CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
 ¿LA FE CRISTIANA CONCILIA BIEN CON LA REENCARNACIÓN? Biblia y reencarnación. “Compartir” (261) de 16 de agosto 2018 Preguntas y respuestas.
 Hoy escribe Antonio Piñero
 
 
Es la última parte de esta cuestión tan interesante. El preguntante me ha ahorrado el trabajo de reunir los textos
 
 
He aquí, pues, la tercera parte
 
 
¿LA FE CRISTIANA CONCILIA BIEN CON LA REENCARNACIÓN?
 
 
La fe judeocristiana revela al ser humano como un ser único e irrepetible, pero la cristiana en concreto atestigua la resurrección y revela que las personas cuando mueren van al encuentro del Señor; nadie reencarna en otro cuerpo, ni tampoco queda vagando como un espíritu por el mundo (o en otras dimensiones o planetas), según mantienen determinados espiritistas.
 
 
Para la fe cristiana el ser humano tiene un identidad única en cuerpo y alma, y no hay karma, ya que existe el perdón de Dios Padre que salva. Jesús mismo le dice al ladrón en la cruz: «Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso.» (Lc. 23, 39). Es decir, encontramos aquí un ladrón sin karmas y reencarnaciones que sólo por arrepentimiento manifestado de corazón ante el Enviado de Dios llega al cielo definitivo.
 
 
     Creer en el amor infinito de un Dios que salva y perdona, parece no admitir la soledad de estar en manos de una ley fría y universal de causa y efecto. Además para una antropología cristiana, la reencarnación banaliza la muerte, el cuerpo y la propia identidad, siendo solo realidades accidentales.
 
 
     La Biblia pone sus acentos de revelación judeocristiana en algo muy distinto a lo que se entiende como reencarnación:
 
 
     «Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno. Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas por toda la eternidad.» (Daniel 12,2-3).
 
 
     «Al llegar a su último suspiro dijo: Tú, criminal, nos privas de la vida presente, pero el Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna.» (2 Macabeos 7,9).
 
 
     «Pues de no esperar que los caídos resucitarían, habría sido superfluo y necio rogar por los muertos...» (2 Macabeos 12,44).
 
 
     «Las almas de los justos están en las manos de Dios y no les alcanzará tormento alguno. A los ojos de los insensatos parecía que habían muerto; se tuvo por quebranto su salida y su partida de entre nosotros por completa destrucción: pero ellos están en paz.» (Sabiduría, 3,1-3).
 
 
     «Está establecido a los hombres que mueran una sola vez, y luego el juicio...» (Hebreos 9,27)
 
 
     El mismo San Pablo afirma que si Cristo resucitó todos resucitaremos y que la fe cristiana
está apoyada en la resurrección de Cristo (cf. 1 Cor 15). Y al leer este capítulo de la Primera Carta a los Corintios, es evidente que nuestra resurrección es como la de Jesucristo, por lo que hay una vida nueva y definitiva, no un paseo por diferentes cuerpos.
 
     El Catecismo de la Iglesia católica señala al respecto: «En la muerte, Dios llama al hombre hacia sí. Por eso, el cristiano puede experimentar hacia la muerte un deseo semejante al de San Pablo: "Deseo partir y estar con Cristo" (Fil 1,23).»
 
     La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino. «Cuando ha tenido fin “el único curso de nuestra vida terrena”, ya no volveremos a otras vidas terrenas. Está establecido a los hombres que mueran una sola vez (Heb 9,27). No hay reencarnación después de la muerte.» (CIC 1011-1013 [CIC = Codex Iuris Canonici o Código de Derecho Canónico]).
 
 
     La Iglesia en líneas generales siempre ha mantenido que a la muerte le sigue inmediatamente el juicio, el encuentro con Dios. «Del mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y que vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado... y que los resucitará en el último día... Creer en la resurrección de los muertos desde sus comienzos es un elemento esencia de la fe cristiana... somos cristianos por creer en ella.» (CIC 989-991)
 
 
     La Iglesia enseña que esta es la única vida terrena decisiva y el destino del hombre se decide irrevocablemente en esta vida.
 
 
     Además, la creencia en la reencarnación parece negar la necesidad de salvación, ya que cada uno se salvaría a sí mismo, en un camino de superación individual de causa-efecto. En cambio en la fe cristiana la doctrina dicta que somos salvados gratuitamente por Dios, que Jesucristo cargó con nuestros pecados y que nos regala su perdón y la vida eterna.
 
 
     Para la fe cristiana queda excluida toda concepción cíclica del mundo, pues el hombre tiene una historia única delante de Dios, porque Dios le ha creado y querido como ser único e irrepetible. La manifestación gloriosa de Jesucristo al final de los tiempos es el punto final de la historia, no hay para esta fe un ciclo interminable de historias.
 
 
     Por lo tanto, yo diría, sin estar seguro al cien por cien, que la reencarnación no es una creencia propiamente judía ni cristiana; incluso, quizás choca con los fundamentos de la doctrina cristiana. Al menos, no parece que la reencarnación tenga nada que ver con el destino que san Agustín, en «La Ciudad de Dios», piensa que le espera al cristiano más allá de la muerte: «Cristo ha muerto una sola vez por nuestros pecados; resucitado de entre los muertos, no muere ya y la muerte no tiene dominio sobre Él. También nosotros después de la resurrección, estaremos siempre con el Señor al que ahora decimos con el salmo: “Tú, Señor, nos guardarás y nos custodiarás desde esta generación eternamente.”».
 
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html  
 

Jueves, 16 de Agosto 2018

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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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