc 10,30 casi como excepción.
 
Respecto al Evangelio de Juan opina que es suficiente el siguiente pasaje que cita Armengol mismo en p. 374: «Si alguno no permanece en mí, es cortado y se seca, lo mismo que los sarmientos; luego los recogen y los echan al fuego para que ardan» (Jn 15, 6). El texto de Jn 3,16: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» es muy ambiguo y nada dice con exactitud que los malvados e increyentes una vez muertos vayan a ser simplemente aniquilados de modo que no sufran un castigo eterno
 
Escribía yo en el Blog el día 30 de octubre de 2007
 
El Nuevo Testamento menciona el Hades diez veces y la Gehenna, doce. El primer vocablo representa el mundo subterráneo de los muertos y se corresponde con bastante exactitud al hebreo sheol. Se halla en las profundidades de la tierra (Mateo 11,23), tiene puertas gigantescas (Mt 16,18). Se trata de un lugar de paso a donde descienden las almas después de la muerte (Lucas 16,23; Hechos de los Apóstoles 1,18), pero las devuelve después de la muerte (Apocalipsis 20,13). Como puede verse el Diablo no desempeña en este reino ningún papel.
 
Según otra concepción, representada por la Primera Epístola de Pedro (3,19), sólo las almas de los increyentes descienden al Hades. Cuando Jesús, tras su muerte, baja a este lugar (1 Pedro 3,19; 4,6: una concepción que se halla en otras concepciones religiosas, por ejemplo el descenso de la diosa Isis al infierno; el de Ulises o Eneas, etc.) no va a luchar contra el Demonio y arrebatarle su presa (no hay tal), sino solamente a predicar el evangelio a los justos ya difuntos y prepararlos para su resurrección. Aquí es como si el diablo no existiera.
 
La Gehenna o infierno se diferencia del Hades en que no es un sitio de paso, sino el lugar de perpetuo castigo de las almas perversas. Pero –curiosamente para nuestra mentalidad de hoy- tampoco el Demonio tiene que ver nada en principio con este ámbito según el Nuevo Testamento. Sólo la fantasía posterior (partiendo de tradiciones como las reflejadas en el Apocalipsis, que hemos visto antes) unirá Infierno con el Diablo, como se ve ya en el Evangelio apócrifo de Nicodemo . El cristianismo se une así a otras religiones que tienen representaciones parecidas. Concepciones de este estilo de Infierno son corrientes en la literatura latina y griega, de donde el cristianismo toma con seguridad sus ideas. Pero estas concepciones se repiten: en el “infierno” de algunas creencias orientales, por ejemplo, existe el tipo divinidad juez del mundo subterráneo que controla como un burócrata el lugar de castigo, en el que una serie de “demonios” con variados instrumentos de tortura atormentan a los condenados.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html  

Miércoles, 18 de Julio 2018

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Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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