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Una nueva base tecnológica e industrial para la seguridad en Europa

La Unión Europea padece un déficit de soberanía asociado a sus carencias tecnológicas


La soberanía se ha relativizado en el mundo debido a la globalizazión y a la cooperación internacional. Un nuevo concepto emerge asociado a la capacidad de maniobra política, social y económica de un Estado, tanto a nivel externo como interno. Esta nueva acepción permite hablar de soberanía tecnológica, entendida como el desarrollo y control de las tecnologías que responden a las exigencias actuales de la seguridad, a los desafíos medioambientales, sanitarios y migratorios. Desde esta óptica, Europa padece un déficit de soberanía asociado a sus carencias tecnológicas que reclama una nueva base tecnológica e industrial para la seguridad en su sentido más amplio. Es el tema del Congreso de Soberanía Tecnológica de Europa que se desarrolla en Madrid esta semana. Por Eduardo Martínez.


Eduardo Martínez
02/10/2005

Globo de la Ciencia y la Innovación. CERN
Globo de la Ciencia y la Innovación. CERN
Los dirigentes europeos reunidos en Lisboa en marzo del año 2000 asumieron el compromiso de convertir a la Unión Europea, en la presente década, en la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo. Desde entonces, el proyecto ha cubierto los trámites para su aplicación institucional, pero el impacto social de aquella decisión ha sido mucho más amplio de lo esperado en el seno de la Unión.

Poco más de un año después de la cumbre de Lisboa, el atentado contra las torres gemelas cambió ampliamente el panorama internacional: se radicalizó el poder norteamericano, se fracturó la alianza atlántica, los países europeos se dividieron respecto a las pretendidas opciones comunes sobre política exterior. Pero sobre todo quedó de manifiesto que Europa había perdido mucha influencia en la toma de decisiones globales debido a sus carencias tecnológicas.

Durante la guerra fría, el equilibrio euroamericano se había sustentado sobre la base de que Estados Unidos lideraba la carrera militar y las tecnologías asociadas a ella, y que Europa profundizaba en el Estado del bienestar. Dos aspectos clave del tradicional concepto de soberanía (la seguridad exterior, liderada por Estados Unidos, y la paz social, liderada por Europa) se vieron así consolidados durante más de 40 años.

Pero el golpe que conmocionó al mundo el 11S radicalizó de tal manera al poder norteamericano que de forma unilateral diseñó la respuesta al ataque sufrido y sacrificó la confianza atlántica. Los países europeos quedaron desconcertados y descubrieron de pronto que en el nuevo escenario internacional no eran imprescindibles. Había que reaccionar para recuperar el liderazgo perdido y el camino para alcanzarlo ya no consistía en una nueva carrera armamentista, sino en el desarrollo de tecnologías estratégicas.

Retraso secular

La situación de partida era penosa, ya que el retraso tecnológico acumulado durante la guerra fría era considerable: los países europeos de la OTAN, en su conjunto, invierten en tecnologías de vanguardia asociadas a la defensa la mitad que Estados Unidos.

Además, la ampliación a 25 miembros se ha convertido en un estímulo adicional para que la vieja Europa comparta un liderazgo internacional que Estados Unidos ejerce hoy en solitario. Este unilateralismo es posible básicamente por la ventaja que le proporciona a Estados Unidos el dominio de un reducido grupo de tecnologías.

Estas tecnologías estratégicas son los superordenadores, los sistemas de explotación y programación informática (hoy dominados por Microsoft), los robots autónomos (que pronto tendrán conciencia artificial), las nanotecnologías y las ciencias y redes del conocimiento.

El nuevo esquema de poder no se sustenta tanto en el poderío militar clásico como en estas tecnologías, tal como se puso de manifiesto en el coloquio sobre la soberanía tecnológica de Europa que tuvo lugar en París el año pasado.

Nuevos desafíos

Se entiende por soberanía tecnológica la capacidad de investigación básica y aplicada en todos los ámbitos, desde la informática a las redes del conocimiento, pasando por las tecnologías espaciales que otorgan ventajas competitivas en caso de conflicto, la biotecnología, la nanotecnología o la robótica inteligente.

Todas estas tecnologías están asociadas a nuevas generaciones de instrumentos capaces de dar respuesta tanto a las actuales exigencias de la seguridad como a los nuevos desafíos medioambiantales, sanitarios y migratorios, entre otros.

