En este sentido, tenemos algunos datos impactantes sobre la seguridad de los pacientes, y se estima que anualmente alrededor de 143 millones de personas en el mundo sufren daños como consecuencia de la falta de seguridad en la atención hospitalaria. Como consecuencia de la falta de seguridad de los pacientes se origina un gasto hospitalario de más del 15 por ciento del presupuesto.
La 74ª Asamblea Mundial de la Salud aprobó en mayo del 2021 el «Plan de acción mundial para la seguridad del paciente 2021-2030», con el fin de potenciar su seguridad como un componente esencial en el diseño, los procedimientos, la gestión y la evaluación del desempeño de los sistemas de seguridad de todo el mundo.
La seguridad en hospitales y del paciente, responsabilidad de todos
La inversión para mejorar la seguridad puede conseguir ahorros considerables, así como mejor resultado para los pacientes, ya que el coste de la prevención del daño es, generalmente, menor que el coste derivado de afrontar sus consecuencias.
La seguridad de los pacientes está prevista en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, cuyo objetivo general es "garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos a todas las edades", siendo un objetivo primordial el procurar el acceso de todas las personas a los servicios de salud esenciales con todas las seguridades.
Ello es responsabilidad de todos los profesionales implicados en el amplio esquema de desarrollo de la actividad sanitaria y se deben adoptar las acciones necesarias para aplicar todas las medidas de seguridad a nuestro alcance con eficacia y eficiencia, garantizando así, tanto la salud y bienestar del usuario, como los de los profesionales sanitarios.
La seguridad del paciente tiene un punto de arranque fundamental en una educación y formación básica y continua en materia de calidad de todos los profesionales implicados, que garantice que estos tengan las aptitudes y competencias profesionales adecuadas en sus respectivos cometidos y funciones dentro de todo el largo proceso.
Con todo y por ello, se puede y debe mejorar la seguridad de los pacientes, generando una cultura de la seguridad en el ámbito sanitario, siendo de vital importancia la aplicación de procedimientos y generación de conductas que traten de reforzar las distintas seguridades.
En este sentido, interesa resaltar la importancia de la formación de equipos multidisciplinares, con la participación de diferentes especialidades profesionales (arquitectura, ingeniería, empresas tecnológicas y de seguridad, etc.), además de todos los correspondientes a las disciplinas sanitarias (gestores, médicos, auxiliares, sanitarios, etc.), trabajando de forma conjunta y colaborativa, con un objetivo común: “Primun non nocere”, es decir, dentro de la potencial injerencia que toda intervención sanitaria representa, poder garantizar la excelencia en el funcionamiento y programación dirigida a la conservación, mantenimiento y recuperación de la salud de los pacientes, siempre con el menor daño posible.
Seguridad global, integral e integrada
Hoy en día, se contabiliza a nivel mundial un número elevadísimo de víctimas y de daños a las personas, en gran medida evitables, a causa de las deficiencias, errores y vulnerabilidades, tanto en los procedimientos e infraestructuras, como en la propia atención sanitaria. Ya sea debido a falta de inversión o a mala gestión, lo que subyace es en gran medida las carencias derivadas de una deficiente cultura para la seguridad de los pacientes.
Reconociendo que garantizar la seguridad del paciente es una prioridad clave en la prestación de los servicios de calidad y considerando que todas las personas deben recibir servicios de salud seguros, independientemente del lugar donde se presten, se presenta, en primer lugar, la necesidad de desarrollar una cultura de seguridad que, por una parte, conozca, acepte y afronte el amplio catálogo de riesgos inherentes a la asistencia sanitaria y por otra, trate incidentes o errores con un criterio no meramente defensivo.
Por otro lado, reafirmando el principio de «ante todo no hacer daño», son evidentes los beneficios que pueden obtenerse promoviendo y mejorando la seguridad del paciente con actuaciones en el conjunto del sistema sanitario a todos los niveles, sectores y entornos, teniendo en cuenta que la seguridad del paciente (y de los trabajadores sanitarios) no puede garantizarse sin acceso a infraestructuras, tecnologías y dispositivos de prevención y protección que deben estar bien informados, y con un personal sanitario, técnico y de gestión cualificado y comprometido, desarrollando su labor en un entorno propicio y seguro.
Garantizar la seguridad de los profesionales es sinónimo de proteger la de los usuarios, por lo que la prevención de riesgos laborales es uno de los pilares sobre los que debe asentarse el trabajo desempeñado en los centros asistenciales y hospitalarios.
Consolidar una cultura de la seguridad y un enfoque centrado en el paciente y mejorar y garantizar la seguridad requieren, igualmente, la creación de un liderazgo sólido, con enfoques sistémicos y sistemáticos, recursos humanos y de tecnologías adecuadas y el intercambio de prácticas óptimas y confianza mutua, según proceda, mediante la cooperación y la colaboración profesional público-privada.
Igualmente, hemos de reconocer que la mayoría de los eventos adversos pueden evitarse con estrategias y prácticas eficaces de prevención y mitigación, según corresponda, con políticas bien elaboradas, sistemas de datos, procesos de atención rediseñados para mejorar el ejercicio profesional, sistemas de regulación y control eficaces y estrategias de comunicación adecuadas, con soluciones de valor, especialmente en el campo de la prevención, para tratar de que los riesgos sean los mínimos y, en el caso de que se materialicen, los sistemas estén preparados para poder disminuir el impacto o el daño.
El planteamiento de presente y de futuro de las instalaciones sanitarias, exige de: una gestión integral e integrada de las seguridades (industrial, física, lógica, pública y privada); una gestión integral y centralizada de la vigilancia y la comunicación; una organización y gestión de la autoprotección, y una alineación de los objetivos de sanidad y seguridad con una normalización y homogeneización de la gestión integral.
