No es cuestión de adelantarse a los acontecimientos, o producir estos cuando aún el proceso no ha acabado. A veces nos queremos  asomar al futuro para ver lo que va a ser, qué nos ocurre en él, y no vivimos el hoy que estamos construyendo.

Aquello que pensamos que es la meta, es únicamente el resultado del trayecto que paso a paso recorremos. Si no hay trayecto recorrido no hay meta alcanzada. Si no estamos presentes en la experiencia de cada instante que construye el futuro, éste no se dará en toda su plenitud.

Por otro lado, qué importancia tiene el logro alcanzado si con él no hemos llegado, no hemos acabado el proyecto definitivo. Detrás de cada paso, sin embargo, está la esencia del todo y ahí se encuentra el árbol en el que crecen las ramas, las hojas, las flores, los frutos.

Cuidar del proceso que sostiene la vida del árbol es el objetivo; los ciclos que se renuevan en cada una de las estaciones, las expresiones que adopta en cada una de las etapas vitales, la renovación  que se experimenta a través de la vida nueva que se genera en los frutos que produce y que darán vida a otros árboles, eternizándose de esta manera.

Mientras tanto, no es menor el espacio acogedor que ofrece la sombra que genera, el hogar que permite, la seguridad que muestra su permanente presencia ante los cambios de tiempo. También, la intemperie, las agresiones exteriores o la inconsciente presencia de los que pasan y no  ven la maravilla y el misterio que encierra la silenciosa presencia.