Vivir según se piensa es, ante todo, sentir que se trascienden las circunstancias para volver de nuevo a ellas y transformarlas, según lo descubierto en ese trascenderlas y la capacidad que poseemos.

Considerar nuestra capacidad no es renunciar a cambiar, es contar con nuestros recursos que son posibilidades. De esta manera, el vivir no queda expuesto a un determinismo adoptado como sentencia condenatoria; el vivir se manifiesta como una oportunidad de creación que cuenta, primero que nada, con una voluntad de crear.

Las herramientas para esa creación las propiciarán nuestra capacidad de idear fórmulas, modelos e instrumentos, contando con los medios que en nuestro entorno se den y los que nuestra acción propicie. Puesto en marcha el proceso, él mismo irá configurando los nuevos escenarios, que contarán con nuevas ideas y nuevos recursos los cuales generarán nuevas circunstancias.

El éxito del vivir no se nos muestra en las materializaciones alcanzadas, sino en la coherencia que se pone de manifiesto entre las inspiraciones que provocan el pensar y el sentir y las características que definen nuestro actuar. La conexión y la unidad de lo que hacemos con lo que pensamos y sentimos están garantizadas si el espíritu que nos inspira está siempre presente.