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EGIPTOLOGÍA: F. Martín y T. Bedman
Blog de Tendencias21 sobre el Antiguo Egipto

Esta parte del rito del culto divino diario, esencial en todos los templos egipcios está también representada en la capilla de Adijalamani del Templo egipcio de Debod.


El faraón Adijalamani tocando los sistros. Capilla de Adijalamani. Muro Oeste, registro superior. Cuadro nº 2. Foto IEAE
El faraón Adijalamani tocando los sistros. Capilla de Adijalamani. Muro Oeste, registro superior. Cuadro nº 2. Foto IEAE
En Debod se puede ver al rey tocando los sistros ante la diosa Isis y el dios Osiris?, en el muro Oeste (mitad Sur) de la capilla del rey meroíta Adijalamani.

Los textos jeroglíficos existentes en dicho lugar dicen como sigue:

‘Hacer (sonar) los dos sistros para su madre (hacer la) protección para su cuello; hecho (para que) él sea dotado de vida’. .

El rito de 'la ofrenda de los sistros' está muy bien representado en el templo de Opet en Karnak:

'…Yo toco el sistro delante de ti con el Gran Ojo de Horus, yo canto himnos en tu presencia, yo salmodio para ti, yo doy alabanza a tu ka y adoro tu Majestad con alegría y aclamación'. (De Wit ITOK, III, 255, 113-114)

'Tocar los sistros ante tu bello rostro, haciendo celebraciones para ti en el cielo y en la tierra'. (De Wit ITOK, III, 255, 113-114)


También se muestra en el Templo de Opet al rey ofreciendo un sistro a la diosa Nut:

‘Toma para ti el sistro venerable smd, de electrum, que tu ka se regocije con su sonido. Cuando tú lo sacudes, emite un sonido y tú te regocijas con su ruido. Yo expulso tu mal humor, yo quito tu furor, yo pacifico tu corazón después de la cólera’. .(De Wit ITOK, III, 259, 116-117).

Los sistros eran utilizados para acompañar la celebración de ciertos ritos estando asociados frecuentemente al 'Menat'.

En el caso de Debod, la frase indica claramente que el rey tañe los sistros e impone a su madre el Collar Menat que protege la garganta y el cuello de la divinidad.

Se trata aquí de los ritos sehetep sejmet en los que los sistros estaban asociados con el uso del Menat.

Aparece pues, otra vez, una asimilación por vía ritual, de la Isis del Abatón con la diosa Sejmet, el terrible Ojo de Ra.

La idea era la creencia en la necesidad de apaciguar a la divinidad, en este caso la diosa Isis claramente vinculada con el mito del Ojo de Ra como Isis/Hat-Hor, que podría experimentar algún acceso de cólera.

El rito sehetep sejmet hace referencia a la leyenda del ciclo solar según la cual la diosa leona Tefnut, hija de Ra, vivía salvaje y furiosa en los desiertos del Sur. Pero Ra que la amaba y quería utilizar la fuerza de la diosa contra sus enemigos, envió a los dioses Shu y Thot para buscarla.

Ellos consiguieron apaciguarla y llevarla a Egipto. Entonces, Ra la fijó en su frente, donde bajo la forma de un úreus, ella abrasaba a su adversarios.

La diosa era festejada rememorando su recibimiento cuando retornó de la mano de los dos dioses. Se trataba de apaciguarla a lo largo y ancho de todo Egipto.

Para ello se organizaban cortejos y procesiones festivas para celebrar el festival llamado ella-es-traída (ini-tu-es), celebrado en el mes de Tybi. Aunque hay indicios de que estos ritos se celebraban desde el Imperio Antiguo, e incluso desde la prehistoria la documentación más abundante y clara data de las épocas griega (la misma de nuestra Capilla) y romana.

Como se observa en nuestra Capilla las identificaciones de la divinidad son complejas. Unas veces es Tefnut, otras Sejmet o Bastet, o Hat-Hor. Como complejas son las metáforas empleadas para manifestar su poder destructivo (el Ojo, la Cobra o la Llama).

Un mito análogo era el de La Vaca del Cielo.

En este caso, se contaba cómo los hombres habían ofendido al dios Ra, quien antes de renunciar a su reino terrestre y de retirarse sobre el lomo de la Vaca Celeste, envió a la diosa Sejmet para destruir a la humanidad que se había rebelado contra su creador.

Finalmente, Ra hizo emborrachar a la diosa sanguinaria con una mezcla de cerveza coloreada con alguna sustancia que daba el color rojo de la sangre, a fin de que cesase la carnicería. De aquí el rito de fabricar bebidas soporíferas durante las fiestas de Hat-Hor y de repartirlas entre sus fieles.

Para apaciguar a la diosa, se entonaban letanías, se hacían ofrendas y se practicaban los rituales que procuraban la restauración del orden del primer día, en el cual, el dios Ra creó todo lo que existe por medio de las siete palabras mágicas.

Estas siete palabras se correspondían con los siete emisarios de la diosa terrible, en forma de las llamadas ‘siete flechas del año’, que representaban las acciones más nefastas de las que podía ser capaz la ira de Sejmet.

Este ceremonial tenía por finalidad básica apaciguar la naturaleza peligrosa de la diosa, neutralizar su aspecto nefasto que se manifestaba bajo la forma de las epidemias y enfermedades que se abatían sobre Egipto durante el año, conjurar el ‘Iadet renpet’ o peste del año, durante la última parte de la estación seca que preludiaba la inundación del país con la ansiada crecida del río Nilo.

En definitiva, se trataba de impulsar a la diosa, conjurándola, a actuar como Maat, colaborando en el desarrollo de la armonía y el orden universales.

Desde este punto de vista, el rito realizado por los sacerdotes de Sejmet tenía su origen en los Mitos de La Diosa Lejana y de La Destrucción de los Hombres.

Consistía en una ceremonia en la que se degollaban y decapitaban cuatro ocas,cuatro gacelas y cuatro oryx blancos, y se presentaban jarras de cerveza o de vino a la diosa.

Estos sacrificios sangrientos eran sustituidos muy frecuentemente por las ofrendas de ciertos objetos tales como los sistros y los talismanes Menat, el Ojo Udyat, el cetro Sejem, la columna de papiro Uadye, la clepsidra unsheb y las jarras menu.

La ofrenda de las jarras de cerveza, mezclada con tinte rojo de Hena, y la ofrenda de las jarras de vino, evocaban la pacificación de la divinidad. La bebida sagrada era llamada ‘la roja’, y se consumía también por el pueblo en la Fiesta de la Embriaguez que Heródoto presenció y nos trasladó en sus relatos.

El festival al que se refiere el viajero griego se celebraba en la ciudad de Bubastis, con motivo de la aparición de la diosa Hat-Hor bajo la forma de Bastet, que era la misma diosa Sejmet, en su aspecto benéfico.

