EL ARTE DE PENSAR. Alfonso López Quintás







Blog de Tendencias21 sobre formación en creatividad y valores

No hace mucho me realizaron una entrevista en Televisión Española Internacional sobre un tema preocupante: la emergencia educativa. El tema parece haber interesado mucho a la audiencia, pues al día siguiente recibí más de trescientos correos de distintas partes del mundo. Es buen síntoma que las gentes se mantengan alerta ante fenómenos, como éste, que comprometen nuestro futuro.

Con la esperanza de que también suscite interés entre mis amables lectores, les ofrezco el texto íntegro del diálogo.


- Hoy se está hablando mucho de “Emergencia educativa”.

- Ciertamente. Intelectuales y dirigentes considerados hoy como un referente utilizan, a menudo, esta expresión cuando abordan el problema educativo, y diversas asociaciones de gran calado cultural y social están dedicando gran esfuerzo a analizar la situación actual, para ver de encontrar una salida airosa a esta crisis pedagógica.

- ¿Qué se quiere indicar, exactamente, con la expresión “Emergencia educativa”?

- Hay dos tipos de emergencia educativa. Uno indica el hecho de que los alumnos presentan un grado de ignorancia inaceptable en cuestiones académicas básicas. Tal fallo puede superarse si se aumenta debidamente el nivel de exigencia y se concede la necesaria autoridad al profesor.

El segundo tipo de emergencia se refiere a la calidad de la enseñanza humanista. Se trata de una situación límite, de graves consecuencias. No se alude sólo a un problema grave, ni a una serie de problemas que puedan ser tratados uno a uno para mejorar la situación. Se quiere indicar que es el conjunto de la situación el que se tambalea peligrosamente, y se requieren soluciones que vayan a la raíz del problema y planteen el tema educativo sobre nuevas bases, más sólidas y fecundas.

- ¿Cree usted que nos hallamos en una situación de emergencia, en el segundo aspecto?

- Lamentablemente sí, en buena medida. Y ello requiere un estudio profundo, pues se trata de una quiebra radical de la forma de pensar. Cuando un alumno dice que “no hay que buscar la verdad, porque cada uno tiene la suya”, nos deja descolocados a profesores y alumnos, literalmente nos desquicia, porque el quicio o eje del proceso formativo es la búsqueda en común de la verdad, es decir, de la realidad tal como se nos patentiza a lo largo de la vida. Si un alumno dice al profesor: “Usted tiene su verdad y la respeto, pero yo tengo la mía y usted debe respetarla”, parece que es muy respetuoso y procura el consenso y la concordia, pero anula nuestra capacidad de conocer la realidad y atenernos a ella, con lo cual mina la base del entendimiento entre formadores y alumnos, y, en general, entre personas y pueblos. Cuando este desgajamiento se hace general, se produce una situación de emergencia educativa.

Si los alumnos de filosofía contemporánea desconocen que Max Scheler y Nicolai Hartmann escribieron sendos libros sobre Ética, están desinformados. Necesitan ampliar sus conocimientos de Historia de la Ética. Pero, si afirman que la libertad y las normas se oponen siempre, les falla la forma de pensar. Piensan sólo en un nivel elemental y aplican esa forma de pensar a los niveles superiores, sin matización alguna. Cuando lo hacen porque ignoran que hay que distinguir niveles de realidad y de conducta, entonces el fallo en la forma de pensar es todavía más profundo; afecta a las bases de su pensamiento. En cuanto este fallo se propague, da lugar a una emergencia educativa.

- ¿Es posible, a su juicio, superar esta situación de emergencia? ¿Tiene algún método para ello?

- Afortunadamente, sí. Debido a una serie de malentendidos y prejuicios, se ha producido una especie de bloqueo intelectual en multitud de personas, especialmente niños y jóvenes. Es necesario conseguir que éstos se liberen de tales malentendidos por propia experiencia. De ahí que mi método –promovido por la Escuela de Pensamiento y Creatividad- no se dirija tanto a “enseñar contenidos” cuanto a “ayudar a niños y jóvenes a descubrir claves de orientación”.

- Me temo que este método de ayudar a descubrir debe de ser más difícil que el mero enseñar lo que uno ya sabe…

- Al principio sí, porque transmitir las enseñanzas por vía de búsqueda exige al profesor asimilar muy bien las ideas y adoptar un método muy bien articulado, pero luego todo marcha mucho mejor, pues cada descubrimiento que hacemos nos dispone para el siguiente. Voy a hacer, en esquema, una experiencia de descubrimiento, y veremos lo que avanza un joven en cuanto a descubrir los distintos modos de libertad. Yo le invito a que haga conmigo esta experiencia:

Figúrese que tengo un fajo de papel. Puedo hacer con él lo que quiero. Es un objeto, y dispongo de absoluta libertad para usarlo como medio para mis fines, o canjearlo por otro, o simplemente desecharlo… A este plano de los objetos y de nuestra capacidad de dominarlos y manejarlos para nuestros fines vamos a llamarle nivel 1.

