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EGIPTOLOGÍA: F. Martín y T. Bedman
Blog de Tendencias21 sobre el Antiguo Egipto

Bitácora

Viernes, 26 de Diciembre 2008 - 01:06

Egipto es un don del Nilo, ya lo dijo el viajero griego Herodoto, y la civilización que floreció a orillas de este impresionante río está en la raíz de nuestra civilización mediterránea y occidental. Probablemente por esta razón el interés sobre este apasionante país no ha hecho más que crecer entre nosotros, desde que sus puertas quedaron abiertas a los viajeros occidentales a lo largo del siglo XIX.


Atardecer en el Oasis de Siwa. Foto IEAE
Atardecer en el Oasis de Siwa. Foto IEAE





Hoy, Egipto es uno de los destinos preferidos en el mundo para los viajeros que aman conocer de cerca una de las culturas más antiguas de la humanidad y, al mismo tiempo, un lugar cargado de exotismo y de contrastes. Sin embargo, pocos conocen que hay muchas visiones de Egipto, diferentes ‘Egiptos’.

Existe, sin duda, el Egipto ' vertical ' que forma el Nilo desde la frontera ideal con el Sudán, en el centro del Lago Nasser, hasta el Mar Mediterráneo; pero también existe el Egipto ‘paralelo’ de los oasis del desierto del Sahara, desde el Fayum hasta el oasis de Jarga, desde el norte al sur, con la maravilla excepcional del oasis de Siwa, hacia el oeste.

Todos ellos son los testimonios del milagro de la vida que floreció con exuberancia hace miles de años, ocupando el lugar que hoy domina el mar de arena más extenso de la tierra.

El Egipto sinaítico es otro lugar que, bajo la apariencia de ser una tierra encantada, se manifiesta como la expresión pétrea, cicatriz de las más antiguas conmociones telúricas del planeta.

El Egipto del Mar Rojo nos habla de los viajes del marino Simbad y de los paraísos sumergidos, donde una vida con ritmo propio bulle en una expresión de riqueza y variedad inimaginables desde la perspectiva del ámbito fluvial que, sin embargo, parece dominarlo todo.

Pero, además, desde el punto de vista histórico, Egipto no se agota en el mundo faraónico, sin duda impresionante. El Egipto griego y romano es un fenómeno único en el mundo, sobre todo en la ciudad de Alejandría, faro del Mediterráneo que aún conserva algo de su ambiente de grandeza original.

También el mundo copto llega hasta nosotros hoy, transmitiendo los ecos actuales del cristianismo primitivo en un estadio de evolución que atrapa su herencia milenaria y la convierte, para conservar partes del culto que evocan directamente por sus formas rituales, el practicado hace más de dos mil años en los misteriosos templos egipcios.

El Islam vivido en Egipto, con sus expresiones artísticas propias, superiores en muchos aspectos a las de otros países musulmanes del mundo, también hace de Egipto un lugar especial y único.

Pues bien, toda esta mezcolanza, aparentemente confusa que constituye lo que podríamos llamar ‘la cultura universal egipcia’, lo genuinamente egipcio, es lo que hace a cualquier cosa que proceda de allí, algo totalmente diferente, inconfundible y original por sus cuatro costados. Esta es la óptica que preside y alimenta nuestra visión de lo egipcio.

Explorar el Egipto vertical nos llevó a visitar lugares que normalmente no son foco de atención para el viajero común, pero que, sin embargo, poseen una atracción propia derivada de su aislada y casi intocada situación, apartados de las vías turísticas tradicionales.

No son muchos los que visitan, por ejemplo, la actual ciudad de Sohag, en la cabecera del Alto Egipto, cerca de la cual se encuentran lugares tan maravillosos como Wanina, con sus templos y necrópolis y algunos de los conventos coptos más importantes, como el Convento Rojo y el Convento Blanco.

Pasar por la carretera que bordea el Nilo junto a las formaciones montañosas de Nag Hamadi, que limitan el valle por oriente, nos evoca la vida de las comunidades de los gnósticos egipcios, paleocristianos que vivieron su realidad de una manera que hoy es objeto de profundo estudio por los investigadores.

Pocas personas pueden imaginar lo que representan los diferentes templos dedicados al dios Amón que jalonan los oasis occidentales. Allí, en las marcadas soledades desérticas, la presencia del gran dios tebano es, si cabe, más rotunda. Cada remanso de agua y de verdes palmerales acoge la presencia de una residencia para esta divinidad. De este modo, el poder y la influencia del ‘dios oculto’ (este era en verdad su nombre), se hacía manifiesta y omnipresente por todas partes, y Tebas (la actual Luxor) no era la única residencia del poderoso divino.

