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La búsqueda de la flor azul
Aquella tarde, al salir del colegio, Jorge se fue a merendar a casa de su abuela. Había trabajado mucho en clase aquel día y, además, en el recreo jugó un partido de baloncesto con sus amigos. Así que ahora se sentía cansado y hambriento.
 
En el recorrido entre el colegio y la casa de la abuela, jorge iba pensando en la rica merienda que le esperaba. La abuela siempre tenía alguna sorpresa preparada, nunca sus meriendas eran iguales.
 
Al tocar al timbre, la abuelita le abrió la puerta con su sonrisa de bienvenida y su cara de sorpresa, como si no supiese que él iba a llegar. Eso era lo que siempre hacía y a lo que le tenía acostumbrado.
 
En la cocina, esperándole también, estaba la merienda sobre la mesa. Los dos se sentaron, y mientras él saboreaba su fruta y su bocadillo de jamón, que tanto le gustaba, la abuela se tomaba un té con pastitas.
 
Cuando ya se había apagado algo su hambre, Jorge comenzó a hablar de lo que el maestro había planteado aquel día en clase. Él nos preguntó, -dijo Jorge-, qué queremos ser de mayor A lo que yo no supe que responder, añadió el niño preocupado.
 
¿Qué puedo elegir para cuando sea mayor, abuela?
 
La abuela se tomó un tiempo para responder, mientras miraba a los ojos  a su nieto. Eso, le dijo, lo has de descubrir tú mismo, pero yo ahora te voy a contar un cuento que te dará alguna pista.
 
Había una vez, un bello y atractivo joven que vivía en una hermosa ciudad de un gran país. Alfonso –así era como se llamaba el muchacho- había heredado de su padre, un importante personaje de aquella ciudad, todo lo que en su vida éste logró, gracias, por otra parte, al apoyo que de su padre y de sus abuelos él, asímismo, recibió.
 
El joven estaba muy enamorado de una linda muchacha con la que cada día iba a la escuela, y con la que paseaba junto a los amigos y amigas del lugar.
 
Ella lo conocía muy bien. Sabía la inquietud que en su corazón tenía ese joven. A ella él le contaba sus secretos y a ella, un día, le comunicó que iba a hacer un largo viaje, en busca de la flor azul. Esa flor existía en algún sitio y con ella soñaba cada noche.
 
El corazón de la muchacha se llenó de dolor. Temía perder a su amado y que éste no volviera. Los riesgos que iba a correr eran muchos. Podría morir en  los caminos solitarios que habría de  recorrer. Podría enfermar u olvidarse de ella y del amor que se tenían.
 
Él le prometió que volvería, no sabía cuando, pero un día regresaría a su lado y le regalaría aquella flor azul que tanto le obsesionaba. De esta manera, el joven besó a su amada y se despidió con lágrimas en los ojos y con la resolución en el corazón.
 
Al día siguiente, muy temprano, Alfonso salió de su casa, llevando a la espalda una mochila, y en ella un par de mudas de ropa limpia, su libro preferido, un cuaderno, un bolígrafo y algunos alimentos para los primeros días de marcha. En su mano derecha portaba un bastón, regalo de su bisabuelo, para ayudarse por los caminos pedregosos.
 
Antes de salir, su padre le dio la bendición y le dijo: hijo, yo también un día me fui de casa en busca de la flor azul, todos los miembros de mi familia lo han hecho, ahora te toca a ti conquistar el tesoro que ha de acompañarte toda la vida, nunca olvides el objetivo que te ha impulsado a salir de este hogar, tenlo siempre presente, él te protegerá de todos los peligros que vas a correr.
 
Tras de oír estas palabras, Alfonso salió confiado al mundo.
 
Pasó mucho tiempo y del joven no se tuvo noticia alguna. Cada día su amada se asomaba a la ventana y miraba al horizonte, por ver si llegaba. Su corazón le decía que él estaba bien y que pronto volvería triunfante.
 
Un buen día de primavera, la muchacha sintió una alegría especial al despertar. Presurosa se asomó a la ventana, alguien venía a lo lejos, pero no reconoció quien era. Una figura masculina se acercaba. Como salido de un cuento medieval, un hombre vestido con armadura y cabalgando sobre un hermoso caballo negro le saludaba con la mano en alto.
 
No podía ser su amado, pensaba la joven, aquello debía de ser un sueño. Pero no, Alfonso sonriente le saludaba y desde lejos le llamaba: María, María, soy yo, Alfonso.
 
Él se bajó de la grupa del caballo, cuando ya estaba cerca de ella. En sus manos portaba una extraña flor azul, la cual entregó a su prometida, como prueba de su amor. Cuando hizo esa entrega, la flor azul quedó reflejada en la superficie lisa y brillante de la armadura que cubría el pecho del joven caballero.
 
María comprendió, de este modo, que su amado ya estaba preparado para unir su vida a la suya, la aventura había acabado con gran éxito.
 
Poco tiempo después, en una gran fiesta a la que asistieron todos los familiares y amigos de ambos, los felices novios se casaron. Cuentan las abuelas que les conocieron, que la pareja fue muy feliz, gozando de una larga vida, rodeados de sus hijas e hijos, a los que Alfonso les contó todas las aventuras que a través de los mares y en tierras extrañas vivió, hasta dar con su tesoro que ahora estaba guardado en su corazón.
 

