FILOSOFIA: Javier del Arco

Como ha señalado acertadamente Joseph Campbell (1), las sociedades mágico-animistas tenían mitologías pero en su seno no se podían generar estados y su florecimiento tuvo como factor fundamental la emergencia de múltiples mitologías codificadas, una enorme integración/diferenciación de motivos mitológicos. Habermas indica que estas mitologías constituyeron una parte significativa de las estructuras integradoras de la sociedad, al aportar significado cultural e integración social.

Como vimos en anteriores capítulos, en el estadío previo o mágico, la identidad personal se “basaba en el cuerpo”, era por así decirlo naturalista; la identidad colectiva tenía como fundamento el parentesco o través de lazos de sangre, en particular por la vía de un antepasado común. Si éste no existía, ni tampoco un linaje de parentesco, no había forma de integrar socialmente los diferentes intereses.

Sin embargo, al surgir la estructura mitológica, la identidad pasó a estar definida por un rol dentro de una sociedad definida por un legislador político común, sin necesidad de la existencia del vínculo de sangre. Fue a este legislador al que se le concedió la legitimidad por su relación especial con las deidades, lo que llamamos “participación mítica”.

Al amparo de este acuerdo, muchas tribus sin relación de genética podían ser unificadas e integradas, algo que la estructura mágica preconvencional –por estar tan próxima a la naturaleza y al cuerpo- no pudo lograr.

Dentro de nuestro proyecto intelectual, analizaremos unos capítulos más adelante, si estos mitos contenían o no, de manera genuina, capacidades espirituales transformadoras, místicas y trascendentales, tal y como han sostenido con vigor autoridades en la materia de la talla de Jung (2) y Campbell.

Para el artículo de hoy, baste señalar la circunstancia de que estas distintas “épocas”, como la mítica o la mágica, se refieren sólo a la estructura de conciencia media alcanzada en un momento dado de la evolución, una especie de “centro de gravedad” a decir de Wilber, alrededor del que la sociedad giraba como un todo.

Ciertamente, en cualquier época que consideremos, nos encontraremos con individuos que estén por debajo del punto considerado medio en orden a su desarrollo personal y otros que, por el contrario, se hallen más arriba o mucho más arriba.

Habermas postula que en la etapa mágica preoperacional, algunos individuos desarrollaron claramente capacidades cognitivas del nivel formal operacional, no como estructuras plenamente formadas, sino como capacidades potenciales de entendimiento (3).

La propuesta de Wilber, que como no podía ser de otra manera es también la nuestra (4), es que en cada época, la estructura más avanzada de ese tiempo –dada en número reducido de individuos de parecida profundidad conciencial y sapiencial que vivían en comunidad o más propiamente en microcomunidades (escuelas como la pitagórica, academias como la Academia platónica, el Peripato aristotélico, o el Kepos (5) epicúreo, por mencionar algunas, shangas budistas (6), etc.) en relación de intercambio- empezó a penetrar, no sólo como la manera más elevada de cognición ordinaria (modelo aristotélico) sino tambien y además, por generación de estados de conciencia genuinamente trascendentales, transpersonales, místicos (pitagóricos, neoplatónicos, budistas, esenios…).

En el estadío mágico, la estructura más avanzada parece haber sido la psíquica, propia de ciertos chamanes o de pioneros de la conciencia yóguica. En el estadío mitológico la estructura más avanzada de conciencia es la que Wilber denomina nivel sutil propio de profetas judíos como Elías, filósofos griegos como Pitágoras, Parménides, Heraclito, Platón o Plotino, los primeros místicos cristianos que van en paralelo con el Neoplatonismo, influyendo y tirando unos de otros, sinergia esta que encuentra una primera cima en la obra del Pseudo Dionisio, cuyos tratados: De los nombres de Dios, Las jerarquías y Teología Mística establecen las diferencias entre la vía afirmativa o catafática y la vía negativa o apofática.

Este nivel se observa profusamente en el lejano oriente en el Vedanta y el Taoísmo. Comenzando por los Upanishads, textos filosóficos de la India, dentro del pensamiento Védico. Luego vienen las particularidades de la Vedanta Advaitia y la identidad del Atman Brahman, en la interpretación de Shankara. Finalmente hay que mencionar el camino de “realización”, tal como lo prescribe y practica la Vedanta en unión con el Yoga tradicional.

