Yaiza Martínez

Con motivo de la reedición de "Tratado de las mariposas", Ediciones Tigres de Papel organizó el pasado 21 de octubre de 2021 un taller de libro en el que comenté algunos de los aspectos compositivos de la obra. Este es el texto base de mi disertación, que dedico agradecida a los atentos y sensibles asistentes al taller, a mis queridos editores Paco Moral y Mara Troublant y a todos los artistas que participaron en el libro. La portada es de Adriana Manuela Ruíz Gómez y los prólogos de esta nueva edición fueron escritos por Juan Hermoso Durán y Carmen Anisa.


Conocimiento lírico o verdad por aproximación: el propósito de "Tratado de las mariposas"
1. Composición de Tratado de las mariposas. Necesidad de miscelánea

Cuando estaba estudiando filología hispánica en la UCM, el libro que creo que más me impactó fue el Libro de buen amor, de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, escrito en la Edad Media. Yo apenas tenía 20 años pero ya decidí entonces que mi camino literario debía desembocar ahí, en algo así como esa “mezcla” que el Libro de buen amor contiene.

En el Libro de buen amor aparecen fábulas, alegorías, cantigas y sermones; también estrofas de la lírica popular, como las serranillas, combinadas con himnos a la Virgen. Hay una intención supuestamente didáctica, pero también una intención humorística. Hay alarde de destrezas literarias, propio de los religiosos cultos medievales, pero también una burla continua y mal disimulada a la religión; se habla del amor puro a Dios y de la sensualidad y el amor erótico; etc.

En definitiva, una amplia variedad de intenciones y composiciones son en este libro reunidas, bajo un marco narrativo a mi modo de ver apasionante: la autobiografía fingida. ¿Qué hay más interesante que la voz de un narrador o un yo poético, esas vías de verdad a través de la mentira y/o el fingimiento?

Ya en aquella lectura del Libro de buen amor, decía, noté que en el mezclar había algo extremadamente interesante: estaba la posibilidad de transgredir los límites, de estirar el lenguaje, de penetrar en distintos modos de decir; la posibilidad, de algún modo, de someter la realidad para el conocimiento.

Pero no para un conocimiento acabado, congelado, conceptual y frío, no, para un conocimiento a través de la aproximación; de esas aproximaciones que no nos dejan fuera de lo visto sino que nos meten en ello y nos hacen vivir con ello. La aproximación es la forma más hermosa, libre, verdadera y abierta de conocimiento que conozco. Deja al objeto cognoscible libre para ser, susceptible de ser nombrado provisionalmente, unido a quien lo nombra por esa cuerda que hace los sistemas (pertenecer es el nombrar); pero al mismo tiempo, como he dicho, libre y por tanto inagotable y abierto siempre a nuevas lecturas e interpretaciones. Así todo es más fascinante cuanto más te acercas.

Desde aquel momento en que me sentí inspirada por la obra del Arcipreste, y durante muchos años, escribí poesía o bien novela o bien relatos. Sin embargo con la edad me fui aproximando a mí misma y a aquel propósito que despertó el buen amor: cada vez me pareció más claro que mezclarse hace la sabiduría y eso se entiende con el cuerpo y con el lenguaje. Por otra parte, cuando llegué a Tratado de las mariposas tenía cierto grado de hartazgo de lo tradicional (en el sentido de mi tradición de la literatura dividida por géneros), y cada vez más ganas de ser una “auténtica autora”, tal y como yo concebía el concepto desde mi propia aproximación progresiva a la escritura y al conocimiento a lo largo del tiempo.

Evidentemente yo no iba a escribir cántigas y serranillas en mi Tratado, pero sí podía ser como el Arcipreste aunando elementos discursivos que a lo largo de mi vida yo misma había empleado por separado. Consideré que dichos elementos (periodismo de divulgación científica, poesía, narrativa) quizá me sirviesen para el fin perseguido: informar amando o practicar un amar informativo; que eso es mirar con la fascinación estética; un amar lo que se dice porque se ve cuando se dice o desde esa aproximación. Pero no encerrar el mensaje solo en lo poético del lenguaje lírico o solo en lo racional del discurso meramente expositivo; aunar las aproximaciones para mirar el prisma desde varios lados.

