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La libertad es un espejismo cerebral

Como va unida al yo consciente, cuya existencia no está probada, es muy probable que el libre albedrío sea también una ilusión


La cantidad de información que llega al cerebro proveniente de los órganos de los sentidos es de 11 millones de bits por segundo, pero la capacidad de información de nuestra consciencia no sobrepasa los 45 bits por segundo. Esto significa que la inmensa mayoría de nuestra actividad cerebral es inconsciente. Sin embargo, el llamado yo consciente piensa que todo lo que sucede está bajo la iluminación de la consciencia. De la misma manera que no se ha podido constatar la existencia de ese yo en ninguna parte del cerebro, es muy probable que la libertad sea también una ilusión, una construcción cerebral, ya que esa libertad va unida al yo consciente. Por Francisco J. Rubia.


Francisco J. Rubia.
20/05/2013

La mayoría de nosotros cree que, a no ser que estemos bajo coacción o sufriendo por una enfermedad mental, todos tenemos la capacidad de tomar decisiones y hacer elecciones libremente. Con otras palabras: que estamos en posesión de lo que llamamos “libre albedrío” o voluntad libre. Que no dependemos de fuerzas físicas, ni del destino, ni de Dios. Que nuestro yo es el que decide y elige.

No obstante, parece que la neurociencia moderna piensa, al menos una parte de los neurocientíficos entre los que me encuentro, que esa creencia no es más que una ilusión, de manera que el fantasma de la falta de libertad nos acecha.

Parece evidente que nuestras decisiones y elecciones son el resultado de toda una serie de factores sobre los que no tenemos ningún control consciente: la herencia genética, las experiencias que hemos vivido y que dormitan en nuestra memoria, la mayoría de ellas implícita o inconscientemente, pero que pueden ser activadas en cualquier momento, las circunstancias actuales o los fines que hayamos planificado previamente.

En realidad, seguimos asumiendo la existencia de un homúnculo dentro del cerebro que sería el que toma las decisiones y realiza las elecciones, aunque la existencia de ese homúnculo ha sido ya rechazada desde el punto de vista neurocientífico, no sólo por la ausencia de un centro cerebral que lo albergue, sino porque exigiría la presencia de otro homúnculo dentro del primero y así sucesivamente.

En la literatura filosófica encontramos tres posturas diferentes ante el tema de la libertad: el determinismo, el libertarianismo y el compatibilismo. Determinismo y libertarianismo sostienen que si nuestra conducta está determinada, la libertad es una ilusión.

Los libertarios invocan una entidad metafísica, como el alma, como la causa de nuestros actos voluntarios y libres. Los compatibilistas afirman que tanto los deterministas como los libertarios están equivocados y que la libertad es compatible con el determinismo. Los compatibilistas admiten, pues, algo evidente: que sucesos neurales inconscientes determinan nuestros pensamientos y acciones y que ellos están a su vez determinados por causas previas sobre las que no tenemos ningún control.

Desazón por la falta de libertad

La posible falta de libertad nos provoca una desazón importante. Como dicen los anglosajones, es algo “contraintuitivo”.  De ahí que muchos hayan  recurrido a la física cuántica para evitar el determinismo, aludiendo que a nivel cuántico ese determinismo es inexistente y que la probabilidad y el azar son los que dominan ese ámbito.

Pero se ha argumentado que sustituir el determinismo por el indeterminismo o por el azar o la probabilidad no soluciona el problema, antes bien lo empeora.

La física cuántica nos dice que a nivel de las partículas elementales subatómicas no existe el determinismo, que éstas no se rigen por las leyes de Newton de la macrofísica. Las leyes de causa y efecto no rigen a ese nivel.

El problema es que el funcionamiento de las neuronas de nuestro cerebro se realiza a un macronivel regido por las leyes de Newton. Imaginémonos lo que ocurriría si, por ejemplo, trasladásemos el indeterminismo cuántico al macronivel de las sociedades.

Con otras palabras: si las decisiones o elecciones son el resultado de sucesos aleatorios, el libre albedrío tampoco existiría.

Como ya dijo Spinoza hace unos 350 años, nuestra creencia en el libre albedrío no sólo refleja nuestra impresión subjetiva y personal de control consciente sobre nuestras acciones, sino que es el resultado de nuestra ignorancia de las verdaderas causas que determinan esas acciones.

Algunos neurocientíficos, entre los que me encuentro, y también filósofos, no se asombran de la posibilidad de la falta de libertad, ya que muchas cosas en las que firmemente creemos no son lo que parecen.

La percepción, una ilusión

Todas nuestras percepciones son en realidad ilusiones, ya que no tenemos acceso ninguno a la realidad, como ya expresó hace siglos Immanuel Kant. Nuestra mente simula la realidad y prefiere, porque no tiene más remedio, ese símil de la realidad a la realidad misma.

El planteamiento de la falta de libertad en neurociencia parte de los conocidos experimentos de Benjamin Libet en los años 80 del siglo pasado. No voy a repetirlos ya que son harto conocidos, sino a hacer un breve resumen.

Cuando requerimos a un sujeto sano y normal que realice un movimiento simple podemos detectar una onda negativa en el registro de la actividad eléctrica de la corteza cerebral, onda llamada de disposición o de preparación motora, que comienza varios cientos de milisegundos antes de que se produzca el movimiento. La impresión subjetiva de querer realizar el movimiento es posterior y está más cerca del movimiento que del comienzo del potencial preparatorio. Esta impresión subjetiva es, por tanto, así como el movimiento, el resultado de una actividad cerebral inconsciente.