No podíamos dejar de citar en este artículo, en exceso sintético, los orígenes del Taoísmo en la antigua filosofía china del Dao y las cuestiones centrales del Taoísmo, tal como son expuestos en el Tao Te Ching de Lao-Tse y los aportes esclarecedores de Chuang Tse y de la poesía taoísta posterior para, por último mencionar el budismo según la Enseñanza de Benarés: las Cuatro Nobles Verdades y el Óctuplo Sendero; finalmente mencionemos los métodos de realización de esta doctrina: renuncia, transformación y autoliberación. En los tiempos mental-egoícos las estructuras de conciencia más avanzadas alcanzaron el nivel causal (7) al que pocos sabios han llegado y entre los que destacaríamos al Maestro Eckhart (8) y Sri Ramana Maharsi (9), un cristiano y un hinduista, estos claramente, y muy cercanos situaríamos a Teresa de Ávila y Juan de la Cruz.

Sus escritos, a la vez diferentes y semejantes, destilan una sabiduría tan profunda y a la vez tan simple para el que sabe ver un poco más allá del texto y de lo obvio, que tan sólo con una meditación profunda sobre sus páginas se puede prescindir de cualquier otro conocimiento porque tras su asimilación auténtica el resto, por importante que sea, resulta superfluo.

Sin embargo la estructura media de conciencia en los tiempos que hemos dado en llamar mitológicos no llegaba a estas dimensiones sutiles y transpersonales, sino que permanecía anclada en una interpretación del mito concreta y literal. Hay muy poco de transpersonal en estos mitos clásicos; más bien, como sugieren Habermas y Wilber, representan con claridad la integración sociocéntrica-literal que ofrecen las operaciones concretas y la moralidad convencional, razón por la que tuvieron una importancia capital para llevar la integración social más allá de lo tribal y lo preconvencional; y con esto su status trascendental, excepcionalmente importante pero limitado, parece acabar definitivamente.



Notas al pie

(1) Joseph Campbell (Nueva York, 26 de marzo de 1904 - Hawaii, 31 de octubre de 1987). Profesor estadounidense, orador, historiador de las religiones, filósofo, famoso sobre todo por sus estudios en el campo de las religiones y de mitología comparada, que revelan un enfoque multidisciplinario y una extraordinaria erudición.
Campbell se dedicó desde muy joven a investigar la importancia de los mitos en el comportamiento individual y colectivo del hombre. Descubrió, haciendo un detallado estudio histórico de varias mitologías y religiones en el mundo, que existen temas comunes a todas ellas. Sus intuiciones fueron en gran parte inspiradas por el famoso psiquiatra C. G. Jung, quien creía que existen arquetipos en el inconsciente colectivo. Los arquetipos constituyen una especie de memoria biológica común a todos los seres humanos. Los estudios de Campbell resaltaron la importancia de la figura del héroe en todas las culturas humanas de todos los tiempos. También elaboró la hipótesis de que el héroe pasa a través de ciclos, lo que constituiría el camino del héroe, con un patrón cultural común: separación – retiro, entendimiento, vuelta a la sociedad y transformación de ésta. Estos ciclos fueron asimismo asimilados a aquellos de los chamanes y de los esquizofrénicos.
Campbell, luego de haber abandonado su tesis doctoral, debido a estar en desacuerdo con la línea rígida del mundo académico, comienza su carrera docente en 1934 en el Sarah Lawrence College, donde permanecerá por treinta y ocho años.
El planteamiento general de sus obras más conocidas, El héroe de las mil caras y Las máscaras de Dios, consiste en señalar las significativas coincidencias observadas entre el simbolismo de los sueños y ciertos elementos característicos de los mitos. El autor efectúa una exposición ordenada de dichos elementos, que ilustra mediante profusas referencias a las mitologías de los grupos culturales más diversos. La partida, la iniciación, la apoteosis y el regreso son componentes esenciales de la aventura del héroe y se identifican una y otra vez en leyendas, tradiciones y rituales de todos los pueblos del mundo: en los mitos polinesios o griegos, en las leyendas africanas, en las tradiciones de los aborígenes norteamericanos, en los cuentos de hadas y aun en ciertos símbolos de las grandes religiones actuales.
Campbell indica la posibilidad de que estos sistemas simbólicos representen creaciones naturales de la mente humana -de ahí su difusión- y señala que la situación perturbada de la sociedad occidental en los últimos tiempos bien pudiera deberse al descrédito progresivo en que han caído las mitologías y a la racionalización sufrida por ellas, con lo cual las imágenes simbólicas se refugian en su lugar de origen --el inconsciente-- y el individuo aislado ha de enfrentarse a los dilemas que en un tiempo resolvían satisfactoriamente los sistemas mitológicos colectivos.
La obra de Campbell inspira muchos de los grandes mitos del mundo contemporáneo, de manera especial aquellos creados por la cultura cinematográfica:
• La Guerra de las Galaxias de George Lucas
• El Rey León
• Braveheart
• Matrix
• El Señor de los Anillos de J. J. R. Tolkien
• Harry Potter de J. K. Rowling


