Hoy escribe David Hernández de la Fuente. Concluye con esta tercera entrega el breve recorrido por los mitos griegos relacionados con la curación del cuerpo y del alma. Las figuras míticas aquí evocadas son las diosas de los partos, el centauro Quirón, primer cirujano y magnífico maestro de héroes, y otros personajes como Hermes, Prometeo o Dioniso, que tienen relación con el arte de curar.
La hija menor de Crono y Rea, Hera, reina del Olimpo y celosa mujer de Zeus, comparte el patrocinio mítico de la obstetricia junto con Ártemis e Ilitía. Se cuenta que Leto había concebido de Zeus, rey de dioses, a unos hermosos gemelos que ya pesaban en su vientre. Y la madre, sintiendo ya los dolores de parto, vagaba de uno a otro rincón del mundo antiguo, sin que ninguna tierra o ciudad se atreviera a darle cobijo, por temor a un decreto de la vengativa Hera, siempre envidiosa de las amadas de su esposo. Solo un lugar en el mundo podía servir de refugio a la desesperada parturienta: un islote móvil en medio del mar, la que luego sería llamada Delos. Allí Leto esperó el nacimiento durante nueve noches y nueve días hasta que finalmente Hera consintió el alumbramiento, pues suyo era el poder sobre los partos: nacieron primero Ártemis y después el bello Apolo.
En esta servidumbre humana y semidivina de dar a luz asistía a Hera ayudaba una divinidad menor, llamada Ilitía, hija de Zeus y Hera. Este genio femenino que preside los alumbramientos, sin embargo, sirve a su madre en sus venganzas. Como en el caso de Leto, Ilitía trató de impedir también el parto de la reina Alcmena, que tuvo a Heracles de Zeus. Curiosamente, la doncella Ártemis, la diosa gemela de Apolo que nació en ese parto retenido, fue la encargada de velar por la seguridad de las embarazadas hasta el noveno mes. Ártemis es la diosa cazadora, la Diana latina, cruel y hermosa como la naturaleza. Ella es la virgen por excelencia. Sin embargo, en la antigua Grecia, estaban bajo su protección, además de las doncellas, las muchachas embarazadas hasta el momento en que daban a luz, cuando se encomendaban a Hera, diosa del matrimonio, y a su ayudante Ilitía.
El centauro Quirón fue el primer cirujano, el más maestro de médicos y héroes. Su vida fue consagrada a curar a los demás y a enseñar la medicina. Y como en el caso de Asclepio, vemos que esta vocación le reportó varios peligros. Quirón pertenecía a la raza de los centauros, híbridos entre humanos y caballo. Se cuenta que los centauros eran una estirpe de maldad conocida, odiosa y violenta por naturaleza, que nació del malvado Ixión. Este deseó unirse con Hera, la esposa de Zeus, quien fabricó una nube con su forma: de esta unión antinatural nacieron los siniestros centauros, fieros y peligrosos. Pero Quirón, el centauro sabio, fue la una notable excepción a esa historia. Su fama se basa sobre todo en su faceta de maestro de héroes. Es famoso por haber instruido a los mejores de los griegos, como Ulises, Heracles, Eneas, Peleo, Aristeo, Acteón, Jasón o Aquiles: a ellos les enseñó todo cuanto debía saber un buen héroe helénico, el arte de la lucha con lanza, espada y arco, pero también la música, la medicina y otros saberes de gran utilidad. El propio Asclepio aprendió de él el arte de curar las enfermedades.
Pero ¿cómo se explica el carácter benévolo de Quirón frente a los otros centauros? Quiere la tradición que Quirón tenga un origen distinto: se cuenta que es hijo del Titán Crono, quien, una vez, adoptó la forma de un caballo para seducir a una mujer llamada Filira, de forma que su esposa Rea no advirtiera el engaño. Así nació Quirón, que participa de un origen divino y, por tanto, se diferencia de los centauros Ixiónidas en su enorme sabiduría, en su inmortalidad, y, además, en un cierto carácter amable y melancólico. Quirón aprendió de Apolo y Ártemis la caza, la medicina, la música y la adivinación, y de él procede la estirpe de Peleo, el que sería padre de Aquiles.