Ante estos resultados, que han sido corroborados y ampliados posteriormente en otros laboratorios, Benjamin Libet planteó que en los 200 milisegundos que hay entre la impresión subjetiva y el movimiento el cerebro tenía la posibilidad de vetar ese movimiento, argumentando que un veto no es un acto voluntario y no produciría un potencial de disposición, porque si lo hacía no habría tiempo suficiente en los 200 ms entre la impresión subjetiva y el movimiento. A esto Libet lo llamó “free won’t” en vez de “free will”.

Resulta difícil aceptar que acciones negativas tengan que ser diferentes a las acciones positivas. Y, efectivamente, sujetos entrenados para dejar de hacer una determinada acción mostraron también un potencial de disposición previo al movimiento. De esta manera, la objeción de Libet quedó descartada.

Experimentos realizados en Berlín por el Profesor John-Dylan Haynes y colaboradores utilizando resonancia magnética funcional mostraron que los investigadores eran capaces de predecir 6 segundos antes de tomar una decisión cuál sería el resultado. Por supuesto que la impresión subjetiva de libertad de acción tenía lugar pocos milisegundos antes de la decisión, como en el experimento de Benjamin Libet.

Predomina el cerebro inconsciente

Estos resultados son difíciles de compaginar con el sentido que tenemos que somos los autores conscientes de nuestras acciones. Antes de ser conscientes de nuestros actos el cerebro ya ha determinado lo que vamos a hacer, pero creemos que esa toma de consciencia es la causa de nuestra acción.

Para la mayoría de las personas, estos resultados son sorprendentes. Sobre todo porque la falta de voluntad resulta no sólo algo molesto, sino como dije antes contraintuitivo para la mayoría de las personas. En neurociencia ya no lo son tanto, ya que sabemos que tanto el movimiento como la impresión subjetiva de la voluntad son resultado de la actividad cerebral, y la inmensa mayoría de esa actividad cerebral discurre de manera inconsciente.

Aparte de ello, los términos que son corrientes en filosofía no tienen un correlato exacto en neurociencia. Por ejemplo, “propósito” o “intencionalidad” son términos cercanos a “libertad”, pero en neurociencia no decimos, para poner sólo un ejemplo, que tenemos el reflejo corneal, que hace que parpadeemos cuando tocamos la córnea, para proteger el ojo. Eso es una forma de pensamiento teleológico que no constituye ninguna explicación del mecanismo del reflejo.

Tampoco podemos decir que las raíces de una planta absorben el agua con el propósito de llevar agua a sus hojas. O que el corazón tiene el propósito de llevar la sangre a los tejidos del organismo.

Se ha calculado la cantidad de información que llega al cerebro proveniente de los órganos de los sentidos. Es de poco más de 11 millones de bits por segundo. Sin embargo, la capacidad de información de nuestra consciencia no sobrepasa los 45 bits por segundo; cuando calculamos disminuye incluso a 12 bits por segundo.

Esto significa que Sigmund Freud se quedó corto y que la inmensa mayoría de nuestra actividad cerebral es inconsciente. Nuestros pensamientos e intenciones emergen de causas profundas de las que no somos conscientes y sobre las que no tenemos el mínimo control. Además, el llamado yo consciente se atribuye funciones que no le corresponden, ya que pensamos que todo lo que sucede está bajo la iluminación de ese foco de la consciencia. Este tema de la consciencia es importante como veremos luego para rebatir los argumentos de los compatibilistas.

Aunque de manera continua notamos cambios en nuestras experiencias, pensamientos, estados de ánimo, percepciones, conductas, etc., no somos conscientes de los estados neurofisiológicos que los producen.

¿Es posible entonces que nuestra impresión subjetiva de libertad no sea correcta? Claro que es posible. Otras impresiones subjetivas han resultado ser falsas, y no sólo me refiero a las ilusiones ópticas, sino, por ejemplo, a que el sol girase alrededor de la tierra, creencia mantenida desde Aristóteles en el siglo IV a.C. hasta Copérnico en el siglo XVI. Veinte siglos nada menos con una impresión subjetiva falsa. Y todavía hoy decimos que el sol sale por Oriente y se pone por Occidente.

La libertad, parte de la ilusión del yo

La libertad es una parte de la ilusión del “yo”, es decir, de la existencia de una persona u homúnculo que controla todo lo que sentimos y obramos. Y de la misma manera que no se ha podido constatar la existencia de ese yo en ninguna parte del cerebro, es muy probable que la libertad sea también una ilusión, una construcción cerebral, ya que esa libertad va unida al yo consciente.

Uno de los mejores ejemplos de pérdida del sentido de libertad es el hipnotismo. Aquí, se producen movimientos inducidos por el hipnotizador sin que el sujeto tenga la impresión de voluntad. Es algo parecido a lo que ocurre en el síndrome de la mano ajena, en el que el paciente, debido a una lesión cerebral, tiene la convicción que su mano es movida por otra persona o controlada desde fuera de él.

