Quizás sólo los servicios secretos estén procesando la gran diferencia que subsiste entre Hugo Chávez y Fidel Castro: el carácter de sus FF.AA respectivas. Es una divergencia literalmente estratégica, con base en sus biografías respectivas. Mientras Castro fue un abogado rebelde y civil, para quien los militares de profesión eran el enemigo a abatir, Chávez empezó como cadete militar, formado en la tesis del “monopolio castrense sobre las armas”.
Por eso, el líder cubano pudo ejecutar la utopía de la tabula rasa y comenzar desde cero, sin militares ajenos. Al efecto, su estrella le brindó la coyuntura de un ejército pretoriano, con jefes corruptos y sin tradición académica. La fuga del dictador Fulgencio Batista -surgido de la suboficialidad- puso el colofón. Esos jefes quedaron sin ningún poder de negociación ante el líder emergente.
El lema “patria o muerte” reflejó esa oportunidad. Castro la efectivizó fusilando a viejos oficiales y creando un ejército encuadrado por los comandantes guerrilleros. Así, los nuevos militares aprendieron a gritar “comandante en jefe, ordene”, fueron elegibles para cargos políticos, asumieron el marxismo-leninismo, estuvieron dispuestos a inmolarse en una guerra termonuclear y hasta se resignaron al fusilamiento de jefes tan prestigiados como Arnoldo Ochoa.
A mayor abundamiento, juraron una Constitución que, junto con invocar a José Martí, los puso al servicio de “las ideas político-sociales de Marx, Engels y Lenin”. Esos soldados fueron la base de un proyecto que, como Moisés, Castro iría revelando a lo largo de las décadas.
Coyuntura distinta
Distinta fue la coyuntura histórica del coronel Chávez. Formado en el repudio al comunismo, a lo más podía soñar un sueño de “patria o heridas leves”. De ahí que sus modelos iniciales fueran Perón, Torrijos y Velasco Alvarado, los grandes insurgentes de uniforme.
Por eso, en su Constitución de 1999, Simón Bolívar no figura junto al tridente Marx-Engels-Lenin y la Fuerza Armada Nacional se mantiene, ortodoxa, como “una institución esencialmente profesional, sin militancia política”, que no puede ser puesta al servicio “de persona o parcialidad política alguna”. Técnicamente, los oficiales golpistas de 2002 pudieron invocarla contra el ideologismo castrista del gobernante.
No es raro, entonces, que Chávez siga craneando la manera de levantar una fuerza “a la cubana”. Es lo que subyace en sus diseños estratégicos para formar un partido único y encuadrar civiles de manera masiva, ante la eventual “agresión del imperio”. Es lo que explica su consigna “patria, socialismo o muerte”, que quiere imponer al sector militar.
Pero, está teniendo problemas. Martha Harnecker, su ideologizada asesora política, culpa a la Constitución, que “le quedó estrecha”. Su asesor militar, general Alberto Müller, le ha planteado reparos con base real: “Supongo que en las FFF.AA (…) debe haber personas que no están satisfechas con esa posición”, ha declarado.
Como tal franqueza disgustó a Chávez, termino prestándole un viejo proverbio árabe, que me regaló un militar chileno: “Si alguien te dice la verdad, regálale un caballo para que pueda huir”.
Publicado en La Tercera el 22.7.07.