Heródoto nos relata lo siguiente en relación con la dicha Fiesta de la Embriaguez:

‘Así pues, cuando se dirigen a Bubastis, hacen lo que sigue. Navegan hombres y mujeres juntos, llevando cada barca gran número de personas de ambos sexos; algunas mujeres llevan castañuelas y las hacen sonar, algunos hombres tocan la flauta en todo el trayecto y el resto de las mujeres y hombres cantan y dan palmadas. Y, cada vez que en el curso de la navegación pasan por otra ciudad, acercan la barca a tierra y hacen lo siguiente: mientras algunas mujeres siguen haciendo lo que he dicho, otras gritan y hacen burla de las mujeres de aquella ciudad, y otras bailan, y otras, puestas en pie se desnudan. Esto hacen al pasar por cada una de las ciudades ribereñas. Y cuando llegan a Bubastis, celebran la fiesta ofreciendo grandes sacrificios, y se consume más vino de uva en esta fiesta que en todo el resto del año. Y el número de personas que allí se reúnen, hombres y mujeres sin contar los niños, alcanza hasta las setecientas mil, al decir de las gentes del lugar...’. (Herodoto Historias II, 60).

Con la práctica del rito y la entonación de las fórmulas mágicas en forma de letanías se conseguía el fin deseado: la Protección del mundo creado y de la humanidad toda.

'¡Oh Sejmet, la única grande, Señora de Isheru!¡Oh Shentit que resides en Busiris!...¡Oh glorioso Ojo de Ra, Señora de las Dos Tierrras, que gobiernas la Isla de Fuego!. Homenaje a vosotros,¡oh dioses, los que dais la muerte, que estáis en pie detrás de Sejmet, que habéis venido como mensajeros del Ojo de Ra, para lanzar vuestras flechas desde su boca.......! ¡Seguid vuestro camino, apartaos de mí.

No iré a ningún lugar con vosotros. No tenéis poder sobre mí. No me atacaréis con ninguna desgracia en este año. Porque Yo soy Ra, el que aparece en su Ojo. Yo aparezco como Sejmet, como Uadyet. Yo soy Atum apareciendo detrás de sus cabezas!....¡Horus, vástago de Sejmet. colócate detrás de mi cuerpo para salvarlo completamente para la vida!.

Palabras que se dirán, sobre una pieza de tela de lino fino. Los dioses citados se dibujarán e ella y se sujetará con doce nudos. Se le ofrecerá pan y cerveza y se quemará incienso. Es un remedio para aplacar a los dioses en su séquito de Sejmet y de Thot. Palabras para ser dichas en el último día, desde el final del año hasta el primer día del principio del nuevo año, durante el festival Uag y en el primer día de la fiesta Ernutet’. (Papiro Leiden I, 1, 1-2, 5)

En el origen de estos relatos parece haber dos realidades profundas: una es de naturaleza astronómica. El Ojo del sol devora a los hombres y les envía sus epidemias por medio del calor abrasador. En efecto, tal como nos lo muestra el calendario de los Festivales de Esna la fiesta de ‘apaciguar a Sejmet’ se celebraba el día 30 de Paoni en la época malsana y calurosa del principio de nuestro mes de julio.

La otra realidad era, sin duda, de naturaleza psicológica. Hat-Hor la diosa del amor era, tanto, la gata dulce Bastet, como la terrible leona Sejmet. El rito de ‘apaciguar a Sejmet’ está conservado de modo completo en la ‘Biblioteca Litúrgica’ del Templo de Edfú.(Edfou VIII, 347, 13).

Y esto es lo que aquí nos interesa principalmente: para apaciguar a Hat-Hor/Isis se ofrecía un sistro y un amuleto Uadye. Se apaciguaba a la diosa con la música de los sistros, las danzas, la presentación de la clepsidra o la de la jarra menu.

Estas ceremonias tan especiales y particulares se celebraban para Hat-Hor e Isis, y para aquellas otras divinidades femeninas con las que se les asimilaba.


Francisco J. Martín Valentín.
Egiptólogo.


Bibliografía

De Wit, C. Les inscriptions du Temple d’Opet à Karnak. 3 vols. Bibliotheca Aegyptiaca XI-XIII. Bruselas, 1958-1968
Gutbub, A. ‘Un emprunt aux textes des pyramides dans l’hymne à Hathor, dame de l’ivresse’. En Mélanges Maspero, I Orient Ancient Quatriéme Fascicule. MIFAO. TOME LXVI El Cairo, 1961
Maystre, Ch. ‘Le Livre de la vache du ciel’. BIFAO 40 (1941)
Sethe, K. Zur Altägyptischen Sage vom Sonnenauge, das in der Fremde war. UGÄA 5, 3. Leipzig, 1912
West, S. ‘The Greek versión of tne legend of Tefnut’. JEA 55 (1969)
Zivie, Chr. 'Sistrum'. LÄ, V, 959, 960

Francisco J. Martín Valentín y Teresa Bedman

Artículos y comunicaciones

Sábado, 10 de Enero 2009 - 23:05

Se ha visto cómo según las principales cosmogonías egipcias los dioses creadores del universo, utilizaron la magia para llevar a cabo su gran acto del génesis. Sus herramientas fueron el Pensamiento Volitivo, en el corazón; el Verbo Creador, en la lengua; la saliva, el semen, el barro y el nombre.


La diosa Maat. Tumba de Jeruef (TT 192). Asassif. Foto IEAE
La diosa Maat. Tumba de Jeruef (TT 192). Asassif. Foto IEAE


Éstos fueron los instrumentos de los dioses para crear y dar la vida, y éstas serían las herramientas básicas de los magos de Egipto para crear y proteger, a su vez, la vida, y obtener los efectos deseados sobre el medio que les rodeaba.

Generado el mundo, la vida debía renovarse diariamente. El sol, el dios Ra, salía al alba por el horizonte oriental y se ponía por el occidental. Cada día, la creación primigenia del mundo y de los seres vivos, se reproducía sin cesar. La magia seguía siendo necesaria para los dioses.

Para garantizar la pervivencia de este orden creado por la palabra divina, escrita o hablada, se hacía necesario concebir su necesario complemento. Para ello, los egipcios idearon las concepciones de la Verdad, la Justicia y el equilibrio cósmico.

Si el dios Thot era el dueño de las palabras mágicas creadoras, la diosa Maat, a la vez la hija y la madre de Ra, el dios que la había creado, sería su compañera por toda la eternidad.

La Verdad es lo contrario del error y de la mentira, por lo que su esencia es el conocimiento, la justicia y la razón. Esta diosa gozaba de la misma naturaleza que su creador, el dios Ra, y era el alimento diario del que se nutrían las divinidades en los templos para que la creación del primer día se repitiese sin cesar hasta el infinito.

Este, era el mayor acto de magia que cotidianamente se repetía, de manera constante, en todos los santuarios de Egipto.

El oficiante, ya fuese el rey o un sacerdote en su sustitución, en esencia, el Mago, decía esta invocación cuando hacía la ofrenda de Maat a los dioses: ‘He venido hasta ti, Yo soy Thot, vengo con mis dos manos juntas para traer la Maat. Maat ha venido para que esté contigo. Maat está en todo lugar donde tú estés para que te apoyes en ella.