En el caso del hipnotismo es muy curioso lo que ocurre cuando el experimentador hipnotiza a una persona y le ordena que camine a gatas por el suelo. Si lo despierta en ese momento y le pregunta al sujeto que qué hace en el suelo a gatas, el sujeto dice que estaba buscando una moneda que se le había caído. Es un ejemplo del yo consciente, que es un intérprete, como dice Michael Gazzaniga, o habría que decir incluso un mistificador. Es intérprete porque se inventa una historia plausible ya que desconoce las causas de esa conducta. Y es mistificador porque está engañando al afirmar algo que no es cierto.

Cuando estimulamos ciertas regiones del cerebro y hacemos que se muevan las extremidades, el sujeto tiene la impresión de que es él el que voluntariamente provoca los movimientos, aunque sea falso. Sin embargo, en otros casos, como cuando se estimula directamente la corteza motora del cerebro,  se producen movimientos que el sujeto sabe que no son inducidos por él.

En todos estos casos la conclusión es que la impresión subjetiva de voluntad y el propio movimiento no son simultáneos en el tiempo, como vimos en los experimentos de Libet, pero tampoco en el espacio, es decir, no tienen su origen en las mismas regiones cerebrales. Pueden ir juntos en algunos casos, pero en otros no, lo que indica que su localización es distinta.

Las posturas ante el tema de la libertad son muy diferentes, pero las principales se resumen en el determinismo, que afirma que estamos determinados, como el resto del universo por las leyes físicas, lo que incluye el cerebro, lo que llevó a Einstein a preguntarse que por qué el cerebro iba a ser una excepción.

El determinismo cree que todos los sucesos, incluidas las acciones humanas, están predeterminadas, una noción que es incompatible con la libertad. Hay que diferenciarlo del fatalismo que es la creencia de que todo suceso, pasado, presente y futuro, ya está predeterminado por Dios o por otra fuerza omnipotente; es lo que en religión se denomina predestinación. El fatalismo lleva a la inacción total, ya que todo esfuerzo por nuestra parte sería inútil. Y quedarse sentado observando los acontecimientos es ya una elección que tendrá sus consecuencias.

Que nuestras elecciones dependan de causas previas no significa que no importen.

Cuento árabe sobre el fatalismo

Un ejemplo de fatalismo lo tenemos en el antiguo cuento árabe que refiere el escritor Somerset Maugham en su obra de teatro Sheppey:

“Había un mercader en Bagdad que envió a su criado al mercado a comprar provisiones, y al cabo de poco tiempo el criado volvió con la cara blanca y temblando y dijo: Maestro, justo ahora cuando estaba en la plaza del mercado fui empujado por una mujer que estaba entre el gentío, y cuando me volvía vi que era la Muerte la que me había empujado. Me miró e hizo un gesto amenazante; ahora, préstame por favor tu caballo que me voy de la ciudad para evitar mi destino. Voy a ir a Samarra y allí la Muerte no me encontrará. El mercader le dejó el caballo y el criado se montó en él, clavó las espuelas en sus costados y se marchó tan veloz como podía galopar el caballo. Entonces el mercader se fue al mercado y vio a la Muerte entre la multitud, se acercó y le dijo: ¿Por qué hiciste un gesto amenazador a mi criado al que viste esta mañana? Eso no fue un gesto amenazador, respondió la Muerte, sólo fue una expresión de sorpresa. Estaba asombrado de verlo en Bagdad, porque yo tenía una cita con él esta noche en Samarra.

Otro grupo de filósofos, los llamados libertarios, afirman que somos completamente libres, algo que hoy mantienen pocos.

Y, finalmente los compatibilistas, que sostienen que aunque estamos sometidos a las leyes físicas que rigen el universo, somos libres. Como este grupo es el que más se oye últimamente, me voy a detener en sus argumentos.

Los compatibilistas insisten en que la libertad, la responsabilidad moral y nociones semejantes son compatibles con el determinismo. Por ejemplo, afirman que la mayoría de las personas en Occidente que eligen estudiar una carrera lo hacen libremente y son responsables moralmente de esa elección, aunque sea el producto de deseos y creencias.

Desde luego no creo que sea mi caso. Yo iba decidido a estudiar ingeniería industrial y estuve todo el verano tomando clases particulares de dibujo y matemáticas para decidir poco antes de la matriculación en septiembre que iba a estudiar medicina. Todavía hoy no sé por qué tomé esa decisión.

Estamos, por tanto, ante uno de los problemas que plantea el compatibilismo. El tema de la consciencia en la toma de decisiones y la libertad y la responsabilidad moral.

El filósofo estadounidense Sam Harris dice que el concepto popular de libertad se basa en dos supuestos: 1) que cada uno de nosotros puede actuar de manera diferente a como lo hace, y 2) que nosotros somos la fuente consciente de la mayoría de nuestros pensamientos y acciones. Ambos supuestos, dice, son falsos.

O nuestras voluntades están determinadas por causas previas y no somos responsables de ellas, o son el producto del azar y tampoco somos responsables de ello.

Aun suponiendo que la mente fuera un alma inmaterial, las operaciones inconscientes de ese alma no garantizarían más libertad que las que nos proporciona la fisiología inconsciente de nuestro cerebro. Si no sabemos lo que ese alma va a hacer en el momento siguiente tampoco tenemos control sobre nuestras acciones.

El significado de tener libertad

Pensemos lo que significaría tener libertad. Necesitaríamos ser conscientes de todos los factores que determinan nuestros pensamientos y acciones y tener un control absoluto sobre ellos.

