Bitácora

Alan vuelve a galopar

José Rodríguez Elizondo

Alan Garcia
A comienzos de los 80, la estrella de Alan García se veía desde lejos y él sólo esperaba su 35° cumpleaños para inscribir su candidatura presidencial. Sin embargo, el ex Presidente venezolano, Carlos Andrés Pérez (CAP), le aconsejaba esperar unos añitos. “Será Presidente, pero no ahora”, me pronosticó en 1984, cuando lo entrevisté en su penthouse caraqueño.

Pero la inmadurez del espigado Alan –que hoy lamenta- pudo más que el consejo de su literal compadre. Postuló y ganó la elección al galope, contra el popular e izquierdista alcalde de Lima, Alfonso “Frejolito” Barrantes. Luego -el mismo día de su toma de posesión-, arremetió contra el imperialismo, el narcotráfico, la corrupción, el centralismo y el armamentismo. Ahí mismo anunció, dramático, que sólo pagaría el 10 % de la deuda externa y un celoso Fidel Castro lo desafió sobre la marcha: “lo verdaderamente revolucionario sería no pagarla”, le espetó.

Fue la primera vez que Castro perdió por KO ante un líder surgido desde las izquierdas. Alan barrió, dialécticamente, con su pretendido tutor y Barrantes lo apoyó con nobleza. Desde entonces, a semejanza de “el líder máximo”, comenzó a ser conocido con una chapa equina. Si Castro era “el Caballo”, Alan fue “Caballo Loco” y pronto alcanzó un 94% de aceptación popular.

Hasta ahí la parte buena, aunque fugaz, de su experiencia. Antes del segundo año, ya se vio que Alan había llegado temprano a la Presidencia, pero su ideologismo llegaba tarde a la historia. Mientras él buscaba un espacio aprista, entre el socialismo democrático avanzado y el comunismo, el mundo comenzaba a marchar hacia la derecha.

Eso, más el terrorismo, la inflación y su propia demagogia, detuvo el galope triunfal. Al final y para mayor oprobio, fue Alan quien definió la victoria de Alberto Fujimori contra su aborrecido Mario Vargas Llosa. Un prestigioso militar me dijo, en esa época, que si no lo bajaron de un golpe, fue para no regalar excusas a su fracaso.

Caballo cuerdo

Hoy, autocrítico, maduro, demasiado robusto y siempre brillante, Alan quiere ser “Caballo Cuerdo”. Desgraciadamente, para él, la historia lo vuelve a poner en una encrucijada similar a la de 1985. Como entonces, su adversario principal no está a su derecha, sino a su izquierda. Sólo que esta vez no se trata de la izquierda marxiana del entrañable “Frejolito” (Q.E.P.D.), sino de una izquierda nacionalista, militarista, indigenista y antichilena. Su líder Ollanta Humala, a semejanza del Presidente boliviano Evo Morales, luce comprometido con el proyecto “bolivariano” del líder venezolano Hugo Chávez y esto podría hacer ingobernable al Perú.

Es una astucia espectacular de la Historia. Veinte años después, Castro espera vengar la paliza que le diera el joven Alan, por intermedio de su poderoso campeón Hugo Chávez… el mismo que emergió a la notoriedad como verdugo de CAP, compadre de Alan. Esto promete ser un espectáculo político sólo comparable, metafóricamente, con el combate africano entre George Foreman y Muhamad Alí.

Lo delicado, claro, es que esa pelea obliga a afinar una diplomacia compleja y diversificada al gobierno de Chile. Quedar al medio también puede ser peligroso.
José Rodríguez Elizondo
| Martes, 6 de Junio 2006