He aquí que vienen los dioses y las diosas que están contigo llevando la Maat, saben que vives de ella.

Tu ojo derecho es Maat, tu ojo izquierdo es Maat, tus carnes y tus miembros son Maat, los vestidos de tu cuerpo son Maat, lo que comes es Maat, lo que bebes es Maat, los panes son Maat, tu cerveza es Maat...Tú existes porque Maat existe’.
(citas del Papiro de Berlín nº 3055, Cap. XLII)

Para asegurar la regeneración diaria de la obra de la creación, consistente en fenómenos tan aparentemente sencillos como el nacimiento del nuevo día, los egipcios acudían a la magia, en la creencia de que, gracias a ella, se garantizaba que todo seguiría estando en un orden adecuado.

Así pues, los egipcios pensaban que el sol, en el universo recién creado, navegaba por el cielo, sobre la espalda de una diosa que podía ser, según las épocas y las tradiciones locales, Nut, Hat-Hor o Isis.

El viaje se hacía, como en el Nilo terrestre, sobre una barca; el dios Ra disponía de dos, una para su periplo diurno, por el firmamento celeste, y la otra para su viaje nocturno, sobre el Nilo subterráneo, que los egipcios creían, existía, traspasado el horizonte occidental.

Nos lo dice el Libro de los Muertos en su Capítulo 133:

‘Ra surge en su horizonte: su Enéada le acompaña cuando el dios sale de su cámara secreta. Un estremecimiento se apodera del horizonte oriental del cielo a la voz de Nut, que despeja los caminos para Ra, en presencia del gran dios que hace su recorrido. ¡Elévate, Ra, que te hallas en tu aposento divino, a fin de que engullas los vientos, que aspires la brisa del Norte, que absorbas la médula espinal, que caces con el lazo el día, que respires Maat, que distribuyas tu séquito y que navegues en tu barca hacia el cielo inferior!.

Los grandes tiemblan, conmovidos ante tu voz: tú vuelves a poner en orden tus huesos, agrupas tus miembros y vuelves tu rostro hacia el bello Occidente.

Apareces renovado día tras día, señor del placer; tú eres esta imagen de oro que lleva el esplendor del Disco, y el cielo se estremece todo entero cuando tú vuelves, de nuevo, cada día. . El horizonte se regocija con ello, y los que están tirando de las cuerdas de tu barca, lanzan gritos de júbilo’.

El amanecer era, así pues, para los egipcios un renovado acto creador, fruto de la magia de los dioses. La tierra del primer día se abría de nuevo para todos los poderes bienhechores que vivían de la luz y hacían vivir a todos los seres vivos.

Existía una poderosa fórmula para garantizar esa renovación diaria, que también era aplicable a los difuntos; se trata de la consignada en el capítulo 130 del Libro de los Muertos:

‘El cielo se abre, la tierra se abre, el Occidente se abre, el Oriente se abre; se abren también las Dos Capillas del Alto y del Bajo Egipto; las hojas de las puertas se abren para él, cuando sale del horizonte. Las dos puertas de la barca de la noche se abren para él, mientras que se despliegan para él las dos hojas de la puerta de la barca diurna.
Él respira Maat, alienta a Shu y crea a Tefnut, mientras le siguen los que están en su séquito.’


El sol, una vez en el cielo, seguía su periplo sobre el río que, pensaban los egipcios, había allí, y atravesaba los campos, como si de la tierra se tratase.

Es ésta, evidentemente, una de las más importantes máximas de las enseñanzas herméticas que proclama que: ‘lo que está arriba, está abajo y de que, necesariamente, son las cosas existentes arriba las que han organizado en su conjunto y llenado de seres, la naturaleza entera, que está abajo’. (Corpus Hermeticum. Estobeo XXIII, 2, 5-7)

De nuevo, el Libro de los Muertos recoge en su capítulo 149 otra fórmula mágica de gran poder para evocar las moradas de la presencia divina del sol, bajo la forma sagrada del dios Horus de los Horizontes, Hor-Ajty:

‘Soy rico en todas las cosas cuando navego con Ra en los Campos de los Juncos.
Sus muros son de cobre y la altura de su cebada es de cinco codos; sus espigas miden dos codos y sus tallos, tres codos; su centeno, alcanza siete codos de alto, con espigas de tres codos y tallos de cuatro codos. Allí están los bienaventurados que miden nueve codos de alto, y cada uno de ellos siega ese centeno, al lado de Hor-Ajty.’


Cuando el sol desaparecía por el horizonte occidental, surgía un nuevo día en el mundo subterráneo para los difuntos, los cuales se acercaban a las orillas del río Nilo inferior, para ver pasar la barca del sol en su navegación nocturna. Entonces recibían, en su presencia, la luz y el hálito de vida.

Esta poderosa fórmula mágica, que permitiría al difunto, para quien fuera recitada, salir a la luz del día en cualquier transformación que desease, está recogida en el capitulo 14 del Libro de los Muertos:

‘¡Homenaje a ti, Ra-Atum, en tus hermosas apariciones!. Tras haber nacido por el Oriente, te has ocultado, pacíficamente, en el retiro del horizonte occidental, tu lugar de reposo, tu dominio que se halla en Manu , donde tu Úreus te rodea completamente. ¡Sé bienvenido!, el Ojo de Atum se une a ti y ejerce su protección sobre tu cuerpo, cuando recorres el cielo y cuando llegas a la tierra, después de haber dado escolta a la luz.

Las Dos Capillas se acercan a ti , respetuosamente inclinadas, y te tributan alabanzas todos los días; los dioses del Occidente aclaman tu belleza; aquéllos cuyas moradas están ocultas, te adoran; los que están en la Barca de la noche te transportan, y las Almas de Oriente te glorifican ante tu proximidad, diciendo: ¡Sé bienvenido, tú que vienes en paz!. ¡Alabanzas para ti, Señor del cielo, que gobiernas el Occidente!.’

El viaje solar nocturno tenía en su camino múltiples dificultades que había que superar. Las fuerzas del mal, propiciando el caos y el desorden, tratarían siempre de impedir que el nuevo día de la creación primigenia se reprodujera.

Estas fuerzas se encarnaban en la forma de una serpiente que atacaba sin cesar a la barca del sol.

Ella representaba el principio eterno del retorno a la no existencia, al caos anterior a la creación del mundo por los dioses.

Pero la magia acudiría de nuevo en ayuda del sol y de sus compañeros de viaje nocturno, entre los cuales, se encontraba el difunto que conociese las fórmulas adecuadas. El capítulo 108 del Libro de los Muertos recoge estas poderosas invocaciones:

‘La montaña de Baju, sobre la que reposa el cielo está formada por unas murallas que miden codos de siete palmos y medio, conforme a la medida de la Balanza de las Dos Tierras (Menfis); tiene trescientos codos de longitud y ciento cincuenta de ancho.

