CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Las cartas de “Pedro” en el Nuevo Testamento: ningún sustento para la “Gran Iglesia Petrina” (27-05-19. 1066)

 
 
Escribe Antonio Piñero
 
 
Continúo hoy exponiendo mis argumentos sobre la inexistencia de una Gran Iglesia Petrina con un método quizás curioso para algunos, a saber, tomar argumentos de las palabras de un investigador que aboga por la existencia de tal Gran Iglesia, fundada más bien en hipótesis sobre el apóstol Pedro. Se trata de James D. G. Dunn en su capítulo sobre “Pedro” (48.1) de su obra “Ni judío ni griego”, publicada por Verbo Divino en 2018 (analizo las pp. 773ss), que llevo un cierto tiempo comentando.
 
 
En ninguna parte se dice expresamente en este capítulo que 1 Pedro es una carta espuria. Hay, sin embargo, un cierto consenso: no fue compuesta por Pedro, sino por un discípulo de Pablo. Ni tampoco lo dice nunca claramente Dunn en el capítulo 37.3 (vol. II del tomo 2, pp. 1308-1331) en donde la había tratado con mayor profundidad.
 
 
De este último volumen entresaco algunas expresiones interesantes:
 
 
“El consenso de los investigadores es que 1 Pedro no pudo haber sido escrita por Pedro, y que seguramente su composición se debe a un miembro de la segunda generación cristiana”. Y luego cita el “Comentario” de Paul Achtemeier, I Peter (colección Hermenia; Fortres Press, Minneapolis, de 1996): “La calidad del griego de esta epístola hace muy dudoso que esta epístola fuera escrita por un pescador galileo…; desde el unto de visto estilística es la mejor prosa del Nuevo Testamento”… Cuesta imaginar que alguien como el Pedro descrito en los Evangelios poseyera ese conocimiento y esa capacidad” (p. 118, n. 35 de Achtemeier).
 
 
Ahora bien: hay una puerta abierta para la presunta autoría de Pedro: 1 Pedro en 5,12-13 afirma que “Por medio de Silvano, a quien tengo por hermano fiel, os he escrito brevemente, exhortándoos y atestiguándoos que esta es la verdadera gracia de Dios; perseverad en ella. Os saluda la que está en Babilonia, elegida como vosotros, así como mi hijo Marcos”. Es decir, que la redacción se debe a ese personaje, pero el pensamiento teológico puede ser de Pedro. Sin embargo, no conozco ningún crítico independiente, e incluso muchísimos, la mayoría, de los confesionales, que no sostenga que esas frases son el producto del falsario para autentificar su propia producción con el nombre de Pedro.
 
 
Lo curioso de la carta, 1 Pedro, “es la falta de recuerdos personales de la vida de Jesús, algo que uno seguramente no esperaría de alguien que le había acompañado desde el ministerio en Galilea hasta la resurrección”. Y añade Dunn (p. 1312): “El sabor intensamente paulino de la carta, tanto en el lenguaje como en el contenido, y el uso evidente de otras tradiciones primitivas cristianas parecen inesperados en alguien que seguramente tendría su propia manera de entender y expresar la fe cristiana”.
 
 
Entiéndase, pues claramente: en 1 Pedro no hay nada específicamente petrino, y sí mucho específicamente paulino. Por eso, no entiendo cómo J. Dunn formula la siguiente afirmación: “Difícilmente podemos evitar preguntarnos si en los puntos de acuerdo no había tanta o más influencia de Pedro en Pablo que viceversa y si parte de la enseñanza de Pablo no es tan petrina como 1 Pedro paulina”.  Me pregunto cómo puede afirmarse esto último si se ha confesado antes que de Pedro tenemos muchas anécdotas en el Nuevo Testamento (en los Evangelios especialmente y en Hechos), pero muy poca teología específica que no pueda presuponerse con toda razón que el la común judeocristiana…; eso sí afirmando a la vez que “Pedro era probablemente más conciliador que Pablo o que Santiago”… La prueba de esto último procede Pablo mismo en Gálatas 2,11-14, donde se relata a la vez que Pedro se arrepintió de ser conciliador con los paganocristianos y que dejó de comer con ellos siguiendo las ideas de Santiago, no las de Pablo.
 