Sam Harris dice que podemos decidir lo que hacemos, pero no podemos decidir lo que queremos decidir hacer. Con otras palabras: no controlamos nuestra mente porque como agentes conscientes somos sólo una parte de esa mente. Somos libres de hacer lo que queremos hacer, pero ¿de dónde vienen los deseos de hacer algo? Cuando ahondamos en las causas psicológicas de nuestras decisiones nos enfrentamos siempre al misterio. El filósofo alemán Schopenhauer decía que el hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere.

Pasemos ahora a ocuparnos de los argumentos de los compatibilistas. Según éstos, para que una persona sea libre tienen que cumplirse tres condiciones.

La primera es que la persona tiene que tener varias alternativas a elegir y que puede elegir algo diferente a lo que elige. Es la condición de poder actuar de otra manera.

En este argumento, a mi entender, se confunde la libertad con los grados de libertad. Todos los animales tienen la capacidad de elección, pero no todos tienen los mismos grados de libertad. A medida que el sistema nervioso central se desarrolla a lo largo de la evolución, se hace más complejo, aumentan los grados de libertad, de manera que los humanos tenemos más grados de libertad que otros mamíferos, y éstos que los anfibios, etcétera.

Pero el hecho de disponer de varias opciones no significa que se tenga libertad para escogerlas. Ciertamente, podemos elegir entre varias opciones, pero el problema no es la oferta de opciones sino por qué elegimos una opción y no otra; en otras palabras: si la elección ha estado determinada por la llamada libertad o por condicionamientos que no son conscientes para el individuo. Si identificamos los grados de libertad con lo que llamamos libertad, entonces todos los animales son libres.

En relación con esta condición que sostiene que la persona es libre si pudiera haber querido hacer otra cosa, el filósofo estadounidense, Sam Harris, dice que eso es como decir que una marioneta es libre mientras esta quiera las cuerdas que la manejan.

La segunda condición de los compatibilistas para que exista libertad es que la decisión debe depender de la propia persona, llamada también la condición de autoría.

Aquí no se hacen distinciones entre funciones conscientes e inconscientes. Ahora bien, si la conducta de una persona está controlada por impulsos inconscientes no decimos que la persona es libre, al menos así lo entiende la psicología. Ante dijimos que los compatibilistas aceptaban lo evidente, a saber que los sucesos neurales inconscientes determinan nuestros pensamientos y acciones y que éstos están a su vez determinados por causas previas sobre las que no tenemos ningún control.

Pues, a pesar de ello, el filósofo estadounidense, Daniel Dennett, sostiene que todos somos responsables no sólo de los actos conscientes, sino también de los sucesos inconscientes de nuestro cerebro que son tan nuestros como los primeros. El que no seamos conscientes de las causas de nuestras acciones no niega la libertad. Esto es el argumento de la autoría llevado al extremo.

Ante este argumento podría decirse que no nos consideramos responsables de lo que hace el riñón o el hígado, que funcionan de manera inconsciente, pero que también son nuestros. En realidad, en el sentir popular de lo que hacen nuestros órganos internos nos sentimos más bien las víctimas que las causas. Algún filósofo preguntó: ¿Somos también responsables de lo que hacen nuestras bacterias intestinales porque son nuestras?

La tercera condición de los compatibilistas es obvia: que lo que decida la persona tiene que estar sometido a su control y ese control debe estar libre de cualquier tipo de coacción. Es lo que se ha llamado también la condición de control. Esta condición contradice en parte a la condición de autoría. Y la condición es total si en vez de control se dijese “control consciente”.

Siempre me ha llamado la atención lo contraintuitivo que resulta decir que es posible que no tengamos libertad, desde luego en el sentido en el que solemos usar esa palabra. Sin embargo, a nadie le llama la atención que no tengamos control alguno consciente sobre lo que almacenamos en la memoria, cuando esos contenidos van a ser claves para el futuro del organismo.

Cualquier vivencia es comparada automáticamente con esos contenidos para poder decir, desde luego inconscientemente, si suponen un peligro para la supervivencia del organismo o no. Esta comparación también es completamente inconsciente. Hay que decir que la memoria es mucho más importante que la libertad desde el punto de vista biológico.

La impresión de la libertad, una ilusión

En resumen, que los experimentos realizados hasta ahora, primero con la electroencefalografía, luego con técnicas modernas de neuroimagen, como la resonancia magnética funcional y la tomografía por emisión de positrones o PET, han arrojado resultados que indican que la impresión subjetiva de libertad es una ilusión.

Si experimentos futuros apuntasen a la existencia de la libertad, tendríamos que cambiar de opinión, pero hoy por hoy no veo ningún argumento satisfactorio, y tampoco ningún experimento, que eso indique.

Las consecuencias de esta afirmación son múltiples y en muchas disciplinas: en religión, en el derecho penal, en bioética y en muchas otras.

Ya en Estados Unidos ha habido casos en los que sujetos que habían delinquido afirmaron que no habían sido ellos, sino su cerebro. Por eso algún neurocientífico ha dicho que tendríamos que hacer “como si” la libertad realmente existiese.

El filósofo Saul Smilansky dice que para mantener nuestros mundos moral y personal intactos necesitamos la ilusión de la libertad. La ilusión nos ayuda a mantener, y en parte incluso a crear, aspectos cruciales de nuestra realidad moral y personal. Entendiendo por ilusión una definición de diccionario que reza: una idea o concepción falsa; una creencia u opinión que no está de acuerdo con los hechos.