El dios cocodrilo Sobek, Señor de Baju, reside al Este de esta montaña. Su templo está construido con piedra herset (cornalina). Hay una serpiente en la cima de esta montaña, tiene treinta codos de largo; los primeros ocho codos de su cuerpo son de sílex.

Yo conozco el nombre de esta serpiente que mora sobre su montaña, su nombre es: ‘El que está sobre su montaña, el que está en su llama’.

Cuando el sol se para en el cenit, al mediodía, esta serpiente vuelve su mirada contra Ra y la navegación de la barca se detiene, produciéndose una gran confusión entre los que la conducen, porque la serpiente se traga siete codos de la corriente de agua. Entonces, el dios Seth arroja contra ella su lanza de cobre y la hace devolver todo lo que ha tragado.

Después Seth se coloca delante de ella y le dice bajo la forma de invocación de magia:

‘¡Que la punta de cobre que está en mi mano te haga retroceder. Yo me alzo delante de ti, a fin de que la navegación de la barca vuelva a ser armoniosa y justa.!. ¡ Oh Tú, que has mirado desde lejos y que ahora has vuelto a cerrar tu ojo: oculta ahora tu cabeza para que pueda navegar!. ¡Retrocede, pues yo soy el macho que cubre tu cabeza y vierte agua fría sobre tu boca (para apagar el fuego que sale de ella)!.¡Gracias a ello yo soy vigoroso y gozo de salud y fuerza!. ¡Soy el gran conocedor de las encantaciones mágicas, el hijo de Nut, y coloco frente a ti mi poderío eficaz!.

¿Qué te sucede, pues, ¡oh espíritu! que caminas sobre tu vientre, tu cola y tus vértebras?.

Mira: me alejo (de ti) ahora con tu fuerza en mi mano, pues yo soy quien tiene el poder. He venido, en el lugar de Ra, para adueñarme de las serpientes Akeru, para que Él esté en paz al caer la tarde, cuando termine su viaje por el cielo superior.
¡Ahora tú estás encadenada y sujeta.!


Esto es lo que, en prevención, se había ordenado contra ti. De esta manera Ra se ocultará en paz en su horizonte.’

Francisco J. Martín Valentín.
Egiptólogo

De la obra del autor Los Magos del Antiguo Egipto. Madrid, 2002

Bibliografia

Assmann, J. Ma’at: Gerechtigkeit und Unsterblichkeit im alten Ägypten. Munich, 1990
Moret, A. Le rituel du culte divin journalier en Ègypte. Paris, 1902
Festugière, A. J. Corpus Hermeticum. Paris 1983
Libro de los Muertos. Ed. de Federico Lara Peinado. Madrid, 1989
Francisco J. Martín Valentín y Teresa Bedman

Artículos y comunicaciones

Viernes, 9 de Enero 2009 - 21:04

Una de las partes rituales más importantes en la práctica del culto divino diario desarrollado en los templos egipcios consistía en la ejecución de los actos que procuraban el pacífico despertar de la divinidad. Al amanecer se entonaban por los sacerdotes responsables de dicho culto una serie de cantos especiales para hacer despertar al dios.


El dios Horus e Im-Hotep. Jamba Sur de la Capilla de Adijalamani. Foto IEAE
El dios Horus e Im-Hotep. Jamba Sur de la Capilla de Adijalamani. Foto IEAE
En la Capilla-Templo de Debod de Madrid tales salmodias están dirigidas a Im-Hotep divinizado.

Este personaje, que está reputado haber sido arquitecto del Horus Netcheryjet (Dyeser), durante la dinastía III (hacia 2667-2684 a. C.) y diseñador responsable de la construcción de la célebre pirámide escalonada de Sakara, fue considerado a partir de la Baja Época como una divinidad vinculada al prestigioso dios Ptah de Menfis, y en época grecorromana fue directamente identificado en Egipto con el dios griego de la medicina, Asclepios.

En efecto, en el templo egipcio de Debod, en el registro inferior de la jamba Norte de la Capilla de Adijalamani, que forma actualmente la parte central del templo, se muestra a Im-Hotep divinizado, detrás del dios Thot, en el acto de purificar con el agua vertida de una vasija kebeh al oficiante (faraón o sacerdote) que entra al santuario.

Los textos allí inscritos dicen:

‘El sacerdote ritualista Jefe, el escriba real, Im-Hotep, el grande.
Palabras dichas por Thot, dando la vuelta en cada una de las Dos Tierras:
[(Él es) quien viene a aquél que le llama en todos los lugares].
(Él es) el hijo de Ptah, de sagrada apariencia…..[en] los templos, como Horus….(de) las Dos Tierras, [cuando aparece] hace la vida de......espíritu renacido junto con los dioses’.
‘¡Despierte tu bello rostro, que ama tu divino padre!, (entonces) los dioses viven en paz cuando lo contemplan.
¡Despierten tus ojos sagrados, resplandezcan!; (cuando) miran tus dos pupilas, clarean las Dos Tierras.
¡Despierten tus dos orejas, escuchen la oración!, su nombre es 'mirra'.
¡Despierte tu nariz (y) atraiga el aliento vital para henchir todos los cuerpos con tu belleza!.
¡Despierte [tu] lengua......la mentira! ; (ella) se nutre de toda cosa que sale de los vivientes, (de la que) se alimentan tus dos labios.
¡Despierten estas (tus) dos pupilas! (entonces) se descubre el sol naciente (Horus)....para ver resplandecer al que (es) de electrum.
¡Despierta todo tú entero.....bajo tu... ruta...¡; se alzan las ofrendas alimentarias............¡mira!.....las Dos Tierras.............’ .

Por su parte, en el registro inferior de la jamba Sur, se muestra también a Im-Hotep divinizado, situado detrás del dios Horus, en idéntica acción de purificar al oficiante que entra.

Dicen las inscripciones existentes en este lugar:

‘[El Jefe Superior] de los escribas del rey en el Alto y en el Bajo Egipto; [el conocedor (de las cosas sagradas)], el que es dulce (en cuanto a sus) dos manos cuando anuncia [la concesión de la] salud; [la paz para toda abominación, dotado de vida, como Ra, eternamente.] Grande, en la tierra entera (lit. ‘hasta sus confines’), [Im-Hotep].
Ensalzar al hijo de Ptah, nacido de Je[redu-Anj], [am]ado del carnero, Señor de Dyedu (Mendes)…….[Amado de Ptah en Anj-Tauy, dotado de vida, como Ra], eternamente.’:
[Despierten] tu espalda con tus dos manos!.
¡(Despierte) tu cuerpo espléndido hecho por El-de-bello-rostro (Ptah)!.
¡(Despierte tu) parte trasera (y) puedas sentarte confortablemente (sobre) [tu barca]!. ¡Haz lo que amas en las Dos Tierras, conforme a tu deseo!.
¡[Despierten] tus muslos y tus dos huesos de tus dos piernas, (y) lo que está [en] el lugar que tu amas!.
¡Despierten las dos plantas de tus pies y tus uñas!. (Entonces) Debod permanece.
¡Despierte todo tu divino cuerpo en paz y salud!. ¡Despierte la Corona Blanca (y) la diadema que ha hecho Ptah!.
¡Despierten las Dos Altas Plumas estables sobre tu cabeza!… los kau para todas las tierras. ¡[Despierte] tu Doble Corona, junto contigo!.
¡(Despierte) tu Corona Blanca (y) los dos úreos (que) te protegen!.
¡Despierte.........[con] tu poder, con tu ojo (y) tu resplandor, como Ojo izquierdo (de Ra)!. ¡Tú (eres) Ra!.'