Además, hemos de hacer notable la importancia de la seguridad desde el diseño y la arquitectura actual que trabaja en lo que se denomina “diseño basado en evidencias”, cuyo objetivo es establecer un vínculo directo entre las estrategias de diseño y los resultados médicos. Uno de los resultados obtenidos con los trabajos actuales es una herramienta que permite identificar posibles actuaciones de mejora, y ordenarlas según su coste, lo que puede resultar de gran utilidad para los centros sanitarios.
Retos y oportunidades. Asignaturas pendientes
En un mundo que evoluciona rápidamente y en el que convergen salud, seguridad y tecnología, una asistencia sanitaria sostenible ya no solo se limita a los retos sociales y medioambientales relevantes a los que nos enfrentamos actualmente. Hemos de proporcionar herramientas y soluciones optimizadas que mejoren la sostenibilidad financiera y la eficiencia de las organizaciones sanitarias, mejorando la seguridad para proteger, tanto a pacientes como al personal sanitario, ampliando el acceso a una atención de calidad y proporcionando a los profesionales de la salud una seguridad y un apoyo personalizado y oportuno a lo largo de todo el proceso del paciente.
Hemos de innovar en el presente y para el futuro, y eso pasa por preocuparnos por la falta de progresos generales en la mejora de la seguridad de la atención de la salud y un buen comienzo es darnos cuenta de la mejora significativa que las medidas de seguridad han tenido durante la pandemia de la COVID-19, con un impacto variable y una eficacia efímera dado que, en muchos casos, no han sido adaptadas para su aplicación fructífera permanente.
Hemos de reconocer la importancia de una medición sólida de la seguridad del paciente para promover sistemas de salud más resilientes, una labor preventiva mejorada y más específica, fomentando la seguridad y la concienciación sobre los riesgos y su eficiente tratamiento. La transparencia en el análisis de datos de incidentes, junto con la capacitación y el desarrollo profesional continuo ha de crear y mantener una plantilla de personal sanitario y de seguridad, competente y comprometido, que trabaje en un entorno favorable para poder garantizar la seguridad en la ejecución de la atención sanitaria de los pacientes y sus familias. Esencial será para ello, hacerlos partícipes en esa mejora de la seguridad de la atención que consiga los resultados sanitarios deseados.
Sin embargo, no podemos olvidar que, para mejorar y garantizar todo eso, es necesario subsanar los déficits en materia de conocimientos, políticas, diseño, prestación y comunicación a todos los niveles y con todas las seguridades.
Capítulo aparte merece el planteamiento de una formación especializada y continuada, con el entrenamiento y actualización a lo largo de toda la vida profesional como uno de los ejes de la seguridad del paciente y de un funcionamiento seguro.
Renovar la cultura de seguridad implica aplicar un modelo de valor compartido por todos los profesionales e individuos implicados en cualquier organización (y más las sanitarias) que han de trabajar de forma coordinada, colaborativa y participativa dentro de unas organizaciones tan plurales y complejas, que precisan llevar como bandera un conjunto de valores y normas que posicionan a la seguridad, la reducción del riesgo de daño y la mejora continua como el objetivo común a perseguir de cara a una asistencia sanitaria de calidad y una seguridad del paciente impecable.
Celebremos el “Día Mundial de la Seguridad del Paciente” y trabajemos por esa seguridad global, integral e integrada, pública y privada.
Sentirse seguro hace referencia a una percepción, a una vivencia, que puede ajustarse o no a la realidad y la sensación de seguridad depende sobre todo de tener una percepción de control del momento.
Para ello, entender lo que ocurre es especialmente importante, de ahí que las noticias sensacionalistas, las informaciones sesgadas y hasta contradictorias generen alarma social y hagan tanto daño a la población, pues aumenta su sensación de inseguridad y descontrol.
Por otro lado, el cómo afronta cada uno la adversidad dice mucho de nosotros mismos, y más que las circunstancias, es lo que marca la diferencia de ver la tragedia o la oportunidad.
La seguridad es una experiencia subjetiva e intrínseca de cada persona y, teniendo en cuenta esta definición, es razonable pensar que la sensación o la seguridad real cambian en función de las circunstancias.
Hay que prevenir, tomar las medidas que sean necesarias y controlar, dentro de nuestras posibilidades, el entorno para poder protegernos.
Ahora, los riesgos que conlleva la pandemia son reales, la COVID-19, a pesar de su baja tasa de mortalidad, es una amenaza a la salud pública por su alta tasa de mutación y contagio así que recordemos que, al miedo bien educado se le llama prudencia y es una excelente virtud.
Pasado… análisis y realidad
En el pasado reciente, más que el concepto de seguridad, lo que ha cambiado han sido las circunstancias y, efectivamente, nos enfrentamos a una situación en la que vamos a tener que analizar y reevaluar continuamente lo que es seguro y lo que no para proteger, prioritariamente, nuestra salud en un sentido amplio para entender que no sólo debemos protegernos de la infección sino también de la ansiedad, la depresión que pueden ser producidas por un exceso de protección en nuestro día a día.
La reciente pandemia es una oportunidad para examinar el estilo de vida que llevamos en nuestras actividades empresariales, laborales y sociales.
Así, simplemente aplicando el sentido común y teniendo en cuenta que vivimos periodos muy inciertos en los que no debemos dejar de analizar el pasado, no deberíamos presuponer qué es seguro y qué no, debemos analizar cada situación según las circunstancias, el momento y el contexto.
Intentemos construir una sensación de seguridad al sentir que tenemos cierto grado de influencia, control y poder sobre aquello que nos puede afectar.
Presente… panorama complicado
La COVID-19 ha puesto patas arriba nuestra sociedad global y ha cambiado nuestra percepción de seguridad. Cosas que antes eran tan normales y tan “seguras” como asistir a reuniones, actos sociales o, incluso reuniones familiares se nos ha complicado.
Pero, una cualidad maravillosa del ser humano es nuestra capacidad de adaptación y ahora, debemos aprender a cambiar muchas cosas y adaptarnos a las nuevas circunstancias, sean provisionales o hayan venido para quedarse.