Parece que la muerte de Quirón fue causada por un desgraciado error de Heracles, quien lo hirió accidentalmente con una flecha envenenada mientras combatía con otros centauros. Sin embargo, Quirón era inmortal y sufría terribles dolores a causa de la herida. Conque, según afirma una leyenda, le cedió su inmortalidad a Prometeo y se dejó morir voluntariamente. Otra versión sostiene que Zeus, como lo viera doliéndose y sin poder morir, se compadeció de él y lo elevó al firmamento, convirtiéndole en la constelación de Sagitario (que no en vano representa a un centauro flechador).
Ya que se menciona al famoso titán filántropo que encarna el progreso de la humanidad, no hay que olvidar que Prometeo es también el inventor de la ciencia y la técnica médicas. Se le relaciona con varios aspectos fundamentales para la civilización, como es el fuego, la primera mujer y el culto a los dioses. Sin embargo, Prometeo es susceptible de muchas interpretaciones. Ya en la antigüedad recibió tratamientos muy distintos en la literatura, desde Hesíodo, a Esquilo y Platón. Son los tres grandes relatos del mito en la literatura griega, muy significativos en cuanto a la variedad de versiones que ofrecía la tradición poética y la libertad de los autores, para reflejar sólo aspectos positivos o negativos. En particular, Prometeo aparece como dios inventor de la medicina en el Prometeo encadenado de Esquilo (vv. 476 ss.), cuando el coro le dice al titán: “Has sufrido pena y humlliación [...] y como un mal médico, que ha caído enfermo, has perdido el entendimiento y no puedes descubrir qué medicinas curarán tu propia enfermedad.” Y Prometeo responde: “Escucha el resto y te asombrará las artes y técnicas que descubrí. Esta fue la primera y más importante: si alguna vez el hombre enfermó, no hubo remedio, no comida que lo sanara, ni ungüento ni bebedizo, sino que lo desecharon por falta de medicinas, hasta el momento en que yo les enseñé a los hombres cómo mezclar remedios curativos con los que ahora se libran de sus molestias. Y les marqué muchos caminos para leer el futuro y entre los sueños yo fui el primero en discernir los que se harían verdad [...] en una palabra, lo sabrás en seguida: todas las artes que posee el hombre vienen de Prometeo.”
Aún hay otro mito que pone en relación a Prometeo con el propio origen de los hombres. Prometeo se perfila así como el creador del hombre y de la mujer, pues habría modelado a uno y otra a partir de un puñado de barro. Pausanias cuenta que en una aldea se podían ver aún los pedazos de arcilla sobrantes que Prometeo dejó tras su labor. Y el fabulista Esopo recogió también la leyenda en una simpática versión moralizante que explica el alma bestial de ciertas personas que fueron modeladas por Prometeo a partir de animales. El artífice por excelencia de las artes y las ciencias se convierte así en creador de vida –reflejo de la máxima aspiración del médico antiguo– como si de un antiguo doctor Frankenstein se tratase.
Otra figura mítica íntimamente relacionada con la medicina es el dios Hermes, a quien puede considerarse el primer farmacéutico. Hermes, intermediario por excelencia, es mercader, viajero, ladrón, y astuto negociante, patrón de intérpretes, traductores y hermeneutas, y guía del alma al otro mundo. Pero también, más adelante, aparecerá a la manera de un sabio mago, como Hermes Trimegisto, “tres veces grande”, asimilado al dios egipcio Thoth. Hermes se convierte así en dios de la magia y de lo misterioso, patrón de la alquimia y de los textos esotéricos: su saber “hermético” será el inspirador de alquimistas. De ahí que se le considere dios de la magia, la alquimia y, por extensión, inventor de la farmacopea. Hermes es el inventor de la química y de los remedios curativos del cuerpo y el alma. Los atributos del dios, las sandalias aladas, el pétaso y el caduceo, báculo de viajero y varita de mago a la par, con el tiempo pasaron a ser símbolos de los comerciantes, magos y boticarios. El mágico caduceo fue regalo de Apolo, que había guardado con él sus rebaños, a cambio de la lira, que Hermes inventó. En principio era una vara de oro, pero se dice que al encontrar Hermes dos serpientes que peleaban, arrojó en medio de ellas su bastón para separarlas y vio como sin hacerse ningún daño se enroscaban y entrelazaban alrededor de la vara, de manera que la parte más alta de sus cuerpos formaban un arco, quedando sus cabezas separadas mágicamente, frente a frente.
