El delirio de una cultura pone en evidencia su temporalidad. Fuente: www.flickr.com
La cultura, los dogmas, las creencias que se imponen a pesar de causar sufrimiento, de destruir la vida –cualquiera que sea su manifestación-, encierra en sí misma la causa de su muerte.
No hay nada más que echar un vistazo por encima a lo que genera hoy dolor, hambre, guerras, desplazamientos forzosos de los hogares, sobreexplotación, represión, inseguridad, desencanto… para descubrir que lo que lo causa es el afán egoísta por imponer, controlar, acaparar el espíritu de las cosas y de los seres vivos, en nombre del poder que se disfraza de divinidad y que pontifica en su nombre lo que no es sino expresión de la ignorancia, la brutalidad y el desamor.
Pero esa no es la única fuerza que se ha desplegado de la conciencia humana. Paralelamente, y casi siempre en silencio, emerge con más contundencia el amor como vehículo que tiende lazos, que alivia los corazones de los pesarosos; que lleva a la comprensión, a la aceptación y al diálogo. Poco a poco, pero con firmeza, retomamos nuestra capacidad de empatizar y nos damos las manos para sostenernos y acompañarnos en los nuevos pasos, los que nos sacan de la confusión en la que nos encontramos.
Las alianzas se producen para generar hermandad sin condiciones; para perdonar y perdonarnos por nuestros yerros; para buscar salida a los problemas; para establecer respeto a todo y a todos; para abandonar los dogmas y avanzar en la comprensión de las diferencias, como riqueza que a todos y a todo enriquece. Las alianzas se producen porque nos va en ello la propia supervivencia de la especie, entendiendo el momento crítico que vivimos. Las alianzas se producen, también, porque hay una parte de la especie dispuesta al magnicidio antes de abandonar la loca pasión que la ceguera les ha originado.
Ante este panorama solo me queda expresar mi amor por los que sufren y también por los que causan ese sufrimiento; quizás son los que más necesitan de la comprensión y del amor. Ellos son, aunque no lo parezca, un gran instrumento para el despertar de todos: en su incineración está el origen de un nuevo avance de la conciencia. Acompañar a los unos y no despreciar a los otros es nuestra función, un papel que requiere confianza en el proceso, paciencia en los altibajos; fe en la humanidad, seguridad en la ayuda que recibimos a través de todos los seres conscientes que cooperan aquí y ahora.
No hay nada más que echar un vistazo por encima a lo que genera hoy dolor, hambre, guerras, desplazamientos forzosos de los hogares, sobreexplotación, represión, inseguridad, desencanto… para descubrir que lo que lo causa es el afán egoísta por imponer, controlar, acaparar el espíritu de las cosas y de los seres vivos, en nombre del poder que se disfraza de divinidad y que pontifica en su nombre lo que no es sino expresión de la ignorancia, la brutalidad y el desamor.
Pero esa no es la única fuerza que se ha desplegado de la conciencia humana. Paralelamente, y casi siempre en silencio, emerge con más contundencia el amor como vehículo que tiende lazos, que alivia los corazones de los pesarosos; que lleva a la comprensión, a la aceptación y al diálogo. Poco a poco, pero con firmeza, retomamos nuestra capacidad de empatizar y nos damos las manos para sostenernos y acompañarnos en los nuevos pasos, los que nos sacan de la confusión en la que nos encontramos.
Las alianzas se producen para generar hermandad sin condiciones; para perdonar y perdonarnos por nuestros yerros; para buscar salida a los problemas; para establecer respeto a todo y a todos; para abandonar los dogmas y avanzar en la comprensión de las diferencias, como riqueza que a todos y a todo enriquece. Las alianzas se producen porque nos va en ello la propia supervivencia de la especie, entendiendo el momento crítico que vivimos. Las alianzas se producen, también, porque hay una parte de la especie dispuesta al magnicidio antes de abandonar la loca pasión que la ceguera les ha originado.
Ante este panorama solo me queda expresar mi amor por los que sufren y también por los que causan ese sufrimiento; quizás son los que más necesitan de la comprensión y del amor. Ellos son, aunque no lo parezca, un gran instrumento para el despertar de todos: en su incineración está el origen de un nuevo avance de la conciencia. Acompañar a los unos y no despreciar a los otros es nuestra función, un papel que requiere confianza en el proceso, paciencia en los altibajos; fe en la humanidad, seguridad en la ayuda que recibimos a través de todos los seres conscientes que cooperan aquí y ahora.