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El ser humano busca, añora, desea el paraíso: un lugar que extraña pero que no sabría describir. Imagina sus formas, sus estructuras, sus contenidos… y decide materializarlo.
En ese materializar, lo creado le subyuga y vive de él. Al tiempo descubre que su creación tiene límites y que su anhelo continúa.
Impulsado por la inquietud que persiste en él, sigue imaginando, vuelve a materializar una y otra vez, continuando en su empeño, aprendiendo a afinar la obra. Llega un momento que lo que buscaba fuera le lleva a sí mismo… De esta manera, a lo mejor, encuentra el paraíso anhelado.