FILOSOFÍA SOCIAL: A. Montesdeoca

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Miércoles, 18 de Abril 2018
Otro mundo es posible. Fuente: pixabay.com
Otro mundo es posible. Fuente: pixabay.com

Las batallas se recrudecen y, a través de los enfrentamientos, van perfilándose los objetivos a conseguir y las condiciones de vida que hemos de dejar atrás por obsoletas.

Se piensa, en estos enfrentamientos, que la defensa de las mejoras materiales logradas hasta hoy son el objetivo: los adversarios, con distintas perspectivas, creen estar defendiendo lo que se ha dado en llamar el “estado del bienestar”.

Si bien en estas luchas se ponen de manifiesto los pilares sobre los que se ha sostenido  el desarrollo humano hasta hoy, el objetivo que ahora está en juego, y que pasa por encima de los intereses particulares de unos y de otros, es el dejar atrás el modelo de vida adoptado y constituirnos en otra sociedad, a partir de nuevos parámetros de consciencia.

Lo que nos jugamos es superior a tener escuela y sanidad públicas; derechos humanos; distribución equitativa de la riqueza; medioambiente saneado y protegido; justicia social y paz. Todo ello será consecuencias de una nueva concepción de las relaciones humanas entre sí y con el entorno, pero no se sostendrá a partir de los términos vencedores y vencidos.

Los derechos reconocidos responden a la dignidad que cada ser humano –mujer y hombre – porta, por el mero hecho de su naturaleza, de ser quién es: representación, a escala humana, de la dignidad que se le reconoce a lo divino (llámese como se le llame y responda a la idea que seamos capaces de concebir, de algo que escapa a nuestro entendimiento).

Desde una perspectiva concreta de la acción y de las estrategias a seguir, los objetivos que se enumeran en los tratados locales o globales de los “derechos humanos y del ciudadano” se reconocen a todos los individuos, posean una posición de poder o estén desprovistos de poder alguno (los que acaparan y los que están desnudos); porque el salto de consciencia a dar ha de pasar por la purificación de los hasta ahora poderosos y por la exaltación de los desposeídos.

Ni los unos ni los otros han de adoptar posiciones de prepotencia. Todos son instrumentos del proceso de evolución de la especie humana terrestre. Sus resistencias a los cambios que se avecinan marcarán, una vez más, su nivel de sufrimiento;  y la demora con la que se produzcan los cambios, condicionará el tiempo en que éste pudiera lograrse. Si los unos han de desprenderse de sus concepciones, los otros también han de hacerlo.

Ambos sectores extremos -y los intermedios- han estado sosteniendo y alimentando con sus actitudes y creencias un estadio evolutivo que tenía su razón de ser, o mejor, que explicaba el estadio histórico de la sociedad humana.

El aumento de la consciencia, del sentido de dignidad de todos y cada uno de los miembros de la especie que se espera en esta transición, y las ansias de cambio latentes  que llaman, también, a una regeneración de los efectos de la acción humana sobre los otros y el entorno natural, empujan masivamente a los más conscientes a decir: ¡Hasta aquí hemos llegado!

El riesgo es evidente; las posturas se polarizan y el proceso natural de depuración y transformación  de las actitudes pueden generar catástrofes a todos los niveles. Catástrofes que ya estamos viviendo y que, por sus efectos, no vamos a poder adaptarnos a ellas. Hemos de ser conscientes de que los objetivos a alcanzar han de ponerse en práctica ya, a nivel individual y colectivo, en esta etapa de transición.

Hay que aprender a ser como si el mundo en su globalidad ya hubiese cambiado, es la práctica que hemos de hacer para asimilar los nuevos aprendizajes, aquellos que hemos de adoptar globalmente en el futuro inmediato.

Hemos de vivir con dignidad y reconocerles a todos (amigos y adversarios) la suya, sean conscientes o no; estén en lo justo o cometan injusticias: no se puede pretender una sociedad nueva soportándola sobre las bases que ya las conciencias despiertas han abandonado, por superadas y obsoletas.

Vivir como si ya hubiésemos llegado a un nuevo estadio, es vivir en ese mundo ahora. Nadie nos lo va a reconocer si no lo mostramos construido en nuestras propias vidas, en nosotros mismos y en nuestras relaciones con los otros y con el planeta Tierra.
 

Alicia Montesdeoca


Editado por
Alicia Montesdeoca
Montesdeoca Rivero Alicia
Licenciada en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, Alicia Montesdeoca es consultora e investigadora, así como periodista científico. Coeditora de Tendencias21, es responsable asimismo de la sección "La Razón Sensible" de Tendencias21.

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