CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

(11-11-2021.- 1195)


“Redescubrir a Jesús de Nazaret”. La importancia de la tradición oral

 Escribe Antonio Piñero
 
El capítulo 2 del librito de James D. G. Dunn, que empecé a comentar en la postal anterior se titula: “Antes de los Evangelios. ¿Qué significa recordar a Jesús en los primeros momentos?”, y tiene que ver con el planteamiento que el estudioso de los Evangelios debe tener ante la tradición oral. Esta es la base indudable –según Dunn– de los escritos evangélicos.
 
El problema radical de la investigación consiste en que emprendió su camino en serio de estudio y crítica cuando ya se había inventado la imprenta, y cuando se consideraron a los Evangelio como un estricto producto de la literatura, no oral, sino plenamente escrita. Gran error, porque no es así, sostiene Dunn. Al ser los seguidores de Jerusalén en su gran mayoría analfabetos funcionales (como se dijo igualmente en la postal anterior), toda la transmisión primigenia sobre Jesús fue oral. El “paradigma literario” para comprender a los Evangelios es del todo punto insuficiente.
 
Argumenta Dunn que en la tarea del método denominado “Historia de las formas” para indagar hacia el fondo en los diversos estratos de los evangelios hasta llegar a lo que pudo proceder genuinamente de Jesús, sentenciaba que cada estrato evangélico fue un documento escrito. Esto no es verdad. Así que si el método es erróneo, las conclusiones lo serán igualmente. Opina Dunn: si se sigue el método de la “Historia de las formas”, la triste conclusión es que entre la muerte de Jesús y las primeras manifestaciones/recogidas de material escritas pasaron unos 20 años, y que no hay manera de llenar ese hueco.
 
La solución, según Dunn, consiste en estudiar a fondo cómo se comportaba la tradición oral en el siglo I y en Israel en concreto. Y si se hace correctamente esta investigación…, ocurrirá que caeremos en la cuenta de que no existe ese hueco de 20 años, ese absoluto vacío, sino que la tradición oral se forma tanto en la vida de Jesús como inmediatísimamente después…, sin dilación alguna. De ello se deduce que gracias a la tradición oral estamos prácticamente tocando con la punta de los dedos aquello que puede saberse del Jesús histórico.
 
Dunn emprende una suerte de minihistoria de los métodos modernos para el estudio de la tradición oral, del comportamiento individual de la memoria individual y colectiva, de si existen o no leyes que permitan discernir entre lo que se olvida voluntariamente, porque no interesa, y lo que la memoria añade porque sí interesa.
 
Dunn rechaza como improcedentes los estudios sobre las sagas homéricas y el folklore yugoeslavo antiguo (Milman Parry), y considera más oportuno el examen  moderno del comportamiento de la memoria social y cultural: Esta estudia cómo se  generan las tradiciones que afectan a grupos sociales consistentes dentro de sociedades cuya cultura se basaba sobre todo en la tradición oral. Por ejemplo, la de los judíos, en la cual –aunque su Biblia se hallaba codificaba por escrito– la gente no la leía, sino que la escuchaba y la aprendía de memoria….
Dunn, a base de estos estudios, puede describir con seguridad los rasgos de esa tradición oral.
Primero la tradición es ante todo una representación semiteatral y es como revivir un acontecimiento. Segundo: la tradición oral es esencialmente comunitaria. Tercero: en esa representación podía haber ciertas variaciones debidas a las circunstancias…, pero era de algún modo algo formalmente controlado; el transmitente no podía inventarse nada sustancial porque había maestros en la comunidad o escribas que conocían la tradición y no se lo permitirían. La tradición era, por lo tanto, algo fiable. Cuarto: no había estrictamente una versión original de la que dependieran las distintas y posteriores “representaciones”, sino que ya desde su origen tenía pequeñas variantes. Quinto rasgo (consecuente): la tradición es “firmeza y flexibilidad; estabilidad y diversidad”.
 
Todo ello conduce a una conclusión: el núcleo estricto de la tradición es fiable y correcto. Y esta conclusión empalma con la del capítulo anterior: la fe en Jesús empieza en su vida misma, no después de la creencia en su resurrección: es prepascual y no postpascual. La fiabilidad histórica de los Evangelios en su núcleo queda así vindicada. El impacto de Jesús sobre sus seguidores hizo que la tradición sobre él comenzara en su vida misma. Y tras su muerte se transformó en recuerdos fidedignos.
 
Toda esta teoría está bien construida. Pero se encuentra con tres grandes e insuperables dificultades, en mi opinión:
 
1. Los evangelistas se copian unos a otros cuando la tradición ya está formada, y la varían sustancialmente: de ahí que gracias a esas variaciones, la denominada “Crítica de la redacción” puede escribir libros sobre la teología de específica acerca de Jesús de Mateo, de Lucas  e incluso de Juan… todo ello después del primer Evangelio, Marcos. Y acerca de este evangelista–tras muchos y concienzudos estudios– se observa cómo ha manipulado personalmente la tradición oral recibida… y no solo la oral, sino la escrita… como se percibe claramente cómo Marcos altera la historia previa de la Pasión que tenía ente sus ojos.
 
2. Esa tradición que afecta a Jesús (de la que Dunn ve el ejemplo señero en la Fuente Q) solo reproduce fundamentalmente dichos, y algunos hechos, pocos, de Jesús como un maestro estrictamente judío. Fundamenta, pues, por otras vías, lo que ya sabemos: Jesús fue un judío estricto, de tonalidad farisea, experto en la ley judía que observaba en su integridad, de quien no puede esperarse nada que supusiera un rompimiento radical con su religión. ¡Es un Jesús tan judío… que no pudo fundar una religión nueva!
 
3. Y entonces… toda la teología esencial del cristianismo, la reflexión teológica sobre si era o no el mesías de Israel; si se atribuía o no a sí mismo el título mesiánico de Hijo del Hombre; si se creía un ser divino o solo un mero hombre; si resucitó o la resurrección es una creencia teológica posterior; si tuvo consciencia Jesús de ser el redentor no solo de los judíos, sino de la humanidad entera; si su muerte era vicaria por todos los humanos y el derramamiento de su sangre en la cruz suponía el perdón los pecados de todos los hombres; si siendo estrictamente de religión judía pudo fundar un culto, como la eucaristía, que daba al traste en absoluto con la función del templo de Jerusalén…
 
Así que la tradición oral solo me vale para confirmar el estricto y profundo judaísmo de Jesús. Con otras palabras: la tradición oral no sirve para plantearse y resolver los graves problemas de la autoconsciencia de Jesús, la idea propia de su figura y misión… todo lo que es en suma, la teología básicamente paulina de la reinterpretación de Jesús  hasta hoy día… que toma su forma casi definitiva en el credo niceno-constantinopolitano.
 
Todas esas cuestiones intenta resolverlas la crítica histórica y literaria de los Evangelios como textos escritos. La investigación crítica e independiente, que debe esforzarse por no tener pre-juicio alguno.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
https://www.trotta.es/libros/los-libros-del-nuevo-testamento/9788413640242/
 

Jueves, 11 de Noviembre 2021

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Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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