Finalmente, hay que mencionar a Dioniso, uno de los dioses más cercanos y a la vez más ajenos que tiene el panteón griego. Como fuerza de la naturaleza cíclica, de la regeneración vegetal, también se relaciona a Dioniso con un tipo de curación especial, más íntimamente psicológica, a través de sus cultos y danzas. Dioniso tiene carácter curativo y liberador: su gran regalo a la humanidad es el vino que libera de las penas y la danza extática, que saca fuera de sí a los danzantes, inspirados por la locura divina. Sus símbolos son la vid, el vino, la hiedra, plantas poderosas y usadas en la antigüedad como medicina para el cuerpo y el espíritu, fundamento de la religión dionisíaca. Por ello, en sus advocaciones de Lisio o Lieo, “el que libera”, o Lisiponos, “el que libera del dolor”, merece ser contado como dios relacionado con la medicina: Dioniso es, en cierto modo, el analgésico espiritual de la antigua Grecia.
Evitar el dolor y la enfermedad, y mejorar la endeble condición humana es la función de todo este grupo de dioses y héroes de la medicina, desde Apolo hasta Hermes o Prometeo. A través de todos estos testimonios se ha querido pasar revista a las leyendas más conocidas de la antigua mitología y literatura acerca del arte de la medicina a modo de notas didácticas y evocadoras. Un ilustre médico de la antigüedad, el famoso Galeno, instaba a todo aquel que quisiera aprender medicina a que estudiara los legendarios versos de Homero –con quien comenzábamos estas reflexiones– los tratados de Platón y las escuelas de filosofía, retórica o gramática. Hasta tal punto estaban entrelazados en la antigüedad los estudios que hoy llamamos de letras y de ciencias. En fin, Galeno titula uno de sus tratados filosóficos y autobiográficos diciendo Que el mejor médico es también el mejor filósofo. A la vista de estas leyendas sobre curaciones y resurrecciones tal vez no estaría de más que fuera también el mejor mitólogo.
DAVID HERNÁNDEZ DE LA FUENTE
En esta servidumbre humana y semidivina de dar a luz asistía a Hera ayudaba una divinidad menor, llamada Ilitía, hija de Zeus y Hera. Este genio femenino que preside los alumbramientos, sin embargo, sirve a su madre en sus venganzas. Como en el caso de Leto, Ilitía trató de impedir también el parto de la reina Alcmena, que tuvo a Heracles de Zeus. Curiosamente, la doncella Ártemis, la diosa gemela de Apolo que nació en ese parto retenido, fue la encargada de velar por la seguridad de las embarazadas hasta el noveno mes. Ártemis es la diosa cazadora, la Diana latina, cruel y hermosa como la naturaleza. Ella es la virgen por excelencia. Sin embargo, en la antigua Grecia, estaban bajo su protección, además de las doncellas, las muchachas embarazadas hasta el momento en que daban a luz, cuando se encomendaban a Hera, diosa del matrimonio, y a su ayudante Ilitía.
