Hemos entrado en la noche


Alexander V. O'Hara

6 de mayo de 1915
Desde hace unos días el sol está por debajo del horizonte o mejor dicho, debería de estar. Precisamente la refracción de la atmósfera ha hecho que la marinería le tomase el pelo de lo lindo a los científicos.



Aunque no lo parezca, el disco solar ya está por debajo del horizonte, pero...la física tiene la respuesta a esta aparente incoherencia
Ya hemos entrado en esa larga noche polar, que tanto asusta a los exploradores polares, y con la que tendremos que convivir durante varios meses. He leído la triste historia de la expedición del belga Adrian de Gerlache, en los últimos años del siglo XIX, y puedo asegurar que el ambiente en el Endurance no tiene nada que ver con el que había en el Bélgica, que así se llamaba el barco de esa expedición.

La teórica desaparición del sol fue recibida con una gran fiesta, incluso demasiado escandalosa para mi gusto, en el Ritz. Cantamos, reímos y alborotamos hasta bien entrada la noche, después de hacer disfrutado de una opípara cena. Y he escrito la “teórica desaparición del sol” porque al día siguiente los pobres científicos fueron objeto de todo tipo de bromas. Puesto que a la mañana siguiente, el sol volvió a elevarse sobre el horizonte.

De poco sirvió sus apasionados argumentos sobre la refracción de la luz solar en la atmósfera, los marineros no cesaron de convertirles en el blanco de sus mordaces comentarios. A mí me lo explicaron con todo detalle, para que pudiese informar con veracidad a mis lectores, es decir a todos ustedes.

Incluso hicieron el experimento de introducir en una copa de cristal, que contenía agua, un lapicero. Y efectivamente, el lápiz, al llegar al agua, parecía que se había quebrado y tomaba otra dirección. Pero ni con esas se acallaron las bromas de algunos de los marineros, más dispuestos a divertirse con lo que fuera que a admitir la verdad.
Así, durante unos días más, el sol volvió, hacia el mediodía, a elevarse sobre el hielo para ocultarse una hora después. Luego, el disco solar dejó de asomarse, pero todavía se mantenía una luz crepuscular que hace más llevadero esta entrada en esta nueva etapa de nuestra expedición y de nuestras vidas.

El diario de Shackleton
Hace unos días Shackleton, el Jefe, como todos le llamamos, me dejó que copiase unos párrafos de su diario que a continuación reproduzco: “Uno siente su impotencia a medida que la larga noche de invierno se cierne sobre nosotros. Para este momento, si la fortuna hubiese sonreído a la expedición estaríamos cómodamente instalados en nuestra base en la costa”.
Luego seguía con una reflexión sobre el futuro: “¿Dónde desembarcaremos ahora? El hielo puede abrirse en la primavera, pero para entonces, estaremos lejos. No creo que podamos regresar a bahía Vahsel”.

Me entristecí mientras copiaba estas líneas, había un dolor acumulado en cada una de las palabras. Por eso me sorprendió todavía más cuando, al levantar la mirada del cuaderno donde estaba anotándolo, me topé con un Shackleton sonriente que me decía con naturalidad: “Así es la vida, Alex, y no hay que darle más vueltas. Venga, vamos a cubierta, creo que Worsley quiere salir de caza”