 
Tampoco entiendo –si no hay documentación alguna, sino solo la misma carta de 1 Pedro, cuya autoría se pone en duda– que se pueda afirmar con tanta desenvoltura que Pedro viajó intensamente por zonas de Asia Menor (Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia) predicando el evangelio de que Jesús era el mesías solo a judíos, circuncisos (Gálatas 2,8-9)…, pero ¡enseñándoles ideas propias de Pablo en un terreno que era también el propio de la actividad misionera de Pablo!  Y tampoco se entiende cómo Pedro viajaría entre judíos para misionarlos utilizando una Biblia alejandrina en griego (los LXX: p. 1311 de J. Dunn) y no una Biblia hebrea o targumes arameos, que eran los propios de su lengua materna, y que é podría traducir. ¡No me imagino al Pedro de Gálatas utilizando una Biblia en griego!
 
 
Volvamos ahora al volumen IV con el que iniciábamos el comentario de esta postal. Escribe nuestro autor, Dunn: “Las carta atribuidas a Pedro, 1 Pe y 2 Pe no proporcionan un punto de partida (para entender la teología y la figura de Pedro) tanto como podríamos haber esperado… La frustración con 1 Pedro es intensa… 1 Pedro parece poco convincente como representante de la enseñanza característica de aquel a la fue atribuida…. Sabemos tan poco sobre lo que fue distintivo en la predicación y enseñanza de Pedro por las otras fuentes del Nuevo Testamento, que andamos casi a ciegas respecto si debemos considerar que 1 Pedro representa la distintividad de Pedro”.
 
Precisamente este es mi argumento: ¿Cómo puede decirse que existía una Gran Iglesia petrina unificadora y unificante ya a finales del siglo I…, si su base, Pedro, no ha dejado casi rastro alguno?
 
 
Además:
 
“Un punto muy interesante de 1 Pedro es el carácter muy paulino de la carta… lo que va a contrapelo de lo que podría deducirse de pasajes de Gal 2,12 (riña de Pablo a Pedro) y 1 Corintios 1,12 (“Me refiero a que cada uno de vosotros dice: «Yo soy de Pablo», «Yo de Apolo», «Yo de Cefas», «Yo de Cristo»”), que Pedro y Pablo eran opuestos en cuanto a aquello que resaltaban en su predicación y enseñanza” (así Dunn en la p. 776 del vol. IV).
 
 
Y esto me va a dar pie para exponer, también con palabras de Dunn, cuán paulina es la teología de 1 Pedro en la siguiente postal.
 
 
Por ahora tenemos una propuesta bastante segura y que va tomando cuerpo: visto el testimonio el Nuevo Testamento y otros autores de la iglesia primitiva, pienso que es bastante más explicativa mi hipótesis: la “Gran Iglesia Petrina” es una invención, un hallazgo voluntario de los discípulos de Pablo (los que componen el Nuevo Testamento) para unir a Pablo con Pedro, artificialmente, para soslayar la acusación de que Pablo no era un verdadero apóstol porque “no había convivido con el Señor”, y porque su evangelio procedía de visiones, mientras que el de Pedro venía del contacto directo de Jesús.
 
 
Si se construye el teologuema, por parte de los paulinos, de que Pedro es el gran amigo de Pablo (al menos en el fondo), que están los dos de acuerdo y que la gran iglesia petrina abraza a la paulina…. está todo resuelto… Hechos de apóstoles es el gran testimonio de esta tendencia: Pedro como Pablo; Pablo como Pedro. A partir de las pistas que van dejando los seguidores de Pablo, la moderna teología edifica el constructum de la “Gran Iglesia petrina”, pero solo con meras afirmaciones –dándolo todo por supuesto– y prácticamente nunca sin aportar pruebas.
 
 
Veremos, pues, el próximo día el paulinismo de 1 Pedro con palabras no mías, sino de James D. G. Dunn.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html

Lunes, 27 de Mayo 2019

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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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