FILOSOFÍA SOCIAL: A. Montesdeoca

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Viernes, 13 de Octubre 2006
Al hilo del debate político sobre quién actúa correctamente y quién no, ante el fenómeno migratorio, observamos que dicho debate se centra en cuáles son las medidas más eficaces a tomar. Este concepto parece encerrar la verdad más racional y absoluta, frente a un hecho cuyas características responden a cuestiones nada racionales, ni en los que emigran, ni en los que reciben en sus territorios a los que emigran: detrás (o delante, según se mire), de cada acción está la lucha por la supervivencia. En unos el deseo de vivir, en los otros la defensa del bienestar alcanzado.

La perspectiva cambia según el ángulo desde el que se mire. Todas pueden ser correctas, pero todas están condicionadas por el propio ángulo donde está colocado el observador dentro de la caverna platoniana que lo esclaviza. Sólo tendrá la oportunidad de ver más claro aquel que se atreve a salir de sus límites mentales, para conocer lo que hay fuera y actuar. De esta forma, una experiencia, aunque le cueste la crítica y el desprecio de los que se aferran a lo conocido, y supuestamente seguro, puede generar un cambio para el experimentador y para el entorno

Nadie parece poner en duda, en este entorno seguro y casi previsible (aún que cada vez menos), del mundo desarrollado que, estimulando los movimientos migratorios están unas circunstancias difíciles de calibrar en toda su complejidad.

Las condiciones de todos los que llegan a nuestras costas o aeropuertos, con la intención de quedarse, son similares. Sean en la inseguridad de los cayucos, de las pateras, balsas de goma, etc., o las de los transportes regulares, bajo el “amparo” de un permiso turístico, todos dejan atrás situaciones de pobreza y dolor, cuando no familiares e hijos abandonados, con la idea que volverán con recursos para mejorar sus condiciones. A pesar de los riesgos que van a correr, en sus ánimos está la esperanza de que en el mundo ideal que persiguen van a tener posibilidades de trabajar para poder mejorar las condiciones de los suyos.

Estos factores no son importantes en el debate político que trata de dar soluciones lineales a un problema complejo. En nuestro país, las discusión se centra en las actuaciones del gobierno actual y en las críticas que determinadas medidas políticas reciben del entorno europeo. De esta manera nos alejamos del significado que tiene el que las nuevas generaciones de africanos, asiáticos y latinoamericanos abandonen sus lugares de origen para acercarse a lo que parece la luz que se ve fuera de la caverna en la que viven: caverna de hambre, enfermedad, guerras, desertización, etc.

El fenómeno de las migraciones no es nuevo. Este panorama de hoy es repetición de un hecho recurrente desde que el mundo es lo que es. La especie humana, como cualquier especie animal, siempre se ha movido por la necesidad de supervivencia y eso es lo que construyó el mundo que hoy conocemos y las culturas sobre las que se soportan hoy la convivencia.

Este proceso que vivimos, una vez más, nos indica que el mundo sigue construyéndose. También, que es manifestación de las profundas diferencias y contradicciones del modelo de desarrollo adoptado y nos indica que aún la sociedad humana no ha llegado a establecer las coordenadas que permiten el desenvolvimiento pleno de la vida. Un desenvolvimiento que tiene que desarrollarse en un entorno respetado, y sin discriminación para ningún de sus dividuos, sean éstos de la especie que sea.

Carencia de ciencia

No tener en cuenta todo esto es carecer de ciencia, porque se ignora que los que llegan nos representan, son la especie humana que huye de su exterminio. Si permitimos que esa parte sufra, enferme, desaparezca, no vamos a acabar nunca con el modelo interiorizado que acepta como normal el sufrimiento, la enfermedad, y la injusta muerte de una parte importante de sus congéneres, porque cree que este hecho es inevitable.

Es también carecer de ética, porque no se asume la responsabilidad de los errores históricos, cometidos no sólo en los países que hoy tocan a las puertas del norte, también por el precio pagado por los ciudadanos del mundo desarrollado que no han gozado del bienestar alcanzado por el desarrollo y que hoy malviven en las grandes bolsas de pobreza y desigualdad de muchas de sus grandes ciudades.

Por eso, asumir que estamos enfrentando un más que probable cambio civilizador, requiere recuperar la memoria histórica y rescatar de ella su aprendizaje. No para frenar el proceso social y cultural abierto, que parece imparable, sino para mirar con esperanza como la especie se apronta día a día para dar un salto enriquecedor, abriendo la mente a un amanecer nuevo, evitando, en lo posible, la reproducción del dolor del pasado y el recrudecimiento de las heridas que están abiertas en el presente.

Procuremos abrirnos a esas posibilidades humanas que se despiertan con los que emigran y no “acabemos”, en el sentido platoniano ya referido, con las acciones que tratan de hacer cambiar la perspectiva de aquellos que se sienten seguros, porque creen que este mundo está bien como está.

Alicia Montesdeoca


Editado por
Alicia Montesdeoca
Montesdeoca Rivero Alicia
Licenciada en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, Alicia Montesdeoca es consultora e investigadora, así como periodista científico. Coeditora de Tendencias21, es responsable asimismo de la sección "La Razón Sensible" de Tendencias21.

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