Tenemos que asumir que, aunque hay cosas que no debemos o podemos hacer, hay otras que perfectamente siguiendo las medidas de prevención o protección, principalmente las indicadas por las autoridades sanitarias.
Los confinamientos han tenido un efecto aparentemente negativo en la salud de las personas pero han hecho que mucha gente se pare y tome conciencia de muchas cosas y que lo primero es lo primero: la salud.
Existen muchas medidas de prevención y protección que dependen en gran medida de nosotros, aunque las vulnerabilidades son un problema muy serio.
No obstante, el nivel de exigencia y seguridad de las organizaciones públicas y privadas clientes es cada vez mayor. La pandemia ha impulsado la digitalización, pero también ha transformado la manera en la que nos comunicamos e interactuamos.
Así ahora, es imprescindible anticiparse a las exigencias y nuevas necesidades de los ciudadanos, entidades públicas y privadas para analizar los nuevos retos y requisitos que implican llevar a cabo una nueva estrategia de seguridad.
Ya no vale ser reactivo, esperar a que llegue la demanda de nuevas seguridades, hay que monitorizar y analizar para adelantarse, proponiendo actualizaciones y recomendaciones, incluso cambios de paradigmas.
Para ello, hemos de potenciar y acelerar el proceso de la necesaria colaboración público-privada que tantos beneficios puede aportar al ciudadano y su seguridad.
Futuro… retos y oportunidades
Aportar al ciudadano nuevas soluciones es un auténtico reto. Lo bueno es que tenemos herramientas al alcance para lograrlo así como, nuevas tecnologías como la Internet de las Cosas, la Inteligencia Artificial, las Plataformas de Formación online, los sistemas de Seguimiento, Monitorización y Control, etcétera.
Proactividad y personalización son las claves para la nueva estrategia de seguridad y sus principales retos se centran la: Capacidad de integración y despliegue de soluciones operacionales especializadas; Proyectos integrales de seguridad para minimizar las vulnerabilidades físicas y lógicas; Gestión integral del riesgo; Explotación y gestión de datos para optimizar los procesos críticos; Despliegue de redes de comunicación robustas, inteligentes y seguras; Mejorar la capacidad de resiliencia, especialmente en la ciberseguridad; Integrar la información para garantizar la eficiencia operacional; Construir mejores servicios potenciando la inteligencia a través de la información; Personalización de la gestión del video inteligente.
Hemos de desarrollar proyectos de integración que abarquen desde el análisis actual de las distintas actividades, hasta el nuevo planteamiento de la infraestructura tecnológica y las soluciones operacionales que permitan gestionar y explotar adecuadamente las acciones de futuro por evolución estratégica, tecnológica, operativa, etcétera.
Esta nueva propuesta será de seguridad global, física y lógica y de ciberseguridad para cada infraestructura u organización, de sus procesos para garantizar la continuidad de la actividad o del negocio.
Es igualmente importante, la convergencia de las reglamentaciones y los nuevos planteamientos de la seguridad en el diseño.
Una nueva propuesta de la convergencia y el análisis de ideas en colaboración para: Buscar el punto de equilibrio de las acciones; el complejo reto de la transformación digital; la formación especializada de los nuevos profesionales; las prioridades de seguridad en el teletrabajo; la revisión de los planes de seguridad y emergencia, etcétera.
En definitiva, el análisis y el planteamiento hacia la convergencia de las seguridades y sus entidades, hacia un nuevo Plan Integral e Integrado de Seguridad.
Con todo ello, aprenderemos a confiar, a sentirnos seguros y a salvo aunque haya circunstancias que se escapen a nuestro control. Aprenderemos a gestionar la incertidumbre.
Después de las crisis vividas en las últimas décadas, jamás hubiéramos imaginado que una pandemia llegada de Asia pudiera poner en jaque, no solo la salud de toda la población mundial, sino la economía global. Nadie lo creía posible, pero aquí está el gran problema y ha venido, según parece, para quedarse largo tiempo.
En el momento de escribir estas líneas España ya cuenta con más de 250.000 contagios y más de 28.000 fallecidos.
Estamos en una etapa de alta incertidumbre y algunos cambios que se están operando van a tener formato permanente y hemos de asumirlos y prepararnos para ello.
Respecto al pesimismo, nos conviene distinguir sus clases y aplicar el “pesimismo proactivo y defensivo” que es, según los expertos, una forma de proceder mucho más realista y responsable, además de un medio para amortiguar el impacto emocional en el caso de que las cosas salgan mal. El grado de decepción es menor cuando se decide aceptar que, pese a que todo pueda salir mal, lo único razonable es estar preparados por si llegan las adversidades.
Aunque existe cierta tendencia a identificar a la persona pesimista como un ser agorero y melancólico, los ‘pesimistas defensivos’ suelen ser dinámicos, ya que necesitan tomar la iniciativa y entrar en acción para prevenir que los peligros que han imaginado realmente ocurran.
Como ya nos adelantó Charles Darwin, “no es la especie más fuerte, ni la más inteligente, la que sobrevive, es la que más se adapta al cambio”.
Y, para poder retomar la nueva anormalidad y volver a índices más favorables sociales y económicos, es fundamental tomar conciencia de que, más que nunca, como dice Stepehen Covey, hemos de aplicar el primer hábito para ser altamente efectivos, que es ser proactivos y apoyar a los sectores imprescindibles (sanidad, turismo, producción agroalimentaria e industrial, hostelería, etc.) a fin de trabajar juntos por la sostenibilidad y el crecimiento de nuestro país con todas las seguridades (sanitarias, sociales, económicas, etc.). Como ya es sabido pero conviene recordar, a causa de las duras restricciones impuestas por la pandemia, dichos sectores están sufriendo una brutal merma e incluso paralización de su actividad, registrando descensos entre un 60% y un 100% respecto al año anterior, lo que provoca una caída en cadena de otros sectores relacionados, así como una terrible destrucción de empleo, de pymes y de autónomos.