El centauro Quirón fue el primer cirujano, el más maestro de médicos y héroes. Su vida fue consagrada a curar a los demás y a enseñar la medicina. Y como en el caso de Asclepio, vemos que esta vocación le reportó varios peligros. Quirón pertenecía a la raza de los centauros, híbridos entre humanos y caballo. Se cuenta que los centauros eran una estirpe de maldad conocida, odiosa y violenta por naturaleza, que nació del malvado Ixión. Este deseó unirse con Hera, la esposa de Zeus, quien fabricó una nube con su forma: de esta unión antinatural nacieron los siniestros centauros, fieros y peligrosos. Pero Quirón, el centauro sabio, fue la una notable excepción a esa historia. Su fama se basa sobre todo en su faceta de maestro de héroes. Es famoso por haber instruido a los mejores de los griegos, como Ulises, Heracles, Eneas, Peleo, Aristeo, Acteón, Jasón o Aquiles: a ellos les enseñó todo cuanto debía saber un buen héroe helénico, el arte de la lucha con lanza, espada y arco, pero también la música, la medicina y otros saberes de gran utilidad. El propio Asclepio aprendió de él el arte de curar las enfermedades.
Pero ¿cómo se explica el carácter benévolo de Quirón frente a los otros centauros? Quiere la tradición que Quirón tenga un origen distinto: se cuenta que es hijo del Titán Crono, quien, una vez, adoptó la forma de un caballo para seducir a una mujer llamada Filira, de forma que su esposa Rea no advirtiera el engaño. Así nació Quirón, que participa de un origen divino y, por tanto, se diferencia de los centauros Ixiónidas en su enorme sabiduría, en su inmortalidad, y, además, en un cierto carácter amable y melancólico. Quirón aprendió de Apolo y Ártemis la caza, la medicina, la música y la adivinación, y de él procede la estirpe de Peleo, el que sería padre de Aquiles.
Parece que la muerte de Quirón fue causada por un desgraciado error de Heracles, quien lo hirió accidentalmente con una flecha envenenada mientras combatía con otros centauros. Sin embargo, Quirón era inmortal y sufría terribles dolores a causa de la herida. Conque, según afirma una leyenda, le cedió su inmortalidad a Prometeo y se dejó morir voluntariamente. Otra versión sostiene que Zeus, como lo viera doliéndose y sin poder morir, se compadeció de él y lo elevó al firmamento, convirtiéndole en la constelación de Sagitario (que no en vano representa a un centauro flechador).
Ya que se menciona al famoso titán filántropo que encarna el progreso de la humanidad, no hay que olvidar que Prometeo es también el inventor de la ciencia y la técnica médicas. Se le relaciona con varios aspectos fundamentales para la civilización, como es el fuego, la primera mujer y el culto a los dioses. Sin embargo, Prometeo es susceptible de muchas interpretaciones. Ya en la antigüedad recibió tratamientos muy distintos en la literatura, desde Hesíodo, a Esquilo y Platón. Son los tres grandes relatos del mito en la literatura griega, muy significativos en cuanto a la variedad de versiones que ofrecía la tradición poética y la libertad de los autores, para reflejar sólo aspectos positivos o negativos. En particular, Prometeo aparece como dios inventor de la medicina en el Prometeo encadenado de Esquilo (vv. 476 ss.), cuando el coro le dice al titán: “Has sufrido pena y humlliación [...] y como un mal médico, que ha caído enfermo, has perdido el entendimiento y no puedes descubrir qué medicinas curarán tu propia enfermedad.” Y Prometeo responde: “Escucha el resto y te asombrará las artes y técnicas que descubrí. Esta fue la primera y más importante: si alguna vez el hombre enfermó, no hubo remedio, no comida que lo sanara, ni ungüento ni bebedizo, sino que lo desecharon por falta de medicinas, hasta el momento en que yo les enseñé a los hombres cómo mezclar remedios curativos con los que ahora se libran de sus molestias. Y les marqué muchos caminos para leer el futuro y entre los sueños yo fui el primero en discernir los que se harían verdad [...] en una palabra, lo sabrás en seguida: todas las artes que posee el hombre vienen de Prometeo.”