Esta doble representación de Im-Hotep divinizado es otra de las especiales características de la Capilla de Adijalamani en el Templo egipcio de Debod. Sin embargo, tal hecho coincide con la tradición meroíta.

En efecto, aunque el culto a este ser de naturaleza semi-divina, patrón de los escribas y de la medicina, dotado con un especial carácter de protector de la realeza, y sanador de todas las enfermedades y dolencias, tanto espirituales como físicas, está constatado durante el periodo ptolemaico en numerosos templos de Egipto, no es menos cierto que también recibió culto en Meroe, como lo prueban las imágenes de dicha divinidad realizadas por orden de Arkamani (Ergamenes II) en el templo de Kalabsha, y en la Capilla de dicho rey en el templo de Dakka.

La presencia de Im-Hotep en la Capilla de Debod debe ser relacionada con la devoción que los soberanos meroítas (en este caso, Adijalamani) tenían a este dios para poder obtener su protección. Así lo indican los textos de la Capilla de Arkamani en Dakka, y lo sugieren las inscripciones insertas en el templo de Im-Hotep existente en la isla de Filé:

‘Yo te doy todo lo que he hecho con mis manos. Palabras dichas por Im-Hotep, hijo de Ptah y de Jenum que está en Elefantina, sublime aparición para aquel que le es propicio. ¡Oh Gran Im-Hotep, hijo de Ptah , tú vuelas como un halcón en el firmamento, tú viajas con tu alma sublime!. Tú vienes, ¡Oh halcón divino!, en compañía de los que no conocen el reposo. Tú viajas en la barca solar en compañía de los que no desfallecen y ellos abren las grandes puertas de marcha solemne. Tu gran rostro se ilumina sobre tu camino...Osiris se regocija al verte llegar al Gran Palacio. Tú recibes cada día el pan de las ofrendas, como Horus...’ .

Sin embargo es curioso contrastar como Im-Hotep, hijo del dios Ptah y de la Dama Jeredu-Anj, también fue invocado por los reyes alejandrinos, quienes buscaron la protección de este ser humano divinizado al igual que sus enemigos indirectos, los meroítas. Ptolomeo V Epifanes (205-180 a. C.) se colocó bajo la protección de Im-Hotep en el pequeño templo dedicado a esta divinidad en la isla de Filé. No obstante, resulta sospechoso el hecho de que el rey ptolemaico mostrara su interés por Im-Hotep en la misma zona y, casi al mismo tiempo, que lo habían hecho los reyes negros de Meroe.

En cualquier caso es claro que la presencia de Im-Hotep en la Capilla de Adijalamani, en Debod, demuestra que los reyes meroítas trajeron desde su capital en Meroe la advocación a este santo personaje, cuyo culto probablemente había tenido su origen en el Bajo Egipto, y su principal lugar de culto fue la ciudad de Menfis, aunque ello no impidió que fuese objeto de adoración en el profundo Sur del Nilo.

Francisco J. Martín Valentín
Egiptólogo


Las traducciones de las inscripciones recogidas en este artículo han sido realizadas por el autor.


Bibliografía:

Almagro Basch, M. El Templo de Debod. Instituto de Estudios Madrileños. Madrid 1971
Baines, J. ‘Kingship, Definition of Culture, and Legitimation’. En O'Connor-Silverman (Eds.) Ancient Egyptian Kingship. Leyden-Nueva York-Colonia, 1995
Daumas, F. y Derchain, Ph. Debod, Textes hiéroglyphiques et description archéologique. CDE. El Cairo, 1960
Roeder, G. Dedob bis Bab Kalabscha. 3 vols. El Cairo, 1911
Roeder, G. Der Tempel von Dakke. 2 vols. El Cairo, 1930
Wildung, D. Imhotep und Amenhotep Gottwerdung im alten Ägypten. MÄS 36 (1977)
Wildung, D. ‘Imhotep’, LÄ, III, 145-148
Francisco J. Martín Valentín y Teresa Bedman

Artículos y comunicaciones

Jueves, 8 de Enero 2009 - 22:38

En el antiguo Egipto la magia y la religión estaban íntimamente unidas, hasta tal punto que, si se profundiza en el estudio de la segunda, inevitablemente se termina encontrando la primera. Es imposible separar la religión de la magia en la concepción de las creencias y prácticas religiosas de los antiguos egipcios.


El dios Thot de Hermópolis bajo el aspecto del Ibis. MMANY. Foto IEAE
El dios Thot de Hermópolis bajo el aspecto del Ibis. MMANY. Foto IEAE


Tradicionalmente se ha querido considerar que la magia en Egipto era un mundo aparte de la religión, como una especie de disciplina inferior, fruto de la superstición de los egipcios . Esta idea, desacertada en su planteamiento maniqueo del simple enfrentamiento entre lo bueno y lo malo, debe ser revisada.

Los egipcios siempre fueron conocedores de las leyes que rigen el universo. Plantearon su explicación cosmológica desde claros axiomas tales como la adecuada inserción del hombre, una parte más de la creación, en el ámbito en el cual debía desarrollar su periodo de vida. Veneraron las potencias, manifestación de lo divino, como orden superior, y lo cultivaron.

Pero, para acercarse al mundo de sus divinidades o, mejor dicho, de lo divino, utilizaron toda una serie de herramientas propiciatorias que no fueron, sino lo que nosotros hemos llamado magia. Gracias a los actos favorables y a la armonía con la naturaleza, ellos esperaban alcanzar los objetivos propuestos, que iban, desde la obtención de una buena cosecha, pasando por la adecuada crecida del río Nilo, hasta la destrucción de los enemigos o la curación de las enfermedades. Todo ello, se alcanzaba por medio de la magia.

Y los dioses crearon el mundo por medio del Verbo

Los magos de Egipto hacían remontar sus conocimientos al mundo de los dioses. Ellos crearon el universo, ellos se desenvolvieron en combates por el poder, ellos tuvieron enemigos, sufrieron las envidias, los odios; ellos padecieron enfermedades y curaron de ellas...y todo lo consiguieron a partir del poder mágico que poseían.

Desde tal punto de vista, los primeros actos mágicos que recuerda la ancestral memoria egipcia fueron los ejecutados por los dioses cosmogónicos para llevar a cabo la creación del mundo.

