NEGOCIACIÓN: Blas Lara

Los avances de las ciencias y las tecnologías han transformado totalmente el entorno del hombre occidental en los últimos 150 años. Es legítimo preguntarse por qué misteriosas razones hemos progresado tan poco en algo tan fundamental como es la superación, la eliminación o, cuando menos la disminución, de la conflictividad entre los países, en la sociedad y hasta en la familia. Bertrand Russell solía decir que el hombre es un animal cuyo saber técnico sobrepasa con creces su saber político. ¿Por qué es tan difícil mejorar la convivencia entre los individuos y entre los grupos?



Ciencia y tecnologías han invadido el espacio de comunicación

El espacio de comunicación ya ha sido invadido no sólo con nuevos objetos que son realidades físicas tangibles, como por ejemplo los artefactos informáticos, la telefonía móvil o los que nos aportan los diferentes medios de comunicación. Me refiero también a la invasión de lo intangible, algo que condiciona nuestra vida de cada día mediante complicados sistemas organizacionales, con sus extraños conceptos, sus iconos y códigos de operación y señalización en la ciudad, en las administraciones, los hospitales, la banca, los transportes, etc. Vivimos en un mundo de máquinas y de organizaciones algoritmizadas.

Dicho sea de paso, es éste un drama que afecta extraordinariamente a las personas que envejecen física y mentalmente, y que sufren, porque sus cerebros no pueden seguir los ritmos de esas nuevas exigencias.

En efecto, los cerebros tienen hoy que elaborar respuestas nuevas para interaccionar con los nuevos constructos que nos rodean. Servirse bien de ellos o defenderse contra ellos, ésa es la opción. Ignorarlos, no es posible.

Necesidad evolutiva o amenaza

La mecanización de todos los dominios de la vida es una tendencia evolutiva irreversible, característica de nuestra época.

Y para responder a ella, se va ampliando adaptativamente la panoplia de habilidades de los cerebros de los hombres contemporáneos. En consecuencia, además de acopiar en sus redes neuronales innumerables representaciones de las personas de su entorno social, de otros animales y plantas y de un sinnúmero de detalles del entorno físico, como han hecho siempre, los cerebros de hoy necesitan fabricar representaciones y mecanismos de respuesta frente a las nuevas entidades artificiales que ahora nos rodean, y que no existían en tiempos de nuestros antecesores inmediatos, de hace un siglo, y hasta de hace treinta años. Entidades artificiales nuevas con las que no hay más remedio que convivir, ya que forman parte de nuestro entorno cotidiano. Prometedoras o amenazantes, según el grado de envejecimiento de nuestros cerebros. Pero que significan un giro completo e irreversible en el camino de nuestra cultura. Más que aprehender la evolución, hemos de saber aprovecharla.

Los conflictos, ¿son objeto posible de ciencia?

¿Por qué no sería posible aplicar también la ciencia y los métodos racionales contemporáneos a esos otros dominios tan profundamente humanos como son la interacción, la negociación y el conflicto?

No es cosa fácil. Está por medio la huidiza psicología del individuo que hace difícilmente inteligibles, y menos aún previsibles, los fenómenos de interacción humana.

Pero, ¿son tantas y tan inasibles las variables que habría que hacer intervenir en un modelo explicativo o predictivo? Seguro que no serán modelos clásicos como los de la Física, con variables definidas sobre escalas continuas, sino discretas (1). Y no serán modelos deterministas, sino estocásticos; puesto que tanto la emergencia como las trayectorias de los fenómenos sociales son influenciadas por un componente de gran peso, el azar o libertad humana, como se le quiera llamar.

Primero, extraer la inteligibilidad de la situación

Para empezar, y antes de pensar en qué modelo aplicar, hay que extraer la substancia inteligible de los conflictos. Lo que puede existir de racionalizable en ellos. Nadie puede negar que haya en cada conflicto una cierta inteligibilidad, por ejemplo en una acalorada disputa de familia. Hay inteligibilidad puesto que se puede hablar de la disputa, sin sentido y hasta con sentido. (Lo mismo podríamos decir de un fenómeno tan difícil de modelizar como es un partido de fútbol). Pues bien, si hay inteligibilidad en un fenómeno, y si se puede hablar de él con sentido, hay también esperanza de poder construir modelos lógicos para representarlo (2). Quizás demasiado burdos e imprecisos, pero a priori esa posibilidad y esa esperanza existen.

Invasión del espacio de interacción

En estos últimos tiempos comienzan a ver el día modelos formales de la interacción humana. No hablo solamente de la Teoría de negociación vieja ya de casi un siglo, sino de un conjunto de nuevos instrumentos de interacción en las áreas de la negociación y el conflicto. (Por ejemplo, para situaciones de conflicto laboral, de divorcio, de transacciones de bolsa, etc.)

Estos instrumentos serán:

- modelos algorítmicos,
- programas de ordenador que aprenden el entorno social y amplían su panoplia de respuestas como lo hace el ser humano desde su infancia,
- diversas arquitecturas simbióticas hombre-máquina que se completan.

Pero para inducir cambios societales a la raíz se necesitan también instituciones de soporte. Sin ellas que las más bellas y prometedoras ideas se quedarán en telarañas intelectuales, que hubiera dicho Nietzsche.

¿Es posible formalizar la interacción humana?

Una máquina ejecutando un programa es últimamente la materialización de ese programa, de un algoritmo. Se puede decir que son formalmente equivalentes.

Los límites de lo que puede hacer un ordenador han sido definidos teóricamente, pero no están establecidos de manera muy concreta. (Teóricamente sí. Ahí tenemos las referencias clásicas de Turing -la máquina- , de Church, y otros (3). Pero tan teóricos son esos límites que quedan muy lejanos de lo real).