Debemos asumir y tomar conciencia de que nuestros hábitos de actividad y consumo van a cambiar. Así, las empresas ya se han visto obligadas a implementar, ante las restricciones y el confinamiento, el teletrabajo o la flexibilización de la jornada laboral, algo que no va a ser sólo circunstancial en esta crisis, sino que se va a implantar en las políticas de muchas organizaciones. Como aspecto positivo, también el teletrabajo nos motivará para atraer a más y mejores profesionales.
Se acelerará también la era ya iniciada de la transformación digital y la implementación de nuevas metodologías, para adaptarnos mejor a las presentes y futuras circunstancias económicas y sociales.
Pero, la realidad no existe en sí misma, existe en tanto que es percibida e interpretada a través de conceptos y teorías. El coronavirus ha llegado para cambiar nuestras vidas más de lo que en un principio pensamos que lo haría. El distanciamiento físico obligatorio ha impactado significativamente.
La nueva producción. Reincorporación y control
Nuestras actividades productivas, económicas y sociales han sufrido una fuerte contingencia por la crisis sociosanitaria provocada por la COVID-19, que nos obliga a revisar y cambiar todos nuestros Planes de Contingencia y Continuidad puesto que se ha desplegado una nueva realidad que, como mínimo hasta que no se encuentre una vacuna y las medicinas específicas para dominarla, ha venido para quedarse.
La necesidad de nuevos planes de contingencia viene motivada por la emergencia ocasionada por el riesgo comunitario. Deberán estar basados en una rigurosa evaluación de riesgos que permita identificar el conjunto de medidas y acciones básicas concretas de respuesta, además de instrucciones alternativas a las condiciones operativas normales, de forma que permita el funcionamiento de nuestras organizaciones a pesar de que, circunstancialmente, algunas de sus funciones pueden cesar, como consecuencia de algún incidente o eventuales condiciones externas ajenas a la organización.
En la fase de la vuelta de los empleados a las instalaciones físicas de las distintas actividades, están surgiendo también nuevos procesos y condiciones de funcionamiento y seguridad que van a marcar la ‘nueva anormalidad’. Ya estamos enfrentando una diferente realidad en las organizaciones, que nos familiarizan con el control sanitario de los empleados, la asignación de EPIs, el distanciamiento físico, el control de accesos y aforos, etc., que es necesario desplegar con la mayor rapidez y mantener en el tiempo, si se quiere afrontar el reto de no perder competitividad.
Los nuevos usuarios. Comunicación y conexión
El puesto de trabajo digital ha mostrado su valor para permitir esta ‘nueva anormalidad’. Sin embargo, se ha comprobado que, en la mayoría de los casos, no se puede despegar eficazmente apoyándose en soluciones de consumo básicas que no cuentan con las funcionalidades, las herramientas y, sobre todo, la seguridad que demandan los entornos empresariales. Las vulnerabilidades de seguridad de la mayoría de los programas, la alta dependencia de terceros y sus limitadas funcionalidades, impiden tener una adecuada experiencia remota, semejante a la que se tendría si se estuviera trabajando en locales de trabajo u oficinas.
Existe una amplia gama de soluciones TI empresariales que mejoran el entorno de trabajo de los empleados y aportan beneficios a las organizaciones consiguiendo una mayor comodidad y productividad al realizar sus tareas. Los escritorios virtuales garantizan la misma experiencia de uso que si estuvieran en su entorno de trabajo habitual a través de la implementación de herramientas avanzadas de comunicación (mensajería, videoconferencia, portales colaborativos, etc.).
En los primeros momentos de la migración al teletrabajo por causa del confinamiento, los programas informáticos más populares para realizar videollamadas o videoreuniones coparon la mayoría de los contactos entre los equipos de trabajo y son las que siguen siendo utilizadas de forma más masiva. Pero, las videoconferencias tienen que realizarse con comunicaciones cifradas para que nadie pueda acceder a esa información sensible, algo que inicialmente no contempla buena parte de dichos programas. A esto hay que sumar los riesgos de bajarse software desconocido o acceder directamente a dudosas herramientas online con posible malware que infecte o bloquee el dispositivo utilizado.
La gestión del riesgo. La ciberseguridad laboral y personal
Mientras que las empresas se adaptan a estos nuevos hábitos de TI, los ciberdelincuentes no han dejado de lanzar ciberataques que están poniendo en jaque los nuevos procesos implantados.
Los dispositivos móviles son la puerta de entrada más codiciada por los ciberdelincuentes porque los ataques más exitosos, confiando en su vulnerabilidad, son los llamados de ‘ingeniería social’ es decir, aquellos que tienen al usuario, a la persona, como destinatario.
Los ciberdelincuentes están incrementando especialmente sus beneficios, a causa de las improvisaciones al usar inconscientemente herramientas vulnerables o no certificadas, e igualmente, de los despistes de los empleados accediendo a sitios malintencionados o descargándose aplicaciones con malware.
El intercambio digital de datos empresariales y privados, utilizando múltiples aplicaciones y herramientas, pone a prueba continuamente las políticas y dispositivos de seguridad de las organizaciones.
La forma de evitar estas situaciones, es elegir con rigor las herramientas de gestión, aparte de comprobar el reconocimiento de cada solución para un uso concreto y aplicar las medidas de seguridad ad hoc. Es especialmente recomendable generar códigos de conexión personalizados para acceder a las convocatorias virtuales.
Urge una actualización de las soluciones y protocolos de ciberseguridad y un nuevo enfoque centrado en la prevención y la resiliencia. Tres escenarios son clave para desplegar una estrategia de ciberseguridad eficaz y eficiente: la gestión de identidades y credenciales, la protección de las conexiones y la seguridad del entorno cloud/nube.