Gracias a los más antiguos escritos religiosos conocidos, que son los Textos de las Pirámides de las dinastías V y VI (hacia el 2.600 a. de C.), existentes en la necrópolis de Sakara, podemos conocer la manera en que los egipcios imaginaban el universo antes de la creación.

En aquél tiempo no existía todavía el cielo, ni la tierra; no había hombres, y los dioses no habían nacido todavía, ni siquiera existía aún la muerte. Los gérmenes de todo ser y de toda cosa se encontraban en estado inerte, confundidos en el seno de un abismo llamado el Nun.

En el Nun flotaba un espíritu divino indefinido que llevaba en sí mismo la semilla de todas las existencias que vendrían después. De ahí su nombre, Tum, o Atum, que quiere decir al mismo tiempo la nada y la totalidad. Tum se encontraba en estado informe, inestable e inconsistente. En un momento determinado, Tum sintió la necesidad de desarrollar una actividad creadora y deseó dar vida en su corazón a todo lo que existe. Y entonces, se alzó fuera del Nun y de las cosas inertes. En ese puntual momento, se hizo la luz y existió el sol.

Estas nociones, que servirán para comprender más fácilmente lo que a continuación se va a exponer, eran la base primera de la explicación egipcia del paso de la no existencia a la existencia.

Pero, en realidad, los egipcios no estuvieron sujetos al dogma como sucede con nuestras religiones reveladas, de modo que tampoco parece que les preocupase demasiado la exactitud de tales nociones, fruto de las escuelas teológicas de turno.

Así, eran perfectamente compatibles las creencias que hacían creadores del cosmos y de todo lo que existe a dioses diferentes, según la localidad egipcia de que se tratase. Solamente se discutía quien fue antes, si Ptah de Menfis, o Atum de Heliópolis, pero, la verdad sea dicha, sin demasiadas complicaciones.

Menfis

La teología de la ciudad de Menfis, una de las más prestigiosas y antiguas de Egipto, hacía del dios Ptah el creador primigenio del mundo.

Ptah era una divinidad habitualmente representada como una momia con las manos fuera de sus vendajes en las que sujetaba tres amuletos de gran poder mágico: el cetro Uas, el pilar Dyed y la cruz de vida, Anj.

El dios estaba tocado con un casquete que dejaba al aire sus dos orejas. Una barba recta adornaba su rostro.

Siempre se le mostraba subido sobre un objeto trapezoidal que era la expresión ideográfica de la idea de ‘Justicia’, ‘Equilibrio’; es decir, la Maat. De este modo se quería representar que, cuando se produjo la creación del primer día, él ya se alzaba sobre el principio regulador del orden que organizó el caos.

Los relatos religiosos de la teología de Menfis nos relatan que este dios creador realizó desde el principio su labor actuando con sus poderes mágicos.

Al inicio, según nos cuentan dichos textos, solo existía el gran, inmóvil e infinito mar de las aguas del caos. No se había hecho la luz, pero tampoco la oscuridad. La gran materia universal estaba inerte.
Pero Ptah, el increado, ya estaba allí. Y en su corazón se concibió la imagen del dios Atum. Y Ptah utilizó su lengua para pronunciar el nombre del nuevo dios, y en su virtud, Atum fue creado por Ptah.

Y lo mismo hizo Ptah para dar vida a las primeras aguas, llamadas Nun y Nunet; las primeras extensiones vacías, a las que llamó Huh y Huhet; y creó también las primeras fuerzas negativas para hacer equilibrio contra las positivas, y las llamó Niau y Niauet; y creó a Amón y a Amonet, dioses de lo que no se vé.

Él ordenó la vida de todos los dioses y de sus Kau, o esencias energéticas.

De esta manera, se manifestó la supremacía del corazón y de la lengua sobre todos los seres, conforme a la enseñanza antigua que explica que, el corazón es el elemento dominante de cada cuerpo, y la lengua, el elemento dominante de cada boca, en todos los dioses, todos los hombres, todos los animales y todo lo que vive.

El corazón concibe y la boca ordena. Estos fueron los medios mágicos de los que se valió el dios Ptah para crear el mundo, los dioses y todos los seres vivos. En su virtud, deseando con el corazón, centro de todo sentimiento y sede del conocimiento consciente, el dios concibió los elementos del universo que, enseguida, fueron exteriorizados por medio del Verbo Creador.

El valor mágico de la palabra estaba, pues, omnipresente en la civilización egipcia. Sin duda, la palabra fue el más importante instrumento de trabajo de todos sus magos.

Heliópolis

Otra gran ciudad santa de Egipto, la prestigiosa Iunu, la Heliópolis de los griegos, concibió su propio mito creador en torno, esta vez, al dios Atum-Ra.

Este dios, cuyo nombre significaba ‘lo que está completo, perfecto’ , era normalmente representado bajo la forma de un hombre que llevaba sobre su cabeza la doble corona del Alto y del Bajo Egipto.

Antes de la creación se decía que había estado sumergido en el océano primordial, el Nun. Esto sucedió antes de que la tierra y el cielo fueran separados. Estas aguas primordiales que contenían a Atum, tenían también en sí mismas todas las esencias de los demás dioses, de los hombres y de los otros seres vivos.

Atum estaba, pues, inerte, sin posibilidad de ponerse erecto sobre sí mismo.

En ese momento, cuentan los textos, Atum habló al Nun y le dijo: ‘Yo flotaba absolutamente inerte, entonces mi hijo, la Vida, me hizo consciente haciendo vivir mi corazón, reuniendo mis miembros, hasta entonces inmóviles.’ Y Nun dijo a Atum: ‘Respira tu hija Maat, elévala hasta tu nariz, a fin de que tu corazón viva. Que tu hija Maat y tu hijo Shu, cuyo nombre es también Vida, no se aparten de ti’.

El dios, masturbándose, ingirió su propio semen, semilla de vida, y de este modo, parió a Shu, el aire, el vacío, y a Tefnut, la humedad, expulsándolos de su boca en forma de saliva. Después, procedió a separar a los dos dioses que yacían juntos, interponiéndose entre ambos. Así, del Uno surgió el Tres.
De la unión carnal entre el dios Shu y su hermana, la diosa Tefnut, la primera pareja del mundo, nacieron los elementos espaciales del universo: Gueb, el dios de la tierra, y Nut, la diosa del cielo.

La tierra era, pues, para los egipcios el elemento masculino y el cielo, el principio femenino y fecundo del mundo, pues de él partía la luz imprescindible para el nacimiento de la vida.

Esta segunda pareja tuvo, a su vez, cuatro hijos : Osiris, Isis, Seth y Neftis.

Eran dos nuevas parejas que se unirían de nuevo entre sí, practicando el incesto ritual. La primera de ellas, constituida por Osiris e Isis, simbolizaba las potencias de fertilidad del suelo y el equilibrio de la vida; la segunda, la esterilidad y los trastornos infelices. De este modo se contraponía el valle, verde y fértil, frente al desierto, estéril y amenazador.

Así, la Eneáda de los dioses fue perfecta: el número Nueve regía la creación.

