INNOVACIÓN: Mónica Edwards Schachter


La palabra inclusión es hermosa. Tanto como su significado, según la Real Academia Española: acción y efecto de incluir, conexión o amistad de alguien con otra persona. La inclusión representa el modo en que damos respuesta a la diversidad y la diferencia, a cómo experimentamos una mordedura de conciencia ante las múltiples caras que puede adoptar la exclusión, la de los otros y la propia. Pero también algo más: para mucha gente es un impulso que hace trascender con alegría los límites del dolor y la lucha por sobrevivir. Personas etiquetadas con el rótulo de 'incapacidad', 'discapacidad' o 'capacidades especiales' tienen y sienten esa necesidad de ser reconocidas e integradas en una misma humanidad. Eso experimenté una tarde de sábado con el espectáculo de la Asociación Cultural Lo Mès Baix. ¿Teatro inclusivo? Tanto como la vida misma.


David Torres en un momento de 'Mundólogos'
David Torres en un momento de 'Mundólogos'


¿Por qué una empresa de cosméticos incluye en el paquete que no testa sus productos en animales? ¿Porque es una empresa benévola? ¿Porque le preocupa el bienestar de los conejitos? No, porque cree que haciendo eso va a vender más y va a ganar más dinero. Ninguna empresa vende productos orgánicos porque le preocupe nuestra salud. Ninguna empresa vende productos biodegradables porque le preocupe el medio ambiente. Tiene un solo objetivo: el dinero. Y para conseguir más dinero una empresa es capaz de todo, ¡hasta de salvar esta m... de planeta! Estas frases acompañaban una escena sobre una conferencia de marketing en un capítulo de una reciente serie brasileña. Me reí, aunque no me gustó ni estoy de acuerdo. Creo firmemente en la posibilidad de salvar esta m..aravilla de planeta. Pero no puedo obviar las veces que escuché opiniones parecidas, en especial de un marcado escepticismo al hablar de empresa social y el mercado de 'lo social'. ¿Es tan importante saber qué mueve a una empresa a ser 'social'? Por el momento las empresas sociales van a la deriva en el limbo entre el 'bussiness is business' y las organizaciones sin ánimo de lucro. Merece la pena ir desterrando algunos mitos.


Mito 1. Las empresas sociales están asociadas o surgen del tercer sector 

Falso. Una empresa social puede originarse a partir de cualquier sector, ya sea la sociedad civil o los sectores privado y público, e incluso de la hibridación de estos: el llamado cuarto sector. En la perspectiva anglosajona lo principal es la figura del emprendedor social, que con sus ideas 'heroicas'  da lugar al desarrollo de innovaciones disruptivas en el lugar donde se le ocurra. Así lo contempla la definición de empresa social publicada en el año 2002 por el gobierno británico en el documento Social Enterprise: A Strategy for Success., donde se habla de 'un negocio' en sentido general, que se diferencia por tener unos objetivos principalmente sociales  cuyos excedentes se re-invierten principalmente en la satisfacción de la demanda del servicio o producto ofertado y se amplían a toda la comunidad, en lugar de maximizar individualmente los beneficios.  El documento sostiene que las empresas sociales ofrecen modos nuevos y radicales de operar, combinando la ética del servicio público con el mundo de los negocios (y de paso sustituyendo la alicaída respuesta del Estado).

Una gran variedad de empresas sociales nacen en diferentes 'tipos de economía: en la sharing economía (economía del intercambio), la economía circular, la economía azul, la silver economy, la green economy, además de la clásica asociación a la economía de la solidaridad  y del bien común. Cada vez se complica más la tarea de ver cuáles son las fronteras con lo que consideramos 'economía social'. En una contribución reciente, Gordon (2015) identifica un conjunto de 'tradiciones' que permiten caracterizar a las empresas sociales de acuerdo a diferentes propósitos y tipos de valores a los que se orientan. En su opinión hay:

a) empresas con propósitos altruistas, relacionadas con las  'charities' y la filantropía,

b) empresas sociales públicas, más pragmáticas, con el ojo puesto en la provisión de servicios públicos (ya son comunes las spin-outs sociales originadas en el sector público),

c) empresas surgidas del sector privado, asociadas a las prácticas de Responsabilidad Social Corporativa (RSC),

d) empresas con propósitos comunitarios, especialmente atendiendo a la atención y el empoderamiento de grupos en riesgo de exclusión,

e) empresas con propósitos de cooperación y mutualismo (las cooperativas y mutuas, avanzando a una amplia variedad de actividades económicas), y

f) empresas con propósitos éticos hacia el bien común global, con propensión a ser agentes de cambio radical en la sociedad. 
Este variopinto escenario se complica aún más cuando tenemos en cuenta el avance de emprendimientos a través del rol de los intra-preneurs y extra-preneurs sociales...basta dar una vuelta por la última Intrapreneurship Conference   en Estocolmo (en mayo de este año) o la Liga Global de Intra-emprendedores (League of intrepreneurs).