El concepto que Smilansky tiene de ilusión es parecido al que expresó Sigmund Freud en su obra El porvenir de una ilusión, o sea ilusión en la que el cumplimiento de un deseo es el factor prominente de su motivación ignorando, de esta manera, sus relaciones con la realidad.

En el libro del filósofo alemán Hans Vaihinger Die Philosophie des Als Ob  (La filosofía del como si), el autor habla de “praktische Fiktionen” (ficciones prácticas). Ya al comienzo de este capítulo Vaihinger nos dice: “en el umbral de estas ficciones nos encontramos enseguida uno de los conceptos más importante que la humanidad ha formado: el concepto de libertad; las acciones humanas se consideran libres y por ello responsables y enfrentadas al curso necesario de la naturaleza… El concepto contradice no sólo la realidad observada, en la que todo sigue leyes inmutables, sino a sí mismo: pues una acción absolutamente libre, fortuita, que surge de la nada, es moralmente tan sin valor como una acción absolutamente necesaria…La humanidad ha desarrollado estos importantes conceptos a lo largo de su desarrollo por necesidad psíquica inmanente, porque sólo sobre su base es posible la cultura y la moralidad”.

Vaihinger, que publicó su libro en 1911, cita a varios autores que son de la misma opinión y menciona que durante siglos ha estado vigente la libertad no sólo como hipótesis, sino incluso como dogma irrefutable. Critica también que se niegue teóricamente la libertad, pero que se la coloque en la práctica como fundamento del derecho penal.

En su opinión si tiene que haber castigo tiene que tener lugar también la culpa, pero ésta no existe si se niega la imputabilidad y la libertad.

En realidad, la filosofía del “como si” se practica en España hace tiempo. Hacemos como si fuésemos demócratas, como si fuésemos europeos, como si nos preocupase el interés general, como si los cuatro poderes fuesen independientes, como si nos interesase la investigación y el desarrollo, etcétera, etcétera.

Resumiendo mi opinión sobre el tema de la libertad yo diría: una cosa es hacer como si fuésemos libres para mantener el orden y la cohesión en la sociedad, y otra muy distinta es creernos nuestros propios engaños. Algunos autores han comparado la mente con un avión que vuela con un piloto automático. Todas las difíciles operaciones y cálculos necesarios se realizan fuera de nuestro control. A muchas personas este hecho les infunde un terrible miedo a volar. Preferirían un piloto consciente que controlase todas las operaciones. Es un deseo pío, pero que no coincide con la realidad.

En Alemania aprendí el siguiente dicho: “El que en la oscuridad del bosque silba puede que auyente su miedo, pero no por eso va a ver más claro”.
 
 
Francisco J. Rubia Vila es Catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, y también lo fue de la Universidad Ludwig Maximillian de Munich, así como Consejero Científico de dicha Universidad. Texto de la conferencia pronunciada por el autor en el Congreso Internacional de Bioética, celebrado en Valencia, 14 de noviembre de 2012.  La conferencia se publicó originalmente en el Blog Neurociencias   que el autor edita en Tendencias21.



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1.Publicado por Héctor de Lázaro Nuñez el 20/05/2013 16:59
Es cierto que nuestras decisiones y elección, son el resultado de una serie de factores sobre los que no tenemos ningún control consciente: 1- La herencia genética (ese yo particular de cada elemento; atómico, celular, genético, que componen nuestro ser material).
2-Las experiencias que hemos vivido: nuestra interacción con el mundo real-materia-social, y que dormitan en nuestra memoria, consciente e inconsciente, que pueden ser activadas en cualquier momento.
3-Los fines que hayamos planificado o sea el deseo, las aspiraciones, la perfección de la vida, de las cosas, etc.
Estoy de acuerdo que la libertad es una ilusión, pues nuestras decisiones están limitadas por el determinismo de la herencia de los tres aspectos anteriores. No creo que el azar domine nuestro ámbito y si que las circunstancias materiales y sociales nos fabriquen un destino, al cual puede ser irrevocable aceptar, independiente que fuera de nuestra realidad particular el azar se manifieste como tal.
No creo en el libre albedrío, para mi esto si es una ilusión. muy bueno el cuento árabe de SOMERSET MAUGHAN.

2.Publicado por Alejandro Álvarez Silva el 20/05/2013 19:38
Sobre el artículo haré esquemáticamente las siguientes consideraciones:
Hay que entender todo el planteamiento (en especial los experimentos de Libet) en el sentido de que después de que se ejecuta un acto (que puede ser inconsciente), nuestro consciente lo "juzga" en cierto sentido, para proseguir en tal línea o efectuar un cambio... ¡Aunque sea con posterioridad!
...
¿Un mitificador?... ¡Ahí se encuentra la raíz de nuestra consciencia!
Respecto a la teoría de Sam Harris: De acuerdo con 1; no con 2.
También, de acuerdo con Schopenhauer: "El hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere".
¡Claro que todos los animales, en cierto modo, son libres!
La decisión sí depende de la propia persona, pero ¿qué es ser persona?
En verdad, la memoria es más importante que la libertad desde el punto de vista biológico.
Y para terminar, sí es cierto que no se ha demostrado la existencia del libre albedrío, pero también, diga lo que diga el autor, tampoco se ha demostrado de forma fehaciente su ausencia.
Saludos:
Alejandro Álvarez

3.Publicado por JM Dato el 27/05/2013 13:57
Quizá el poder escribir comentarios sea otra ilusión, junto con la sensación de no haber sido refutado.