Tomemos la mariposa monarca para entenderlo mejor. Sobre esta mariposa conocemos algunos datos científicos increíbles: viaja miles de kilómetros desde Canadá y Estados Unidos hasta los bosques de oyameles (abies religiosa) y pino de México, en los que hiberna. Es por ello el insecto que lleva a cabo la migración más extensa y en mayor número de la Tierra. Sabemos también que la generación migratoria de esta especie es mucho más longeva que otras que no tienen que emigrar (las que nacen en el norte, en épocas más cálidas del año). Conocida como "Matusalén", puede durar hasta nueve meses, tiempo en el que las mariposas van a México y vuelven a Norteamérica. Por otra parte, de la Dánae también sabemos que está amenazada por los herbicidas que se usan en las plantaciones de las que las larvas se alimentan.

Por otra parte, sobre esta mariposa existe un relato mítico maravilloso: los mazahua, el pueblo indígena más numeroso del estado de México y Michoacán, creen que las monarcas son sus seres queridos ya fallecidos, que cada año vuelven a visitarlos. El declive de las monarca, por tanto, les supone un gran sufrimiento.

En Tratado existe además una tercera vía de aproximación a la monarca, que consistió en ponerla en relación con los seres humanos. En este caso, me pregunté, ¿a qué maripsosa se parece esta o esa persona? Y establecí un enlace poético entre los lepidópteros y personas que conocía (casi todas ellas saben que están cantadas y contadas en el libro, en la parte de “Crisálidas”, de hecho, los títulos de los poemas de esta parte fueron elegidos por dichas personas). Esto lo hice como otro medio de conocimiento que consistió en intentar reconectar la realidad de los amenazadísimos polinizadores con la nuestra, para tratar de religarnos simbólicamente al mundo que esquilmamos.
Para expresar todo esto hice uso de la mezcla textual: la lírica para cantar, expandiendo y conteniendo el conocimiento en el ritmo y la imagen; la narración para contar, introduciendo elementos narrativos en los poemas; y el texto expositivo para informar de datos que me parecieron interesantes sobre las mariposas. Así pude aprehender con el ojo de la imaginación y la mente racional a un tiempo, intenté crear una sinfonía o quizá algunas variaciones de jazz, quién sabe.

2. El lenguaje poético como pregunta continuada

Hasta aquí lo que se podría decir de la “estrategia” de composición que seguí con este libro, del intento de clarificación y conocimiento a través del uso de distintos lenguajes. Ahora vamos a hablar de la oscuridad, porque este libro es una obra oscura.

Lo es porque no se entiende muy bien, lo es que porque nos habla de realidades terribles (el fin de los polinizadores, la esquilmación del planeta, el mundo casi inhabitable que hemos construido); lo es porque habla de personas reales y debía ser discreto; lo es porque las crisálidas están llenas de oscuridad y dolor y muchas veces no saben el potencial que como mariposas contienen: en ellas hay campos de concentración, espaldas rotas, abusos sexuales, identidades robadas, pueblos enteros barridos. Algunas fueron deformadas por explosiones nucleares terribles.

Todo eso (como la alegría) está en la materia viva en forma de ritmo e imágenes: en la de las mariposas y en las de los humanos; también en la del mundo vegetal que nos sostiene. Y por eso el lenguaje poético parece una vía para su conocimiento no literal. La cuestión es acercarse a preguntar: mirar-escuchar la materia de los cuerpos con el ojo-oído de la imaginación, practicando lo que Goethe llamaba la “imaginación sensorial exacta”, que luego explicaré.

Si se afina bien el oído, si vemos con esos ojos, la materia te lo dice: hay propósito y eros en la forma que la materia toma a cada segundo (dirían los físicos eficiencia energética, vencimiento de la entropía). Y ambos, el eros y el propósito, son susceptibles de ser captados a través de los elementos que la lírica expresa: la imagen poética, el ritmo que gira y es nuestra gravedad compositiva (y comprensiva, pues nos hace entender lo del otro, por ser una misma en el otro al verlo así o en ese lugar de la imaginación y la música).

No puede haber aquí un lenguaje meramente denotativo, literal: hay verdad por la amplitud y la profundidad y la extensión que la verdad entraña; precisamente por lo mismo que hace que el texto muchas veces no se entienda o se comprenda solo en parte.

No estoy diciendo con esto que para que la poesía tenga verdad deba de ser oscura, de hecho creo que no tiene porqué, solo digo que aquí se presentó así el lenguaje poético, se quiso hacer de esta forma, tal vez para cubrir la ambición inicial del libro de comprender y aunar realidades que solo están unidas en algún secreto espacio que no es fácil de abarcar.