Mito 2 Las empresas sociales solo se preocupan por el impacto social y/o ambiental

Falso. Si la empresa social quiere sobrevivir necesita preocuparse al mismo tiempo de la sustentabilidad de su modelo de negocio y de encontrar el equilibrio  entre su misión social, sus ganas de innovar y la gestión adecuada de sus recursos. Su preocupación probablemente se ve en relación directa a cuánto re-invierte o re-distribuye y de la manera en que realiza esa re-distribución. Al decir de Mohammad Yunus,  en un negocio convencional tienes que hacer dinero…para eso tienes que tener a la gente trabajando para ti. En un negocio social, la creación de empleo para esas cinco personas que te acompañan es el objetivo. Y esto constituye también la primera apreciación de la medida en que la empresa social está preocupada -y ocupada- en generar un verdadero impacto social.
 

Mito 3 Las empresas sociales siempre son escalables

Falso o la respuesta es no siempre  o no necesariamente. Existe una tendencia a calificar el inicio de cualquier emprendimiento social como 'start-up' social, pero muchas empresas actúan a pequeña escala y conviene recordar que lo que caracteriza y diferencia a una start-up es ser una empresa que manifiesta un crecimiento muy rápido y requiere inyección de capital. Por otra parte, esta ambición de 'ser una start-up' choca con el elevado porcentaje de fracasos, siendo la supervivencia en torno al 15% o menor (dependiendo del país). La escalabilidad también depende de cuál es el producto, el servicio, o ese 'algo' que se pretende escalar.


Mito 4. Todas las empresas sociales aportan valores sociales 'positivos' 

Falso. La empresa social construye valores sociales como lo hace el ser humano en general, y que ya sabemos que son muy variopintos y fuertemente dependientes de dónde y cómo son construidos. A veces son positivos para algunas personas o grupos sociales y negativos para otros. Curiosamente mi sensación es que ideas como la de los microcréditos que aplicó Yunus en India, como muchos otros ejemplos, funcionan bien cuando su implementación no se hace 'demasiado grande'. Cuando las estructuras crecen y se hacen enormes...pareciera que hay más oportunidad para -digamos- la generación de valores no tan positivos. 


Mito 5. Las empresas sociales son una excelente vía para avanzar hacia una economía más saludable

En principio esto es cierto, ya que unimos la motivación de la lucha por la supervivencia de la vida -seriamente amenazada- que ha constituido el motor del desarrollo de los movimientos sociales y ecologistas y el crecimiento del tercer sector desde hace varias décadas con la gestión eficiente que se atribuye a las empresas. Confieso que me siento muy atraída por otros intentos más utópicos, como los de los freegans (friganismo), las  gratiferias y las tiendas gratis (hay redes de ellas en varios países, como Alemania). En el interior de una Weggeefwinkel de Utrecht (Holanda) hay un cartel que dice:
'La Tierra tiene suficiente para las necesidades de todos, pero no para la codicia de cada uno'.  


 


Editado por
Mónica Edwards
Monica Edwards Schachter
Mónica Edwards Schachter es investigadora, educadora, consultora, escritora y emprendedora, aunque prefiere definirse como una mujer apasionada por aprender y compartir proyectos para mejorar el mundo. Doctora Cum Laude por la Universidad de Valencia con la tesis doctoral ‘La atención a la situación del mundo en la educación científica’ (2003) y Especialista en Proyectos de Ingeniería e Innovación por la Universidad Politécnica de Valencia (2006). Es Ingeniera en Electrónica, Licenciada en Matemática y Física y posee Diplomas de pos-grado en Gestión del Conocimiento por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (México) y Planificación, Gestión y Evaluación de Proyectos Educativos (Universidad Nacional de Córdoba, Argentina). Con más de 20 años de experiencia en formación y consultoría, ha participado en más de 20 proyectos de investigación a nivel nacional e internacional. Es autora y co-autora de más de un centenar de publicaciones, entre libros, capítulos de libros y artículos en prestigiosas revistas científicas en temas de innovación tecnológica e innovación social, innovación colaborativa, empoderamiento, living-labs, innovación educativa, educación científica y desarrollo y evaluación de competencias, especialmente creatividad, innovación y emprendimiento. Ha recibido seis distinciones literarias en poesía y en 2004 le fue concedido el segundo premio en el Concurso de Ensayo Manuel Castillo (patronato Nord-Sud de la Universidad de Valencia) con la obra “Redes para la Paz”, publicado en 2007 por el Seminario Gallego de Educación para la Paz y la Fundación Cultura de Paz.




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