Las soluciones IAM (Identity and Access Management) son necesarias para evitar los robos de credenciales y los accesos a las aplicaciones empresariales que, como se ha dicho, deben ser personalizados y administrados de forma centralizada para tener un control de la trazabilidad de su uso.
La cloud/nube es, y cada vez más, un entorno crítico en el que se están almacenando más y más datos corporativos y personales. Las migraciones de sistemas y la gestión de los existentes, son tareas muy complejas si no se tiene una visión global y holística de lo que existe en estos entornos.
Para gestionar el riesgo y evitar estas amenazas, logrando un acceso óptimo y seguro a las páginas web, es necesario implantar un firewall avanzado y herramientas potentes y flexibles para aplicar políticas de seguridad personalizadas y capaces de proporcionar un alto rendimiento a la hora de manejar el tráfico cifrado.
Las nuevas seguridades y los grandes atractivos de cloud/nube para desplegar nuevas aplicaciones para los usuarios mediante accesos online, la han convertido en la infraestructura a la que más acude buena parte de las organizaciones en este tiempo de escalada hacia el teletrabajo. Las tecnologías de digitalización, virtualización y convergencia, permiten desplegar fácilmente áreas privadas en los datacenter de las entidades públicas y privadas.
Con todo ello, ‘incertidumbre y pesimismo’ solo deben ser ese fondo de percepción de inseguridad sobre el que tenemos y debemos seguir trabajando en esta desescalada, que nos obliga a cambios notables en los procesos, usos y costumbres que han venido para quedarse y en las que hemos de tratar de minimizar la materialización de los riesgos, estudiando e implementando todas las seguridades a nuestro alcance físicas y lógicas, públicas y privadas.
]]>
Guía disponible de forma gratuita. Pinche en la imagen para solicitarla
Uno de los sectores más afectados en España corresponde al Turismo, por su importancia (2º país del mundo) y dimensión (con más de 85 millones de turistas/año y más del 13 % del PIB), en el que tenemos muchas áreas y casos de éxito que se han gestado en los peores momentos de nuestro país. Sin embargo, aunque es cierto que estamos en un mundo conectado y no solo dependemos de nuestro buen hacer, nos encontramos vinculados principalmente a los visitantes de otros países, con los que tenemos mucho que ganar pero, sin la adecuada recuperación en el menor tiempo posible, también mucho que perder.
La reactivación del sector turismo debe estar enfocada desde el punto de vista de la reputación, la credibilidad y la seguridad y, aunque sea cierto que viajar y participar en actividades culturales y de ocio será diferente, eso no quiere decir que la gente tenga que renunciar al descanso y disfrute de un TURISMO 4S, es decir: Saludable, Sostenible, Social y Seguro.
Nuestros hoteles, restaurantes, centros culturales, agencias de viajes, productores, operadores y un larguísimo etcétera de entidades y empresas, en definitiva, muchas personas, deben adaptarse a la nueva normalidad pese a las pérdidas irreparables, y los dramas individuales y colectivos tristemente amplificados por la crisis económica y financiera que se cierne inicialmente sobre este gran sector.
Presente, consecuencias y cambios
Esta ha sido una crisis descomunal que no hubiéramos podido imaginar ni en nuestras más fantásticas proyecciones de futuro. Las vidas humanas que se han quedado irremediablemente en el camino (más de 27.000 en España en el momento de escribir estas líneas); las graves repercusiones que ha tenido para todo el personal sanitario el intento de salvarlas; la incertidumbre inevitable de científicos y políticos, y las duras consecuencias sufridas por el ciudadano, quedarán para siempre en nuestra historia personal y colectiva como una pesadilla compartida, llena, sin embargo, de una solidaridad y fraternidad que desconocíamos. Y así será nuestra realidad y con riesgos similares hasta que no desarrollen una vacuna y esté disponible para los más de siete mil millones de seres humanos que poblamos el planeta, o al menos el 80% de ellos, para alcanzar la ansiada y presunta inmunidad de grupo.
El futuro es ahora. Es tiempo de mirar hacia delante y, aunque nadie tiene la certeza ni la solución hoy en día ni para acabar con el virus ni para enfrentar los desafíos, los cambios por venir ya están en camino.
La COVID-19 va a cambiar el mundo, las formas de relacionarnos, en general, y, en las actividades industriales, comerciales y sociales, va a demandar nuevos paradigmas que permitan el tránsito desde las inseguridades e incertidumbres de la improvisación frente a lo desconocido, hacia las nuevas seguridades, dotaciones y búsqueda de garantías.
En este sentido, también en el sector del turismo, vamos a tener que operar cambios importantes para. implementar, a todos los niveles, reales y eficaces planes de contingencia y resiliencia contrastados y asumir otros sistemas de prevención del riesgo y de protección ante potenciales rebrotes. Se impone, además, una nueva concienciación y cultura de seguridad ciudadana, junto a la consolidación de la solidaridad y el tratamiento social.
Relanzamiento del turismo. Nuevos retos
En este “plan de desescalada de la crisis sanitaria”, es importante y urgente un programa de relanzamiento del turismo como destino “seguro y sostenible”, con el que se deberá asegurar que la recuperación del sector se alinea con los principios de salud, seguridad y sostenibilidad socioeconómica y medioambiental.
Pero ¿qué retos afronta el sector ante el freno que ha supuesto la COVID-19 en la gran e importante industria turística en España? Preguntas y respuestas que han de llevar a posicionamientos y acciones responsables, para los que hacen falta planes rigurosos, hacen falta ideas, hacen falta fondos públicos bien empleados y, sobre todo, una capacidad de gestión sobre la base de la ética, del bien y del sentido común.
La única forma de relanzar la amplia industria del turismo, mientras avanza la ciencia con verdaderas soluciones a la pandemia, es cambiar. Algunos de esos cambios han de ser, a corto plazo, inevitables modificaciones y controles en nuestros usos y costumbres y, a medio y largo plazo, hemos de volcarnos especialmente en apreciar e invertir en todo eso que ahora llamamos servicios esenciales de salud y seguridad pública, que será nuestro mejor respaldo para la recuperación económica y social.