La narración heliopolitana de la creación del mundo, deja testimonio en los textos que la relatan de la gran fuerza mágica utilizada para llevarla a cabo.

En estos relatos se hace una mención casi constante del término ‘Jeper’, que viene a significar algo parecido a ‘venir a la existencia, manifestarse’, y de su derivado ‘Jeperu’ que significa ‘formas o manifestaciones materializadas’.

Los textos repiten, en forma mántrica dichas palabras enormemente poderosas. Era la invocación repetida para instar la ‘manifestación de lo que se quería crear’.

Hermópolis

La ciudad de Hermópolis, situada en el Egipto Medio y lugar de culto del dios Thot, también concibió su propio mito cosmogónico en torno a los métodos mágicos empleados por este dios, el gran mago por excelencia, patrón de la sabiduría y de la escritura, que era representado bajo la forma de un hombre con cabeza de Ibis sagrado, (Threskiornis aethiopicus), o bajo el aspecto de un babuino (Papio Cynocephalus).


Thot llevó a cabo su acto creador por medio de la utilización mágica del número Ocho, el elegido para expresar la perfección de la obra del demiurgo.

Así pues, y de creer a la cosmogonía hermopolitana, al principio, existían ocho dioses primordiales que estaban situados sobre la colina primigenia, el primer montículo de tierra que emergió de las aguas del océano caótico.

Eran cuatro parejas divinas compuestas de un macho y una hembra, cada una de ellas. Habían tomado la forma de ranas y serpientes. Sus nombres eran Nun y Nunet, representaciones del elemento líquido; Hehu y Hehet, símbolos de la eternidad del tiempo; Keku y Keket, la oscuridad del mundo sin luz; y, finalmente, Amon y Amonet, la potencia divina Oculta que guardaba dentro de sí misma el caos primordial.

Según la expresada doctrina, fueron estos ocho dioses los que concibieron la creación del mundo. Elaboraron un gran huevo que depositaron sobre la colina primordial donde residían, del cual salió, brillante y esplendente, el propio astro solar, el dios Ra.

Conforme a otras versiones, lo que los Ocho de Hermópolis crearon fue un nenúfar, la hermosa flor de las aguas, cuyos pétalos se abrieron para dar vida al sol en forma de niño con el dedo en la boca y tocado con una corona que llevaba el Úreus.

De este modo, la elevación de esta flor de las aguas hasta la nariz de los dioses o de los difuntos, tal y como vemos en las tumbas egipcias, quería significar la creación de la vida solar y el nacimiento a una nueva vida de eternidad, a ejemplo e imitación del dios Ra.


De la obra del autor Los Magos del Antiguo Egipto. Madrid, 2002, 17-24

Francisco J. Martín Valentín.
Egiptólogo

Bibliografía

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Te Velde, H. ‘Ptah’. LÄ, IV, 1177-1180
Francisco J. Martín Valentín y Teresa Bedman

Artículos y comunicaciones

Miércoles, 7 de Enero 2009 - 23:25

Si se estudia el contenido de las escenas litúrgicas recogidas en los muros de los templos egipcios, no importa de que época, el investigador percibirá que, probablemente, la única regla presente en todos ellos de manera permanente es la diferencia entre sí, dentro de su homogeneidad.


El dios Thot purificando al oficiante. Templo de Debod. Foto IEAE
El dios Thot purificando al oficiante. Templo de Debod. Foto IEAE


En modo alguno puede negarse que todas las escenas podrían clasificarse en una suerte de catálogo canónico utilizado con carácter general; por ejemplo, en todos encontraremos al rey ofreciendo Maat a la divinidad, las invocaciones a la divinidad, las ofrendas de alimentos sólidos o líquidos, el soberano tañendo los sistros, o la escena de ofrenda de los collares.

Sin embargo, el ritmo de su presentación, sus interrelaciones, los tocados ceñidos en la cabeza del rey, el orden de las escenas con los juegos simbólicos de los puntos cardinales, u otras variables, utilizadas de modo aleatorio por los sacerdotes diseñadores, hacen de cada templo un conjunto diferente, de modo que se puede afirmar, en el sentido que se deja dicho, que no se hallarán en todo Egipto dos templos idénticos, ni siquiera parecidos entre sí.

De tal modo, cada uno de ellos constituye un compendio teológico con sus particulares instrucciones rituales y litúrgicas, netamente diferenciado de cualquier otro.

Se trataba de una oración individualizada e inconfundible, elaborada con la intención específica de su ordenante, y en función de su concreta vinculación al principio sagrado del lugar en el que dicho edificio se alzaría.

Sin embargo, en todos los templos egipcios había de recogerse en sus muros la representación las acciones rituales elementales que hicieran al recinto sagrado útil para el fin que había sido concebido.

Desde tal perspectiva sinóptica, los investigadores han clasificado en doce apartados las acciones rituales básicas del culto divino diario en el templo egipcio:


1. La purificación del rey (o del sacerdote) y del santuario, al amanecer.
2. La apertura del naos y el despertar del dios.
3. El apaciguamiento del dios por la música y el incienso.
4. El abrazo ritual de la estatua divina.
5. La recitación de himnos de adoración.
6. La presentación de las ofrendas alimenticias líquidas.
7. La presentación de las ofrendas alimenticias sólidas.
8. La ofrenda de Maat a la divinidad.
9. La limpieza y aseo rituales de la estatua del dios.
10. La presentación de vestidos, unciones con los ungüentos, aceites, perfumes.
11. La ofrenda de insignias y de joyas.
12. La última serie de purificaciones.

Pues bien, en la Capilla de Adijalamani, en Debod, todas las partes litúrgicas de ese rito son perfectamente identificables. Si examinamos las escenas que cubren sus paredes interiores percibiremos un esquema ordenado con una intención bien determinada.

En primer término, se advierte el viaje ritual y de transformación del rey, desde su entrada en el santuario hasta su llegada al fondo, el lugar donde se ubicaban las estatuas divinas.

Este ‘ascenso místico’ hacia el santuario, siguiendo el curso solar, desde el Este hacia el Oeste, acogido por la divinidad, desembocaría, después de la experimentación de los ritos teogámicos de su renacimiento como ‘infante divino’, en la identificación del soberano como hijo carnal del dios Amón de Debod y de la diosa Isis-Hesat/Mut de Filé.

En segundo término, observaremos la distribución de los espacios sagrados de la Capilla en su ideal división longitudinal, en una clara evocación mística y simbólica del Norte y el Sur.

El Sur, lugar de procedencia de los reyes meroítas, amparado por las divinidades que lo representan, y el Norte, el lugar prometido por Amón a los soberanos de Kush para reinar en el Alto y en Bajo Egipto: su destino como hijos elegidos del dios Amón del Dyebel Barkal, en Napata.

En este universo cerrado se puede percibir también la presencia de todos los actos litúrgicos necesarios para que el faraón Adijalamani, como sacerdote/oficiante, pudiera propiciar a las divinidades que fueron sido seleccionadas para proteger su caminar como rey del Alto y del Bajo Egipto y como hijo carnal de los propios dioses tutelares de la Capilla.