4.Publicado por Beatriz Basenji el 30/05/2013 17:08
Mas allá de cuanto expresa el DR. RUBIA, la LIBERTAD, sobre todo la LIBERTAD DE EXPRESIÓN,son fundamentales no solo en la faz personal, sino colectiva.Quienes padecimos dictaduras y hemos visto como prensa,radio,medios audiovisuales dibujaban las noticias,y cada uno de nosotros se desvivía buscando conocer LA VERDAD, no podemos remitirnos a que la LIBERTAD es un espejismo. La LIBERTAD es como el aire que respiramos:VITAL. Hoy mismo, en algunos países sudamericanos - Ecuador,Venezuela,Argentina,Bolivia - se está persiguiendo a periodistas contrarios al oficialismo. Se ha llegado a tergiversar datos económicos de relevancia para la marcha de alguno de estos países, y ese ocultamiento está produciendo la caída catastrófica de esas economías, es decir, el sistema ha caído en sus propias trampas.

5.Publicado por estrella fugaz el 03/06/2013 21:27
Si la libertad es una ilusion,entonces todo es una ilusion dentro de otra,seriamos una matrioshka ilusoria!!!,pero en definitiva lo real es ilusion tambien,la expansion es ilusion,y la muerte la mas ilusoria de todas ellas.

6.Publicado por fran el 05/06/2013 15:41
Como siempre el Dr. Rubia nos propone un texto muy interesante, completo y bien trabado.

Sin embargo no puedo estar de acuerdo con él y, como mucho, llegamos con su propuesta al escepticismo, en la línea de lo que propone Alejandro.

Se suele decir que los filósofos harían mejor en no meterse a hacer ciencia. Recíprocamente, me pregunto si los científicos no deberían abstenerse a su vez de hacer filosofía. Y me respondo que sí.

Sea como sea, me parece que en el texto se aprecia un sesgo importante, y en algunos casos hay falacias explícitas. Si por desconocimiento o interés en colar su tesis, es otro asunto. De las primeras, para muestra un botón:

¿Es posible entonces que nuestra impresión subjetiva de libertad no sea correcta? Claro que es posible. Otras impresiones subjetivas han resultado ser falsas, y no sólo me refiero a las ilusiones ópticas, sino, por ejemplo, a que el sol girase alrededor de la tierra, creencia mantenida desde Aristóteles en el siglo IV a.C. hasta Copérnico en el siglo XVI. Veinte siglos nada menos con una impresión subjetiva falsa. Y todavía hoy decimos que el sol sale por Oriente y se pone por Occidente.
Si negamos la libertad (y yo me abstengo de afirmarla o negarla) en base a que las impresiones subjetivas son "falsas", realmente no negamos nada.
Porque las impresiones subjetivas son siempre ciertas. La vida del individuo ha dependido evolutivamente de la información que recibe de su entorno. Del juicio de ésta depende su superviviencia. Y el sol "sale" y se "pone", y su recorrido trascurre sobre nuestra cabeza. Esta es la verdad del individuo y la que necesita en un nivel primario y cotidiano.

Pero el autor compara la experiencia subjetiva del individuo con el deasrrollo científico de toda una especie, y juzga como falso lo que no es sino el desconocimiento de las causas de un fenómeno. Y desconocer las causas no implica falsedad. Ni mucho menos. El Dr. Rubia juzga el mismo fenómeno en marcos que no tienen que ver y el aparente disparate es "prueba" de su tesis.

Esto es solo un ejemplo de lo difícil que es desmenuzar u ntexto como este y lo prudente de no dejarse llevar por aparentes obviedades o por el argumento de autoridad.

7.Publicado por Alejandro Pacheco el 05/06/2013 22:20
La libertad es un concepto más complejo de lo que parece, es una expresión que nos dice muchas cosas, puede expresar la posibilidad para perseguir y perseverar objetivos, desde luego no se tiene la certeza de lograrlo si no se cuenta con el poder suficiente para el éxito del deseo; es también libertad para decir lo que se quiera sin que ello conlleve la obligación de ser escuchado; la libertad no promete no asegura los recursos, es una expresión que no afirma ni niega en forma abierta o tacita sino que es «oportunidad» en un mundo de poder; es claro que los individuos buscan metas elegidas libremente, sin embargo es común que en un estado de naturaleza choquen contra la fuerza o barrera inexpugnable del poder; así lo que efectivamente delimita la libertad de un hombre es su propio poder frente al de otros.

8.Publicado por polaris el 24/06/2013 00:01
Si la libertad es una ilusión me gustaría preguntar:

¿Fue libre el autor de este artículo de escoger los argumentos que expresa en él?

Si no fue libre de escoger los argumentos correctos ´para demostrar que el libre albedrío es una ilusión, y nosotros tampoco somos libres de establecer juicios de valor sobre lo que afirma ¿Qué garantía tiene tanto él como nosotros de emitir comentarios objetivos, apegados a la verdad?

Mi respuesta es: Ninguna... Si no somos libres de nada, tampoco lo somos de seleccionar los argumentos correctos para demostrarlo.