(2) Esta extensa nota sobre Jung se justifica porque creo recordar que es la primera vez que traemos nosotros a colación su gigantesca figura intelectual es este Blog de Tendencias 21. Lamentamos la extensión pero la creemos ilustrativa; es nuestra visión de este hombre y nos apetece comunicarla.
Carl Gustav Jung nació en 1875, en Kesswil (Suiza), en el seno de una familia de ascendencia alemana y de tradición eclesiástica (su padre era pastor luterano). De niño fue introvertido y muy solitario. Aunque la relación con sus progenitores era muy próxima y afectuosa, desde temprano sentiría cierta decepción por la manera en que su padre abordaba el tema de la fe, a la que consideraba tristemente precaria. Durante su adolescencia y juventud fue un lector entusiasta, especialmente cautivado por la obra literaria de Goethe. También era profundo su interés por los ensayos de filósofos como von Hartmann y Nietzsche. En su autobiografía, describe el acercamiento a la obra de este último, Así habló Zaratustra, como una experiencia conmocionante, sólo comparable a la inspirada por el Fausto de Goethe.
Jung anhelaba estudiar arqueología en la universidad, pero su familia carecía de recursos para enviarlo más lejos de Basilea, donde no dictaban esa carrera, por lo que (contra los deseos de su entorno) decidió estudiar medicina en la Universidad de Basilea, entre 1894 y 1900.
El estudiante, antes introvertido, se volvió mucho más vívido en el nuevo contexto académico. Hacia el final de sus estudios, sus lecturas de Krafft-Ebing lo persuadieron de especializarse en medicina psiquiátrica. En el año 1900, como parte de su especialización en psiquiatría, asistió a las clases de Pierre Janet en París. En 1902, colaboró con Eugen Bleuler: tanto Janet como Bleuler fueron pioneros en esta disciplina. Más tarde, trabajó en el Burghölzli, un hospital psiquiátrico en Zúrich, el cual gozaba de gran reputación.
Sobre la base de esta experiencia clínica, Jung diseñó la prueba de asociación de palabras que lleva su nombre. Ya en 1905, fue designado profesor de psiquiatría en la Universidad de Zúrich, y publicó los dos volúmenes dedicados al estudio de las asociaciones. En 1906, redactó y dio a conocer su obra Sobre la Psicología de la Dementia Praecox (en referencia a lo que luego se conocería como esquizofrenia), y envió una copia de su libro a Freud, a lo que siguió una intensa pero conflictiva amistad entre ambos.
Frecuentemente se habla de psicoanálisis junguiano, pero la denominación más correcta para referir esta teoría y su metodología es Psicología analítica o de los complejos. Aunque Jung era reacio a fundar una escuela de psicología —se le atribuye la frase: Gracias a Dios, soy Jung; no un junguiano—, de hecho, desarrolló un estilo distintivo en la forma de estudiar el comportamiento humano. Desde sus primeros años, trabajando en un hospital suizo con pacientes psicóticos, y colaborando con Sigmund Freud y la comunidad psicoanalítica, pudo apreciar de cerca la complejidad de las enfermedades mentales. Fascinado por tales experiencias (y estimulado por las vicisitudes de su vida personal) dedicó su obra a la exploración de estas temáticas.
De acuerdo con su postura, para captar cabalmente la estructura y función del psiquismo, era vital que la psicología anexara al método experimental (heredado de las ciencias naturales), los hallazgos provistos por las ciencias humanas. El mito, los sueños y las psicopatologías constituirían un espectro de continuidad, manifestando in vivo rasgos singulares, que operan sistemáticamente en las profundidades de la vida anímica inconsciente. Sin embargo, para Jung, lo inconsciente per se es, por definición, incognoscible. Lo inconsciente es necesariamente inconsciente— ironizaba. De acuerdo con esto, sólo podría ser aprehendido por medio de sus manifestaciones.