La seguridad, factor clave para el turismo
La seguridad es fundamental para el turismo, para el desarrollo de su amplia gama de entidades y empresas donde, en estos momentos de crisis sanitaria, se pone de manifiesto la necesidad de revisar su planteamiento de proyecto global de seguridad, así como el nuevo desarrollo de planes específicos y una rediseñada política de seguridad.
A modo de resumen ejecutivo, podemos subrayar diversos aspectos clave:
La pandemia generada por la COVID-19 precisa del desarrollo de un nuevo esquema de contingencia basado en el pasado, presente y futuro de las consecuencias y cambios provocados por esta crisis sanitaria.
El necesario relanzamiento de las múltiples actividades implicadas para el turismo interior y exterior presenta nuevos retos muy relacionado con el levantamiento de los controles de frontera y el restablecimiento de los servicios de transporte con toda la UE para la reanudación segura de los servicios turísticos con la garantía de los necesarios controles en la interoperabilidad transfronteriza y la creación de corredores turísticos seguros.
La Marca España, es pieza clave para atraer turistas bajo el planteamiento de un proyecto ‘Hostelería Segura’ con el desarrollo de recomendaciones conjuntas y compartidas.
La aplicación de las correspondientes normas y protocolos para la reapertura y sus documentos de estricto cumplimiento, son una base importante para la dirección y gestión de todo tipo de áreas, establecimientos y actividades diversas y las potenciales contingencias y actuaciones en casos positivos de COVID-19 donde, las medidas de obligado cumplimiento para la prevención y la protección se hacen imprescindibles.
Los planes de contingencia y resiliencia, así como la revisión y nueva determinación de la estrategia de continuidad de negocio en las distintas actividades, basadas en la respuesta a ante potenciales incidencias, obligan a una nueva implementación de dichos planes con su correspondiente prueba, mantenimiento y revisión periódica.
La formación y capacitación especializada será norma de obligado cumplimiento para esta reactivación dentro de los objetivos profesionales y empresariales hacia la nueva normalidad.
Las seguridades, protagonistas
Las seguridades son, para el desarrollo de la actividad turística, las protagonistas necesarias y requieren de la implementación de específicos medios y medidas de recuperación, control y protección, previa rigurosa de identificación, clasificación, análisis, evaluación y gestión de los riesgos, amenazas y vulnerabilidades de todas y cada una de las partes de implicadas en este sector. Medios y sistemas de recuperación, control, seguridad y ciberseguridad que, junto con las medidas organizativas, son la clave para la reactivación en medio de la crisis sanitaria.
La apertura escalonada y asimétrica de las actividades industriales y de servicios, en las fases de desescalada es muy complicada sin la aplicación de los diferentes medios a nuestro alcance y va más allá del mantenimiento de distancias, mascarillas o uso de hidrogeles.
Catálogo de soluciones para el control y la seguridad
El sector de las seguridades, para apoyar las medidas, pone a disposición los medios y los procedimientos para el control y la seguridad que puedan garantizar la apertura escalonada de las actividades turísticas y de servicios en las fases de desescalada.
La diversidad y complejidad de las principales actividades que van a reactivarse, dentro del amplio sector dedicado al turismo, va a requerir y exigir del estudio y aplicación de estos medios de control y seguridad, según dimensiones y necesidades.
Para la realización de las actividades y gestión de la movilidad, el sector de las seguridades dispone de sistemas, principalmente, para:
Estos y otros sistemas similares, son medios y tecnologías que están disponibles para su prescripción, previo informe técnico profesional para implementación ajustada al tipo de actividad, dimensión de concurrencia, etc. como medidas de respuesta para la prevención y protección exigibles para entidades públicas y privadas y de uso obligado para los trabajadores y visitantes.
Sistemas de control y ciberseguridad
El control de acceso a la información, la realización de copias de seguridad, la gestión de contraseñas, la limitación del uso de herramientas no corporativas o el cumplimiento de la ley en cuanto a bases de datos son algunas de las medidas de seguridad que recomienda el responsable de ciberseguidad de INCIBE.
En especial, la aplicación de la tecnología en la gestión de los destinos y de las empresas turísticas debe ir acompañada de medidas de ciberseguridad, según insisten varios expertos de la Red de Destinos Turísticos Inteligentes.
Cada vez más, el sector turístico utiliza la tecnología Internet, tanto en los destinos como en las empresas turísticas, que pueden sufrir ataques de ciberseguridad.
A modo de conclusiones
La reactivación y camino hacia la nueva normalidad del sector turístico requiere de rigurosos planes y grandes esfuerzos de todos sobre la base de conseguir una nueva propuesta de un Turismo 4S: Saludable, Sostenible, Social y Seguro, con las adecuadas medidas y medios de control y seguridad.
En definitiva, y para poder recuperar e incrementar la actividad turística en los años venideros, el sector se verá analizado desde diferentes puntos de vista en sus aspectos como la sostenibilidad y la salud, muy presente y dentro del mismo, además de una exigencia de una seguridad social y ciudadana, que tendrá unas exigencias cada vez más concretas y multidisciplinares.
Todo ello supone un cambio notable de cara a una nueva cultura de seguridad, contingencia y resiliencia, ahora hacia la reactivación y desescalada de la crisis sanitaria hacia una nueva normalidad en el amplio y complejo sector del turismo, con la adopción de nuevos medios de prevención y protección basados en las recomendaciones sanitarias y la aplicación de mucho sentido común y rigurosidad que, sin duda, han llegado para quedarse y cambiar ese panorama de la seguridad.