9.Publicado por Fabio SARMIENTO ALMEIDA el 13/07/2013 13:41
Creo que entre el determinismo y el libertarismo no solo cabe el compatibilismo. Una alternativa razonable sería la "libertad condicionada": los actos concretos son reflejos, pero condicionados por pautas de comportamiento elaboradas libremente. Estas pautas se elaboran durante periodos de reflexión (con diferente grado de consciencia) y asentadas (posiblemente durante el sueño).
En resumen, la libertad es un concepto complejo que tiene diferentes tiempos de interacción con el sistema neurológico y no solo en el momento inmediatamente anterior a la última actuación. Lo que realmente es una ilusión es que cada acto en concreto sea un acto consciente. Lo que es consciente es la adopción de pautas. Por eso, al justificar los actos, lo que hacemos es justificar las pautas que han terminado dando lugar a esos actos.
Fabio Sarmiento (Tenerife, 13/07/2013)

10.Publicado por Jose de los Rios el 14/07/2013 20:04
Interesante artículo, respetables las conclusiones del autor pero absolutamente desalentadoras y por supuesto en total desacuerdo. Yo me pregunto si esta cualificada la neurociencia (en su aspecto más empirico y cientifista) para explicar la libertad del hombre desde un punto de vista material. A fecha de hoy ni siquiera es capaz de entender la consciencia humana (no ha sido capaz de demostrar como se produce, para que vale y que sentido tiene que la evolución nos haya dado esta cualidad). Tampoco ha podido desvelar como funciona la memoria ¿acaso son los recuerdos almacenados materialmente en las neuronas? ¿porque hay casos de sujetos con importantes perdidas de masa cerebral y sin embargo tienen CI normales? En el hospital Ramon y Cajal de Madrid se recuerda una frase de D Santiago en el hall de entrada: " todo hombre puede ser arquitecto de su propio cerebro", que es ni mas ni menos el fenomeno de la neuroplasticidad que el ya decubrió. En este caso, si la mente es un efecto del cerebro ¿como es que el efecto se convierte en su causa? Efecto que tambien sorprende en el fenómeno del "placebo"...Y asi un largo etctera. Todo apunta que aún nos queda bastante por descubrir de este formidable órgano. Tal vez demasiadas como para pretender reducir la etica o la moral a unas reacciones quimicas.
Me parece que vienen al caso unas reflexiones de N Chomski: "todas las posibilidades visuales de examinar la actividad cerebral no pueden explicar el contenido y la razón de nuestras decisiones. Ni siquiera entendemos la neurofisiología de las actividades más corrientes de la naturaleza, como por ejemplo, la explicación de los mecanismos neuronales de la percepción o el ejercicio de la voluntad libre, consciente y creativamente, la variedad de las lenguas o el amor"

11.Publicado por Qberto el 22/07/2013 12:24
Entiendo que aquí lo que se pone en cuestión es el tema del libre albedrío. Desde mi punto de vista, solamente tendríamos libre albedrío si fuésemos capaces de realizar acciones y tomar decisiones teniendo un control absoluto y consciente de todas ya cada una de las variables y condicionantes que nos influyen en un momento determinado. Aunque llegados a este punto, también seria razonable plantearse que los criterios de control que tomásemos tendrían sus propios condicionantes, que también tendríamos que poder controlar y así hasta el infinito. Quizás también podríamos hablar de libre albedrío si tuviésemos la capacidad de hacer algo porque sí, sin que haya absolutamente nada que lo motive, ni el más mínimo impulso. Como yo no tengo constancia de que sucedan ninguna de las dos situaciones, no creo en el libre albedrío. Incluso esto que estoy escribiendo está condicionado por miles de variables presentes y pasadas sobre las que yo no tengo ni he tenido ningún control, insistiendo una vez más en que cuando tratamos de controlar alguna pulsión, este criterio de control también está condicionado. De hecho, el libre albedrio tiene un pecado original por decirlo de alguna forma, que es la genética y el ambiente en los primeros años de vida, factores que no controlamos. Al menos yo no recuerdo haber elegido ni mis padres, ni el momento ni lugar de mi nacimiento. Y esto va a condicionar absolutamente todo lo que va a venir después. De hecho, basta con sufrir una lesión cerebral o sufrir una enfermedad para que nos cambie el carácter por completo. Una prueba bastante contundente de nuestra mecanicidad. Si fuésemos realmente libres, no dependeríamos de ningún mecanismo.

Algunas personas se refieren a la posibilidad de que existan fenómenos puramente azarosos (¿física cuántica?) y que estos puedan ser el origen de impulsos en el cerebro. Los científicos suelen negar la capacidad de que el ruido cuántico (así creo que lo llamaban) en la materia de nuestro cerebro sea capaz de influenciarnos en algo. Pero vamos a imaginar que sí. Entonces yo pregunto, ¿que tipo de libertad me otorga el hecho de que una partícula subatómica que forma parte de la materia de una neurona de mi cerebro sufra un cambio de estado supuestamente azaroso (que me perdonen si estoy diciendo alguna barbaridad)? Yo no puedo controlar con solo pensarlo así sin más lo que va a hacer exactamente una partícula subatómica. Quizás en un laboratorio se pueda, no lo sé, pero en cualquier caso, todos y cada uno de los científicos que estén allí, lo habrán hecho porque se han dado un cúmulo de circunstancias que les ha llevado a estudiar ciencias físicas, empezando, una vez más, por una genética que pudiera favorecer determinadas capacidades cognitivas unido a un ambiente familiar y social que incentive el gusto por el conocimiento, etc, etc, etc. En cualquier caso, el azar lo que aportaría es impredicibilidad a nuestras vidas, no libertad.