Aunque la presencia de Europa en algunos de estos campos de investigación es notable, el retraso que padece respecto a Estados Unidos en el desarrollo y aplicación de estos conocimientos condiciona su capacidad de liderazgo en los asuntos mundiales.

Para superar este retraso, Europa necesita mayores presupuestos de I+D, políticas conjuntas a favor de una sociedad del conocimiento, una nueva renovación industrial adaptada a la sociedad de la información, así como redes de estudio e influencia capaces de difundir estas ideas.

En definitiva, se trata de crear una base tecnológica e industrial para la seguridad tal como se entiende en la actualidad. Es el tema del segundo Congreso de Soberanía Tecnológica de Europa, que reúne en Madrid la próxima semana a más de 500 expertos cuyas conclusiones y propuestas serán remitidas a los Gobiernos de la Unión.

Desde esta óptica, el nuevo objetivo común europeo es construir una Europa industrial de defensa que reúna a los grandes grupos continentales, a las pequeñas y medianas empresas y al mundo de la investigación pública.

Francia ya ha dado significativos pasos en ese sentido: no sólo ha creado una Agencia para la Innovación Industrial, sino que ha puesto en marcha una estrategia público-privada para favorecer la presencia de sus empresas en los mercados internacionales: en el nuevo esquema, la seguridad no sólo se refiere al territorio, sino también a la economía y las empresas de un país.

Túnel de viento. EADS
Túnel de viento. EADS
Nueva dimensión de la soberanía

Esto añade una nueva dimensión al concepto de soberanía que Estados Unidos viene aplicando desde mediados del siglo pasado y que, según Alain Juillet, Alto Responsable del Gobierno de Francia para la Inteligencia Económica, se ha reforzado después del 11S: si la Casa Blanca impulsó históricamente el liderazgo de las grandes empresas americanas en el mundo, en la nueva etapa pretende también que sus pequeñas y medianas empresas conquisten mercados y sean las más competitivas.

Es un momento de grandes cambios a los que Europa debe prestar toda su atención en este momento político tan crucial para su desarrollo y consolidación como proyecto continental. Es verdad que el aparente fracaso del proyecto constitucional ha desanimado mucho, pero la realidad es que Europa tiene la potencia económica, demográfica, geográfica y tecnológica suficiente para asumir responsablemente su propia seguridad y compartir el liderazgo internacional con otras potencias y regiones, sin renunciar por ello a sus habilidades en la gestión social alcanzadas en la época de la guerra fría.

Para muchos, sin embargo, hablar de soberanía tecnológica desconcierta. La realidad es que el concepto moderno de soberanía, que se remonta al siglo XVI, está sometido a enormes presiones para evolucionar merced al proceso de globalización y a las nuevas necesidades de articular servicios para amplios sectores de la población mundial.

La profesora María José de Carlos Vázquez dice claramente al respecto en la revista Saberes que vivimos en un mundo en el que la globalización y la cooperación internacional han dado un nuevo sentido al concepto de soberanía, concepto que de esta forma se ha relativizado. Hay otros autores más atrevidos, como Richard Haass: La soberanía morirá víctima del tráfico de personas, ideas, 'gases invernadero’, mercancías, euros, drogas, virus y correos electrónicos, escribe en FP.

El nuevo espíritu de Europa

Otros autores, como el profesor de la Universidad argentina de San Andrés, Juan Gabriel Tokatlian, señalan la aparición de nuevas nociones de soberanía como consecuencia de esta evolución global, destacando tres posibles acepciones: jurídica, política y operativa. La soberanía tecnológica se corresponde en parte con la acepción operativa, en tanto que hace referencia a la capacidad de organizar la actividad económica dentro y fuera de una nación.

La soberanía se entiende hoy como la capacidad de maniobra política, social y económica de un Estado, tanto a nivel interno como externo. Lo que añade el concepto de soberanía tecnológica es la consideración de la tecnología como factor de influencia y de capacidad de maniobra, ya que sin el control de determinadas tecnologías, la soberanía no puede ejercerse.

Este es el caso de Europa hoy, que padece claramente un déficit de soberanía asociado a sus carencias tecnológicas. Hegel decía que el Estado es la manifestación consciente del espíritu en el mundo. Probablemente si viviera hoy entre nosotros, diría también que la soberanía tecnológica es la manifestación consciente del espíritu en Europa.


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