 
 
 

FIN


 


Alicia Montesdeoca Rivero

Miércoles, 29 de Enero 2020

 

 
Seguir el camino que te has trazado es el proyecto,
persistir en el empeño, es el objetivo
construirse como fortaleza es el medio.
 
Proyecto, empeño y medio, la identidad
el caminar, la voluntad de ser
el camino, la promesa de lo real.
 
En sus veredas materializa tus intuiciones
las creaciones son la compañía,
el reflejo que nos lleva a la añoranza
el sueño que nos lleva al despertar.
 
En mí está lo que busco,
todas las respuestas a mis preguntas
todas las verdades que me sirven
 
En mí está la paz que anhelo
la protección ante el desamparo
la esperanza ante el porvenir.
 
En mí estás tú y los otros,
los que están cerca y los que no sé dónde habitan
los que buscan y los que encontraron
los perdidos y los ausentes.
 
 

13.



 
Esperar a que la verdad se manifieste
cuidar y proteger el silencio
desprenderse de lo que se comparte
vivir en lo esencial sin ostentación
diluirse en lo inmenso
desaparecer en lo anónimo
ocultarse para reconocer al otro
 
Reconocerse pequeña
saberse  limitada
renovarse para ser libre
 


Alicia Montesdeoca Rivero

Miércoles, 22 de Enero 2020

 
 
Conciencia de ser
Conciencia de estar
Conciencia de actuar
 
Conciencia de dentro
Conciencia de afuera
Conciencia de forma
 
Conciencia de nada
 
 
 


Alicia Montesdeoca Rivero

Lunes, 20 de Enero 2020

wikipedia.org
wikipedia.org
 
Elena es una linda mujer de mediana edad, abierta a la vida, receptiva a todo lo que le sucede cada día, que mira a través de unos hermosos ojos claros, que no han sido apagados por las experiencias vividas, y que cada día acude a su despacho de una agencia de viajes, sirviendo de puente entre las dimensiones de lo cotidiano y de lo extraordinario, y al que acudimos en busca de un billete para cambiar de espacio durante un tiempo.
 
Siempre que me acerco a su oficina siento que lo hago a un cuarto de estar, donde encuentro a una amiga con la que charlar de todo, de forma sincera y profunda. Por eso, nunca la conversación con esta mujer resulta frívola o intrascendente. Ella se muestra espontánea y valiente: habla de ella, de lo que siente, de lo que piensa, y cuando va a hacer alguna confesión que considera trascendente, baja la voz y parece pedir disculpa por si su interlocutora, es decir yo, no está de acuerdo.

Por eso sé que esta separada de la que fue su pareja y padre de sus hijos; que no está de acuerdo con las políticas del PP; que es agnóstica, aunque hizo un pacto con Dios en un momento en que estuvo muy enferma y sus niños eran muy pequeñitos. Le dijo (a Dios) que esperase, que tenía primero que cuidarlos y ayudarles a crecer, después podía llevársela. Es tan fiel a este pacto, que muchas veces le dice (a Dios) que ya puede llevársela porque sus hijos ya están criados, pero no porque a ella se la vea rendida.
 
Se interesa por todo, sigue todos los acontecimientos, sean locales, nacionales o mundiales. Está muy preocupada por todo lo que sucede y asegura, bajando la voz, que “va a pasar algo muy gordo”. Cuando está haciendo esta afirmación mira para el enorme “mapamundi”, que preside una de las paredes de su despacho, y dice: por eso yo lo lavo bien con frecuencia, a ver si así puedo limpiar, algo, tantos problemas. Y añade, a pesar de lo que se diga... la magia existe y funciona...”
 
 
 Reflexiones al hilo de esta experiencia
 
 Por el camino de vuelta a casa rumiaba, una vez más, sobre los espacios complices que se crean cuando dos mujeres hablan de sí mismas y de su visión del mundo y de las cosas. Una vez más llego a la conclusión que a las mujeres nos asiste  unas visiones y unos sentires sobre la realidad que nos sostiene,  y que no sólo no se valoran suficientemente sino que incluso se menosprecian. Entre ellos destacaría:
  1. La capacidad de las mujeres para abarcar todas las expresiones de la vida cotidiana e interesarse por cada una de ellas
  2. La interpretación que hacen de la realidad, a partir de una perspectiva situada fuera de cualquier poder material
  3. El dolor, sincero y solidario, con el que viven los problemas que atañen a todos
  4. La permanencia, a pesar de las formas modernas de producción, de una conexión con lo mágico. Esta conexión surge como un guiño de complicidad con la interlocutora...  “a pesar de lo que se diga... la magia existe y funciona...”
  5. La entrega eficaz, silenciosa y humilde a las tareas diarias, sin el afán de competencia ni de dominio. La eficacia práctica de las mujeres es un don que ha permitido, y que hoy permite, la supervivencia de la especie a pesar de los poderosos vientos en contra. ¡No es poca cosa!
 
 


Alicia Montesdeoca Rivero

Jueves, 16 de Enero 2020

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Editado por
Alicia Montesdeoca Rivero
Eduardo Martínez de la Fe
Licenciada en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, Alicia Montesdeoca Rivero es consultora e investigadora, así como periodista científico. Coeditora de Tendencias21, es responsable asimismo de la sección "La Razón Sensible" de Tendencias21. Este blog está dedicado a sus creaciones literarias.



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