En otro remoto lugar, en la península del Sinaí, la diosa Hat-Hor, la Señora de la turquesa, la preciosa piedra azul-verdosa que tiene vida propia como los egipcios observaron, nos espera en su lugar predilecto, las minas de Serabit El Jadim (Serabit El Khadim), en medio de los altos de la montaña a los que conducen profundos uadis y escarpados ascensos.

Pasear por aquellas soledades a la luz de la luna es una experiencia inolvidable. Las escenas que allí se pueden contemplar parecen salidas directamente de las ilustraciones serigrafiadas de un viejo libro del siglo XIX. Las estelas dedicadas a la diosa con orejas de vaca, los restos dispersos, acá y allá, dan la sensación de estar en un lugar fantasmagórico, precipitadamente abandonado, lo que parece ponernos en contacto inmediato con sus últimos ocupantes en el siglo XIII antes de Cristo.

En el centro del Sinaí, está la montaña sagrada del Guebel Mussa (La montaña de Moisés) donde la tradición de las religiones del Libro por excelencia, la Biblia, sitúa el lugar en el que Moisés recibió las tablas de la Ley, inscritas por el dedo de Dios.

Este punto del desierto sinaítico es también especialmente magnético e incomparable. Contemplar la salida del sol desde su cima equivale a percibir un atisbo de la grandeza del todo nuestro sistema solar. Allí, en lo alto, mientras las brumas se disipan, abriendo paso al astro rey, se percibe la conciencia galáctica del ser humano. Nadie que esté presente en tal momento, siempre único y distinto, puede ser ajeno al electrizante segundo en el que la creación se reproduce como en el primer día, viendo como la luz se separa de las tinieblas.

El cansado peregrino, después de esta experiencia de naturaleza mística, descenderá hacia el remanso de paz y religiosidad que representa el Monasterio de Santa Catalina, que se alza, amurallado y sólido, en el fondo de un estrecho valle, al pie de la montaña sagrada.


Al otro lado del río, en el desierto del Sahara, el Oasis de Bahariya constituye el otro brazo de la balanza que cruza horizontalmente Egipto. La ciudad subterránea de las momias, en el Bawity, nos impactó de un modo extraordinario.

Decenas de miles de cuerpos momificados están depositados allí, en nichos, especie de pequeños apartamentos que bordean las vías de una impresionante ciudad del silencio. Sus máscaras doradas evocan a la manera egipcia el sentido de lo inmortal, lo imperecedero, lo imputrescible. El oro, la carne de los dioses, forma parte de lo cotidiano en aquel discreto vergel en medio del desierto.

Otra experiencia inolvidable la constituye el viaje al oasis de Siwa, siguiendo la ruta de Alejandro Magno. El objetivo no puede ser otro que visitar el templo de Amón y allí, solos, sin más ruido que el grito de un halcón sobre nuestras cabezas, tratar de percibir el oráculo que Amón susurrará especialmente para nosotros, escrito en el aire, su cuerpo y esencia divinos.

De tal modo Egipto nos abraza, nos acoge, y nos protege, para entregarnos sus secretos.

A cada uno ha de darnos los nuestros, personales, únicos, distintos de los que entregue a los otros. Nadie vuelve del país del Nilo igual que partió desde su lugar para conocerlo.

El viajero puede estar seguro de que, a su regreso, su vida será diferente porque él habrá cambiado gracias a las experiencias, en cierto modo iniciáticas, con las que habrá estado en contacto.

Francisco J. Martín Valentín
Teresa Bedman
Egiptólogos

Francisco J. Martín Valentín y Teresa Bedman


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Francisco J. Martín Valentín y Teresa Bedman
Francisco  J. Martín Valentín y Teresa Bedman
Francisco J. Martín Valentín es egiptólogo. Director del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto. Director de la Misión Arqueológica Española en Asasif, (Luxor Occidental Egipto), desarrollando actualmente el “Proyecto Visir Amen-Hotep. TA 28". Director de la Cátedra de Egiptología ‘José Ramón Mélida’. Teresa Bedman es egiptóloga. Gerente del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto. Co-directora de la Misión Arqueológica Española en Asasif, (Luxor Occidental Egipto), desarrollando actualmente el “Proyecto Visir Amen-Hotep. TA 28”. Secretaria de la Cátedra de Egiptología ‘José Ramón Mélida’.





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