Veamos el primer apartado del rito:

La purificación del rey (o del sacerdote) y del santuario, al amanecer, (Realizada con fumigaciones y aspersiones con aguas lustrales).

En el templo de Debod están representados los dioses Thot y Horus, en la mitad Norte y Sur del muro Este, respectivamente, junto a la puerta de acceso a la Capilla, haciendo la purificación del oficiante con aguas lustrales vertidas desde sendas vasijas kebeh y con los siguientes textos:

Dice el dios Thot:
'[Tu purificación, (es mi purificación y recíprocamente).... [palabras dichas por Thot]...... el Hijo de Ra, [Adijalamani eternamente viviente, amado de Isis] (es purificado) con el agua de vida y de fuerza salida [del centro de] la Gruta del Nun, en Biga eternamente...

Dice la inscripción del dios Horus:

'Tu purificación (es mi purificación y recíprocamente)....Palabras dichas por Horus...el rey del Alto y del Bajo Egipto, el señor de las Dos Tierras ‘(aquél que es) la imagen de Ra, el elegido de los dioses’. (Él) (es purificado) con el agua de vida y fuerza salida de las dos cavernas, [venida desde] Set-Nebet. La iniquidad y el mal están limpios y no existen. Yo te doy toda vida y toda fuerza, toda salud, eternamente.’


La escena de la purificación del rey-oficiante es un elemento clásico en la escenografía templaria egipcia. En el relieve existente en la ‘Capilla de la Barca’ de Filipos Arrhideos, en el templo de Amón, en Karnak, los textos dicen: ‘Thot, el señor de las divinas palabras, da toda vida, toda estabilidad, toda fuerza. (Él dice):Tu purificación es mi purificación, y recíprocamente. Filipos Arrhideos. Horus de Edfú da toda vida, toda estabilidad, toda fuerza. (Él dice): Tu purificación es mi purificación, y recíprocamente.’

En el templo de Horus en Edfú las purificaciones del oficiante durante el servicio diario, ceremonias que era imprescindible realizar antes de cada entrada en el recinto sagrado, se hacían con toda probabilidad en las aguas del Lago Sagrado.

Sin embargo, para Debod no tenemos esa constancia arqueológica, puesto que no hay documentados restos de la existencia del Lago Sagrado adscrito al templo.

Pero, cabe pensar, bien que debería existir algún lugar alternativo que no conocemos para realizar las abluciones y las purificaciones rituales prescritas, o bien, que las purificaciones del rey-sacerdote se practicaban antes de entrar en el templo para realizar cualquier ceremonia.

El rey, en estos casos, era purificado por dos sacerdotes que, debidamente vestidos para ello, representaban los papeles de Horus y de Thot, o de Horus y de Seth, en otros casos.

Esta purificación, que tenía lugar en la ‘Casa de la Mañana’ consistía, cuando se hacía de modo completo, en una aspersión con agua al rey que, en ocasiones, llevaba natrón diluido, una fumigación del soberano con incienso y la presentación al rey del mismo material (natrón) para masticar, para de este modo, limpiar su boca. También se le ofrecía comida y bebida.

El agua llamada en los textos ‘agua de vida y buena fortuna’ y ‘aquélla que renueva la vida’ era extraída del lago sagrado. La purificación, además de limpiar al faraón le imbuía de las cualidades divinas; también se supone que le reconstituía tal y como parece desprenderse de alguna de las fórmulas que se recitaban durante la ceremonia purificadora.

Este rito tenía mucho que ver con las ceremonias funerarias de purificación del difunto.

Probablemente, en situaciones ordinarias, el rey simplemente se lavaba las manos después de haber sido ligeramente rociado con agua por los dos sacerdotes purificadores.

Las fumigaciones con incienso, sin embargo, se harían de modo habitual. En las escenas de los templos dedicadas a esta parte del rito, se dice del rey que ‘..tiene las manos puras cuando realiza las ceremonias.’

La importancia de estas purificaciones preliminares era suprema.

Por medio de ellas, el rey-sacerdote, se convertía en un verdadero dios consagrado por los ritos que en realidad eran los de los dioses y los de los difuntos divinizados.

También desde este momento, poseía el nombre y los poderes de los dioses, en particular la fuerza creadora por medio de la voz que permitía transmitir al dios cuyo culto se practicaba la vida y las ofrendas.

Desde el inicio del ritual el rey-sacerdote poseía este poder. Se decía de él que ‘...el Horus (divinidad con la que el rey se identifica) es Justo de Voz por su Ojo’. Esta expresión venía a significar que, después de las purificaciones, el rey-sacerdote poseía la energía creadora de la que el demiurgo había estado dotado en el momento de la creación del mundo por el Ojo y por la Voz.

Las purificaciones experimentadas en la ‘Casa de la Mañana’ le habían proporcionado esta potencia divina que le permitiría entrar en comunicación con el dios para el que debía realizar el sagrado servicio.

Cuando el rey era sustituido por el sacerdote de turno, antes del amanecer, el oficiante realizaba las mismas purificaciones que se harían para el rey, pero, por y para sí mismo.

Se bañaba en el lago sagrado, recibía incensaciones y masticaba el natrón. Después de estas purificaciones se vestía y equipaba.

Consagraba las ofrendas depositadas en el vestíbulo. Al amanecer, penetraba en el santuario, iluminaba la penumbra para dispersar las tinieblas e incensaba la cámara.

Francisco J. Martín Valentín.
Egiptólogo

Bibliografía:

Alliot, M. Le culte d’Horus á Edfou au temps des Ptolemées. 2 vols. El Cairo, 1949-1954
Blackman, A. M. ‘Purification (Egyptian)’. En Gods, Priests and Men. Londres, 1998
Cauville, S. y otros dos. Dendara. Les chapelles osiriennes. 3 vols. IFAO. Bibliothèque d’étude 117-119. El Cairo, 1997
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Daumas, F. y Derchain, Ph. Le temple de Debod, Textes hiéroglyphiques et description archéologique. CDAE. El Cairo, 1960
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Francisco J. Martín Valentín y Teresa Bedman


Editado por
Francisco J. Martín Valentín y Teresa Bedman
Francisco  J. Martín Valentín y Teresa Bedman
Francisco J. Martín Valentín es egiptólogo. Director del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto. Director de la Misión Arqueológica Española en Asasif, (Luxor Occidental Egipto), desarrollando actualmente el “Proyecto Visir Amen-Hotep. TA 28". Director de la Cátedra de Egiptología ‘José Ramón Mélida’. Teresa Bedman es egiptóloga. Gerente del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto. Co-directora de la Misión Arqueológica Española en Asasif, (Luxor Occidental Egipto), desarrollando actualmente el “Proyecto Visir Amen-Hotep. TA 28”. Secretaria de la Cátedra de Egiptología ‘José Ramón Mélida’.





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