Tales manifestaciones remiten, según su hipótesis, a determinados patrones, a los que llamó arquetipos. Jung llegó a comparar los arquetipos con lo que en etología se denomina patrón de comportamiento (o pauta de comportamiento), extrapolando este concepto, desde el campo de los instintos a la complejidad de la conducta humana finalista. Los arquetipos modelarían la forma en que la consciencia humana puede experimentar el mundo y autopercibirse; además, llevarían implícitos la matriz de respuestas posibles que es dable observar, en un momento determinado, en la conducta particular de un sujeto. En este sentido, Jung sostenía que los arquetipos actúan en todos los hombres, lo que le permitió postular la existencia de un inconsciente colectivo.
El hombre accedería a esa dinámica inconsciente en virtud de la experiencia subjetiva de estos símbolos, la cual es mediada profusamente por los sueños, el arte, la religión, los dramas psicológicos representados en las relaciones interpersonales, y los propósitos íntimos. Jung sostenía la importancia de profundizar en el conocimiento de ese lenguaje simbólico para consolidar la preeminencia de la consciencia individual sobre las potencias inconscientes. En tono poético, sostenía que este proceso de individuación (principium individuationis) sólo es viable cuando se ha dado respuesta a la pregunta: ¿Cuál es el mito que tú vives? Consideraba, por otra parte, que estos aspectos de la vida anímica están relativamente marginados del sistema de creencias de la mentalidad moderna occidental.
A nivel teórico, el comienzo de la separación de Jung respecto a Freud se produjo cuando el primero extrapoló el concepto de libido más allá de las cuestiones netamente sexuales. La noción de libido que utilizaba el psiquiatra suizo, aludía más bien a una idea de energía psíquica en abstracto (el Élan vital de Henri Bergson), cuyo origen y cuyo destino no eran exclusivamente sexuales. Jung ha sido prolífico en acuñar términos que ya son típicos en psicoanálisis, y en psicología en general, tales como: complejo (y más específicamente: complejo de Electra), introversión, extraversión, inconsciente colectivo, arquetipo, individuación.
Sus investigaciones a menudo incursionaron en terrenos aparentemente alejados del suyo, como la alquimia (Psicología y Religión, 1937; Psicología y Alquimia, 1944); profundizando en el estudio de conceptos como inconsciente colectivo, arquetipo (como fundamento para la existencia de mitos universalmente repetidos), o sí-mismo (ente distinto del «yo», que alude a la integridad del sujeto y abarca su inconsciente). Definió, asimismo, los tipos básicos de introvertido y extravertido. La heterodoxia de este autor le ha valido juicios contrapuestos, que abarcan desde la indiferencia a la admiración.
Como se ha mencionado, un concepto clave en su obra es el de inconsciente colectivo, al que Jung consideraba constituido por arquetipos. Ejemplos de estos arquetipos son la máscara, la sombra, la bestia, la bruja, el héroe, el animus y el anima. También identificaba como arquetípicas ciertas imágenes en concreto, como las representaciones del mandala. Para elaborar su concepto de arquetipo, Jung se inspiró en la reiteración de motivos o temas en diversas mitologías de las más remotas culturas: creyó haber hallado temas comunes inconscientes, que la humanidad reiteró apenas con ligeras variantes, según las circunstancias.
