PANORAMA MUNDIAL. José Abu-Tarbush







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Los tres jaques del rey de Marruecos
Javier Otazu: Los tres jaques del rey de Marruecos. Madrid: Los Libros de La Catarata, 2021. Prólogo de Ignacio Cembrero.
 
Las relaciones entre España y Marruecos se caracterizan por una continua secuencia de etapas de normalidad interrumpidas periódicamente por otras fases —no menos frecuentes—  de tensiones o, igualmente, de crisis cíclicas. Con mayor o menor intensidad, estos momentos críticos se toman su tiempo hasta lograrse nuevamente cierta distensión y retornar a la normalidad que, a su vez, se verá empañada al cabo de cierto período por la siguiente crisis.
 
Parece que ambos países permanecen atrapados en este laberinto, configurado a lo largo de su historia más reciente de vecindad y relaciones bilaterales. Por lo general, los principales temas de estos históricos y periódicos desencuentros suelen girar en torno a la pesca, Ceuta y Melilla, migraciones y conflicto del Sáhara occidental. Más allá de vertebrarse como episodios aislados, puntuales o coyunturales, por su recurrencia y permanencia en el tiempo, parecen haber adquirido un carácter más estructural.
 
En este texto Javier Otazu se centra en las migraciones, las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, y el sempiterno conflicto del Sáhara occidental. Como es conocido, las migraciones desde esta región del continente africano se retroalimentan tanto de la corriente marroquí como de la subsahariana. Considera que la primera no reduce sus causas sólo a aspectos socioeconómicos (búsqueda de trabajo y bienestar), sino también a consideraciones sociopolíticas (derechos y vida digna o huir de la hogra: humillación). Respecto a la segunda, destaca el carácter estratégico adquirido por Marruecos en una parte de las rutas migratorias subsaharianas y la externalización de su control con las contrapartidas económicas de la Unión Europea, las mayores después de Turquía, pero consideradas escasas por Rabat.
 
Las ciudades de Ceuta y Melilla también han sido otra fuente histórica de tensión entre ambos países, en particular durante el reinado de Hasán II (1961-1999). Sin embargo, no advierte el autor que sea un tema preferente en la agenda del reinado de Mohamed VI, no al menos de momento.  Pese a las medidas restrictivas adoptadas en el tránsito comercial desde dichas ciudades, debido teóricamente al efecto disuasorio que tenía para el desarrollo regional (con un contrabando que “suponía un volumen de negocios anual de entre 1.300 y 1.800 millones de euros”),  lo cierto es que —como destaca Otazu— tampoco se ha ofertado una alternativa a quienes trabajan en esa actividad económica.
 
Pero es, con diferencia, el conflicto de Sáhara occidental el que mayor tensiones y desencuentros suscita entre Madrid y Rabat. En esta última ocasión el detonante fue la visita privada a España el pasado mes de abril, por razones de salud y bajo otra identidad proporcionada por Argelia, de Ibrahim Ghali, secretario general del Frente Polisario y presidente de la República Árabe Saharaui Democrática. Esta enésima crisis terminó costándole el cargo a la ministra de Asuntos Exteriores Arancha González Laya (2020-2021), sin que se haya superado con su reemplazo por el nuevo ministro José Manuel Albares.
 
Precedida por otra crisis diplomática entre Marruecos y Alemania, la abierta entre Rabat y Madrid también tenía como trasfondo el malestar de Marruecos porque los países europeos no secundaban —e incluso se desmarcaban— de la política exterior estadounidense, de reconocimiento de la soberanía marroquí del Sáhara occidental, realizada por la presidencia de Donald Trump (2017-2021) un mes antes —diciembre de 2020— de abandonar la Casa Blanca a cambio de la normalización de las relaciones de Marruecos con Israel. Pero, en contra de las previsiones marroquíes, no produjo el esperado “efecto de cascada”, que otros países siguieran el ejemplo de Estados Unidos.
 
Además de señalar el papel de Argelia y sus intereses regionales en este conflicto, Javier Otazu se hace eco de las argumentaciones de Rabat en torno a la supuesta marroquinidad del Sáhara occidental; y también de los aspectos más subjetivos, de percepciones y susceptibilidades en torno a su integridad territorial, sin admitir internamente la más mínima duda o divergencia.

Marruecos parece exigir un comportamiento similar al resto de los actores internacionales. Así lo ha manifestado en repetidas ocasiones ante las diferencias suscitadas con países incluso de mayor poder, influencia y riqueza como Estados Unidos, Francia, Alemania, Suecia o la propia España; o bien ante personalidades al frente de instituciones internacionales como Ban Ki-moon, secretario general de las Naciones Unidas (2007-2016).
 
De la lectura de estos hechos y acontecimientos que narra Otazu, cabe concluir que el problema fundamental en las relaciones hispano-marroquíes no reside sólo en esos desencuentros, sino en cómo son abordados y magnificados por Marruecos, sin reparar en muchos escrúpulos y recurrir a acciones calificadas de auténtico chantaje. El caso más evidente fue la utilización de su propia población como herramienta de presión de su política exterior. Como señala el autor, cabe recordar que de las más de 10.000 personas que cruzaron la frontera entre el 17 y 19 de mayo, tras su deliberada apertura con Ceuta, unas 1.500 eran menores.

En suma, el supuesto “colchón de intereses” para amortiguar las discrepancias entre ambos países no parecen funcionar. Sin olvidar otras acciones hostiles como suprimir la Operación Paso del Estrecho, que perjudicó principalmente a la diáspora marroquí en Europa; o la operación de espionaje a políticos, periodistas y activistas mediante el programa Pegasus, incluso en países considerados amigos y aliados como Francia.
 
Por último, el autor dedica un importante apartado a la creciente regresión de ciertas aperturas y libertades en Marruecos, en la misma línea de refuerzo del autoritarismo registrado en todo Oriente Próximo y el Norte de África a lo largo de esta última década, después del ciclo de protesta antiautoritaria experimentado en la región a finales de 2010 y principios de 2011.

Pese a que entonces el régimen marroquí se mostró ágil y acometió una reforma constitucional para neutralizar las movilizaciones, el resultado de esa involución política lleva al autor a calificar de “monarquía autoritaria a su sistema político, "con un rey que reina y gobierna sin contrapesos”. Sus competencias en “defensa, política exterior, seguridad, religión y los grandes lineamientos económicos”, vacían al Parlamento de “herramientas reales de control”, dejándolo como mero “escaparate de pluralismo”.
 
Prologado por Ignacio Cembrero, veterano periodista y conocedor de los entresijos de las relaciones hispano-marroquíes, el texto de Javier Otazu está libre de la autocensura, como reconoce el propio autor, después de concluir su etapa como corresponsal en el país magrebí, donde ha vivido unos 16 años en dos periodos diferentes, durante el reinado de Hasán II y, luego, de su hijo Mohamed VI. Y autor también de otra obra titulada  Marruecos, el extraño vecino, publicada por la misma editorial, La Catarata, en 2019.

Editado por
José Abu-Tarbush
Eduardo Martínez de la Fe
José Abu-Tarbush es profesor titular de Sociología en la Universidad de La Laguna, donde imparte la asignatura de Sociología de las relaciones internacionales. Desde el campo de las relaciones internacionales y la sociología política, su área de interés se ha centrado en Oriente Medio y el Norte de África, con especial seguimiento de la cuestión de Palestina.





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