Aún hay otro mito que pone en relación a Prometeo con el propio origen de los hombres. Prometeo se perfila así como el creador del hombre y de la mujer, pues habría modelado a uno y otra a partir de un puñado de barro. Pausanias cuenta que en una aldea se podían ver aún los pedazos de arcilla sobrantes que Prometeo dejó tras su labor. Y el fabulista Esopo recogió también la leyenda en una simpática versión moralizante que explica el alma bestial de ciertas personas que fueron modeladas por Prometeo a partir de animales. El artífice por excelencia de las artes y las ciencias se convierte así en creador de vida –reflejo de la máxima aspiración del médico antiguo– como si de un antiguo doctor Frankenstein se tratase.
Otra figura mítica íntimamente relacionada con la medicina es el dios Hermes, a quien puede considerarse el primer farmacéutico. Hermes, intermediario por excelencia, es mercader, viajero, ladrón, y astuto negociante, patrón de intérpretes, traductores y hermeneutas, y guía del alma al otro mundo. Pero también, más adelante, aparecerá a la manera de un sabio mago, como Hermes Trimegisto, “tres veces grande”, asimilado al dios egipcio Thoth. Hermes se convierte así en dios de la magia y de lo misterioso, patrón de la alquimia y de los textos esotéricos: su saber “hermético” será el inspirador de alquimistas. De ahí que se le considere dios de la magia, la alquimia y, por extensión, inventor de la farmacopea. Hermes es el inventor de la química y de los remedios curativos del cuerpo y el alma. Los atributos del dios, las sandalias aladas, el pétaso y el caduceo, báculo de viajero y varita de mago a la par, con el tiempo pasaron a ser símbolos de los comerciantes, magos y boticarios. El mágico caduceo fue regalo de Apolo, que había guardado con él sus rebaños, a cambio de la lira, que Hermes inventó. En principio era una vara de oro, pero se dice que al encontrar Hermes dos serpientes que peleaban, arrojó en medio de ellas su bastón para separarlas y vio como sin hacerse ningún daño se enroscaban y entrelazaban alrededor de la vara, de manera que la parte más alta de sus cuerpos formaban un arco, quedando sus cabezas separadas mágicamente, frente a frente.
Finalmente, hay que mencionar a Dioniso, uno de los dioses más cercanos y a la vez más ajenos que tiene el panteón griego. Como fuerza de la naturaleza cíclica, de la regeneración vegetal, también se relaciona a Dioniso con un tipo de curación especial, más íntimamente psicológica, a través de sus cultos y danzas. Dioniso tiene carácter curativo y liberador: su gran regalo a la humanidad es el vino que libera de las penas y la danza extática, que saca fuera de sí a los danzantes, inspirados por la locura divina. Sus símbolos son la vid, el vino, la hiedra, plantas poderosas y usadas en la antigüedad como medicina para el cuerpo y el espíritu, fundamento de la religión dionisíaca. Por ello, en sus advocaciones de Lisio o Lieo, “el que libera”, o Lisiponos, “el que libera del dolor”, merece ser contado como dios relacionado con la medicina: Dioniso es, en cierto modo, el analgésico espiritual de la antigua Grecia.
Evitar el dolor y la enfermedad, y mejorar la endeble condición humana es la función de todo este grupo de dioses y héroes de la medicina, desde Apolo hasta Hermes o Prometeo. A través de todos estos testimonios se ha querido pasar revista a las leyendas más conocidas de la antigua mitología y literatura acerca del arte de la medicina a modo de notas didácticas y evocadoras. Un ilustre médico de la antigüedad, el famoso Galeno, instaba a todo aquel que quisiera aprender medicina a que estudiara los legendarios versos de Homero –con quien comenzábamos estas reflexiones– los tratados de Platón y las escuelas de filosofía, retórica o gramática. Hasta tal punto estaban entrelazados en la antigüedad los estudios que hoy llamamos de letras y de ciencias. En fin, Galeno titula uno de sus tratados filosóficos y autobiográficos diciendo Que el mejor médico es también el mejor filósofo. A la vista de estas leyendas sobre curaciones y resurrecciones tal vez no estaría de más que fuera también el mejor mitólogo.
DAVID HERNÁNDEZ DE LA FUENTE
Sábado, 20 de Marzo 2010
Redactado por Antonio Guzmán el Sábado, 20 de Marzo 2010 a las 13:16
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