Con todo esto, se puede llegar a la conclusión de que si no existe la libertad, entonces tampoco somos responsables de nuestros actos. Y realmente así seria. Sin embargo, la culpa y el mérito existen de una forma virtual, como mecanismos sociales. Esa podría ser la razón de que nuestro cerebro nos engañe con la sensación de libertad. Para que podamos funcionar en una sociedad tan compleja como la humana, sin la cual no seriamos lo que somos.

Perdonadme por el rollo. Quizás peque de simplismo, pero es mi opinión sobre un tema que me parece trascendental.

12.Publicado por Sinesio MADRONA RODENAS el 21/10/2013 13:45
Sinesio
Unidad de los opuestos
Cuando Moisés tuvo la visión mística de una zarza ardiendo creó una religión. Cuando Mc. Clintok tuvo una experiencia, asimismo mística, de unión con los cromosomas del maíz, descubrió la transposición genética y recibió por ello el premio Nobel de Química (Fox Keller: Reflexiones sobre género y ciencia). La mente interpreta nuestras experiencias (y 'nuestros' 'hechos') en función de nuestra educación y creencias (Bartra: http://www.tendencias21.net/La-conciencia-podria-estar-alojada-fuera-del-cerebro_a1305.html.
La ideología dominante en la ciencia es la separación sujeto-objeto Hay, no obstante, toda una corriente subterránea que muestra que sin esa unidad sujeto-objeto (‘inconsciente’ para la ideología dominante) el descubrimiento científico no funciona (Fox Keller). La ciencia es, pues, también subjetiva (Khun).
Pero subjetivo y objetivo no es más que otra dualidad epistemológica que una vez establecida por la mente dual (necesaria en nuestro desarrollo como individuos y como especie) nos la creemos y nos olvidamos que somos nosotros los que la hemos establecido (Keeney: Estética del cambio). Así determinismo y libertad:

“...forman parte de una dualidad operativa –como los polos positivo y negativo de la corriente eléctrica, sin ambos no hay flujo de energía–; pero que, más allá de esa dualidad, existe una unidad que hace irrelevante e inapropiada tal distinción. Determinismo y libertad forman, pues, una de las más importantes distinciones polares de la realidad para los occidentales, y hay que trascender tanto las explicaciones de unos (mente) como las vivencias de otros (cuerpo-sentimiento) para encontrar la respuesta y la conciencia que está más allá de esta división.”
en: http://www.redcientifica.org/la_unidad_en_la_dualidad.php://,

Esta respuesta que doy está más allá de las pretensiones de los compatibilistas, pues siguen en el pensamiento dual. La distinción entre determinismo y libertad es irrelevante para una epistemología de orden superior. Esta epistemología ve la interacción entre los opuestos como una pauta (pattern) recursiva de información que funciona entre dos opuestos corporizados, ya sean físicos, psíquicos, mentales, sociales... (Keeney: Estética del cambio). Lo importante es la pauta, la información, básica en todas las relaciones de la materia-energía-información-forma de la realidad universal de la que formamos parte. Para entender esto hay que superar la dicotomía básica la percepción dual de nuestra conciencia personal, la que existe entre pensar y sentir (o, si me lo permite el Sr. Rubia –mi conocimiento neurofisiológico es escaso–, entre los hemisferios cerebrales o entre las vías superior e inferior):

qt[“Se forma a ciertos niveles profundos un solo [...] flujo de conciencia en el que ya no se distingue el pensamiento del sentimiento porque en ese nivel uno se percata que son una y la misma cosa.”]qt (http://unidad-opuestos.blogspot.com.es/2013/08/pensar-y-sentir.html.

Como nos decía, asimismo, Jung cuando hablaba de integrar ambos opuestos.
Tal como nos muestra la historia de la ciencia (Khun) toda la interpretación de los ‘hechos’ está dominada por la ideología del paradigma dominante. Paradigma que en este momento nos describe la realidad mediante dualidades enfrentadas e irreconciliables. A pesar de que la física cuántica ya nos ha hablado de la unidad-dualidad (UDOs, Unidades Duales Opuestas, según Medina: http://www.redcientifica.org/informacion_sinoptica_sobre_la_teoria_udo.php onda-partícula y observador-objeto, seguimos manteniendo esa dualidad en la interpretación de nuestra percepción macroscópica... como si fuese real y no ideológica.
El amor, como la libertad, puede ser una ‘ilusión’, pero ambas ‘ilusiones’ mueven el mundo. Y este ‘mover el mundo’ ¿no es parte de la realidad en la que vivimos, llamémosla como la llamemos?
La libertad existe, como existe también el determinismo (en una epistemología cartesiana); pero, al mismo tiempo, no ‘existe’ la libertad, como tampoco ‘existe’ el determinismo, pues no son sino la pauta recursiva de información que discurre entre los polos de la dualidad epistemológica que hemos establecido (Keeney). Un función de la realidad que no está corporizada en objetos o pensamientos... es ‘sólo’ una función operativa que ejerce la unidad al manifestarse, pues la unidad se revela, necesariamente, mediante la dialéctica de los opuestos.

Un saludo cordial
Sinesio

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