Denominamos Iridología al arte de diagnosticar enfermedades y tendencias
constitucionales del ser humano, mediante la observación y el estudio del iris del ojo.
A lo largo de la historia escrita de la humanidad, aparecen numerosas
referencias a esta posibilidad, desde el Evangelio de San Lucas a escritos medievales,
etc…
Pero fue el húngaro Von Peczely quien publicó en una revista homeopática la
primera carta iridológica, en 1.886. Su libro “El diagnóstico por el ojo” es el primer
clásico de la materia.
En 1.893, el sueco Liljequiest insistió en la importancia de la coloración de los
iris. Muchos años después, la escuela francesa liderada por el Doctor Vannier,
interrelacionaba el estudio homeopático y la Iridología.
En Estados Unidos, el naturópata Bernard Jensen daba un enfoque práctico al
estudio iridológico. Sin embargo, el Doctor Deck, alemán, es quien más ha
profundizado en la interrelación constitución – signos iridológicos – enfermedad.
En España, tras los pioneros Bidauzarraga, Vander, Ferrándiz, fue en la década
de los ochenta, con la creación de la S.E.I.R (Sociedad Española de Iridología), cuando
se esboza un tímido despegue de la especialidad, siempre unida al ejercicio médico del
Naturismo y la Homeopatía.
En Oriente (China, Japón, Corea, etc…), la situación del iris sobre la esclerótica
se llama “Sanpaku”, que puede ser superior o inferior, según el iris esté hacia la parte
frontal o nasal del ojo.
Inicialmente, lo más importante al estudiar un iris es determinar su constitución;
ésta no cambia a lo largo de la vida; es la herencia del sujeto, el genoma, por decirlo en
términos actuales, que marca al individuo desde su nacimiento hasta su muerte, con el
sinfín de posibilidades diagnósticas que ésto conlleva.