“El turismo puede servir de puntal para superar la pandemia. Al reunir a las personas, el turismo puede promover la solidaridad y la confianza" Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas
Las consecuencias
Esta ha sido una crisis descomunal que no hubiéramos podido imaginar ni en nuestras más fantásticas proyecciones de futuro. Las vidas humanas que se han quedado irremediablemente en el camino (más de 27.000 en el momento de escribir estas líneas); las graves repercusiones que ha tenido para todo el personal sanitario el intento de salvarlas; la incertidumbre inevitable de científicos y políticos, y las duras consecuencias sufridas por el ciudadano, quedarán para siempre en nuestra historia personal y colectiva como una pesadilla compartida, llena, sin embargo, de una solidaridad y fraternidad que desconocíamos.
La mente es selectiva y eficiente y, mientras hemos estado ocupados en gestionar el confinamiento, hemos apartado otros temas capitales que sólo ahora entran en pantalla: la economía, en cuanto se refiere a la suspensión mayoritaria de la producción y los servicios no esenciales, con especial repercusión final en el cierre de empresas, sobre todo pequeñas y medianas, con graves consecuencias para la riqueza del país; la política social, que ha intentado paliar las desigualdades y puesto parches a la pobreza de los más perjudicados; y la merma en la actividad laboral, que como consecuencia del cierre temporal o definitivo de empresas ya ha generado casi dos millones de desempleos.
En pocos meses comenzará a verse la otra dimensión humana y social de esta tragedia, una vez sobrepasada la crisis sanitaria, que no la social.
Otra de sus consecuencias, no menos importante, es que genera angustia. Como explica Mireia Cabero, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, «el estado natural de las personas es la libertad, y esta es la situación a la que todos queremos regresar. Somos seres sociales de vida exterior».
Por otro lado, la Universidad de Gotemburgo ha hecho público su índice Varieties of Democracy (V-Dem), que analiza el posible impacto de la COVID-19 sobre la calidad democrática de los países. En él se establecen cuatro categorías: riesgo bajo, riesgo medio, riesgo alto y autocracias cerradas. España se encuentra entre los 34 países que, según este indicador, corren un riesgo medio de perder derechos y libertades a consecuencia de la crisis actual.
Esto, sin duda, puede suponer un riesgo para la democracia en muchos países pero, lo peligroso es que, tanto las medidas excepcionales, como las reacciones a las mismas, acaben volviéndose algo normal, haciéndonos necesario estar especialmente atentos a los indicadores que tratan de medir este riesgo.
Las seguridades, protagonistas
En el antes, durante y después de esta crisis, como en cualquier otra de estas dimensiones, es de destacar el importante papel que han tenido, tienen y tendrán las seguridades, tanto en lo referente a la prevención y protección, como a controles, evaluaciones y medidas de tratamiento.
Así de lo general a lo particular, en un breve análisis podemos ver que: en primer lugar, desde un punto de vista transversal la seguridad del confinamiento ha sido fundamental; en un segundo nivel lo es el estudio, análisis, control y tratamiento por geolocalización del problema en cada nivel (España, Comunidades, provincias, ciudades o pueblos); en un tercer nivel, es importante el control y la seguridad de las personas (edad, convivencia, relaciones sociales y laborales); y, en un cuarto nivel, el fundamental rol de las seguridades en las actividades (transporte, industria, comercio, actividades sociales y culturales, etc.).
Los cambios que vienen
Como ya estamos viendo, la COVID-19 va a cambiar el mundo, las formas de relacionarnos, en general, y, en las actividades industriales, comerciales y sociales, demandando nuevos paradigmas desde las inseguridades e incertidumbres de la improvisación frente a lo desconocido, hacia las nuevas seguridades, dotaciones y búsqueda de garantías.
En este sentido, vamos a tener que operar cambios importantes para tener, a todos los niveles, reales y eficaces planes de contingencia contrastados e implantar y asumir otros muy renovados sistemas de prevención del riesgo, de protección ante catástrofes o pandemias, concienciación y nueva cultura de seguridad ciudadana, consolidación de una nueva cultura de solidaridad y tratamiento social, y nuevos planes de resiliencia para nuestras empresas e instituciones ante catástrofes como la que estamos viviendo.
Por tanto, en lugar de prisas irresponsables, ahora hacen falta planes, hacen falta ideas, hacen falta fondos públicos bien empleados y, sobre todo una capacidad de gestión sobre la base de la ética, del bien y del sentido común.
La única forma de sobrevivir, mientras avanza la ciencia con verdaderas soluciones, es cambiar. Algunos de esos cambios han de ser, a corto plazo, inevitables modificaciones y controles en nuestros usos y costumbres y, a medio y a largo plazo, hemos de volcarnos especialmente en apreciar e invertir en todo eso que ahora llamamos servicios esenciales de salud y seguridad pública.
Estamos demostrando que sabemos resistir y que la solidaridad aflora y se cultiva día a día. Esa que puede salvarnos en medio de todo este disloque nunca vivido con sus afectos y vínculos sociales y pensando en todo lo que nos une.
Esta crisis supone un punto irreversible de inflexión y, cuando la pandemia retroceda y recuperemos los espacios comunes, tendremos ante nosotros un mundo diferente.
El futuro es ahora. Es tiempo de mirar hacia adelante.
Nadie tiene la certeza ni solución hoy en día ni para acabar con el virus ni para enfrentar los desafíos que tenemos por delante pero los cambios por venir ya están en camino.
Los medios de recuperación, control y seguridad
Recuerdo que en crisis pasadas, sobre todo, por amenaza terrorista, en un estudio de soluciones de control y seguridad, decíamos que estábamos pasando del “para protegeros les vigilaremos, al para protegeros os vigilaremos”. Bueno, en cierta medida, estamos en una situación similar pero afectando más directamente a todos los ciudadanos.
Hay que dar especial sentido a lo que está sucediendo tanto como sociedad, como individualmente, para destacar que, ahora, hemos de centrarnos en pequeñas pero eficaces tareas, más que en procesos complejos para garantizar el control y la seguridad.
Hoy por hoy, tenemos pocas certezas sobre cómo será el mundo tras la pandemia, excepto que se reactivará con los nuevos planes y programas y, sobre todo, con las prioridades que se decidan, por las medidas que acatemos y por las acciones por las que optemos en estos instantes críticos.
