Bitácora

El miedo a la imaginación

José Rodríguez Elizondo


La información es notable: el gobierno de los EE.UU está reclutando escritores de ciencia ficción para que lo ayuden a prever atentados terroristas.

Si se hubiera comenzado por ahí, las Torres Gemelas seguirían en pie y Osama bin Laden continuaría aserruchándole el piso a Sadam Hussein. Por eso, la idea no pudo venir de George W. Bush. El todavía cree que Asimov es un doble agente soviético y confunde a Ray Bradbury con Brick Bradford.

Sea quien fuere el genio, la iniciativa confirma una diferencia de origen entre las democracias desarrolladas y las subdesarrolladas: el distinto valor que asignan a la imaginación, en los niveles estratégicos del Estado.

Para las primeras, ha sido la chispa de la invención y, por tanto de su avance tecnocientífico. En la base del “american dream” está la convicción de que no se progresa ratoneando, apernándose a una chamba o “surfeando” sobre los problemas.

En nuestras democracias subdesarrolladas, en cambio, se nos acondicionó para soñar con la chamba vitalicia. Generaciones creyeron que vivir fuera del presupuesto fiscal era vivir en el error y que el buen burócrata –en todos los niveles- se rige por dos leyes básicas: “quien nada hace nada teme” y “recuerda que sólo respondes ante el jefe del partido”.

Hay quienes creen que ese miedo a la imaginación está en nuestro genoma. Virreinatos, capitanías y prebendas debieron ser, para los conquistadores, un destino equivalente al “american dream”.

Que inventen ellos

Con sus ascensos bloqueados en España, el peligro que visualizaban estaba en los artistas, los intelectuales críticos y los indios imaginativos. Además… ¿no fue el rector de la Universidad de Salamanca, don Miguel de Unamuno, quien soltó el infortunado exabrupto “que inventen ellos”?.

Dentro de ese marco, el sector militar ha tenido una gran ventaja comparativa, que le viene de su rol primario y carácter permanente. Obligados a prever las amenazas, sus líderes saben que la imaginación prospectiva es un requisito profesional.

Así, mientras proyectan estrategias a mediano y largo plazo, los líderes civiles del Estado ejecutan la ley anual de presupuestos. No vaya a ser cosa que, por imaginarse más allá, la alternancia regale instituciones o inauguraciones a sus adversarios políticos.

Lo grave es que, cuando la asimetría es demasiado enorme, los recelos cruzados se potencian. Los uniformados comienzan a mirar con demasiado desdén a los políticos. Los civiles, a su vez, comienzan a rezongar sobre el “gasto improductivo” y a enviar a los militares a sus cuarteles …donde éstos perfeccionan su arte de la simulación.

Durante la guerra fría, dichos recelos cruzados estuvieron en el meollo de cada golpe de Estado. Ahora, aprovechando el veranito de pragmatismo, bien podríamos asumir que la asimetría sigue siendo una luz roja. Esto significa que –y aquí quería llegar después de tanto rodeo- sin la imaginación homologada de civiles y militares, nunca podrá consolidarse la democracia regional.

Mi homenaje para esos estudiantes franceses del siglo pasado, que escribieron en los muros “la imaginación al poder”. Es un buen diagnóstico para nuestra débil democracia de hoy.


(Publicado en LR en 3.7.07)
José Rodríguez Elizondo
| Martes, 10 de Julio 2007
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