Como muchos estudiosos (4) han demostrado, recordaremos que los límites de la simulación de nuestras capacidades por la máquina corren paralelos con las posibilidades de formalización de los procesos mentales. Vistas así las cosas, el horizonte es muy amplio. La cuestión que surge es la de conocer más concretamente:¿Qué es lo que no es formalizable?

La máquina y los algoritmos nos asedian. ¿Por qué no podría un ordenador negociar con el hombre o en lugar del hombre?

El ordenador juega y gana al ajedrez contra el hombre. Existen algoritmos para ello. Igualmente, para poder negociar con el hombre o en sustitución del hombre, bastaría en principio que existiesen los programas apropiados. Las características de esos programas serán las que fueren y no las discutiremos ahora, pero que partirán en todo caso de una estructura formalizada y fija, o de un proyecto formalizado de aprendizaje.

Se puede objetar que las situaciones de vida no son isomórficas con las de una partida de ajedrez. Es verdad, pero tienen mucho en común. En otra bitácora, al hablar de estrategias, discutiremos la cuestión.

Invito al lector a imaginar potencia fascinante de un buen “symbiont”, producto de una simbiosis inteligente hombre-ordenador.

Una conclusión provisional: nos queda aún un largo camino en esta cooperación -o confrontación titánica- del hombre y la máquina.

La gran esperanza

En efecto, hay algo de providencial en el hecho de que, periódicamente, en determinados momentos de la Historia, surjan a punto grandes descubrimientos científicos y grandes desarrollos tecnológicos que vienen a aliviar grandes necesidades y evitar grandes catástrofes.

Quizás el nacimiento de la teoría científica de la racionalización de los conflictos sea una de esas “emergencias”- en el sentido de N. Whitehead- providenciales que ha surgido a tiempo para que podamos sobrevivir frente a la terrible amenaza que suponen las nuevas armas en manos de unos locos. Hoy más que nunca hay necesidad imperativa de que se imponga una racionalidad colectiva y universal. Hoy, cuando la malicia de algunos acrecienta la agresividad y el nivel de conflicto entre países, confesiones religiosas y etnias.

No se trata de crear nuevos órdenes del mundo, ni de nuevas utopías políticas que imaginan tipos nuevos de sociedad que al cabo acabarán en sangrientas realidades, como acabaron los sueños del siglo XIX en las inmensas tragedias del XX, el siglo más sangriento de la historia.

Más bien se trata ahora de crear instituciones de racionalidad colectiva en el seno de la sociedad civil.

Para hacer frente a las pasiones y a las obcecaciones de los hombres que imposibilitan la resolución de los conflictos, nos son indispensables nuevos instrumentos sociales científicamente diseñados, dotados de tecnologías basadas en el saber científico. Gracias a ellos será posible un análisis objetivo y frío de situaciones conflictivas, liberado de prejuicios e intereses, con el necesario distanciamiento que aporta el análisis científico. Y eso en todas las escalas, en la política internacional, la nacional, y en la esfera más restringida de las relaciones entre individuos y grupos sociales.

Finalmente para ser realistas y eficaces, nos hace falta soñar en otra utopía paralela. La de poder contar con las indispensables instituciones de soporte para esa racionalidad colectiva.

Proposiciones utópicas: nota final

Por ejemplo, sería de gran interés estudiar la posibilidad y condiciones de éxito de algunas instituciones como las que siguen:

1) Fundar una especie de Tribunal Internacional de Moralidad y Racionalidad compuesto por expertos de probada moralidad. Con mecanismos diferentes de la ONU o de los tribunales internacionales existentes. Me refiero a instancias ciudadanas, fuera de la dependencia directa o indirecta de los Estados, y que sin entrar en el dominio de la administración de la Justicia, se dediquen al estudio y a la resolución racional de los conflictos, como objeto científico. A instancias de lo que fue el tribunal Russell.

2) Imaginar Tribunales Públicos de Mediación que complementen la labor de los tribunales de justicia para hacer frente a la conflictividad cotidiana que está en vías de crecimiento en sociedades multiétnicas actuales.

3) Constituir agrupaciones de ciudadanos que analicen independientemente las causas de los que sufren los abusos de instituciones. Internet debe ser el instrumento adecuado para hacer operacionales estas agrupaciones. El trabajo que realicen será inmensamente beneficioso.

Las utopías- Moore, Owen, Fourier, y Platón muy anteriormente- nunca llegan a realizarse. Pero nadie negará que ponen gasolina en el motor de la Historia. Además de dar oxígeno a los pulmones de muchos individuos deseosos de contribuir al bienestar de sus semejantes.


Notas al margen

(1) Lo que excluye las métricas euclidianas y necesita por tanto modelos no convencionales de tratamiento.

(2) Equivale a postular algo así como que el mundo social estuviese escrito en términos matemáticos, como Galileo decía a propósito del mundo físico. Reminiscente también del “more geometrico” de Spinoza. O del pensamiento de Descartes y de Leibniz.

(3) Para un análisis más completo de la noción de funciones calculables, en Blas Lara The Boundaries of Machine Intelligence, Fribourg, 1969. Allí se discuten las nociones de recursividad general, de Kleene-Rosser-Robinson, la lambda definibilidad de Church, y en genereral el conocido problema de la decibilidad.

(4) Ver en Blas Lara The Boundaries of Machine Intelligence, Fribourg, 1969

Blas Lara Martes, 2 de Septiembre 2008 - 20:04



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Blas Lara
Blas Lara
Actividades profesionales ejercidas: Catedrático de la universidad de Lausanne, Jefe del departamento de Informática, Investigación Operativa y Estadística de Nestlé (Vevey). Libros principales: The boundaries of Machine Intelligence; La decisión, un problema contemporáneo; Negociar y gestionar conflictos.

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