CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
La política religiosa del dios-hombre (y IV) (933)
Escribe Antonio Piñero
 
 
 
Termino hoy de comentar el artículo del Prof. S. Perea, del libro de la editorial Signifer, “Ideología y Religión en el mundo romano” (véase “Índice” del libro en el nº 928 del 28-10-17) sobre inscripciones que alaban a Augusto como benefactor, protector, aportador de la paz universal. Hay al final del artículo unos párrafos del Dr. Perea que vienen como anillo al dedo para comparar la política de Augusto sobre él mismo como hombre-dios, la “preparación evangélica” que eso suponía para la futura expansión del cristianismo y para la subsiguiente guerra política religiosa entre dos religiones: ese mismo cristianismo y el culto al soberano incardinado dentro de la religión grecorromana general que pugnaban por el reconocimiento: no hay dos señores y dos hombres que son dios, sino solo uno, y ese es Jesús… sostenían los cristianos: ¡en absoluto el emperador!
 
 
 
“Augusto, haciendo política ―en realidad política religiosa o religión politizada― había jugado la baza irracional de los sentimientos de afecto hacia su persona, vehiculados a través de las muestras públicas y ceremoniales. La clave del éxito fue haber perpetuado siempre el recuerdo de la amenaza en que se encontraba la República tras la muerte de César (año 44) y la batalla de Actium (año 31).
 
 
 
»Vencidos los enemigos, por él mismo, y desde el principio, Octavio-Augusto se exhibe como Salvador. Y al mismo tiempo que se perpetúa el recuerdo del peligro de antaño, se insiste en los beneficios de la paz de hogaño. Es un estado de solaz prosperidad y estabilidad política que Winstrand denomina «felicitas imperatoria», que en el caso de Augusto no está exenta de cierto carácter «mesiánico» en el sentido político que apunta este autor. Augusto sembró la idea política ―expresada y difundida a través de la literatura, del arte y de la religión― de que «solo alguien con cualidades superiores a las de un mero hombre» es capaz de tal hazaña”.     
 
 
 
Cita aquí el Dr. Perea a Bringmann, K., Augusto, Herder, Barcelona, 2008, p. 232:    
 
 
«El régimen de Augusto orientado a la implantación del derecho y la justicia encontraba más adhesiones de lo que permite suponer [...] La gratitud al «salvador de la humanidad» tuvo su plasmación, según el uso de la Antigüedad, en un torrente de homenajes. Su punto culminante lo encontró en el llamado culto al Emperador. Éste hundía sus raíces en la idea extendida en el Oriente helenístico de que en una actuación beneficiosa que excediera el rasero humano corriente se ponía de manifiesto una fuerza sobrehumana, divina. Con esa clase de culto habían sido venerados los reyes helénicos, y desde que Roma accedió al papel de poder universal, en el Oriente conoció culto divino no sólo dicho poder, sino también sus representantes». 46 Sobre el culto a los reyes en las monarquías helenísticas como fundamento político del culto imperial romano,   
 
 
Continúa Perea:    
 
 
“Esta idea seminal heroica está ya claramente expresada en la Eneida de Virgilio. Solo cabía dejar que la semilla fructificase, y que se multiplicara para luego recoger la cosecha. Por otro lado, la idea de un «superhombre» (muchos siglos antes de ser formulada filosóficamente por Nietzsche), o de un hombre carismático, ya existía en la esfera religiosa en las monarquías helenísticas, asociando la realeza a la divinidad.
 
 
 
»De ahí que, con toda naturalidad, en Asia, las ciudades y sus magistrados no muestren rubor alguno al considerar oficialmente a Augusto como Dios viviente ―las inscripciones que hemos visto son documentos oficiales―, pero lo mismo puede decirse de los votos privados que exhiben si cabe aún más piedad. Ningún humano podía aspirar a algo más sublime; a ser Dios y, aún más, un dios que se jacta, gozoso, de haber traído al mundo entero la Paz. Conscientemente o no, Augusto había hecho realidad la utopía escrita por Cicerón en el Sueño de Escipión”.
 
 
 
El próximo día complementaré un tanto las ideas básicas del culto al emperador y veré cómo esa idea estaba plenamente arraigada en el mundo griego desde hacía al menos cuatro siglos…., por tanto muy dentro del espíritu de muchas gentes.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.ciudadanojesus.com 

Miércoles, 8 de Noviembre 2017

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Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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