Alentando a los que comienzan. Fuente: crisi.creuroja.org
Llegar a la “edad de plata” es ser capaz de reconocer, en cada día, una jornada nueva más en la recogida de los frutos que se transformarán en semillas de lo que va a nacer.
Tomar consciencia de dónde se encuentra el inicio del nuevo camino es liberar aquellos apegos que nos atrapan en el pasado ya vivido. Lo aprendido se incorpora como soporte de lo que está por aprenderse. Lo que no nos pertenece del presente tampoco ha de arrastrarse tras los nuevos pasos que nos alejan de esa esclavitud.
Saber qué pertenece a nuestra historia y qué corresponde a los nuevos permite colocase con serenidad ante el destino humano: nacer a la ilusión, aprender en ella y liberarse cuando corresponda.
No es una renuncia temprana al vivir, es más bien una toma de consciencia del momento que se vive sin adelantar acontecimientos. Poco a poco y con pasos firmes la nueva realidad se va desplegando. La experiencia me dice que confíe, no habrá abandono, ni empobrecimiento; la aventura ha sido rica y rico será el tiempo por venir. La esperanza sigue fresca, no hay frustraciones excesivas cuando la comprensión llega y se aceptan las leyes que gobiernan la vida.
Ahora toca recibir lo anhelado porque la misión anterior ha sido cumplida. Hoy, mañana y pasado mañana continuaremos alentando a los que comienzan, es lo que toca tras la larga experiencia. Servir, reflejar, iluminar, consolar, apuntalar para que siga la vida en el próximo ciclo, constituyendo el nuevo arco de la espiral que se despliega en la eternidad que con ella crea.
Ahora lo materializado hemos de mutarlo en semilla de la nueva realidad que hay que dejar nacer. Unas semillas enriquecidas por todos los que fueron y que contienen las cualidades de siempre: el anhelo de trascendencia, la esperanza puesta en lo que se logrará, el amor como capacidad para crear vida, más vida y más que vida, que diría Georg Simmel.
Tomar consciencia de dónde se encuentra el inicio del nuevo camino es liberar aquellos apegos que nos atrapan en el pasado ya vivido. Lo aprendido se incorpora como soporte de lo que está por aprenderse. Lo que no nos pertenece del presente tampoco ha de arrastrarse tras los nuevos pasos que nos alejan de esa esclavitud.
Saber qué pertenece a nuestra historia y qué corresponde a los nuevos permite colocase con serenidad ante el destino humano: nacer a la ilusión, aprender en ella y liberarse cuando corresponda.
No es una renuncia temprana al vivir, es más bien una toma de consciencia del momento que se vive sin adelantar acontecimientos. Poco a poco y con pasos firmes la nueva realidad se va desplegando. La experiencia me dice que confíe, no habrá abandono, ni empobrecimiento; la aventura ha sido rica y rico será el tiempo por venir. La esperanza sigue fresca, no hay frustraciones excesivas cuando la comprensión llega y se aceptan las leyes que gobiernan la vida.
Ahora toca recibir lo anhelado porque la misión anterior ha sido cumplida. Hoy, mañana y pasado mañana continuaremos alentando a los que comienzan, es lo que toca tras la larga experiencia. Servir, reflejar, iluminar, consolar, apuntalar para que siga la vida en el próximo ciclo, constituyendo el nuevo arco de la espiral que se despliega en la eternidad que con ella crea.
Ahora lo materializado hemos de mutarlo en semilla de la nueva realidad que hay que dejar nacer. Unas semillas enriquecidas por todos los que fueron y que contienen las cualidades de siempre: el anhelo de trascendencia, la esperanza puesta en lo que se logrará, el amor como capacidad para crear vida, más vida y más que vida, que diría Georg Simmel.