Nuestro modelo cultural está dominado por la economía, que nos ha introducido en un experimento social basado en acelerar los procesos de maduración de los ciclos naturales y de las personas. Por eso los niños no juegan, los jóvenes domestican su energía, los de mediana edad son padres-abuelos y los abuelos quedan dentro de la batidora cultural que lo confunde todo. Son síntomas preocupantes que nos invitan a reflexionar sobre la instrumentalización que las sociedades desarrolladas hacen de los principios de la vida, alejándonos de los valores espirituales. Por Alicia Montesdeoca.