Bitácora

Una cultura del desequilibrio

Redactado por Alicia Montesdeoca el Martes, 14 de Mayo 2013 a las 13:35



| Martes, 14 de Mayo 2013

Los desequilibrios no son el problema, el orden que viene impuesto no es la solución a ninguna de sus manifestaciones. Todas las manifestaciones de los desequilibrios son síntomas que ponen ante nuestros sentidos realidades mal comprendidas.


Necesidades que se cubren con la basura de la abundancia. Fuente: pobrezamundial.com
Construimos explicaciones sobre la enfermedad física de los cuerpos, sobre las convulsiones sociales, sobre las crisis económicas o sobre el cambio climático; buscamos culpables individuales o colectivos sin ahondar en las razones por las cuales, esos supuestos culpables, aparecen como manos ejecutoras de la enfermedad, el hambre, la pobreza, el terrorismo, las catástrofes en la naturaleza, el vandalismo…

Somos la única especie de este planeta que alimenta con sus acciones y sus inhibiciones una cultura del desequilibrio: nuestras creencias nos llevan a inhibirnos o a colaborar como si hubiésemos pactado un modelo de vida desequilibrante, injusto, acaparador, individualista.

Toda esas formas de proceder ponen de manifiesto que somos una sociedad en un grado de evolución espiritual aún primitivo. El problema es que nadie, aunque lo pretenda, se libra del sufrimiento porque o nos salvamos todos o todos sucumbimos en la inconsciencia. Una inconsciencia que es alimentada por la ignorancia del papel que juega cada uno y el que jugamos todos a la vez en la evolución.

El sufrimiento es ocasionado por la incomprensión de que vivir es un largo paseo que nunca acaba en un lugar definitivo; por el desconocimiento que ocasiona mirar a lo inmediato e ignorar lo que ese inmediato pone a nuestro servicio; por la resistencia ante lo que nos sucede y los deseos sobre lo que no tenemos; por el descuido que padecen los recursos que nos rodean y el ansia de acaparar más de lo que necesitamos; por mirar desde fuera lo que otros tienen y no percibir lo que esos otros carecen y a nosotros nos sobra.

El sufrimiento lo origina, también, el pensar en el otro como el enemigo y no reconocer al otro y la otra como el hermano o la hermana que nos acompaña y con quienes tengo que colaborar; el destacar los errores de las acciones de los demás, poniendo en nuestras intenciones las alternativas a esos errores, sin calibrar la aberración que encierra el superar los conflictos haciendo la guerra.

El sufrimiento lo provoca el tener suficiente para alimentarnos y para alimentar al vecino y no aceptar a ver a aquellos que mueren porque carecen de todo y no tienen vecinos que compartan con ellos su pan; el desarrollo de posibilidades a expensa de destruir las posibilidades de los demás; el imponer la explotación de la tierra con acciones que hacen desaparecer recursos naturales y que multiplican las agresiones al medio.

Porque, a pesar de tantos “siglos de civilización” no hemos aprendido a ser felices en cada instante, con cada latido de corazón, con cada inhalación de oxígeno, con cada sonido del viento, con el canto de los pájaros, con la risa de los niños, con cada olor que emana de las flores, de la piel del ser querido, del caldero en el que se cuecen los alimentos cada día. Todas esas percepciones nos hablan de la esencia de ser que está siendo ocultado por el afán del tener.





Alicia Montesdeoca