Se ha criticado a Jung por su presunta adhesión a un neolamarckismo. Muchas veces se le ha atribuido la noción de que los arquetipos han sido caracteres adquiridos, que luego han podido heredarse, en la línea de tesis como las de Michurin y Lysenko. No obstante, el propio Jung enfatizó que tales interpretaciones de sus postulados eran incorrectas.
Los conceptos quizás más reconocidos de la psicología junguiana son los de introversión y extraversión, manados de su teoría de los Tipos Psicológicos. La misma buddhista zen japonés, D. T. Suzuki. La influencia de Jung se hizo extensiva a importantes referentes en tuvo bastante aceptación, sentando las bases para el desarrollo ulterior de pruebas psicométricas, mediante las cuales se procura valorar, en términos cuantitativos, las características psicológicas de los individuos. Las más importantes son el MBTI (acrónimo inglés de Myers-Briggs Type Indicator —"Inventario tipológico de Myers-Briggs") y Socionics; además de la batería de test de David Keirsey.
En cuanto a los mandala (como a otras simbolizaciones que se pueden encontrar en la alquimia, el gnosticismo, el yoga, el esoterismo y la mitología), Jung los consideraba representaciones de origen inconsciente para un proceso de individuación, es decir, para que cada ser humano cumplimente su sí-mismo (en alemán: Selbst). En este terreno, sobresalen sus trabajos en coordinación con otras figuras de renombre, como los realizados con el sinólogo Richard Wilhelm en el libro chino de yoga taoísta (o ðaoísta) El Secreto de la Flor de Oro; o con Károly Kerényi, en Introducción a la esencia de la mitología; e incluso el intercambio de ideas en su correspondencia con el filósofo diversos campos de la cultura, desde el pintor Wifredo Lam al filósofo Gaston Bachelard, incluyendo al escritor Hermann Hesse (la misma es patente, por ejemplo, en la obra Demian de este último), al filólogo Ernst Robert Curtius, al psicólogo conductista Hans Eysenck, y al ensayista Joseph Campbell, famoso por sus estudios sobre mitología e historia de las religiones. Así mismo, fue inspirador y participante en los coloquios del Círculo de Eranos.
Jung intentó dar base científica a varios de sus postulados, aunque en muchos casos no halló los medios para lograrlo. Tal es lo que intentaba cuando planteó el principio de sincronicidad (principio por el cual algunos pretenden explicar la supuesta eficacia de las mancias). Contrariando lo que muchos suponen, en la misma obra en que presentó esa hipótesis (La Interpretación de la Naturaleza y la Psique: trabajo conjunto con el físico Wolfgang Ernst Pauli), Jung descartaba de plano la solvencia metodológica de disciplinas como la astrología. Gran parte de los movimientos que en la actualidad se denominan junguianos (particularmente aquellos que han asimilado las creencias New Age), defienden argumentos que estarían en abierta contradicción con las ideas originales del autor.
Además de sus importantes aportaciones a la psicología, la influencia de Jung se ha extendido a otros campos en ocasiones más inesperados. Un ejemplo es su indirecta colaboración en la génesis de la conocida agrupación Alcohólicos Anónimos. Un paciente suyo, Rowland H., padecía alcoholismo crónico, y cuando todos los demás métodos fallaron, Jung le comunicó que su recuperación era practicamente imposible a no ser que lo enfocara desde un punto de vista centrado en la espiritualidad y la experiencia mística. Rowland siguió este consejo y redescubrió el cristianismo evangélico, difundiendo tras su recuperación dichas ideas entre personas aquejadas de alcoholismo, entre ellas el que sería futuro co-fundador de Alcohólicos Anónimos, Bill Wilson.