Como quiera que fuese, el lenguaje poético del libro surgió de una pregunta continuada a la materia y al lenguaje mismo. Fue fruto del interés por ser consciente de lo que transcurre en el tiempo, del porqué de las formas (de las mariposas, de las personas, de la Tierra); y de eso que nos está uniendo a todos y que parece que hemos olvidado. En definitiva, fue un intento de coserme, de aproximación, pues siempre que observamos atentamente nos convertimos de alguna forma en lo otro; pasamos a saberlo. Y para ello hay que preguntarse, preguntar, y escuchar las respuestas que nos da el lenguaje, sus interpretaciones del otro texto, el de los cuerpos o el mundo.

Me pareció que la aproximación poética a toda esa oscuridad, a las apariencias más veladas, podía enriquecerse o complementarse con la información de otros discursos más informativos, y de ahí también la mezcla de géneros que he comentado antes.

3. Al conocimiento a través de la imaginación

¿Qué es saber con la imaginación? Es observar atentamente la materia hasta que de ella surge una imagen que la explica de una forma significativa. Esta “aparición” de la imagen sucede en la asociación entre la conciencia del observador y la realidad que el observador mira. Es decir, que no es que la conciencia genere la imagen. Es que la conciencia y la materia se unen en la imagen, se hacen uno en la imagen.

Así la materia pasa a la conciencia y la conciencia pasa a la materia. La conciencia es entonces ahí, en esa relación; y esto es lírico, pues la imagen viene además con un ritmo (recordemos que el género lírico se llama así porque en el mundo griego la poesía se cantaba con el acompañamiento musical de la lira).

No soy la primera que aúna observación empírica atenta con la poesía. El poeta romántico Goethe hacía algo parecido. Naturalista apasionado, desarrolló un método científico al que incorporó la imaginación. Lo llamó “empirismo delicado” e “imaginación sensorial exacta”, supongo que porque creía que la imaginación muestra la verdad. Yo diría que más bien da un conocimiento por aproximación, cargado de verdad pero no del todo certero, pues es abierto, no conceptual, orgánico; relacional y vivo y por tanto cambiante.

Goehte, por ejemplo, observaba atentamente las fases de formación de las plantas, a partir de la semilla y los primeros brotes, la aparición del tallo y las hojas, luego la aparición de la flor con todos sus componentes; y con la imaginación determinaba algo más del proceso, el porqué del desarrollo. Todo era hoja, decía, de principio a fin, una hoja que se iba transformando, especializándose en las demás partes de la planta. También dedujo con su imaginación que todas las plantas seguían un patrón que debía provenir de una planta arquetípica inicial que quiso encontrar en alguna parte, sin éxito, supongo que porque la exactitud no el fin de la imaginación. Es la profundidad, lo que está oscurecido.

Yo intenté hacer algo parecido con las mariposas: observarlas atentamente en sus partes compositivas para deducir sus porqués. También observé atentamente a algunas personas con el ojo de la imaginación y las vi en su apariencia secreta, esa que apareció en la unión entre mi conciencia y lo que de ellos vi con los ojos físicos, o al cerrar mis ojos y traerlos a mi mente.

Mi impresión con este experimento, con este empirismo delicado, fue que los seres son en sí mismos, de igual modo que son en los otros. Quizá esa sea la verdad, la interdependencia de la cualidad del ser. Hugo Von Hofmannsthal lo expresó en La carta de Lord Chandos con estas palabras: “(…) intuía que todo era una metáfora y cada criatura una llave de la otra”.

Conocer de este modo las cosas, a través de la imaginación sensorial inexacta, que diríamos parafraseando a Goethe, es una aventura que te implica profundamente. Con Tratado de las mariposas aprendí así muchísimo. De repente saltó una verdad que yo había obviado al compadecerme de las mariposas por nuestro destrozo: la fuerza de la vida. También saltó la posibilidad de metamorfosearnos, de generar belleza. Tuve que comprender y aceptar el cambio como proceso del mundo, el dolor como parte del cambio, y todas esas cosas que saben los agricultores o las que observan la luna constantemente.

Os recomiendo por ello observar las cosas con el ojo de la imaginación, esperar a que se vea-oiga la verdad que está en la oscuridad de las cosas con su propósito, ese sonido-imagen. El conocimiento por aproximación está al alcance de todos: solo hay que practicarlo; dejar por un rato de lado nuestra fe en la luz y confiar en la pertenencia.


Si la obra te ha parecido de interés, puede adquirir un ejemplar en este enlace.

Yaiza Martínez
Sábado, 23 de Octubre 2021


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Cuaderno de campo vinculado al poemario "Tratado de las mariposas", de Yaiza Martínez. Imagen: Eva Lí.



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