Para ello, hace falta gente con espíritu científico, talento, ética y sentido común en todos los puestos de decisión, y mucha unión para encauzar acuerdos amplios entre responsables políticos, como demandamos los ciudadanos.
En España, el cortoplacismo es parte de nuestra vida diaria, tanto en lo empresarial como en lo particular, y no siempre es malo. A menudo va unido a una capacidad de improvisación y flexibilidad, menos frecuente en otros países, y que nos ayuda, como ahora, a superar las emergencias o crisis.
En la era de la salud digital post COVID-19 es importante plantearse de forma inminente, cómo se llevará a cabo la monitorización de personas enfermas crónicas o de pacientes ingresados en los hospitales, una vez sean dados de alta.
Sin duda, en la nueva normalidad la salud digital será una pieza clave y habitual pero hay que invertir esfuerzos y recursos para vencer los principales grandes retos que plantea: Dotar de los medios adecuados, válidos y fiables a normal relación coste-eficacia; Capacitar al personal sanitario en las diferentes disciplinas con suficientes conocimientos para que faciliten su uso e implementación; Reinventar los procesos comunicativos, asistenciales, de cultura en salud para la sociedad y para alertas sanitarias; e Incrementar la investigación en salud digital, para poder identificar cuáles son las estrategias y medios que aportan valor a los ciudadanos y al sistema de salud.
La crisis generada por la COVID-19 ha acelerado todo el proceso de implantación de la nueva salud digital de forma no esperada.
En la actualidad, en Pekín, cada ciudadano que sale del metro es grabado y se capta su temperatura corporal. Si se detecta que tiene fiebre, se avisa mediante el móvil a todos los ciudadanos con los que se cruzó durante su viaje para informarles sobre su «posible infección». Esto se debe a que las compañías chinas de telefonía móvil y de Internet comparten los datos de sus clientes con los servicios de seguridad y con el Ministerio de Salud.
La Comisión Europea ha pedido a las operadoras telefónicas que faciliten el seguimiento de la expansión de la COVID-19 mediante los móviles de los ciudadanos y Bruselas se ha apresurado a afirmar que los datos serán utilizados de forma especial y anónima, sin identificaciones individuales, y que la información se eliminará una vez pasada la crisis. El problema con los datos de movilidad es que son difíciles de “anonimizar”.
En España, como ejemplo, el “Coronamadrid”, se propone utilizar las localizaciones para generar un mapa epidemiológico a escala local y dar seguimiento a los ciudadanos para saber su estado de salud. Puede ser una herramienta muy útil también para evitar la saturación de otros canales, como las consultas telefónicas.
Controlar los datos después de la COVID-19, es el gran reto y una gran duda pues aporta riesgos e incertidumbres, también.
Pero, además, hemos de garantizar que, tras ese final de la crisis sanitaria, no nos encontraremos con un panorama socioeconómico ya desolador por no haber actuado a tiempo. Los esfuerzos de apoyo a la reactivación deben concebirse inmediatamente y de manera preventiva, no reactiva, y las infraestructuras de apoyo y ayudas deben agilizar la marcha con pleno rendimiento permanente.
Igualmente, debe incrementarse la inversión en empleo público del sector de la salud y de muchos otros servicios esenciales en todo el espectro que puede tener el impacto a medio y largo plazo, para ayudar a reactivar la economía.
En la situación actual, las empresas necesitan un retorno a la normalidad lo antes posible y la prioridad está en ayudar a autónomos y pymes a que recuperen y crezcan en sus actividades y a alcanzar la independencia financiera, a través de un acompañamiento personalizado y profesional, utilizando herramientas claras, precisas y de muy alto valor práctico y operativo.
Claramente no es un plan fácil, pero, a la vista de lo que están pergeñando otros países, se pueden ofrecer nuevos puestos de trabajo en actividades clave para la producción de material sanitario, ayudar en el rastreo de contactos de infectados, dirigir los flujos de personas para garantizar la distancia física y asistir a la investigación científica.
A modo de conclusiones
Hasta hace unos meses, en los que se venía hablando de la importancia de la innovación, todavía se podían posponer los planes y programas en distintas actividades industriales y comerciales, pero la crisis sanitaria y, consecuentemente la económica, ha acelerado todo, y procesos que estaban previstos para próximos años, hay que ponerlos en marcha ya.
Y en medio de toda esta crisis, también están aflorando nuevas oportunidades y lo único es que tenemos que adaptarnos al nuevo escenario. Nuevos hábitos de consumo, actividad y trabajo han llegado para quedarse, trabajaremos más en casa, tendremos menos dinero, habrá que reinventar las actividades de ocio, cultura y turismo así como nuestros métodos de formación e información, todo enfocado a una demanda que ha cambiado definitivamente.
No debemos olvidar que lo importante de todo esto no es la lección, es la enseñanza. De lo que aprendamos de esta crisis dependerá nuestra supervivencia presente y futura.
Reactivación y supervivencia en la que tiene mucha importancia la sociedad en su conjunto, que se está viendo mediáticamente manipulada, en muchos casos, por personas u organizaciones tóxicas o tocadas por el efecto Dunning-Kruger, que puede resumirse en una frase: “cuanto menos sabemos, más creemos saber”. Es un sesgo cognitivo según el cual, las personas con menos habilidades, capacidades y conocimientos suelen sobreestimarse “porque es muy fácil decir cómo se hacen las cosas, cuando las tienen que hacer otros”.
Estamos en nuestro tiempo más importante, el “Carpediem”, expresión que fue concebida por el poeta romano Horacio. Su traducción literal otorga relevancia a la frase “cosecha el día”, cuyo contenido intenta alentar al aprovechamiento del tiempo para no malgastar ningún momento. Y es aquí y ahora donde estamos con todas las seguridades para vencer esta crisis.
]]>