Miremos a lo infinito. Fuente: poesía de mujeres.com
El ser humano del siglo XXI, limitado por la realidad que es capaz de percibir con sus sentidos - que le atrapan en el dogma de lo que no percibo con ellos no existe-, ha de cambiar de perspectiva si quiere adquirir una mayor capacidad creadora y con ello abrirse a una mayor expansión de consciencia, para la cual sí está dotado.
Las circunstancias aunque distintas no son nuevas. La experiencia a la que han de someterse los ciudadanos de este siglo es parecida a la que se produjo en el siglo XV, con el descubrimiento del Nuevo Mundo, un mundo que confirmó muchas hipótesis sostenidas por aquellos que buscaban los límites de la Tierra. Este acontecimiento permitió, a la sociedad de aquel tiempo, entrar en contacto con otras civilizaciones que aportaron nuevas y distintas cosmogonías.
Hoy el reto está en asumir, como determinantes de una mayor comprensión de lo que somos, el microcosmos y el macrocosmos: incorporar en lo cotidiano el conocimiento y las leyes de lo más pequeño y de lo más sutil, determinantes de la conformación de la materia y de la vida conocida, y abrirnos, también, a la inmensidad cósmica a la que pertenecemos y que nos propiciará la nueva aventura a la que forzosamente estamos obligados por la propia evolución.
Las circunstancias aunque distintas no son nuevas. La experiencia a la que han de someterse los ciudadanos de este siglo es parecida a la que se produjo en el siglo XV, con el descubrimiento del Nuevo Mundo, un mundo que confirmó muchas hipótesis sostenidas por aquellos que buscaban los límites de la Tierra. Este acontecimiento permitió, a la sociedad de aquel tiempo, entrar en contacto con otras civilizaciones que aportaron nuevas y distintas cosmogonías.
Hoy el reto está en asumir, como determinantes de una mayor comprensión de lo que somos, el microcosmos y el macrocosmos: incorporar en lo cotidiano el conocimiento y las leyes de lo más pequeño y de lo más sutil, determinantes de la conformación de la materia y de la vida conocida, y abrirnos, también, a la inmensidad cósmica a la que pertenecemos y que nos propiciará la nueva aventura a la que forzosamente estamos obligados por la propia evolución.