(3) Véase también Wilber, K., Después del Edén, Kairós, Barcelona, 1995. En esta obra, importante como todas las suyas, Wilber coincide con Habermas y opina que con los datos hoy disponibles parece que la conciencia evolutiva más avanzada entonces no era la formal operacional, aunque a juicio de Wilber se hallase presente, sino el nivel psíquico; y este nivel no se manifiesta mediante estructuras plenamente formadas sino más bien, y como veremos en sucesivos artículos, como una capacidad potencial para cierto tipo de comprensiones y de conciencia.


(4) Somos wilberianos en casi todo. Nos separan pocas cosas pero una de ellas es muy importante: diferimos en la posición ante el Cristianismo y la figura central de Cristo en tanto que Dios y Hombre, de manera real y simultánea. Trataremos de ello extensamente más adelante.


(5) Literalmente, jardín


(6) Shanga. Grupo de discípulos nucleados en torno a un maestro en la filosofía budista tradicional


(7) Las estructuras y los niveles que conforman el espectro de desarrollo de la conciencia, son según Ken Wilber:

(a) la visión lógica, un nivel dialéctico, integrador, sintético y creativo,
(b) la estructura psíquica, nivel en el que se trascienden las capacidades perceptivas y cognitivas del individuo y se compara al "tercer ojo" y al sexto "chacra",
(c) el nivel sutil al que describe como el asiento de los arquetipos reales, las formas platónicas, los sonidos sutiles y los éxtasis trascendentes,
(d) el nivel causal como fuente no manifestada y sustrato trascendente de todas las estructuras inferiores y
(e) el nivel último que es el despertar al Espíritu Absoluto.


(8) Eckhart de Hochheim O.P. (Tambach, Turingia, 1260 – Colonia, 1328), más conocido como Meister Eckhart en reconocimiento a los títulos académicos obtenidos durante su estancia en la Universidad de París (Meister significa "maestro" en alemán), fue un monje dominico, conocido por su obra como teólogo y filósofo y por sus visiones místicas.
Ha sido uno de los más influyentes teólogos del Medievo, pese a la relativa heterodoxia de sus obras, en las cuales la influencia neoplatónica es tangible. Enseñó en varias de las escuelas más prestigiosas de su orden hasta ser acusado de herejía en sus últimos años; aunque el papa Juan XXII declaró heréticas algunas de sus proposiciones en la bula In agro dominico de 1329, Eckhart murió en paz con la Iglesia. La ortodoxia de su obra sigue actualmente en discusión, lo que no ha impedido que ejerciese una poderosa influencia en buena parte de la filosofía alemana de los últimos siglos.
Como miembro de la Orden de los Predicadores, las doctrinas de Eckhart se apoyaron en la sólida base teológica proporcionada por Tomás de Aquino; sin embargo, el componente neoplatónico que había introducido éste en una ontología fundamentalmente aristotélica —por ejemplo a través de la doctrina de la participación— adopta en Eckhart un carácter mucho más marcado, aproximándose a las tesis que siglos antes había sostenido Juan Escoto Eriúgena. La característica principal de la teología de Eckhart es la fertilidad de Dios, de cuya sobreabundancia de amor procede el Hijo o Verbo; esta sobreabundancia, que es origen también de la creación del mundo, está estrechamente ligada al clásico concepto neoplatónico de emanación, aunque en la teología de Eckhart la creación del mundo es claramente un acto de voluntad divino y no una consecuencia necesaria de su esencia. Eckhart replica también la distinción de Eriúgena entre natura naturans y natura naturata para distinguir la divinidad única de Dios (su ser absoluto e incualificado) de su expresión en la Trinidad, en la que ésta se realiza y manifiesta. Este proceso, al que califica en ocasión de "autorrevelación" de la trinidad, interesaría profundamente a los idealistas, en especial a Hegel, que vería en él una prefiguración de sus propias doctrinas.
Las obras doctrinales de Eckhart, en el latín de la época, circularon durante varios siglos; Nicolás de Cusa las menciona, pero luego se consideraron perdidas hasta que el fraile Henry Denifle encontró manuscritos de las mismas en Erfurt en la década de 1880. Su hallazgo dio lugar a un renacimiento del interés por Eckhart, del cual se habían conservado hasta el momento sólo sermones escritos en lengua vernácula —de elevada y peculiar retórica— y los comentarios de otros autores.

Obras fundamentales son:
-Maestro Eckhart (1998 [1ª edición, 5ª impresión]), El fruto de la nada (y otros escritos), Ediciones Siruela: Madrid. ISBN 8478443916.
-(1990), Deutsche Predigten und Traktate (Josef Quint, ed.), Zürich: Diogenes-Taschenbuch. ISBN 3257206429.
-(1983, 744 p.), Tratados y sermones, Edhasa. ISBN 8435003892 (agotado).
-Waldschütz, Erwin (1990), Denken und Erfahren des Grundes. Zur philosophischen Deutung Meister Eckharts, Wien: Herder. ISBN 321024927X.