Ahora bien. Si escribo en ese papel una obra musical, lo transformo en partitura. La partitura es una realidad superior al papel, pues tiene la capacidad de revelarnos una obra musical. Pertenece a un plano más alto que el de los meros objetos: el plano de las realidades “abiertas”, expresivas, capaces de ofrecernos posibilidades de actuar con sentido. Está, por tanto, situada en el nivel 2. Con el papel puedo hacer lo que quiera, pero con la partitura no. Si quiero interpretarla al piano, debo seguir sus instrucciones. Y, cuanto más obediente le sea, más libre me siento, pero con otro tipo de libertad, la libertad creativa. Pierdo, con ello, en buena medida mi libertad anterior, la libertad de maniobra, pero adquiero una forma de libertad superior. Tener libertad creativa significa aquí que interpreto la obra con soltura y destreza. Pero interpretar bien una obra es crearla de nuevo. Al renunciar a la libertad de maniobra, gano capacidad creativa, y, con ella, el poder de unirme a la obra con un tipo de unión muy estrecha, una unión de intimidad.

Ahora vemos claramente que, en este nivel 2, la libertad y las normas no se oponen; se complementan y enriquecen. Comprender bien esto nos da una luz inmensa. Si alguien me dice que la libertad y las normas se oponen, le contesto con toda precisión: en el nivel 1, sí; en el nivel 2, no, porque aquí sucede todo lo contrario: la libertad y las normas se exigen mutuamente y se ayudan a abrir todo un campo de creatividad. Esa capacidad creativa me perfecciona como persona. En cambio, el que se obstina en dar por supuesto que las normas se oponen a la libertad, ciega la fuente de su capacidad creativa, y rebaja la calidad de su vida personal.

- ¿Puede descubrirse esto mismo con un ejemplo tomado de la literatura, que es más accesible que la música para la mayoría?

- Por supuesto. Si declamo un poema, siento por propia experiencia que el poema influye sobre mí, me ofrece sus posibilidades estéticas, y yo influyo sobre él. Los dos colaboramos a partes iguales, ambas indispensables. Es otra fuente de luz, porque me enseña a vivir –pensar, sentir, decidir…- de forma dialógica, relacional. Al pensar así, veo con toda lucidez dos ideas decisivas para mi vida:

1) mi libertad creativa se coordina muy bien con la obediencia a quienes tienen autoridad sobre mí, autoridad en el sentido de capacidad promotora, enriquecedora. (Ya sabemos que autoridad procede del verbo latino augere, que significa promover);

2) yo desempeño un papel ineludible en el conocimiento de los valores, y éstos no se me revelan si no estoy dispuesto a asumirlos activamente y realizarlos, pero yo no soy dueño de los valores. Con esto se supera el malentendido del relativismo subjetivista, que quiere enaltecer al sujeto y acaba achicando sus espacios interiores, el horizonte de su vida, su creatividad.

- ¿Sirve también este método para formar a los jóvenes en el desarrollo y ejercicio de la afectividad?

- Muchísimo. A un joven que conoce los niveles de realidad ni se le ocurre confundir el amor personal con la mera apetencia, porque ésta se da en el nivel 1, el del manejo de objetos para la propia satisfacción; y el amor personal surge en el nivel 2, el del respeto, la estima y la colaboración. Si un chico le dice a una chica que la ama con toda el alma, pero lo que ama es el agrado que le producen sus bellas cualidades corpóreas, tergiversa la realidad, porque no la ama, la apetece; la toma como un medio para sus fines, y la rebaja así al nivel 1, en el cual no hay todavía amor personal, sino saciedad de una apetencia. Un pastel podemos apetecerlo, pero no amarlo. A la persona podemos empezar por apetecerla porque nos atrae, pero, mientras la apetencia no se transforma en amor –al ascender al nivel 2-, no podemos decir que la amamos.

Este ascenso constituye la tarea del noviazgo. Para realizarla, los novios necesitan descubrir lo que es el encuentro, bien entendido. Si no lo saben, corren peligro de pensar que amar significa sencillamente saciar una apetencia. Esto supone un empobrecimiento lamentable del amor, pero, si nos movemos en el nivel 1, no nos damos cuenta del estado de pobreza en que vivimos. Por eso es tan importante, realmente decisivo, que los niños y los jóvenes descubran los niveles de realidad en que podemos vivir. Al hacerlo, aprenden a distinguir los diversos afectos y actuar con poder de discernimiento. Estas capacidades constituyen la formación ética.

