Bitácora

CATÁSTROFE CON MORALEJA GLOBAL

José Rodríguez Elizondo

Muchos predicen que cuando termine la pandemia el mundo será otro. Objetivamente está claro: los seres humanos seremos muchos menos. Sin embargo, es bueno advertir, a los demasiado optimistas, que no necesariamente será mejor.



La novela La Peste, de Albert Camus, hoy está siendo revisitada a nivel mundial. En países como Chile, donde se lee poco, es una secuela culta del catastrófico COVID-19.

Y así como esa novela fue leída, en su época, como una alegoría de la expansión nazi, el actual coronavirus también puede leerse en clave de política internacional. Tres ejemplos top bastan para ilustrarlo: la ex Unión Soviética (URSS) de Mijaíl Gorbachov, La China de Xi Jinping y los Estados Unidos de Donald Trump.

En la ex URSS, el equivalente al virus fue la explosión del reactor nuclear de Chernobil, que contaminó radioactivamente una región enorme de la entonces superpotencia, la atmósfera de varios países vecinos y terminó tumbando a Gorbachov y al propio sistema comunista. En China, el retraso en comunicar la aparición del virus en Wuhan impidió aislar la ciudad, terminó contaminando al planeta y ahora está afectando la credibilidad global de su gobierno. En los EE.UU, Trump desestimó un informe de 2019 sobre la catástrofe que asomaba su corona –ver texto de nuestro corresponsal- y hoy las víctimas nacionales están en los seis dígitos (más que en las Torres Gemelas, por cierto). Además, está afectando la economía de mercado más poderosa del mundo, con el consiguiente efecto-cascada a nivel planeta.

Para los teóricos idealistas quizás surja la tentación de un gran debate sobre cual sistema sociopolítico da mayor seguridad en casos catastróficos. Sus propuestas, tesis e hipótesis, seguro, llenarían las bibliotecas virtuales en el corto plazo. Sin embargo, es de sospechar que cuando el virus termine de atacar, el mundo político será otro, pero no por la victoria dirimente de una cosmovisión determinada, sino por default. Porque moros y cristianos habrán asimilado dos lecciones claras: una, que no hay sistema que garantice, per se, un mejor comportamiento; la otra, que solo la transparencia en la información puede ayudar a una acción virtuosa, para prevenir o mitigar.

En efecto, otros habrían sido los resultados, en los tres casos propuestos, si el poder soviético no hubiera perdido un tiempo estratégico en ocultar lo sucedido, si el poder chino hubiera comunicado a tiempo lo de Wuhan y si el presidente de los EE.UU hubiera entendido la real dimensión de la amenaza.

Por lo señalado, hoy no podemos asegurar que la ventaja, en caso de catástrofes, estará siempre en las democracias, por su pluralismo político, sus alternancias en el poder y su libertad de prensa. Lo sucedido en los EE.UU, el modelo más desarrollado de democracia occidental, impide sacar esa conclusión.

La transparencia tampoco estuvo ahí.

 
José Rodríguez Elizondo
| Miércoles, 8 de Abril 2020
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