(9) Bhagavan Sri Ramana Maharshi (30 de diciembre de 1879 - 14 de abril de 1950) fue un místico hindú de la corriente Advaita Vedanta, considerado por muchos como uno de los más grandes santos del hinduismo en el siglo XX. Vivió en la colina sagrada de Tiruvannamalai, cerca de Madrás. El núcleo de sus enseñanzas fue la práctica de atma-vichara (la indagación del ser).
Ramana Maharshi nació en una aldea llamada Tirucculi, cerca de Madurai, al sur de la India. Cuando nació se le llamó Venkataraman. Su padre murió cuando tenía doce años y se fue a vivir con su tío a Madurai, donde asistió brevemente al instituto American Mission. Sin embargo pronto empezó a pensar en religión, así como en filosofía mística hindú, y en el entendimiento de la Divinidad Universal.
A los dieciséis años, oyó a alguien mencionar "Arunachala". Aunque él no sabía el significado de la palabra (es el nombre de una colina sagrada asociada a la divinidad hindú Shiva) significaba algo para él. Por aquel entonces se hizo con una copia del Periyapuranam de Sekkilar, un libro que describe las vidas de los santos Shaivitas, y quedó fascinado. A mediados de 1896, fue súbitamente abordado por el sentimiento de que iba a morir. Se tumbó en el suelo, convencido de su muerte, mantuvo la respiración y se dijo: "Mi cuerpo está muerto, pero yo aún vivo". Tras una inundación de conocimiento espiritual, se dio cuenta de que él no era el cuerpo.
Ramana Maharshi enseñó un método llamado auto-indagación, en el que el buscador focaliza su atención continuamente en el "pensamiento yo", con el fin de encontrar su origen. Al principio esto requiere esfuerzo, pero finalmente algo más profundo que el ego surge y la mente se disuelve en el Ser Supremo.
Sri Ramana Maharshi está reconocido como un maestro hindú de la corriente de pensamiento védico Advaita Vedanta, y tuvo muchos seguidores en India y en el exterior. Su sistema de filosofía consiste en la visión del ser verdadero, en el que cada uno de nosotros es la realidad última y suprema, el Brahmán. Lo que nos impide realizar esto es el ego, o la convicción de que realmente somos el cuerpo y la mente, y por extensión, sus hazañas en el su mundo. Por tanto, este ego debe ser destruido para realizar la verdad; esto sirve para iniciar la búsqueda, pero de hecho no hay que realizar la verdad, pues ya está realizada. Sólo hay que apartar el velo que la oculta.
De manera sencilla, nos pide retroceder a la fuente de donde surge todo pensamiento para preguntarnos a nosotros mismos "¿A quién sobreviene este pensamiento?". La respuesta debería ser obvia: "A mí"; tras esto la pregunta es "¿Y quién soy yo?". Esto sólo puede ser contestado con negaciones como no soy el cuerpo, no soy la comida que como, no soy el cerebro... De esta manera uno devuelve el "pensamiento yo" a su origen. La fuente es lo que podría llamarse Dios, o el Sí Mismo Supremo; según Ramana Maharshi, "permanecer en silencio".
Muchos autores occidentales, incluido el filósofo estadounidense Ken Wilber, han sido influenciados por el pensamiento no-dual de Ramana Maharshi. Paul Brunton fue otro autor occidental impresionado profundamente por Ramana Maharshi. Escribió sus experiencias estando en Arunachala en un libro llamado "A Search in Secret India" (Una búsqueda en la India oculta). Este fue uno de los primeros libros que llevó a Ramana Maharshi a ser conocido en el mundo occidental. Escribió sobre Arunachala
Ramana Maharshi nunca sintió inclinación a escribir nada. Sólo lo hacía para satisfacer la solicitud de algún devoto.

Obras clave son:

-Los cuarenta versos sobre la existencia
-Sri Ramana Guita
-La esencia del autoconocimiento
-Prácticas con Ramana Maharshi

Javier Del Arco
Lunes, 19 de Noviembre 2007
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Editado por
Javier Del Arco
Ardiel Martinez
Javier del Arco Carabias es Dr. en Filosofía y Licenciado en Ciencias Biológicas. Ha sido profesor extraordinario en la ETSIT de la UPM en los Masteres de Inteligencia Ambiental y también en el de Accesibilidad y diseño para todos. Ha publicado más de doscientos artículos en revistas especializadas sobre Filosofía de la Ciencia y la Tecnología con especial énfasis en la rama de la tecno-ética que estudia la relación entre las TIC y los Colectivos vulnerables.




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