- ¿Ha hecho usted experiencias concretas de esto con los jóvenes?

- Con frecuencia y en diversos lugares de España e Iberoamérica. En un memorable programa de TVE, dos grupos de jóvenes sostuvieron un debate acerca del amor. Un grupo defendía el amor libre, es decir, el ejercicio de la sexualidad sin cauce alguno, sin relación con el amor personal y la creación de un hogar. El otro era partidario del amor comprometido, creador, abierto a la donación de nueva vida. Éstos sabían distinguir los conceptos, los niveles, las actitudes. Razonaban sus puntos de vista con una sorprendente madurez. Al día siguiente, muchos televidentes se preguntaron de dónde habían salido estos chicos, quién los había formado. La respuesta fue muy sencilla: esos chicos habían hecho un curso sobre el arte de pensar bien y habían ordenado la mente.

- Se trata, sin duda, del mismo curso que ahora ofrece en Internet la "Escuela de Pensamiento y Creatividad"...

- Ese curso, ampliado y mejorado, dio lugar a los tres cursos que estamos impartiendo on line con el título de “Experto universitario en creatividad y valores”. Quienes realicen los tres cursos adquieren este titulo universitario. Los que sólo cursen uno, reciben un certificado oficial. Información sobre los cursos se halla en la WEB de la "Escuela" ( www.escueladepensamientoycreatividad.org). Una idea muy condensada de los mismos la expongo en el libro Descubrir la grandeza de la vida (editorial Desclée de Brouwer, Bilbao).

- ¿Resultan muy difíciles estos cursos?

- Las personas un tanto formadas no encuentran mayor dificultad en asumirlos y asimilarlos. Naturalmente, se requiere alguna dedicación, pues se trata de adquirir un arte, el arte de pensar con precisión y expresarse de forma ajustada a las distintas formas de realidad. Como todo arte, también éste requiere ejercicio, pero, a medida que éste nos procura destreza, vemos compensado el esfuerzo. Mis alumnos en la universidad suelen andar un poco náufragos al principio, pero, en cuanto se familiarizan con el método, están felices, pues notan que saben distinguir los conceptos, los niveles, los distintos modos de libertad…, y se sienten más libres al razonar. “¡Ahora todo encaja!”, suelen decir. De verdad que encaja, y por eso resulta tan fecundo y sugerente para la labor formativa de las tutorías escolares.

- En alguno de sus libros, habló usted de la necesidad de que los profesores sean no sólo “informadores” sino también “formadores”

- Ciertamente, y este perfeccionamiento puede conseguirse muy bien con el método que he elaborado. Si se aplicara en los centros escolares, con un guía un tanto experto, se abrirían vías fecundas para superar el peligro de la "emergencia educativa”. Pero esta cuestión exige más tiempo para exponerla.

- Le dedicaremos, con gusto, otra entrevista.

Alfonso López Quintás
30/06/2011

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Alfonso López Quintás
Alfonso López Quintás
Alfonso López Quintás realizó estudios de filología, filosofía y música en Salamanca, Madrid, Múnich y Viena. Es doctor en filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático emérito de filosofía de dicho centro; miembro de número de la Real Academia Española de Ciencias Morales y Políticas –desde 1986-, de L´Académie Internationale de l´art (Suiza) y la International Society of Philosophie (Armenia); cofundador del Seminario Xavier Zubiri (Madrid); desde 1970 a 1975, profesor extraordinario de Filosofía en la Universidad Comillas (Madrid). De 1983 a 1993 fue miembro del Comité Director de la FISP (Fédération Internationale des Societés de Philosophie), organizadora de los congresos mundiales de Filosofía. Impartió numerosos cursos y conferencias en centros culturales de España, Francia, Italia, Portugal, México, Argentina, Brasil, Perú, Chile y Puerto Rico. Ha difundido en el mundo hispánico la obra de su maestro Romano Guardini, a través de cuatro obras y numerosos estudios críticos. Es promotor del proyecto formativo internacional Escuela de Pensamiento y Creatividad (Madrid), orientado a convertir la literatura y el arte –sobre todo la música- en una fuente de formación humana; destacar la grandeza de la vida ética bien orientada; convertir a los profesores en formadores; preparar auténticos líderes culturales; liberar a las mentes de las falacias de la manipulación. Para difundir este método formativo, 1) se fundó en la universidad Anáhuac (México) la “Cátedra de creatividad y valores Alfonso López Quintás”, y, en la universidad de Sao Paulo (Brasil), el “Núcleo de pensamento e criatividade”; se organizaron centros de difusión y grupos de trabajo en España e Iberoamérica, y se están impartiendo –desde 2006- tres cursos on line que otorgan el título de “Experto universitario en creatividad y valores”.





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